Una de los más conspicuos recursos del pensamiento burgués para explicar los distintos males económicos que afectan a los países de la periferia es la corrupción estructural. La corrupción sería una especie de enfermedad endémica del sur del planeta cuyos brotes tienden a coincidir como por arte de magia con las crisis de los mercados financieros: México, Brasil, Argentina...
Se trata de una forma tan indemostrable como irrefutable de culpar a los países pobres de su propia pobreza y, además, de expresar esa culpa en términos morales: no sólo son pobres por estúpidos (por no haber sabido liberalizar sus mercados, por ejemplo) sino, sobre todo, por ladrones.
El martes 12 de noviembre de 2002, El País daba otra vuelta de tuerca a esta lógica enfermiza: "Etiopía afronta la peor sequía de los últimos diez años y corre el riesgo de sufrir una hambruna más devastadora que la de 1984, en la que murieron un millón de personas. (...) Las crisis alimentarias son cíclicas en Etiopía. Pero además de la escasez de lluvias a ellas contribuyen de manera decisiva factores políticos, como la corrupción y el desvío de recursos públicos hacia objetivos no productivos. Es el caso de la guerra que libraron Etiopía y Eritrea entre 1998 y 2000, que causó la muerte de decenas de miles de personas, dañó las infraestructuras de ambos países y obligó a interrumpir la distribución de ayuda extranjera". Así pues, se nos avisa ya de que los etíopes están empeñados en morirse de hambre a cualquier precio al tiempo que se nos advierte de que los esfuerzos caritativos están de más.
Por supuesto a cualquier persona sensata debería llamarle la atención el hecho de que los habitantes de Estados Unidos –ese país gobernado por una dinastía implicada en los mayores escándalos financieros de la historia, que ganó fraudulentamente las elecciones y que se hace acompañar de un vicepresidente corrupto con intereses directos en la industria militar– se estén muriendo (literalmente) de obesidad. También resulta sorprendente el énfasis que hace El País en los "objetivos económicos productivos". Lo cierto es que Etiopía ha sido el objeto de algunos de los más sonados desvaríos de la política monetarista del FMI que ha supeditado su ayuda a formalismos financieros particularmente absurdos dada las dimensiones de la economía etíope.
En realidad, los periodistas de El País disponían de una fuente más documentada para abordar la noticia: su propio periódico. EL 10 de junio de 2002, con motivo de la "Cumbre del hambre" de la FAO en Roma, Jeremy Rifkinescribía un artículo titulado "Ante una auténtica crisis alimentaria global" en el que explicaba la relación directa que existe entre el hambre en el tercer mundo, la dieta cárnica de los países capitalistas y los intereses de las multinacionales de la alimentación. Merece la pena citar el artículo por extenso ya que hace referencia explícita a la hambruna de Etiopía de 1984: "Cientos de millones de personas en todo el mundo pasan hambre todos los días porque gran parte de la tierra arable se utiliza para cultivar cereales para piensos, para animales, en vez de cultivar cereales alimentarios para las personas. Y las vacas, los cerdos, los pollos y demás ganado alimentado con estos piensos son consumidos por los más ricos del planeta, mientras que los pobres se mueren de hambre. En el último medio siglo, nuestra sociedad global ha erigido una escala de proteínas mundial artificial, en la que el vacuno y otros animales alimentados a base de cereales se sitúan en el peldaño superior. Hoy en día, las poblaciones ricas, principalmente en Europa, Norteamérica y Japón, están encaramadas en lo más alto de esa cadena alimentaria, y devoran la riqueza del planeta.
La transición que ha experimentado la agricultura mundial, de los cereales alimentarios a los cereales para pienso, supone una nueva forma de perversidad humana, cuyas consecuencias pueden ser mayores y más duraderas que cualquier otro ejemplo anterior de maldad infligida por el hombre a sus semejantes.
Actualmente, más del 70% de los cereales producidos en Estados Unidos se destina a la alimentación de ganado, la mayoría vacuno. Desgraciadamente, dentro de los animales domésticos, el ganado vacuno es uno de los transformadores de pienso más ineficaces. Son devoradores de energía y a menudo se les considera los 'Cadillacs' de los animales de granja.
Hacen falta más de cuatro kilos de pienso para que un novillo de engorde gane cerca de medio kilo de peso. De estos cuatro kilos, '2,7 son piensos constituidos por cereales y subproductos y 1,3 kilos son forraje'. Esto significa que sólo el 11% del pienso se transforma en carne de vaca, y que el resto se quema como energía en el proceso de conversión, ya que se utiliza para mantener las funciones corporales normales o se excreta o absorbe en partes del animal que no se comen, como el pelo o los huesos.
(...) El vacuno y otros ganados devoran gran parte de los cereales cultivados en el mundo. Cabe destacar que éste es un fenómeno agrícola nuevo, distinto a todo lo que se ha experimentado anteriormente. Curiosamente, la transición del forraje al pienso se ha llevado a cabo sin apenas generar debate, a pesar de haber tenido un impacto más fuerte en las políticas de utilización de la tierra y de distribución de alimentos que cualquier otro factor en los tiempos modernos.
La demanda mundial de cereales-pienso sigue aumentando, pues las multinacionales persiguen aprovecharse de la demanda cárnica de los países ricos. (...) La decisión de utilizar la tierra para crear una cadena alimentaria artificial, la más injusta en la historia, ha sumido en la miseria a cientos de millones de personas en el mundo. Es importante tener en cuenta que un acre [40,5 áreas] de cereales produce cinco veces más proteínas que un acre destinado a la producción de carne: cantidad que aumenta hasta diez veces en el caso de las legumbres (alubias, guisantes, lentejas) y hasta quince veces con las verduras de hoja.
(...) Animar a otros países a subir la escala de las proteínas redunda en beneficio de los agricultores y de la industria agrícola estadounidenses. Más de un estadounidense se sorprendería si supiera que dos tercios del cereal exportado por Estados Unidos se destina a alimentar ganado en vez de alimentar a gente que pasa hambre.
Muchos países en desarrollo subieron por la escala de proteínas en el momento álgido de la expansión agrícola, cuando la tecnología de la 'revolución verde' producía excedentes de cereal.
En 1971 la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sugirió pasarse al cultivo de grano grueso, que el ganado podía consumir con más facilidad. El gobierno estadounidense le dio un impulso adicional con su programa de ayudas externas, al vincular la ayuda alimentaria al desarrollo de mercados de cereales-pienso.
Empresas como Ralston Purina y Cargill recibieron del gobierno préstamos a bajo interés para que abrieran instalaciones dedicadas a las aves de corral alimentadas con cereales en los países en desarrollo para, así, iniciarles en el ascenso por la escala de proteínas. Varios países siguieron el consejo de la FAO y han intentado mantenerse alto en la escala de proteínas incluso mucho después de que desaparecieran los excedentes de la revolución verde. La producción cárnica mundial se ha quintuplicado en los últimos 50 años.
La transición de la comida al pienso sigue en marcha en muchos países, sin visos de cambios a pesar de la creciente hambruna de una raza humana cada vez más desesperada. Las consecuencias humanas de esta transición quedaron dramáticamente reflejadas en 1984 en Etiopía, donde cada día morían de hambre miles de personas. La opinión pública no era consciente de que, al mismo tiempo, Etiopía estaba utilizando parte de su tierra agrícola para cultivar torta de linaza, de semillas de algodón y de colza y exportándolo como alimento de ganado al Reino Unido y a otros países europeos. Actualmente hay millones de acres de tierra en el tercer mundo que sólo se utilizan para producir piensos destinados al ganado europeo.
Es terrible que un 80% de los niños hambrientos en el mundo vivan en países con excedentes alimentarios, la mayoría en forma de piensos para animales que, a su vez, sólo serán consumidos por los más ricos. Hoy en día, un asombroso 36% del cereal mundial se destina a la alimentación de ganado. En los países en desarrollo la cuota de cereal para ganado se ha triplicado desde 1950 y sobrepasa el 21% del total de la producción de cereales. En China la cuota de cereal destinado al ganado se ha triplicado desde 1960, pasando del 8% al 26%. En México, la cuota ha aumentado en el mismo periodo del 5% al 45%, en Egipto del 3% al 31%, y en Tailandia del 1% al 30%.
La paradoja del sistema de producción alimentaria actual reside en que millones de consumidores ricos en el primer mundo fallecen por enfermedades relacionadas con la riqueza (enfermedades coronarias, infartos, diabetes y cáncer), provocadas porque se atiborran de ternera y otras carnes ricas en grasa alimentadas a base de cereales, mientras que en el tercer mundo la gente muere de enfermedades provocadas por la pobreza al negársele el acceso a la tierra para cultivar cereales con los que alimentar a sus familias. (...) Hace ya mucho tiempo que deberíamos haber iniciado un debate global sobre cómo promover una dieta vegetariana, diversificada y rica en proteínas para el ser humano".