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Medio Oriente

3 de octubre del 2002

Fabricando antisemitas

Uri Avnery
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

La primera víctima israelí de Sadam Hussein es un mito sionista con el que crecimos.
Decía que Israel es un refugio para todos los judíos del mundo. En todos los demás países, los judíos viven en un miedo perpetuo de que aparecerá un cruel perseguidor, como sucedió en Alemania. Israel es el refugio seguro, al que los judíos pueden escapar en tiempos de peligro. Por cierto, ése fue el propósito de los fundadores de la nación cuando establecieron el estado.
Ahora viene Sadam y prueba todo lo contrario. En todo el mundo, los judíos viven en seguridad, y hay un solo sitio en el planeta en el que están amenazados de exterminación: Israel. Aquí preparan los parques nacionales para fosas comunes, aquí se preparan (patéticas) medidas contra armas biológicas y químicas. Mucha gente ya está planeando su escape a las comunidades en la Diáspora. El fin de un mito.
Otro mito sionista murió aun antes. La Diáspora, aprendimos en nuestra juventud, crea el antisemitismo. Por todas partes los judíos son una minoría, y una minoría inevitablemente atrae el odio de la mayoría. Sólo cuando los judíos se junten en el País de sus Antepasados y constituyan una mayoría, desaparecerá el antisemitismo en el mundo. Así habló Herzl, el fundador del sionismo moderno.
Actualmente ese mito, también, está entregando su sagrada alma. Está sucediendo todo lo contrario: el Estado de Israel está causando la resurrección del antisemitismo en todo el mundo, amenazando a los judíos por todas partes.
El gobierno Sharon es un gigantesco laboratorio para cultivar el virus del antisemitismo. Lo exporta a todo el mundo. Las organizaciones antisemitas, que durante muchos años vegetaron al margen de la sociedad, rechazadas y despreciadas, están súbitamente creciendo y floreciendo. El antisemitismo, que se ocultó vergonzosamente desde la Segunda Guerra Mundial, cabalga ahora sobre una gran ola de oposición a la política de opresión de Sharon.
Los agentes propagandísticos de Sharon están avivando las llamas. Acusando a todos los críticos de su política de ser antisemitas, están marcando a grandes comunidades con este sello. Muchas personas buenas, que no sienten ningún odio hacia los judíos, pero que detestan la persecución de los palestinos, son calificadas ahora de antisemitas. Así se le quita el estigma a la palabra, dándole algo que se acerca a la respetabilidad.
El resultado final en la práctica: no sólo Israel no protege a los judíos contra el antisemitismo, sino al contrario –Israel fabrica y exporta el antisemitismo que amenaza a los judíos en todo el mundo.
Durante muchos años, Israel gozó de la simpatía de la mayor parte de la gente. Era visto como el estado de los supervivientes del holocausto, un país pequeño y valeroso que se defiende contra los repetidos asaltos de árabes asesinos. Lentamente, esa imagen ha sido reemplazada por otra: un estado cruel, brutal y colonizador, que oprime a un pueblo pequeño e impotente. Los perseguidos se han convertido en el perseguidor, David se ha hecho Goliat.
A nosotros, los israelíes, que vivimos en una burbuja de lavado de cerebros, nos es difícil imaginar cómo nos ve el mundo. En muchos países, la televisión y los periódicos publican a diario fotografías de niños palestinos lanzando piedras a monstruosos tanques, de soldados hostigando a mujeres en los puntos de control, de ancianos desesperados sentados sobre las ruinas de sus hogares demolidos, de soldados apuntando y disparando contra niños. Esos soldados no parecen seres humanos en uniforme –"el hijo del vecino" como los ven los israelíes, sino como robots sin caras, armados hasta los dientes, con las cabezas ocultas por cascos, chalecos a prueba de balas que modifican sus proporciones. Los que han visto esas fotos docenas y cientos de veces comienzan a ver a Israel en esa imagen.
Para los judíos, esto crea un peligroso círculo vicioso. Las acciones de Sharon causan repulsión y oposición en todo el mundo. Así se refuerza el antisemitismo. Confrontadas con ese peligro, las organizaciones judías son llevadas a defender a Israel y a darle un apoyo ilimitado. Este apoyo posibilita que los antisemitas ataquen no sólo al gobierno de Israel, sino también a los judíos locales. Y así sigue.
En Europa, los judíos ya sienten la presión. Pero en Estados Unidos, siguen sintiéndose supremamente confiados en sí mismos. En Europa, los judíos han aprendido durante siglos que no es sabio llamar demasiado la atención y hacer despliegue de su riqueza e influencia. Pero en EE.UU., ocurre todo lo contrario: el establishment judío se esfuerza prácticamente por demostrar que controla el país.
De vez en cuando, el lobby judío "elimina" a un político estadounidense que no apoya incondicionalmente al gobierno israelí. No lo hace secretamente, entre bastidores, sino como una "ejecución" pública. Ahora mismo lo acaban de hacer con la congresista negra Cynthia McKinney, una mujer joven, activa, inteligente y muy simpática. Se ha atrevido a criticar al gobierno de Sharon, a apoyar a los palestinos y (lo peor de todo) a los grupos israelíes y judíos por la paz. El establishment judío encontró a un contra- candidato, inyectó inmensas sumas a la campaña y derrotó a Cynthia.
Todo esto sucedió abiertamente, con fanfarrias, para hacer un ejemplo público –de manera que cada senador y representante sepa que criticar a Sharon equivale al suicidio político.
Ahora esto se repite en grande. El lobby pro-Israel –que consiste de judíos y de fundamentalistas cristianos de extrema derecha- está presionando a la administración de EE.UU. para que inicie una guerra. Esto, también, abiertamente, a plena vista del público estadounidense. Docenas de artículos en los periódicos importantes señalan esto como un hecho político evidente.
¿Qué sucederá si la guerra termina en un fracaso? ¿Si tiene inesperados resultados negativos y mueren muchos jóvenes estadounidenses? ¿Si el público estadounidense se torna en su contra, como ocurrió durante la Guerra de Vietnam? Uno puede fácilmente imaginar una campaña de murmullos que se inicia diciendo: "Los judíos nos llevaron a esto," "Los judíos apoyan a Israel más de lo que apoyan a EE.UU.," y, finalmente, "Los judíos controlan nuestro país."
Fuera de esto, Sharon puede provocar, tarde o temprano, una revolución en el mundo árabe. Será un desastre para los intereses de EE.UU. Los judíos estadounidense, identificados totalmente ahora con Israel, serán culpados.
En todo caso, la manera como llaman la atención los judíos en Estados Unidos, especialmente en los medios de comunicación, y su desproporcionada influencia sobre el Congreso y la Casa Blanca, puede resultar en un tiro por la culata uno de estos días.
Desde luego, el tipo especial de cultura política de Estados Unidos alienta tales fenómenos –pero lo mismo ocurrió en la España de la "Época de Oro" y en la república de Weimar en Alemania. La historia no tiene que repetirse, pero tampoco hay que desdeñar sus lecciones.
Hay gente en Israel que desea secretamente que el antisemitismo venza en todas partes. Eso confirmaría otro mito sionista con el que crecimos: los judíos no pueden vivir en otro sitio que en Israel, porque el antisemitismo va a triunfar en todas partes. Pero Estados Unidos no es Francia o Argentina, juega un papel crítico en el Oriente Medio. La seguridad nacional de Israel, tal como ha sido establecida por todos los gobiernos israelíes desde Ben-Gurion, se basa en el apoyo total de Estados Unidos –militar, político y económico.
Si me pidieran un consejo, aconsejaría a las comunidades judías en todo el momento lo siguiente: rompan el círculo vicioso. Desarmen a los antisemitas. Rompan la costumbre de la identificación automática con todo lo que hacen nuestros gobiernos. Dejen que hablen sus conciencias. Vuelvan a los valores tradicionales judíos de "¡La justicia, la justicia seguirás! (Deuteronomio 16:20) y "Busca la paz, y síguela-" (Salmos 34:14). Identificaos con el Otro Israel, el que está luchan por conservar esos valores.
En todo el mundo, se multiplican los grupos judíos que siguen este camino. Rompen con otro mito más: el deber de los judíos por todas partes de someterse a los edictos de nuestro gobierno.
2 de septiembre de 2002
Uri Avnery ha seguido la carrera de Sharon durante décadas. A través de los años ha escrito tres extensos ensayos biográficos sobre su persona, dos (1973 y 1981) con su cooperación.