Qué es lo que realmente está en juego?:
Los planes de EEUU para un nuevo mapa de Oriente Medio
Nota informativa CSCAweb / CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
La Administración Bush parece determinada a hacer de la guerra contra Iraq no solo la ejemplificación de su nueva doctrina militarista internacional de "guerra preventiva", sino el detonante que abra la vía para una amplia remodelación del conjunto de Oriente Medio, que incluiría el aplastamiento final de los palestinos, la aparición de nuevos Estados y la pérdida de influencia de los viejos aliados Arabia Saudí y Egipto. Los pueblos del Oriente Medio árabe, si se desencadena la guerra y es derrocado el actual régimen iraquí, están condenados a una nueva y prolongada etapa de dominación imperialistas, a un nuevo Sykes-Picot para el siglo XXI.
Animada por un buen número de asesores del Pentágono, la Administración Bush parece determinada a hacer de la guerra contra Iraq no solo la ejemplificación de su nueva doctrina militarista internacional de "guerra preventiva" [1], sino el detonante que abra la vía para una amplia remodelación del conjunto del Oriente Medio árabe, remodelación en la que puedan conjugarse la pretensión histórica estadounidense: el control del suministro y precio del petróleo y, con ello, la consolidación de su hegemonía política, económica y militar frente a potencias medias que -como la Unión Europea, Rusia o China- pugnan por penetrar los mercados de la región.
Este proyecto -para cuya ejecución la Administración Bush pretende echar por tierra el ordenamiento legal internacional y político-territorial regional imperante desde la I Guerra Mundial- está siendo actualizado fundamentalmente por el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa Rumself. Máximos ejecutores de las directrices políticas y militares, estos dos halcones de la Administración Bush han recibido el asesoramiento de un grupo de expertos entre los que se incluyen el vicesecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, su asistente, Douglas Faith y el ideólogo del Comité Asesor del Pentágono, Dick Perl. De acuerdo con Alex Fishman [2], Perl habría solicitado al Instituto Rand -una institución que durante décadas ha asesorado a las Administraciones estadounidenses- un estudio sobre la estrategia de EEUU para Oriente Medio cara a la intervención contra Iraq. El estudio realizado, que lleva por título "¿Cuál debería ser la estrategia de EEUU en Oriente Medio?", concluye explícitamente que " [...] la intervención militar contra Iraq es un 'objetivo táctico'; Arabia Saudí es un 'objetivo estratégico' y Egipto es la 'gran presa' [...]".
El estudio del Instituto Rand trata de poner en evidencia que la amenaza que afronta la cultura de EEUU -"el terrorismo internacional"- surge y se ubica en los sistemas educativos, sociales y políticos actuales de países como Egipto, Arabia Saudí e Iraq. Frente a los modelos sociales y políticos que representan estos Estados (y la acusación que se les imputa de ser la fuente y origen de grupos como al-Qaeda), el estudio propone imponer por todos los medios posibles el modelo occidental que, reclamando formalmente la democratización, la liberalización y la occidentalización, controle y neutralice las posibles amenazas a los intereses de EEUU en el Mundo Árabe.
Adoptada por los representantes oficiales del Pentágono, esta estrategia se ha convertido en planes operativos ya en marcha cuyo primer objetivo -táctico- es Iraq. Según las propias estimaciones de los responsables del Pentágono, Iraq, segunda reserva de petróleo del mundo, tiene además un potencial de recursos humanos (la población actual del país se sitúa en los 23 millones de personas) sobre el que habría que operar para potenciar un cambio en el desarrollo socioeconómico del país, permitir la penetración del liberalismo económico y energético y, una vez alcanzada esta meta, satisfacer con su petróleo las necesidades estadounidenses de suministro energético [3].
Arabia Saudí, el 'objetivo estratégico'
Asegurado el control político y económico iraquí tras la instauración de un nuevo gobierno favorable a su estrategia, EEUU podría promover un cambio político en el interior de Arabia Saudí. La intervención contra Iraq no solo prefigura un cambio de régimen político en Bagdad y, con ello, un cambio de funcionalidad geoestratégica de este país en el escenario de Oriente Medio, sino con toda seguridad remodelaciones fronterizas y cambios asimismo en el papel regional de otros Estados, muy particularmente de Arabia Saudí.
Según el documento del instituto Rand, el sistema político impuesto en este país por la familia de los Sa'ud, aliada histórica de EEUU, ha resultado ser contraproducente para los intereses estadounidenses, pues a fin de asegurarse el control político interno y neutralizar las aspiraciones árabes de los proyectos progresistas y nacionalistas árabes, el régimen saudí ha sido el instigador de una ideología islamista extremadamente reaccionaria que, gracias a los recursos financieros que han proporcionado los petrodólares, ha podido extenderse en las últimas décadas en el espacio árabe y en otros Estados de mayoría musulmana.
Desde esta perspectiva, tras el 11 de septiembre, EEUU ha empezado a reevaluar el papel que ha jugado Arabia Saudí y particularmente la conveniencia de seguir apoyando un sistema que, tratando de neutralizar al nacionalismo árabe -objetivo en el que los intereses saudíes y estadounidenses han confluido históricamente- , ha creado el caldo de cultivo para el desarrollo de una ideología que sustenta a organizaciones capaces de amenazar no solo la seguridad interna de EEUU sino sus intereses políticos, económicos y geoestratégicos. Esta constatación es la base que ha servido a la Administración Bush para airear coyunturalmente la falta de democracia en Arabia Saudí. Además, la negativa explícita de Arabia Saudí a apoyar un ataque contra Iraq y la reconciliación entre ambos países durante la última Cumbre Árabe de Beirut, ha irritado especialmente a la Administración Bush.
Así, al igual que le ocurriera a Jordania en la crisis de 1990-91, el régimen saudí contempla con estupor como Washington cuestiona su preeminente papel como histórico aliado regional, que podría ser transferido a un nuevo Iraq recolonizado, en concreto en lo tocante a la gestión del mercado petrolífero mundial. La negativa de Riad a ceder esta vez la base Príncipe Sultán [4] o sus valoraciones sobre la posible fragmentación de Iraq y los beneficios que de ello obtendría Irán (que, a través del apoyo directo que brinda a la fuerza opositora chií Congreso Supremo de la Revolución Islámica en Iraq, pasaría a controlar la zona meridional de Iraq) han sido respondidas desde la Administración estadounidense con filtraciones a los medios de comunicación sobre la vinculación financiera de la familia real saudí con la red al-Qaeda y la categorización del reino como "enemigo de EEUU" en un informe luego matizado por la Casa Blanca. Más preocupante aún es la filtración sistemática en los últimos meses de planes detallados para la división del Reino en tres zonas, proyecto que -ahora veremos- se asocia con la creación de un gran reino hachemí en Jordania y la parte central de Iraq que podría incorporar asimismo la franja occidental de la actual Arabia Saudí, incluidas las ciudades santas de Meca y Medina.
No es de extrañar que el régimen saudí haya matizado, tras el discurso de Bush en Naciones Unidas del pasado 12 de septiembre, un cambio en su posición inicial, indicando que finalmente podría ceder sus bases y su territorio si hay una resolución del Consejo de Seguridad que autorice el uso de la fuerza contra Iraq.
'Palestina es Jordania'
Si EEUU opta por un ataque militar contra Iraq sin sanción del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Israel, a diferencia de lo que ocurrió en la Guerra del Golfo de 1991, intervendrá abiertamente en la guerra, no ya solo en el frente iraquí, sino quizás también contra Hezbollah en Líbano y sin duda contra los palestinos en Gaza y Cisjordania, poniendo fin a dos años de Intifada.
Ciertamente, la percepción palestina es que el ataque contra Iraq irá acompañado de una ofensiva final del ejército israelí en Gaza y Cisjordania [5] que incluirá la eliminación definitiva de las instituciones palestinas surgidas de los Acuerdos de Oslo (1993), quizás la eliminación física -cuando menos política, con su un forzado exilio- del presidente Arafat y la expulsión militar (o, como se suele denominar, transfer) de un contingente de población palestina que podría alcanzar hasta el medio millón de personas, particularmente de aquéllas que retornaron a las Áreas Autónomas en estos años y de buena parte de los habitantes palestinos de la zona de Qalquilia y Tulqarem, lindante con el Estado de Israel y alta densidad poblacional, a fin de configurar tres cantones palestinos aislados y bien definidos en Hebrón, Ramala y Nablus, tras la anexión -la pasada semana- de zonas de Belén al área metropolitana de Jerusalén.
Este escenario aparece igualmente recogido en el informe del Instituto Rand, cuyo capítulo dedicado a esta cuestión se titula muy clarificadoramente "Palestina es Israel", explicitando con ello que el territorio del Estado de Israel (desde 1948 sin fronteras definidas) debe ser entendido en los límites de la Palestina histórica, es decir, el actual Estado israelí más los Territorios Ocupados en 1967, Cisjordania y Gaza.
Un 'Reino Hachemita Unificado'
Ello supone asumir, igualmente, que el territorio natural de un futuro Estado palestino deberá ser la actual Jordania, retomando con ello la pretensión histórica del sionismo que ya desde los años 70 promovió diversos planes en los que se hacía de Jordania el territorio donde se pudieran realizar las aspiraciones nacionales del pueblo palestino. Una "solución final" de la cuestión palestina que pase por Jordania obligaría así, necesariamente, a reformular también la función de la monarquía hachemí, que pasaría a ser el nuevo aliado estratégico árabe de EEUU -desplazando a Arabia Saudí y Egipto- junto a Israel.
Derrocado militarmente el actual régimen iraquí, la fórmula sería unificar bajo la monarquía jordana hachemí de Abdulá, los territorios de la actual Jordania y la parte central de Iraq, de mayoría sunní, dejando como "enclaves autónomos" federados a Bagdad las regiones kurda (al norte) y chií (al sur), que son además las áreas de actual explotación petrolífera en Iraq y de máximo interés para Washington [6]. Con ello se alcanzarían al menos dos grandes dos objetivos comunes a Israel y EEUU [7]:
- El primero, encontrar una alternativa "legitimada" para un futuro gran Estado en Oriente Medio bajo control de EEUU, evitándose una guerra civil por el control del país entre sus comunidades kurda, chií y sunní. La Administración Bush no ha determinado cómo mantener Iraq unificado y bajo control tras la caída del régimen iraquí, es decir, quien gobernará el país tras la intervención, y desconfía de que un personaje como Ahmad Chalabi, que preside el Congreso Nacional Iraquí (plataforma de grupos opositores financiada por EEUU y que incluye, entre otros, a las dos formaciones kurdo-iraquíes UPK y PDK) pueda cumplir tal misión [8].
- El segundo, permitiría que este nuevo "Reino Hachemí Unificado" mantuviera una mayoría de población árabe sunní no palestina, pudiendo con ello acoger el nuevo éxodo palestino desde Cisjordania, dado que los palestinos serán minoría demográfica en el nuevo Estado y podrían, con ello, quedar debidamente sometidos. La monarquía hachemí, que hoy reina sobre un Estado de mayoría palestina no reconocida y en quiebra financiera, pasaría a hacerlo sobre una potencia demográfica y económica de primer orden.
Este proyecto, que pudiera parecer especulativo, ha sido discutido durante un encuentro entre el príncipe heredero Hasán de Jordania y miembros de la oposición iraquí en Londres este pasado mes de julio, y según fuentes israelíes está siendo valorado seriamente por la Administración Bush, siendo sus principales valedores el vicepresidente Cheney y el vicesecretario de Defensa Wolfowitz [9]: un gran reino hachemí sería un Estado que otorgaría a EEUU un control estratégico definitivo -político, militar y económico- sobre Oriente Medio, desde el cual amenazar a los vecinos Irán y Siria (también en el punto de mira de la "guerra global contra el terrorismo" de Washington) y hacer declinar definitivamente la influencia regional de los antiguos aliados Egipto y Arabia Saudí.
Las entidades kurda y chií asociadas a este nuevo Estado proestadounidense o con un estatuto particular de protectorado abrirían a las compañías petrolíferas estadounidenses las principales zonas de explotación de crudo del actual Iraq [10]. A fin de garantizar la seguridad en ambos enclaves y su vinculación política con el nuevo reino hachemí -tranquilizando con ello a Turquía sobre un Kurdistán independiente y previniendo a Irán de cualquier veleidad sobre la zona chií-, EEUU podría justificar el despliegue y estacionamiento prolongado de sus tropas en la zona [11]. Ciertamente, Turquía teme que EEUU consolide una alianza con los kurdos-iraquíes (especialmente con el partido de Talabani, la UPK) que la margine en este reodernamiento regional que habrá de darse necesariamente tras la guerra. Turquía ha expresado su preocupación ante la creación de una entidad kurda al norte de Iraq, no tanto porque ésta sea inicialmente la pretensión de los dirigentes kurdo-iraquíes (que han reiterado su compromiso con un Iraq unificado y buenas relaciones con Ankara [12]), sino a fin también de obtener concesiones territoriales tras la guerra sobre las provincias de Mosul y Kirkuk (Suleimaniyah), con población turcomana y ricas en agricultura y petróleo, que reclama históricamente como suyas desde el acuerdo anglo-francés de Sykes-Picot de1916, tema que está siendo tratado como parte de las condiciones planteadas por Turquía a EEUU para apoyar la intervención [13].
Un nuevo Sykes-Picot para el siglo XXI
Como puede advertirse, la intervención contra Iraq no solo determinará la sustitución ilegal del actual régimen iraquí por otro aliado de EEUU, sino un proceso encadenado de cambios que habrá de redibujar el mapa de la zona en función de los intereses estratégicos de Washington. El conjunto de los pueblos árabes de Oriente Medio árabe, si se desencadena la guerra y es derrocado el actual régimen iraquí, está condenado a una nueva y prolongada etapa de dominación imperialista, de recolonización efectiva: un nuevo Sykes-Picot para el siglo XXI [14].
Notas:
1. Véase en CSCAweb: Mientras la Administración
Bush da a conocer el contenido de la nueva estrategia de seguridad nacional
de EEUU, Israel da por iniciada la guerra contra Iraq desencadenando su ataque
final contra Arafat y los palestinos
2. Yediot Aharanot, 6 de septiembre, 2002.
3. "Las reservas probadas de Iraq, calculadas en 112.000 millones de barriles
de petróleo, son las segundas del globo detrás de las de Arabia
Saudí. Dado que nadie ha realizado prospecciones geológicas en
Iraq durante décadas, la cifra real podría ser aún más
elevada, [...] 250.000 millones de barriles. Gran parte del petróleo
iraquí que ya ha sido descubierto sigue estando infraexplotado. [...]
En total, las estimaciones hablan de una producción de unos 5 millones
de barriles de petróleo al día que aún esperan a ser explotados;
de ellos, la gran mayoría es 'petróleo fácil', que está
cerca de la superficie y cuya extracción es muy barata. Es más:
Iraq cuenta con zonas ricas en petróleo sin explorar en el desierto occidental
y en el noroeste del país. " (al-Kadiri, R., Middle East Report,
núm. 220, otoño de 2001. Traducido en CSCAweb: Raad Alkadiri:
La 'fiebre del oro negro' iraquí. Petróleo y comercio regional
4. La oposición fue tan explícita en Arabia Saudí que el
Pentágono decidió establecer un segundo Comando Aéreo en
la Península, en Qatar, en la base de al-Udei, desde el que se dirigirían
todas las operaciones contra Iraq, tras la confirmación reiterada de
que los saudíes no permitirán a EEUU que utilice en su ataque
a Iraq la base Príncipe Sultán, donde el Pentágono tenía
ubicado el centro de mando regional de su Fuerza Aérea.
5. Según fuentes palestinas a CSCAweb.
6. Ver mapa incluido en este texto.
7. "Uniting Jordan and Iraq Might Be Prime Post-War Strategy", Al-Awda (EEUU),
26 de septiembre de 2002.
8. Según The Washington Post del 4 de octubre de 2002, EEUU no
quiere dar luz verde a la formación de un "gobierno provisional" opositor,
como ha pedido Chalabi, hasta no tener decidido el modelo de régimen
pos-Sadam para Iraq.
9. Inicialmente se ha especulado con la entronización en Bagdad del príncipe
heredero de Jordania Hasán, tío del actual rey Abdulá.
Sobre la opción restauradora en Iraq, véase en CSCAweb: EEUU promueve
al príncipe Hasan de Jordania como posible candidato a encabezar un nuevo
régimen monárquico en Iraq tras la ocupación del país
10. Los dirigentes kurdo-iraquíes ya han informado que, una vez eliminado
el actual régimen iraquí, rebajarían el precio del petróleo
que empezarían a gestionar.
11. La previsión es que EEUU debería mantener en Iraq tras la
caída del régimen iraquí un mínimo de 75.000 soldados
como "fuerza de paz" durante una década, con un coste de 16 mil millones
de dólares solo en el primer año, según testimonio ante
el Senado del coronel Scott R.Fiel, coordinador de un equipo de asesoramiento
presidencial sobre la situación en Iraq tras la guerra (recogido en USA
Today, 2 de agosto de 2002). Entre las misiones de esta fuerza, "proteger
los principales campos petrolíferos" de Iraq.
12. En el modelo federativo que se estudia para el Iraq post-baasista, las competencias
del territorio kurdo no serían mayores que las del actual estatuto, de
mediados de los años 70.
13. The Guardian, 1 de agosto de 2002.
14. Este acuerdo secreto, que lleva los nombres de los ministros de Exteriores
británico y francés, supuso el reparto de Oriente Medio entre
Reino Unido y Francia y, con ello, la traición al compromiso de independencia
y unidad adquirido con los árabes por su apoyo a los aliados en la guerra
contra el Imperio Otomano durante la I Guerra Mundial.