7 de octubre del 2002
Anhelos de una IV Guerra Mundial: la conexión Israel-Irak
Ali Abunimah
The Electronic Intifada
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
La ironía de la posición de Israel entre Irak y Estados
Unidos, es que mientras más Israel desea que EE.UU. ataque a Irak, más
silencio tiene que guardar al respecto y más tiene que tratar de pasar
desapercibido. La paradoja quedó aún más en evidencia después
de los ataques del 11 de septiembre, cuando Sharon fue el primero en presentarse
de voluntario para unirse a la "guerra contra el terrorismo," sólo para
ser fríamente rechazado por la administración Bush. Israel aprendió
rápidamente que a veces más vale la discreción que una
alianza abierta, y que influenciando a la administración de EE.UU. entre
bastidores, el lobby de Israel podía convencer a los estadounidenses
de que sería hipócrita condenar "la guerra contra el terrorismo"
de Israel mientras realizan la suya.
Una gran parte de la tormenta de críticas que ha enfrentado el primer
ministro israelí, Ariel Sharon, por volver a imponer un sitio del complejo
de Yasir Arafat en Ramala ha provenido de israelíes que estarían
encantados si hubiera una guerra de EE.UU. contra Irak, por lo menos tanto como
Sharon. Al frente de la jauría está el ministro de asuntos exteriores
de Israel, Shimon Peres, cuyas pretensiones de ser una "paloma" y un estadista
de categoría internacional se han devaluado incluso en aquellas cancillerías
europeas que solían hacerle fiestas durante los Buenos Días de
Oslo. Según Ha'aretz, "Peres criticó la operación
del ejército israelí en Ramala diciendo que dañaba la causa
de la reforma en la Autoridad Palestina y que concentraba la atención
en el sitio equivocado. Según el ministro del exterior, el principal
tema que existe actualmente es el ataque planeado de EE.UU. contra Irak, y que
Israel no haga nada para frustrar ese plan". ("Peres ataca las políticas
del gobierno, dice que el primer ministro no tiene un objetivo claro," Ha'aretz,
29 de septiembre de 2002).
Si los presuntos programas de armas de destrucción masiva de Irak representan
una amenaza inmediata para Israel y para otros países en la región,
como han estado afirmando constantemente los funcionarios de EE.UU. y Gran Bretaña,
se podría esperar más cuidado en Israel, que, incapaz de reprimir
la insurrección contra su ocupación militar debiera mostrarse
más preocupado por la perspectiva de que se abra otro frente bélico.
Pero durante los últimos años, las evaluaciones de los militares
israelíes han concluido consistentemente que Irak no representa actualmente
una amenaza militar real para Israel, y es seguro que Irak no lanzaría
una agresión no-provocada en su contra.
A pesar de todo, sigue existiendo la posibilidad de que si Estados Unidos invade
Irak, ese país podría tratar de lanzar unos pocos de los misiles
que le quedan contra Israel, como lo hizo en 1991. Citando a fuentes extranjeras,
la prensa israelí informó esta semana que las fuerzas especiales
israelíes están operando ya en Irak, buscando emplazamientos de
rampas de [misiles] Scud que se cree existen en pequeñas cantidades,
y probablemente en mal estado.
En general, por ello, parece que Israel considera una posible amenaza de Irak
como un riesgo controlable, fácilmente compensado por los beneficios
de un ataque de EE.UU. contra ese país. Por cierto, es una de las pocas
cosas por las que muchos israelíes están dispuestos a tolerar
una interrupción temporal en la persecución "que se complica"
del pueblo palestino y de lo que queda de su dirigencia.
¿Qué podría esperar Israel de una tal guerra? Primero, durante
décadas Israel ha considerado a Irak, con su población altamente
educada y su enorme riqueza natural, como un rival militar potencial en el Oriente
Medio. Por lo tanto, todo lo que retarde el desarrollo de Irak es bienvenido.
Segundo, este gobierno israelí, como muchos de sus predecesores, considera,
por definición, las malas relaciones entre el mundo árabe y Estados
Unidos, como algo bueno para Israel. Ya que es seguro que una guerra de EE.UU.
contra Irak aumentaría considerablemente la alienación, que ya
es profunda, entre las sociedades árabes y EE.UU., una tal guerra sería,
desde su punto de vista, algo bueno para Israel.
En tercer lugar, en una minoría importante y creciente de israelíes,
gana terreno la idea de la "transferencia" –la limpieza étnica de todos
los palestinos de Israel y / o de los Territorios Ocupados. Esto da lugar al
legítimo temor de que algunos en la dirección militar y el gobierno
de Israel podrían ver una guerra contra Irak, especialmente si produce
un ataque iraquí contra Israel, como una excelente oportunidad para expulsar
a algunos cientos de miles de palestinos hacia los países vecinos.
Para algunos de los partidarios de Israel, tanto dentro de la administración
de EE.UU. como en los gabinetes estratégicos que la alimentan con ideas,
desarrollos catastróficos aun si no llegan a la limpieza étnica
y la inestabilidad, el caos y la violencia que seguirían, encajan en
un plan más amplio para rehacer completamente un Medio Oriente que actualmente
es difícil de controlar, estableciendo a Israel como el poder local dominante,
bajo una hegemonía generalizada de EE.UU.
La visión más completa es la del padrino neoconservador Norman
Podhoretz, que escribe en la edición de septiembre de 2002 de su revista
Commentary que "los cambios en el régimen son la condición
sine qua non en toda la región." Los regímenes que "merecen sobradamente
que sean derrocados y reemplazados," afirma Podhoretz.
"No se deben limitar a los tres miembros nombrados como miembros del eje del
mal. Como mínimo, ese eje debería ampliarse a Siria y Líbano
y Libia, y a "amigos" de EE.UU. como la familia real saudí y Hosni Mubarak
de Egipto, junto con la Autoridad Palestina, no importa si está dirigida
por Arafat o por uno de sus secuaces,"
Podhoretz pone bien en claro que es EE.UU. quien debe derrocar y reemplazar.
No contento con el simple cambio por la fuerza de casi todos los gobiernos de
la región, Podhoretz también espera que con este sistema se realice
"la reforma interna y la modernización del Islam que debería haber
ocurrido hace tiempo." En otras palabras, lo que Podhoretz realmente quiere
es una guerra de civilizaciones. Para purgar al Islam de los elementos a los
que objetan los neoconservadores como él, el aumento de odio y de fanatismo
y posiblemente el terror estilo 11 de septiembre que podrían ser provocados
por la guerra contra Irak, no constituyen efectos colaterales poco deseados,
sino el pretexto necesario para una agresiva intervención estadounidense
que tendrá éxito, "siempre que Estados Unidos tenga la voluntad
de llevar la IV Guerra Mundial, 'la guerra contra el Islam militante' hasta
un final exitoso, y siempre que, tengamos estómago para imponer una nueva
cultura política a los sectores derrotados." (Según Podhoretz,
"La III Guerra Mundial fue la "guerra" contra el comunismo).
Es sorprendente que alguien publique ideas semejantes, y aunque no existe evidencia
de que hayan llegado muy lejos en esta forma, sí que existe de que ideas
que son casi igual de peligrosas han sido sacadas a relucir por los gabinetes
estratégicos neoconservadores de Washington llevándolas al núcleo
de la administración Bush donde influencian directamente la política
de EE.UU.
Algunos artículos recientes han ilustrado este fenómeno. Escribiendo
en The Nation, Jason Vest documentó la creciente influencia de
dos grupos que solían ser marginales, el Instituto Judío de Asuntos
de Seguridad Nacional (JINSA por sus siglas en inglés) y el Centro de
Política de Seguridad (CSP). Según Vest, "docenas de sus miembros
han ascendido a puestos poderosos en el gobierno," en la actual administración
de EE.UU., donde, "diligentes y persistentes, han logrado combinar una serie
de temas –apoyo a la defensa nacional de misiles, oposición a los tratados
de control de armas, defensa de costosos sistemas de armas, ayuda con armas
a Turquía y en general el unilateralismo estadounidense –en una línea
dura, con el apoyo de la derecha israelí que se encuentra en su centro."
Para este grupo, dice Vest, "la guerra total," y el "'cambio de régimen'
que es necesario en todo caso en Irak, Irán, Siria, Arabia Saudí
y la Autoridad Palestina, es un imperativo urgente." (Los hombres de JINSA y
de CSP, The Nation, 2 de septiembre de 2002).
Entre los prominentes antiguos consejeros y miembros del consejo de JINSA se
encuentran funcionarios de la actual administración Bush como el Vicepresidente
Dick Cheney, el Secretario Adjunto de Estado para Control de Armas John Bolton
y Douglas Feith, que es actualmente el tercer funcionario en importancia del
Pentágono. Richard Perle, presidente del Comité de Política
de Defensa del Pentágono es actualmente, según Vest, un consejero
de JINSA / CSP.
Brian Whitaker de The Guardian trajo a la luz un documento de 1996 con
el título "Un cambio nítido: una nueva estrategia para asegurar
el territorio nacional," escrito para aconsejar al que entonces era el primer
ministro entrante israelí Benjamin Netanyahu. Whitaker ubica en este
documento las raíces de la "teoría de los bolos" del Oriente Medio
–de que un golpe dirigido contra Irak puede derribar varios regímenes.
El principal autor del documento, publicado por un think-tank israelí
llamado el Instituto de Estrategias Avanzadas y Estudios Políticos, fue
Richard Perle y otro autor fue Douglas Feith. (Jugando a los bolos con Sadam,
The Guardian, 3 de septiembre de 2002).
Fuera de producir "cambios de régimen" en Irak, Arabia Saudí,
y Egipto, Akiva Eldar de Ha'aretz, resume otra parte del plan como sigue:
"Palestina es Israel, Jordania es Palestina, e Irak es el Reino Hachemita."
De esos círculos ha provenido recientemente el fantástico complot
para reinstalar a la monarquía hachemita en Irak –esto se ajusta perfectamente
a la antigua creencia de la derecha de Israel de que el auténtico estado
palestino es Jordania.
Eldar señala cómo los escritores del documento propusieron que
Netanyahu presionara a favor de la cooperación con Estados Unidos en
una defensa de misiles anti-balísticos, porque "ampliaría la base
de apoyo de Israel entre muchos en el Congreso de EE.UU. que saben poco sobre
Israel, pero que otorgan gran importancia a la defensa de misiles." (Perles
of wisdom for the Feithful, Ha'aretz, 1 de octubre de 2002)
Éste puede haber sido el comienzo de lo que se ha convertido en una fructífera
alianza entre aquellos, como la gente de JINSA cuya principal motivación
es un apoyo fanático a un Israel expansionista, y los que, representados
por Cheney y Rumsfeld, no tienen lazos emotivos o ideológicos con Israel,
pero que ven a Israel como un ejemplo o instrumento útil para lograr
su objetivo de ampliar y afirmar por la fuerza el poder y la soberanía
de EE.UU. buscando un interés nacional estrecha y unilateralmente definido.
Al trabajar por fundir a la perfección los intereses israelíes
con los del poder estadounidense, los neoconservadores pro-israelíes
han ayudado a influenciar a una administración republicana como a ninguna
otra, e incluso más que a la primera administración Bush, que
estaba mucho menos dispuesta a dejar que Israel solo fijara los términos
para sus manejos con los palestinos y los estados árabes.
Si la amenaza de la guerra contra Irak, la decisión de EE.UU. de dejar
de reconocer a Yasir Arafat, y la campaña de insinuaciones de Washington
contra Arabia Saudí representan el comienzo de la implementación
de un plan aterrador para el Oriente Medio, la comunidad internacional, y en
particular los estados árabes, necesitan comprender que la cooperación
con los planes de EE.UU. en Irak, con la esperanza de arreglárselas,
no los salvará ni evitará los incalculables sufrimientos que padecerán
millones de sus pueblos.
3 de octubre de 2002