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El éxito de la desobediencia civil en Vieques
Por Sarah Peisch
Se acabaron las prácticas militares de la Marina de Guerra en Vieques.
  Abril fue una demostración más de la resistencia y firmeza del 
  pueblo puertorriqueño, con esta jornada de desobediencia civil siendo 
  de las más exitosas desde el desalojo de los campamentos en mayo de 2000. 
  No hubo ni un minuto, de los veintidós días de prácticas 
  militares, que la Marina no haya sentido presión y tuviera que recurrir 
  desesperadamente a tácticas de violencia y represión. Treinta 
  luchadores por la paz fueron arrestados; casi la mitad logró penetrar 
  al polígono de tiro como escudos humanos.
  La jornada de veintidós días de desobediencia civil se desarrolló 
  como un concierto sinfónico exquisito. Las mujeres pipiolas sonaron las 
  primeras cornetas en la madrugada del primer día de los bombardeos. En 
  el segundo movimiento, la Marina de Guerra respondió con gases lacrimógenos 
  a la población civil. La brigada de mayagüezanos le replicó 
  a la Marina, que ya se encontraba humillándose torpemente, miedosa del 
  ‘entrando todos a la vez’. Los desobedientes -obreros, ambientalistas y religiosos- 
  fueron amados y respetados por el pueblo, y los ataques de spray de pimienta 
  fueron repudiados por el mismo.
  Cuando mira en la cara de los soldados, el alma de un desobediente sabe que 
  su compromiso por la paz en Vieques no se mide con la distancia desde la verja 
  ni su prominencia como figura pública. Su ser se estremece por haber 
  logrado un paso más por un Vieques Libre.
  En el próximo movimiento de la sinfonía, la primera brigada llegó 
  a la prohibida área de tiro. Con luces de bengala, pancartas de ‘¡Fuera 
  la Marina!’, bolsitas de frutas secas y calzoncillos verdes, la brigada organizada 
  por el Movimiento Socialista de Trabajadores y el Colectivo Cayo La Yayí 
  entorpeció los planes de la Marina al principio de la segunda semana 
  de maniobras. Siguieron entrando las brigadas, por tierra y por mar; llegaron 
  los desobedientes civiles que tenían que llegar. Como dijo la leona con 
  su único cachorro a la camada generosa de la zorra: "Sí, 
  solamente uno, pero un león".
  Que le quede claro al pueblo, al Comisionado Juan Fernández, al anónimo 
  Sixto Escobar, oficial de prensa de la Marina: durante estos veintidós 
  días, la Marina de Guerra nunca fue dejada quieta con sus maniobras, 
  no tiró ni una bala sin pensarlo dos, tres y cuatro veces. No tiraron 
  sin antes buscar por horas a los desobedientes con helicópteros, tropas 
  y gafas de visión nocturna.
  Al final de esta obra sublime, los treinta desobedientes desenmascararon una 
  vez más la hipocresía del tribunal federal. Mientras Víctor 
  Fajardo descansa en su casa, el tribunal encarceló a maestros, zapateros 
  y monjas sin derecho a fianza. Estos treinta mujeres y hombres demostraron una 
  vez más que la voluntad del pueblo por sacar a la Marina de Vieques va 
  por encima de los políticos tibios, especialmente los que se esconden 
  detrás de la policía de Puerto Rico. Sólo se requiere que 
  el pueblo esté alerta y dispuesto. La desobediencia civil de abril de 
  2002 demostró que así es el pueblo y que así será. 
  Hasta la vista, Navy.