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El socialismo posible
ROGER RICARDO LUIS
En su primer discurso en la Patria libre, aquel memorable dos de enero de 1959, en Santiago de Cuba, Fidel decía que esta vez no sería como en 1898, cuando vinieron los americanos, a última hora y se hicieron dueños del país.
Había llegado al poder una auténtica revolución que venía con el encargo inconcluso de los próceres mambises y la de los luchadores que en poco más de medio siglo subsiguiente, se habían erguido frente a aquella república de lacayos, dictadores y anexionistas, aborto infeliz de los norteamericanos en la Isla.
Sin perder un minuto, la Revolución mostró su valía y la decisión de poner las cosas en su lugar; es decir, sin amo yanki por medio. La furia del imperio se hizo sentir de inmediato con agresiones de todo tipo. A unos pocos meses del triunfo, el Comandante en Jefe diría el 26 de octubre, en la creación de las Milicias Nacionales Revolucionarias: "Si nos atacan, nos tendrán a todos como un solo ejército (...) porque solo hay una forma de vencer, solo hay para nuestro pueblo un modo de alcanzar la victoria y es el valor".
En aquellos batallones de azul y verde olivo, símbolo y síntesis del pacto estratégico de la unidad revolucionaria en la defensa de la obra mayor que ya mostraba sus frutos, eclosionaban, justamente, el valor y la certidumbre por un futuro distinto y realizable.
En el entierro de las víctimas de los ataques a los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, Fidel expresaba: "...Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices, ¡y que hayamos hecho una Revolución Socialista en las propias narices de los Estados Unidos... Esa revolución no la defenderemos con mercenarios, esa revolución la defenderemos con los hombres y mujeres de este pueblo".
Con los fusiles en alto se refrendó aquel destino antes de ir al combate. Con la victoria de Girón, la Revolución Socialista de los humildes, con los humildes y para los humildes echaba raíces definitivas.
Han pasado cuatro décadas y lo que en un inicio fue intuición de clase y esperanza para las grandes mayorías, se transformó, al fragor de la lucha cotidiana, en un proceso de politización y fortalecimiento sin precedentes de la unidad Pueblo-Partido-Fidel. Fruto estratégico de ese devenir son las nuevas generaciones, continuidad dialéctica y fecunda, garantes del presente y el porvenir.
Las grandes amenazas y peligros que ha enfrentado y enfrenta con valentía nuestro pueblo reafirman la justeza del camino emprendido. La épica diaria lo corrobora como fruto del accionar de hombres y mujeres libres, con sus imperfecciones y el afán por erradicarlas, en sus reveses y victorias, frente al odio permanente y multiplicado de sus enemigos y cómplices.
El Socialismo es la opción que escogió este pueblo para alcanzar, en un proceso constante de mejoramiento humano, la sociedad más justa y plena que haya conocido la humanidad.
Por estos días en que el imperio se siente embriagado de tanto poder global absoluto, el ejemplo de Cuba y el Socialismo auténtico y nacional que se ha dado es referencia, luz del mundo nuevo que, pese a todo, ya se abre paso bajo la elocuencia y sabiduría de cada pueblo para labrarse el futuro justo a su medida, necesidades y aspiraciones. Los hechos lo demuestran con elocuencia en estos días.
Marx lo definió magistralmente: El tiempo es el espacio donde se desarrollan los revolucionarios.
Ahí está nuestro Socialismo posible, el que ha forjado el heroico pueblo que exhibe los triunfos que lo ponen en primer lugar entre las naciones subdesarrolladas, y en algunos se empina sobre los del llamado Primer Mundo, y cuyas raíces se encuentran en la vanguardia del Partido Comunista que también nació aquel 16 de abril de 1961.