|  | 
El FMI prevé una caída del PBI de hasta el 15%
Argentina: ahorro forzado con bonos para salvar a los bancos 
  Por ahora Eduardo Duhalde no está acorralado políticamente, pero 
  el "corralito", junto a la negociación con el FMI y la conflictividad 
  social, constituyen el alfa y omega de sus penurias.
ISIDORO GILBERT 
  
  Fracasos para darle una solución al corralito llevaron finalmente al 
  gobierno a imponer una permuta a los ahorristas: deuda vieja (los "préstamos 
  garantizados" del canje lanzado por Domingo Cavallo en diciembre pasado) por 
  la nueva (bonos para los ahorristas). Dicho de otra manera, el Estado se hará 
  cargo de los compromisos que no han honrado los bancos. 
  Todo es historia. El equipo económico, o mejor dicho, el tándem 
  Jorge Remes Lenicov y el titular del Banco Central, Mario Blejer, garabatearon 
  antes un decreto para llevar a la Corte Suprema de Justicia todos los amparos 
  elevados a los tribunales por ahorristas amarrados, que a diario logran zafar 
  del cadalso. Lo que era goteo de dinero que sale de los bancos derivó 
  en chorro con destino mayoritario a la adquisición de dólares, 
  lo que hizo tambalear de nuevo al verde. La desesperación de Remes-Blejer 
  los llevó a intentar obligar a los que pudieron salir del corral a que 
  devolvieran sus pesos a los bancos, una locura. Duhalde se negó a firmar 
  esa extraña resolución: "Vas preso, tarde o temprano", le dijeron 
  sus leales. 
  El ministro de Economía puede estar desesperado, pero desde la ortodoxia. 
  No concibe política alguna que no tenga en cuenta al FMI, aun el más 
  deshonroso acuerdo, y entra en estado de pánico si avizora bancos en 
  cortocircuito. Sólo ese estado de ánimo explicaría que 
  Remes Lenicov le haya cedido al más alto tribunal la iniciativa política 
  en tema tan delicado, por donde pasa gran parte de la vida argentina del último 
  semestre. Justo cuando el presidente buscaba todo lo contrario. 
  La Corte Suprema ha dado volteretas. Primero avaló el corral y, más 
  tarde, cuando sus integrantes sintieron sobre su nuca la amenaza del juicio 
  político, giró sobre sus pasos y le dio un golpe de fusca al gobierno: 
  entornó la puerta del corral que los jueces han ido abriendo al dar curso 
  a los recursos de amparo. Remes y Blejer creyeron que habían obtenido 
  de la Corte el visto bueno, pero todo el mundo sabe que los supremos no dan 
  puntada sin hilo: reclaman que Duhalde frene el juicio político. 
  Fintas que fueron innecesarias porque finalmente "la Justicia nos pasó 
  por encima", como graficó el ministro de Economía, y el gobierno 
  tomó la decisión de forzar ahorros congelados con bonos a cobrar 
  en una década. 
  Un bono que se las trae 
  En concreto, con el proyecto nonato el chorro queda intacto y por eso retornó 
  el viernes, en medio de un tembladeral financiero (el dólar se elevó), 
  un antiguo objetivo de los bancos. 
  El viernes temprano Duhalde aseguraba que se tomaría su tiempo para estudiar 
  si aprobaba o no esta solución final al corral. Horas más tarde, 
  se imponía el feriado bancario y cambiario hasta que el Parlamento apruebe 
  el remedio justificado oficialmente para impedir el colapso de los bancos. 
  Fue como ordenar el sitio al Parlamento, que sólo podrá ser levantado 
  cuando vote esta nueva estatización de las obligaciones de los bancos. 
  El bloque oficialista le informó al presidente que antes del jueves todo 
  estará solucionado. A la luz de lo ocurrido, es difícil creer 
  que Duhalde tenga mucho resto: le han impuesto a él y a los legisladores 
  la salida de los grandes grupos financieros. 
  ¿Qué pasará con el juicio político a la Corte? "Va al muere", 
  comentan no lejos de la Casa Rosada. Es que el bono puede ser impugnado por 
  el más alto tribunal, a pesar de que en 1990 avaló un paso parecido 
  que dio el gobierno de Carlos Menem. 
  Para dividir las aguas, esta semana la diputada del ARI Elisa Carrió, 
  al frente de las encuestas en imagen e intención de voto a Presidente, 
  presentará su propio dictamen de acusación contra los nueve integrantes 
  del tribunal superior, que no podrá ser desconocido por otros integrantes 
  de la comisión de juicio político de diputados, donde varios peronistas 
  han tomado el caso muy a pecho. 
  ¿Problema o solución? 
  Cerca de Duhalde, lejos de Remes-Blejer, el FMI es hoy más un problema 
  que una solución. El presidente reaccionó con un "puedo bajar 
  la cabeza pero no arrodillarme" cuando el titular del Fondo, el tudesco Horst 
  Koehler, lo puso sobre las cuerdas al blanquear el ajuste que exige el organismo 
  para entregar siquiera un dólar a este país. Es que en medio de 
  la mayor depresión conocida aquí, el FMI reclamó despidos 
  de empleados públicos (450 mil, al menos), pero su jefe y vocero señaló 
  que eso "no es pedir lo imposible: Argentina debe enfrentar la realidad". Con 
  todo, indicó que había progreso en las negociaciones y Remes comunicó 
  que eso de las cesantías ya no figuraba en la lista de exigencias. 
  Duhalde aprecia que "estamos a mitad del camino" para un acuerdo con el Fondo 
  pero una voz de Wall Street familiarizada con Argentina comentó a este 
  periodista que el acuerdo está lejano, que a lo sumo habría alguna 
  plata para pagar un inminente vencimiento para que no quede el precedente del 
  default con los organismos internacionales. Y nada más hasta ver que 
  se cumplirá el ajuste en las provincias y se aprueban normas que demandó 
  el grupo auditor encabezado por el indio Aloop Singh. 
  Remes Lenicov tratará de convencer en Washington, al FMI al gobierno 
  norteamericano y a los de Europa, que es imposible en poco tiempo cumplir con 
  los reclamos de ajuste de las finanzas y sacar de circulación esa cuasi 
  moneda con la que las provincias, pero también el Estado Nacional, abona 
  sueldos o a proveedores. 
  Véase, si no, qué ocurrió estos días en cuatro provincias, 
  sin iniciarse todavía el apriete en serio: fueron ocupadas por empleados 
  impagos legislaturas y hasta sedes de gobernadores, lo que anticipa un revulsivo 
  que puede ser incontenible. Por ahora prima en el gobierno la concepción 
  de no criminalizar la protesta social, pero quién sabe si los moderados 
  seguirán prevaleciendo en materia de seguridad. 
  Hay datos más alarmantes aun para el bloque oficialista. Uno: la obra 
  maestra que pensaba desplegar la esposa presidencial, Hilda González 
  "Chiche", de darle un plato de comida a los desesperados totales, no se cumple 
  y aparecieron en algún corte de ruta de reclamo carteles acusando de 
  "traidora" a la mujer, lo que da lugar a que el alimento se vaya a buscar donde 
  se encuentra. El otro dato ominoso es que va lenta la construcción de 
  la otra herramienta de contención social, el subsidio de 150 pesos por 
  cabeza familiar sin ingreso; además, no tiene financiación clara 
  y, con el costo de vida pujante, en poco tiempo servirá de poco. En la 
  provincia de Buenos Aires se curan en salud: se creó un cuerpo de elite 
  para reprimir los estallidos sociales. 
  El complot y cómo eludirlo 
  La coalición política estuvo al borde del colapso, porque el peronismo 
  de Entre Ríos se quiso cargar legislativamente al mal gobernador Sergio 
  Montiel, un radical, que naufragó porque lejos de toda mirada negociaron 
  Duhalde y Alfonsín para que un diputado cambiara su voto, no se sabe 
  sí a un precio o por la estabilidad de la entente oficialista. 
  Lo cierto es que lo que sucedió ha dejado mal aroma, reflejo, una vez 
  más, de que el andamiaje está pegado con hilvanes. En el bloque 
  de senadores del radicalismo, uno de sus popes se niega a continuar actuando 
  como "rehén" del presidente, por culpa del mal gobierno de Fernando de 
  la Rúa. Pero en el radicalismo se privilegiará estabilidad política 
  sobre cualquier defección programática. 
  El ex presidente ha llevado a los estrados judiciales el drama de su desalojo 
  para demostrar que fue obra de una conspiración y no de su desatinada 
  gestión y el furor de los cacerolazos. 
  En rigor, siempre se pensó que una pizca de desestabilización 
  llegó desde la provincia de Buenos Aires y De la Rúa busca sacarle 
  la mayor leche posible a los hechos ocurridos esos días en su contra, 
  y a quienes lo impulsaron. Puede crearle algún problema a más 
  de un alto funcionario actual, piensan los que conocen el expediente, aunque 
  ya se sabe que todo lo que ocurre en los juzgados federales, sobre todo, tiene 
  un fuerte componente de inducción de algún lado, que no es el 
  de la verdad. 
  Para Duhalde es una noticia menor frente a las cotidianas torturas de resolver 
  conflictos en escalada: camioneros disconformes, transportes de pasajeros que 
  parece que no darán servicio, al igual que el ferrocarril, cortes de 
  ruta, reclamos salariales crecientes, productores agrarios furiosos por las 
  retenciones a las exportaciones, un capo lavoro mental sobre los campesinos 
  de los exportadores, los más beneficiados por la devaluación y 
  que no quieren ser afectados en nada. 
  Hablar de elecciones 
  ¿Qué hacer con el FMI si lo que exige no es cumplible? ¿Patear el tablero 
  o darle una nueva oportunidad a la labia de Remes-Blejer? Es esto último 
  y si no, no hubiera pedido al Parlamento, además de los bonos, una nueva 
  ley de quiebras, que ampara a los acreedores sobre los deudores, cuando el mismo 
  gobierno e igual Congreso hicieron hace poco todo lo contrario, un poco virtuoso 
  giro de 180 grados empujado por el indio. 
  Otro reclamo al legislativo, que modifica la ley de subversión económica 
  por la que están juzgando a varios banqueros, es leído como acto 
  de impunidad. 
  Sin sistema financiero confiable es imposible la anhelada reactivación: 
  el FMI prevé una caída del PBI de hasta el 15%. O incrementar 
  las exportaciones con un peso tan devaluado, por falta de financiamiento, obstáculo 
  que enfrenta todo intento de reactivar el mercado interno, además de 
  la baja demanda por caída del salario real. 
  Por ahora no hay plan B si la carta del FMI se desbanda. 
  La idea de que otro programa económico es necesario está acompañada 
  a la necesidad de un nuevo gobierno, legitimado por las urnas. El presidente 
  lo sabe, aunque, con el argumento de que no pueden realizarse comicios en medio 
  de tanta crisis y convulsiones, frena esa perspectiva. 
  Pero, en verdad, es ante la magnitud de la crisis cuando más se necesitaría 
  que las urnas decidan el futuro. *