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Latinoamérica

16 de abril del 2002

Venezuela, Colombia, Argentina, Perú

Los gobiernos de Estados Unidos contra los pueblos del mundo
Pedro Echeverría V.

Desde hace varios meses, sobre todo a partir del pasado 11 de septiembre, el gobierno de las empresas transnacionales norteamericanas encontró el pretexto para reiniciar una gran guerra contra los pueblos del mundo. Como lo hiciera Kennedy, Nixon, Reagan, Bush I, Clinton, el actual gobierno de Bush II ha emprendido una guerra que -con el pretexto de acabar con el terrorismo- pretende derrocar gobiernos para adueñarse de su petróleo y demás recursos naturales. Después de bombardear Afganistan y amenazar con armas nucleares a una serie de países árabes, además de China, ha desatado una guerra contra el pueblo palestino (usando a Israel) y -con la sumisión de gobiernos de Latinoamérica- busca acabar con las luchas en Venezuela, Colombia y Argentina.
El fallido golpe de Estado que desde hace algunos meses Bush, los empresarios, el clero y los medios de comunicación venezolanos, vinieron preparando intensamente contra el gobierno de Chávez en ese país, es sólo un ejemplo del descaro con el que los consorcios norteamericanos se quieren adueñar del petróleo; pero además, el derrocamiento de Chávez sería para Bush el primer paso para destruir el movimiento armado de Colombia. Esos son los dos objetivos principales de esos sectores empresariales golpistas, no otros. No olvidar que las primeras medidas tomadas por los usurpadores en Caracas el pasado 12 y 13 de abril, fueron: cambiar a los funcionarios de la empresa petrolera, prohibir la venta de petróleo a Cuba y acusar a Chávez de estar apoyando a la guerrilla colombiana.
Pero la historia se repite y los discursos parecen ser los mismos. Pareciera que las cosas no cambian porque los pueblos siguen siendo sojuzgados y la clase dominante sigue siendo la misma. Mis amigos en la Facultad, en el sindicato o en la plaza pública suelen decir que mi discurso no cambia, que es el mismo de hace décadas porque siempre hablo contra la dominación imperial, contra los empresarios explotadores, en contra de los gobierno corruptos y represivos o contra la institución controladora. La realidad es que el imperialismo norteamericano lleva casi un siglo de saqueo de nuestros pueblos; las burguesías de América y del mundo llevan varios siglos de dominación y nuestros pueblos siguen sufriendo pobreza y hambre desde siempre. ¿Cómo cambiar el discurso? Sólo cambian de discurso los que cambian de objetivos.
Recuerdo a los gobiernos y las luchas de los pueblos de Iberoamérica a principios de los sesenta, cuando la joven Revolución Cubana era un ejemplo y un modelo para quienes soñábamos con la revolución socialista en América. Estaban presentes las guerrillas de Venezuela, de Colombia, de Guatemala, de Perú y también se iniciaba en Bolivia. Venezuela, con Rómulo Betancourt en el gobierno, era la continuación de la dictadura de Pérez Jiménez, personaje que desde 1952 comenzó a entregar la riqueza petrolera al gobierno yanqui. Este dictador dio a las empresas norteamericanas concesiones por más de 800 mil hectáreas A los poderosos consorcios gringos no les atrajo el café, ni el cacao, ni los cueros, ni el oro, solamente el petróleo; por eso desde las primeras décadas del siglo XX esos poderosos imperialistas lograron que el dictador Juan Vicente Gómez les otorgara una concesión de 50 años.
En pueblo venezolano, como todos los pueblos de América, sufría represión miseria, hambre y muertes prematuras. Los partidos políticos electoreros -incluso el llamado Partido Comunista- gozaban de subsidios y atenciones que les otorgaba el poder. Acción Democrática de Betancourt y Leoni, estaba en el gobierno a `principios de los sesenta; el Frente Nacional del conservador Uslar Pietri participaba aliado a él. El cristiano COPEI, encabezado por Caldera, era una organización más derechista que las anteriores. El Partido Comunista, encabezado por los hermanos Machado y Pompeyo Márquez, buscaba la colaboración con el gobierno de Betancourt y luego con el de Leoni, queriendo una "paz democrática"; sufrió incluso la escisión de lo que sería el MIR.
Pero en aquellos años surgió con fuerza un gran movimiento estudiantil antiimperialista en las universidades, mismo que posteriormente se convirtió en un amplio movimiento guerrillero. Los Estados Unidos habían establecido en Venezuela las fuerzas armadas mejor equipadas de América Latina, bajo la dirección directa del Pentágono. En las intervenciones contra las guerrillas los oficiales estadounidenses no solo participaban en la preparación militar de las fuerzas y la planeación de los golpes, sino también directamente en acciones. Los gobiernos de Kennedy, de Johnson y de Nixon en ningún momento pensaron en la legalidad internacional porque desde entonces la ONU y la OEA eran sus dóciles instrumentos.
El movimiento guerrillero venezolano comenzó con un centenar de estudiantes idealistas y otros no estudiantes. Según el investigador James Petras existían entonces entre 200 y 300 guerrilleros en Venezuela, 200 en Colombia y de 100 a 200 en Guatemala; en Perú, se priorizaba el movimiento indígena de masas, encabezado por Hugo Blanco. El escritor Petras dividía la historia de la guerrrilla venezolana en 1) El período de los estudiantes vanguardistas, de 1960 a 1962; 2) El período de intensa lucha urbana, con una variedad de luchas urbanas que ostensiblemente galvanizarían a las masas, y que abarca el lapso de 1962-1964 y, 3) La fase de la "reforma agraria", desde 1964 hasta el presente (fines de los sesenta). El 20 de febrero de 1963, los diferentes grupos guerrilleros se unieron y formaron las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Los dirigentes más notables fueron Douglas Bravo, Fabricio Ojeda y Lino Martínez.
Fuera de Venezuela, en los países vecinos, ¿quién no recuerda al cura Camilo Torres que en 1965 inició en Colombia una gran lucha legal y de masas por la expropiación de latifundios sin indemnización, por la nacionalización de los recursos naturales, por la reforma urbana, por el control popular del gobierno? ¿Se olvida acaso que al ver cerrado los caminos democráticos, el padre Torres tomó el camino de las armas -con la condena del alto clero- para luchar denodadamente a favor de los pobres hasta que murió luchando con las armas en la mano? En Guatemala, años después del derrocamiento de Jacobo Arbenz, el marxista Marco Antonio Yon Sosa y el MR-13 mantuvieron una guerrilla. En ese mismo país Turcios Lima del FAR, en alianza con el Partido Comunista Guatemalteco sustuvieron una guerrilla pero también una relación con el gobierno burgués de Méndez Montenegro...
César Montes sería el continuador de aquellas batallas armadas.
Muy distinta a la experiencia Venezolana, en Perú la lucha revolucionaria se basó en la movilización de masas, en torno a las reivindicaciones inmediatas, en la ocupación de tierras y el trabajo de las mismas. Esas luchas estuvieron bajo la dirección de Hugo Blanco desde 1960. A partir del surgimiento del MIR de una escisión del APRA, aparecieron en Perú las guerrillas de Luis de la Puente y Guillermo Lobatón. En Bolivia se vivió otra experiencia, enriquecido por los hermanos Inti y Coco Peredo y la participación del Che, asesinado en 1967 por los militares bolivianos asesorados por el Pentágono yanqui.
El regreso triunfal de Chávez a Venezuela, después de ser derrocado y desaparecido por más de 30 horas, ha causado enorme alegría entre muchos pueblos del mundo. Esos regresos de gobernantes nacionalistas o antimperialistas son muy pocos en la historia. En México no regresaron ni Madero en 1913 ni Carranza en 1920; tampoco Jacobo Arbenz de Guatemala en 1954, ni Getulio Vargas a Brasil, Juan Bosh en Dominicana o Domingo Perón a Argentina. Mucho menos el socialdemócrata Salvador Allende quien en 1973 fue derrocado y salvajemente asesinado por la élite militar y aristocrática chilena encabezada por Pinochet y el ejército norteamericano bajo las órdenes del presidente Nixon. El regreso de Chávez acrecienta la ira de Bush. Otro golpe de Estado se prepara en Venezuela; éste será más sangriento.