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ARGENTINA
Un hecho singular de la historia reciente de los argentinos 
  
  Por Carlos Espinosa / PERFILES PATAGÓNICOS, Servicio de Prensa) 
  
  Carmen de Patagones-Viedma, 15 de abril de 2002 
  
  El traslado de la capital argentina a la comarca Viedma-Carmen de Patagones, 
  en el límite patagónico de las provincias de Buenos Aires y Río 
  Negro: Hoy se cumplen 16 años de aquella luminosa jornada del 16 de abril 
  de 1986, cuando el entonces presidente Raúl Alfonsín lanzaba su 
  proclama de marchar "hacia el mar, el sur y el frío". No era 
  posible ser indiferentes ante tan prometedora y emotiva epopeya. 
  Hoy, 16 de abril, se cumplen 16 años de un hecho singular en la historia 
  reciente de los argentinos. En las últimas cinco décadas al país 
  le sucedieron muchas cosas, algunas de ellas tan repetidas como los golpes militares, 
  no faltaron al menos tres momentos electorales pletóricos de entusiasmo 
  democrático y participación cívica, ocho presidentes fueron 
  elegidos por el pueblo, tuvimos tres períodos de dictadura –la última, 
  la más sangrienta de todas-, ganamos dos mundiales de fútbol, 
  tuvimos tres cambios de moneda, nos metimos en una guerra loca que perdimos 
  tristemente, hubo una decena de planes económicos salvadores del país 
  con sus consiguientes fracasos, devaluaciones, inflaciones, huelgas, alzamientos 
  populares y epidemias diversas. 
  Pero en cincuenta años una sola vez tuvimos un proyecto de traslado de 
  la Capital Federal. Y nos tocó a nosotros, los viedmenses y maragatos, 
  ser los "conejillos de Indias" del experimento, abortado y condenado 
  al olvido, pero experimento al fin. 
  Hoy se cumplen 16 años de aquella luminosa jornada del 16 de abril de 
  1986, cuando el entonces presidente Raúl Alfonsín lanzaba su proclama 
  de marchar "hacia el mar, el sur y el frío". 
  No era posible ser indiferentes ante tan prometedora y emotiva epopeya. Más 
  allá de los enconos partidistas, por sobre encima de las dudas que la 
  iniciativa despertaba desde las enormes dificultades para su instrumentación 
  material, aún desconfiando de la eficiencia del aparato burocrático 
  creado por el gobierno nacional con el nombre de Ente para el Traslado de la 
  Capital (Entecap), el tema se convirtió en movilizante, en una referencia 
  imprescindible. Parecía que iba a ser una verdadera "bisagra de 
  la historia".. 
  Al menos durante dos años en Viedma y Carmen de Patagones no se habló 
  de otra cosa. Pero en el resto del país, sobre todo en la ciudad de Buenos 
  Aires que corría el riesgo de perder ciertos privilegios, el tema se 
  analizó con disímiles niveles de seriedad y compromiso. Muchas 
  veces se cayó en la crítica banal y no faltaron los brulotes grotescos. 
  
  Ya se ha dicho hasta el cansancio que las ciudades elegidas como epicentro para 
  el diseño del Nuevo Distrito Federal finalmente consiguieron algunas 
  mejoras urbanas importantes, que quizás de otro modo nunca se hubiesen 
  hecho. Nos referimos a desagües cloacales y pluviales, algunas obras de 
  vivienda de dudosa funcionalidad y deplorable calidad, y unas pocas cosas más. 
  
  Magro resultado para tantas expectativas y esperanzas frustradas. Ni siquiera 
  desde los político e institucional se puede contabilizar una cosecha 
  de buenas medidas, que pudieran relacionarse con la efímera vigencia 
  del proyecto alfonsinista. Por el contrario la actual constitución rionegrina, 
  sustento para una legislatura hiperpoblada y una serie de institutos de extraña 
  contextura, es una pésima consecuencia del apresuramiento fundacional 
  de aquello que el ideario de Alfonsín dio en llamar la Segunda República 
  de los argentinos (sin que nunca, nadie, nos explicara cuál había 
  sido la primera). 
  Las anécdotas jocosas, el inventario de las travesuras promocionales 
  y los dislates cometidos durante los dos años del furor del proyecto 
  de traslado se siguen contando hoy, con un cierto dejo de nostalgia, en las 
  reuniones de viedmenses y maragatos memoriosos. 
  Un concienzudo estudio sobre las graves consecuencias psico-sociales de la iniciativa 
  y su frustración final, duerme en algún cajón oficial. 
  No falta, tampoco, una cruel y fría estadística de suicidios, 
  que se reiteraron en aquellos tiempos y quizás fueron la resultante del 
  proceso de anomia. Ya no eramos Viedma y Patagones, los pueblos del sur, estábamos 
  en plena transformación hacia la condición de capital de un nuevo 
  país. De pronto ya no eramos ni una cosa, ni la otra. Habíamos 
  perdido la inocencia y estábamos en un camino sin retorno. 
  ¿Es posible discernir hoy, 16 años después, quién fue el 
  responsable del dislate? ¿Fue sólo una idea de Alfonsín? ¿Será 
  cierto que la ocurrencia fue sugerida por el Fondo Monetario Internacional, 
  como pantalla para un formidable achique del aparato estatal y el rediseño 
  económico del país? ¿Fue sólo un intento de gran negocio 
  para las empresas constructoras y las consultoras? 
  Demasiadas preguntas, pocas respuestas. 
  En estos últimos cincuenta años a la Argentina le pasaron muchas 
  cosas, algunas se repitieron, pero sólo hubo un proyecto de traslado 
  de la Capital que se concretase a través del anuncio de un presidente 
  constitucional. Y nos tocó justo a nosotros.