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23 de abril del 2002
Sumidos en el desconcierto
Dafne Sabanes Plou
  Servicio Informativo "alai-amlatina" 
  
  Muchos argentinos vivieron un momento de alegría cuando se anunció 
  el procesamiento de Domingo Cavallo por el caso del contrabando de armas a Croacia 
  y a Ecuador, que tuvo lugar cuando era ministro de Relaciones Exteriores y más 
  tarde superministro de Economía. El mismo juez lo había citado 
  a declarar en septiembre del año pasado, cuando todavía era ministro 
  del gobierno de De la Rúa, y nada había ocurrido. Ya sin fueros, 
  fue sencillo para el juez detener al ex ministro y procesarlo por considerarlo 
  partícipe necesario en el contrabando de las armas. 
  Grupos de manifestantes llegaron a celebrar la prisión de Cavallo frente 
  mismo al cuartel de la Gendarmería Nacional donde estaba detenido. Mientras 
  tanto, la consultora Ibope OPSM hacía una rápida encuesta telefónica 
  sólo para descubrir con sorpresa que, si bien el 45,5% de los encuestados 
  opinaba que el juez que ordenó el arresto de Cavallo no estaba actuando 
  de acuerdo a derecho, sino por presiones del poder político, el 78,5% 
  consideraba que el ex ministro merecía ser acusado o detenido por algún 
  otro hecho, hasta por su gestión como ministro, independientemente del 
  tráfico de armas. 
  Para la mayoría de los argentinos, Cavallo es el responsable principal 
  del desastre económico y social por el que atraviesa el país en 
  la actualidad, y de alguna manera, su detención significa para la gente 
  común que está pagando por haber aplicado políticas neoliberales 
  y monetaristas a ultranza que sólo favorecieron a las corporaciones transnacionales 
  y al capital financiero, empobreciendo a la población y destruyendo la 
  industrialización del país. 
  Los partidarios de Cavallo, la mayoría miembros de su partido político 
  Acción por la República, sostienen que la detención tiene 
  tintes políticos. Una denuncia periodística firmada por el prestigioso 
  Horacio Verbitsky en el matutino Página 12, señala que el jefe 
  de los servicios de inteligencia, Carlos Soria, se reunió en enero pasado 
  con un grupo de jueces a los que les pidió informalmente la detención 
  de Cavallo y de los banqueros Rohm, del Banco General de Negocios, y Escassany, 
  del Banco de Galicia. Según versiones, estas detenciones descomprimirían 
  las exigencias de la sociedad sobre el gobierno. Si bien nadie desmintió 
  la reunión ni esta situación de grave ingerencia del gobierno 
  en el ámbito de la justicia, los jueces consultados señalan que 
  de haberse realizado tal pedido, cayó en saco roto, ya que los jueces 
  que detuvieron a Cavallo y a Rohm, no estaban en esa reunión. No obstante, 
  esta maniobra deja al descubierto que no se han dejado de lado las viejas prácticas 
  del gobierno justicialista liderado por Carlos Menem en la década del 
  90, cuando llovían las denuncias de que el Poder Ejecutivo recurría 
  a los jueces "amigos" para lograr fallos que lo favorecieran. 
  Sin soluciones ni alternativas  
  Pero ni la prisión de Cavallo ni el enojo de la población han 
  cambiado el rumbo de las medidas del gobierno que continúan favoreciendo 
  a la banca y a las grandes corporaciones. Siempre se conoció al presidente 
  Eduardo Duhalde como un político atento al resultado de las encuestas 
  de opinión, para encaminar sus acciones de gobierno de acuerdo al humor 
  general de la población. Las encuestas continúan hablando, pero 
  el gobierno justicialista prefiere acatar las presiones externas y continuar 
  negociando con el FMI en una situación humillante, cuando de acuerdo 
  a la consultora de Graciela Rommer, el 77% de la ciudadanía considera 
  que habría que cortar estas negociaciones y buscar otras alternativas 
  para solucionar la grave crisis que afecta al país. 
  El enviado del FMI, el indio Anoop Singh, utilizó las dependencias del 
  Ministerio de Economía y del Banco Central como si fueran su propia casa 
  durante los quince días que duró su visita de inspección. 
  Hizo declaraciones a la prensa exigiendo el ajuste en las provincias, señalando 
  que seguramente eso aumentaría el desempleo y expresando que sólo 
  con disciplina y acatamiento podría comenzar a negociarse un desembolso 
  de fondos para aliviar la situación argentina. Durante esos 15 días, 
  la vida política argentina pareció girar alrededor de lo que dijera 
  o dejara de decir el funcionario del FMI. 
  Si se llevara a cabo el ajuste que pretende el FMI en las provincias, las consecuencias 
  serían un aumento importante del desempleo y una caída aún 
  más abrupta de las economías regionales. Buena parte de las provincias 
  argentinas sobreviven gracias a que han emitido bonos propios que circulan como 
  moneda y es aceptada por los negocios y para el pago de servicios públicos. 
  Con estos bonos pagan los salarios de sus funcionarios, docentes, médicos, 
  policía y otros servicios. La mayoría de estas provincias no está 
  en condiciones de dejar de pagar en bonos sus obligaciones en los plazos que 
  exige el FMI. Se calcula que hacerlo significaría dejar a unas 35.000 
  personas desempleadas, que se sumarían a las 270 mil que perdieron su 
  trabajo desde el comienzo de la crisis en diciembre pasado. 
  Estas personas, seguramente, engrosarían las manifestaciones que a diario 
  recorren las calles y rutas de todo el país. En el mes de marzo hubo 
  320 cortes de rutas a lo largo y a lo ancho de Argentina, con marchas de protesta 
  pacíficas, pero exigentes. En lo que va del año cerraron ya 90 
  mil comercios minoristas y en algunas provincias el desempleo ronda el 25% de 
  la población. En la zona más densamente poblada del país, 
  que rodea a la ciudad de Buenos Aires, el 48% de la población vive en 
  la pobreza y el número de indigentes ha aumentado considerablemente. 
  
  Pero el gobierno de Duhalde sigue sin marcar políticas claras, ni en 
  el campo económico, ni en el social. En este momento lo salva un acuerdo 
  momentáneo con la Unión Cívica Radical en el parlamento, 
  que le permite avanzar con algunas leyes, que lamentablemente sólo responden 
  a las exigencias del FMI. Al justicialismo y al radicalismo los une la necesidad 
  de defender los intereses de sus partidos políticos ante el temor de 
  desaparecer como tales. En una encuesta reciente, el radicalismo apenas alcanzaba 
  el 2% de intención de voto. 
  Las exigencias externas no ceden y los altos funcionarios del gobierno parecen 
  dispuestos a cumplir con medidas que sólo aumentarán la crisis. 
  Ya se ha escuchado decir a más de un funcionario de EEUU y de los organismos 
  financieros internacionales que Argentina deberá "tomar una amarga medicina" 
  para curarse de sus males económicos. No habrá consideración 
  para este alumno díscolo, que pasó de ser modelo a ocupar el rincón 
  de los aplazados.