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Latinoamérica

Argentina

La vida es un tango (I)
El futuro que prometió el neoliberalismo para Argentina se convirtió en una canción triste
Por: FRANK MARTIN


El gran Carlos Gardel dijo en una de sus canciones que 20 años no es nada. Y para Argentina es cierta la afirmación, porque el neoliberalismo aplicado crudamente sobre la economía de esa nación sudamericana no necesitó tanto tiempo para convertir las promesas de arribar al Primer Mundo en un tango triste y desolado.
Tampoco dos décadas puede que sean suficientes para que el ritmo económico argentino vuelva a la normalidad. "Estamos diciendo que tenemos el futuro en la mano", dijo Carlos Ménem, entonces presidente de Argentina, en una rueda de prensa en Buenos Aires a la que asistió quien escribe. El concepto era interesante, aunque en esos momentos el equilibrio del peso argentino con respecto al dólar estadounidense se debía más a un esfuerzo financiero del gobierno que a una posibilidad real.
En ese momento -1996- el desempleo ya estaba creciendo paralelamente al malestar popular a causa no solo de la escasez de puestos laborales, sino también a la creciente carestía de la vida y el tic-tac de una bomba económica imaginaria, aunque imaginable, sonaba ya en los conceptos del entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo.
Cavallo era un casi rey. Casi rey digo porque tenía opositores que con mucha razón advertían que sus medidas neoliberales -leáse privatizaciones totalmente desmedidas, entrega al capital extranjero y pérdida de peso del Estado junto a sus beneficios- estaban llevando al país al desastre.
Cómo se sabe, el desastre llegó y es de tal magnitud que hizo exclamar recientemente a un politólogo francés de renombre, Alain Touraine, que "la Argentina no existe". El concepto es exagerado, pero mueve a la meditación si se tiene en cuenta, como afirmó Touraine, la falta de producción que acosa a esa nación. Todos los parámetros productivos argentinos se han ido al suelo, y esto es solo una muestra de lo que está pasando.
La pesadilla es tal que las estadísticas oficiales aseguran que el índice del costo de la vida de marzo pasado fue del cuatro por ciento, mientras que los precios mayoristas se dispararon un 11,2 por ciento. La información de la entidad gubernamental INDEC, sin embargo, no tuvo en cuenta que para el argentino medio el aumento de la carestía de la vida es mucho mayor porque en sus empleos no consigue que le paguen su salario o simplemente no tienen trabajo.
Pero además la gente no compra según las estadísticas, sino de acuerdo con la vida real, y en esta las cosas son muy diferentes. Los comercios, tratando de defenderse de las quiebras, aumentan mucho más los precios de sus mercancías. Ello determinó que durante el primer trimestre del año, la inflación acumulada en Argentina llegara al 9,7 por ciento, lo cual parece echar por tierra los pronósticos del Gobierno, el cual estimó en el presupuesto un índice de precios del 15 por ciento para todo el año.
Otra mala noticia brindada por el INDEC fue que el índice del costo de la construcción registró un aumento del 4,4 por ciento, mientras que el desempleo trepó a angustiantes cimas, estimándose que varios millones de argentinos no tienen empleo.