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25 de abril del 2002
La guerra cultural y la fabricación industrial del consenso
La pluma y el dólar
Nestor Kohan
Revista CASA DE LAS AMÉRICAS
A la memoria de Rodolfo Walsh
Creo que una de las principales fallas en la extensa
literatura sobre economía, ciencia política e historia
del imperialismo radica en que se presta muy poca
atención al papel de la cultura para mantener un imperio
Edward Said
LA COMPAÑÍA REVISITADA
Hasta poco tiempo antes de las últimas manifestaciones populares contra
el FMI, el Banco Mundial y la mundialización capitalista (Seattle, Davos,
Praga, Génova, Porto Alegre, Buenos Aires, etc.) el problema y la temática
del imperialismo había desaparecido en la Argentina y en otros países
de América Latina de la agenda cotidiana y del lenguaje políticamente
correcto. Si alguien osaba tan sólo mencionar la penetración cultural
norteamericana quedaba expuesto automáticamente a la risa y a la sorna.
Ese problema, se decía, pertenece a las viejas películas de espías
que supiera hacer Hollywood.
Sin embargo la situación mundial cambió notablemente en los últimos
tres años. Ahora está más claro que los conflictos y los
intentos de dominación no han desaparecido y que la guerra ideológica,
fría, tibia o caliente, abierta o encubierta, continúa. Aunque se
ha puesto de moda cierta literatura filosófica de estirpe postestructuralista
que tiende apresuradamente a dar por finalizada la etapa del imperialismo -estamos
pensando en el último libro de Toni Negri y Michael Hardt- éste
sigue, porfiadamente, existiendo. La "paz" no es entonces nada más que
una fase del dominio estable, el momento máximo de la realización
de la hegemonía.
Al menos así lo demuestra la reciente y oportuna aparición en español
del voluminoso texto de Frances Stonor Saunders La CIA y la guerra fría
cultural (edición en inglés de 1999, en español de octubre
de 2001)(1) que ha vuelto a poner en el tapete un debate curiosamente "olvidado"
y sospechosamente encarpetado en los archivos de un pasado remoto y lejano.
Como una bomba atómica este libro resulta devastador, demoledor y aplastante.
Reduce a polvo la mitología de la libertad de expresión, de la interdependencia
igualitaria de las naciones y la retórica de la sociedad abierta detrás
de las cuales encuentra la estafa moral y el engaño, la manipulación
y el control informativos, la neutralización de toda disidencia y la compra
sistemática de intelectuales, de sus plumas, sus voces y sus conciencias.
Su pormenorizada investigación dibuja la gran épica del dólar
y la inmensa telaraña que su poder tejió -a través de la
CIA- sobre las conciencias europeas y las propias plumas estadounidenses desde
1945 en adelante.
Ya en los años '30 había sido Antonio Gramsci quien había
profetizado que las nuevas guerras se ganarían en el campo intelectual,
en la cultura y las ideas. Corroborando aquella profecía iluminadora, la
impresionante indagación de Stonor Saunders constituye un libro fundamental
para comprender y estudiar el papel de la CIA en la fabricación industrial
del consenso basado en la propaganda encubierta, en la guerra psicológica
y en la organización de frentes culturales. Todas sus revelaciones se apoyan
en entrevistas exclusivas a viejos agentes de la CIA, así como también
en la correspondencia de muchos de los protagonistas y en documentos gubernamentales
secretos recientemente desclasificados.
El texto, apasionante, aporta una cantidad enorme de datos (incluyendo nombres
de agentes infiltrados y fotografías) sobre los abultados millones de dólares
que la CIA invirtió en sobornos, pensiones políticas, becas y subsidios
a congresos, editoriales y revistas "independientes", destinados a cooptar, neutralizar
o inducir quiebres en los intelectuales críticos de Europa del Este, de
Europa Occidental y de los propios Estados Unidos. La finalidad de este gigantesco
arsenal político y financiero la definió C.D.Jackson (consejero
en guerra psicológica de Eisenhower y la CIA): "nos proponemos ganar la
tercera guerra mundial sin combatir". Lo lograron.
Como un sabueso la autora incursiona en lo que Arthur Koestler denominaba "el
circuito internacional de putas por teléfono". Así calificaba a
los intelectuales nucleados en torno al Congreso por la Libertad de la Cultura,
institución formada, dirigida y financiada por la CIA. Allí aparecen
nombres célebres que "recién se enteraron" de la presencia de la
CIA cuando el New York Times lo denunció públicamente en
1966(2). Entre muchos otros y otras Saunders recorre los pasos sinuosos de Isaiah
Berlin, Freddie Ayer, André Malraux, Nicolás Nabokov (primo del
autor de Lolita), André Gide, Jacques Maritain, T.S.Elliot, Benedetto
Croce, Arthur Koestler, Raymond Aron, Salvador de Madariaga y Karl Jaspers. Al
adherir en sus manifiestos anticomunistas de manera "desprevenida" o consciente
a las direcciones ideológicas de los agentes de la CIA Michael Josselson,
Tom Braden, John Hunt o Melvin Lasky estos intelectuales se ganaban automáticamente
un pasaporte oficial de la cultura.
El trabajo de Saunders confirma mucho de lo que siempre se sospechó. Detrás
del glamour de los conciertos a toda orquesta, del aristocratismo de las galerías
de arte más exclusivas y de la farándula agrupada en torno al Congreso
por la Libertad de la Cultura y sus múltiples revistas literarias de alta
cultura se podía oler el seco perfume del billete verde norteamericano.
Un verdadero coro monocromático de voces que, aparentemente, eran pluralistas
pero en realidad entonaban los acordes de una única y cerrada melodía
dictada por agentes encubiertos. Los datos aportados por los propios protagonistas
son contundentes, no dejan lugar a dudas. La CIA tenía poder de veto directo
sobre casi todas las revistas y entidades culturales que financiaba.
Leída en perspectiva histórica la investigación de Stonor
Saunders resulta sumamente atractiva no sólo por los nudos que va destejiendo
al poner en evidencia los fines casi siempre solapados por los que luchaban realmente
los intelectuales anticomunistas de los años '50 y '60 "guiados", "aconsejados"
y financiados por la CIA sino también porque pone en primer plano, negro
sobre blanco, los enemigos contra los que batallaban. De todos ellos sobresale
la figura hoy mítica de Jean Paul Sartre, cuya prédica a favor del
compromiso fue tan vilipendiada desde los años '70 en adelante no sólo
por sus adversarios académicos de factura estructuralista (que le cuestionaban
filosóficamente su desmedida confianza en la conciencia dadora de sentido
y en el sujeto moderno) sino también por los (auto)denominados "nuevos
filósofos", quienes le reprochaban tanto su compromiso político
con las causas tercermundistas como su adscripción al "horizonte insuperable
de su época", el marxismo. El neutralismo de Sartre y su negativa a enrolarse
en la cruzada anticomunista –a pesar de la distancia que lo separaba de la cultura
oficial del mundo stalinista de la URSS- era indigerible para los miembros del
Congreso por la Libertad de la Cultura, quienes intentaban contraponerle un tipo
de cultura universalista, desterritorializada, en gran medida "apolítica",
encarnada por una figura de intelectual siempre atento al profesionalismo y reacio
a adoptar puntos de vista totalizantes ante la vida política.
Los agentes encubiertos de la CIA armaban y desarmaban permanentemente estrategias
para neutralizar Les Temps Modernes como si se tratara de la comandancia
de un ejército enemigo. No resulta casual que con sus críticas al
neoliberalismo tanto el último Pierre Bourdieu -recientemente fallecido-
como Noam Chomsky hayan reactualizado en el mundo intelectual de fines de los
años '90 y en el de comienzos del nuevo siglo gran parte de los mismos
ademanes sartreanos que habían hecho perder el sueño a sus enemigos
de los '50 y '60 (a pesar de las muchas críticas que el joven Bourdieu
había dirigido contra la figura literaria y "totalizante" de Sartre en
nombre de la contrafigura encarnada por el sociólogo profesional y especialista,
poseedor de una capital simbólico específico a su disciplina).
Pero no todo era ideología anticomunista y moralina discursiva a favor
de la "sociedad abierta" en el caso de los intelectuales mimados por la CIA. También
entraban en juego prebendas personales y las caricias que el poder siempre brinda
a sus intelectuales orgánicos. Los defensores del "mundo libre" también
obtenían viajes en cruceros, estadías en hoteles cinco estrellas
en las capitales de Europa y en New York y "descansos" en las mansiones más
exclusivas del jet set internacional donde los atendía una legión
de sirvientes. Corrosiva hasta el límite, Stonor Saunders apunta que ninguno
de ellos se preguntaba quién pagaba todo ese lujo ni de dónde salía
tanto dinero. Su idealismo moral tenía patas cortas, muy cortas.
Y si alguien preguntaba había una respuesta preparada...de las fundaciones
"filantrópicas y humanitarias": Ford, Farfield, Kaplan, Rockefeller o Carnegie,
auténticas "tapaderas" de la CIA. Aunque nunca apareciera en primer plano
la larga y adinerada mano de la compañía siempre estaba detrás
de ellas. El crítico uruguayo Ángel Rama las denominó, con
justicia, "fachadas culturales".
"La CIA, virtual Ministerio de Cultura de EEUU, decía promover la libertad
de expresión. Para ello reclutaron nazis, manipularon elecciones democráticas,
proporcionaron LSD a personas inocentes, abrieron el correo a miles de ciudadanos
americanos, derrocaron gobiernos, apoyaron dictaduras, tramaron asesinatos y compraron
conciencias. ¿En nombre de qué? No de la virtud cívica, sino del
imperio". Así finaliza sus más de 600 páginas Stonor Saunders.
Un trabajo encomiable.
ESCRITORES Y SOCIÓLOGOS LATINOAMERICANOS EN LA MIRA DE LA AGENCIA
Quizás por eurocentrismo, quizás por no manejar el idioma español
en la imprescindible consulta de fuentes primarias, Stonor Saunders no incursiona
en la compleja relación de la CIA y sus correas de transmisión con
nuestra América. Un lector latinoamericano notará por ello en el
libro la ausencia de algún capítulo especial dedicado al subcontinente.
No es tan grave la ausencia ni alcanza para empañar esta excelente investigación.
Debemos reconocer que todavía no existe un estudio sistemático y
definitivo que aborde esa relación en todas sus vetas y aristas. Recién
estamos al comienzo. Sin embargo, si se pretende reconstruir de manera rigurosa
y completa el mundo de la compañía y su intervención en el
campo intelectual resulta imposible soslayar la importancia central que la agencia
otorgaba y otorga a su "patio trasero".
Escasos años antes de que apareciera en inglés el libro Stonor Saunders,
María Eugenia Mudrovcic se había abocado a la tarea de descomponer
la intervención de la CIA en el mundo de la literatura y la crítica
literaria de los años '60. Para ello Mudrovcic tomó como eje la
publicación dirigida por el uruguayo Emir Rodríguez Monegal Mundo
Nuevo(3). Su libro, redactado en un tono más académico que el
de Stonor Saunders, resulta uno de los estudios más sugerentes al respecto.
Allí analiza el modo cómo la CIA y la Fundación Ford impulsaron
y financiaron las revistas Cuadernos (en un primer momento) y Mundo
Nuevo (en una segunda instancia).
Ésta última tiene a su vez dos épocas. Una primera -cuando
la revista se confeccionaba en París y era dirigida por Emir Rodríguez
Monegal- y una segunda -que se inicia en 1968- cuando la revista pasa a editarse
en Argentina bajo la coordinación de Horacio Daniel Rodríguez.
En el trabajo de Mudrovcic volvemos a encontrar la descripción de la contraposición
entre dos tipos de cultura y entre dos figuras del intelectual no meramente diferentes
sino enfrentados en forma antagónica. De nuevo emerge la figura de Sartre
como arquetipo de todo lo repudiable por los intelectuales protegidos bajo el
paraguas de la compañía. Pero esta vez la figura del intelectual
comprometido se conjuga y entrecruza con la figura del intelectual orgánico
–es decir la de aquel intelectual que no sólo se constituye como "conciencia
crítica" externa frente al statu quo de la cultura oficial sino que además
se afirma como militante con una pertenencia directa a los movimientos sociales
emancipadores-.
Si Sartre era el modelo europeo de la izquierda por excelencia que la CIA pretendía
obsesivamente neutralizar y contrarrestar, en América Latina el paradigma
se prolongaba hacia figuras cuyo radio de accionar no quedaba de ningún
modo reducido a la república de las letras o a la polis filosófica
(así sea bajo un ademán comprometido). Es muy probable que el argentino
Rodolfo Walsh o el salvadoreño Roque Dalton hayan sido dos de los numerosos
intelectuales latinoamericanos cuya praxis cultural y política al mismo
tiempo resumía la máxima apuesta de aquellos tiempos(4). Una
de las principales revistas que con mayor eficacia y sistematicidad promovió
en el continente esta original conjunción fue sin duda Casa de las Américas.
No resulta por ello aleatorio que Mudrovcic construya un esquema referencial especularmente
invertido entre Mundo Nuevo y Casa de las Américas como dos
arquetipos diametralmente opuestos y centralmente ubicados en la disputa ideológica
de los años '60: moderado, liberal, ecléctico y -aparentemente-
despolitizado, en el primer caso, crítico, denuncialista y abiertamente
impugnador, en el segundo. Mientras la revista dirigida por el crítico
uruguayo promovía el apoliticismo del escritor profesional entendido
como "experto", la publicación dirigida por el crítico cubano impulsaba
en cambio la politización del intelectual entendido como militante.
Si Mundo Nuevo y Casa de las Américas constituyeron entonces
los dos arquetipos epocales, el cruce polémico entre sus respectivos directores
condensó gran parte de la disputa ideológica de la década.
Ampliamente difundida por el continente, la correspondencia entre Emir Rodriguez
Monegal y Roberto Fernández Retamar (llevada a cabo aún antes de
que apareciera Mundo Nuevo) fue difundida en la Argentina por La Rosa
Blindada(5).
De la lectura de aquella correspondencia puede surgir la impresión de que
Rodríguez Monegal era un intelectual "ingenuo" y no se daba cuenta de que
detrás de su revista estaba nada menos que la CIA, primero, y la Fundación
Ford, después. Esa era la imagen que por entonces se tenía de él.
Incluso Fernández Retamar, en la carta que le enviara al uruguayo fechada
en La Habana el 6 de diciembre de 1965 en un momento le dice a su interlocutor:
"me temo, Emir, que has sido sorprendido en tu buena fe, de la que no tengo porqué
dudar".
Sin embargo, Mudrovcic cita en su libro un artículo de 1968 donde Rodríguez
Monegal, ya fuera de la dirección de Mundo Nuevo y después
de haber recibido durísimas críticas de Ferrnández Retamar
desde Cuba y de su coterráneo Ángel Rama desde Uruguay, reprocha
en la misma revista el rumbo que adopta la publicación (que pasa de un
anticomunismo disfrazado y encubierto a un anticomunismo abierto y frontal). Allí
Monegal afirma amargamente que: "el nuevo Mundo Nuevo es una pifia que
no leerán ni los lectores de pruebas. Qué triunfo para los Ramas,
Fernández Retamar, Lisandro Oteros, Díaz Lastra y Julio (Gardel)
Cortázar: que le saquen una revista incómoda de las manos sus propios
enemigos y que le pongan ese supositorio tranquilizante a la conciencia siempre
alerta y revolucionaria de la alerta y revolucionaria izquierda intelectual de
América Latina". Como podrá apreciar el lector, Rodríguez
Monegal tenía de todo menos inocencia. Se daba perfectamente cuenta que
su tarea de punta de lanza de la iniciativa cultural de los aparatos de inteligencia
y financieros norteamericanos podía ser cumplida de manera mucho más
eficaz y mejor por una publicación "independiente" y aparentemente "despolitizada"
que por otra embanderada abiertamente con las estrellas y las barras.
¿Qué le había criticado Fernández Retamar a Rodríguez
Monegal en aquella célebre correspondencia de los '60? Un punto fundamental
que, según nuestro punto de vista, continúa hoy en día, más
de tres décadas después, completamente vigente y sobre el cual jamás
deberíamos dejar de interrogarnos las nuevas generaciones de intelectuales
latinoamericanos.
Fernández Retamar se preguntaba entonces y le preguntaba al flamante director
de Mundo Nuevo: "¿O debemos creer que el imperialismo norteamericano,
al margen de ciertas hazañas en el Congo, en Vietnam o en Santo Domingo,
se ha entregado de repente al patrocinio desinteresado de las puras tareas
del espíritu en el mundo, sobre todo en nuestro mundo, y te envían
a París para darle a la América latina la revista que su literatura
requiere?". Reemplace el lector contemporáneo las viejas "hazañas"
del Congo, Vietnam y Santo Domingo por las más nuevas de Irak, Kosovo,
Afganistán o Colombia y la pregunta no pierde ni una pizca de actualidad.
La iniciativa de Fernández Retamar no cayó en saco roto. Finalmente
logró, por ejemplo, que un escritor de la talla de Julio Cortázar
no cayera en la trampa de las "buenas intenciones" de Monegal y se negara sistemáticamente
a publicar sus relatos en Mundo Nuevo, a pesar de que al comienzo había
mantenido una actitud ambivalente.
En una carta fechada en París el 23 de enero de 1966, donde aborda por
primera vez la cuestión, Cortázar le dice a Fernández Retamar:
"He seguido atento al problema de Emir Rodríguez Monegal. Comí
con él y me entregó copia de la respuesta a tu carta. Conoces, pues,
su punto de vista; ayer, por casualidad, me lo encontré en un restaurante
(estaba precisamente con Mario Vargas [Llosa, en aquel tiempo amigo de la Revolución
Cubana. Nota de N.K.] a quien debía estarle explicando el problema, pues
Emir quiere que todos sus amigos estén bien enterados de la cosa, lo mismo
que tú). Me repitió que quiere ir a Cuba a hablar contigo y con
la gente de la Casa; ojalá lo haga, porque sería la única
manera de que todo el mundo vea más claro en este asunto que parece viciado
desde su nacimiento. Emir ha tenido la inteligencia de no pedirme colaboración,
limitándose a darme sus puntos de vista. Yo espero ahora que vaya a
Cuba, y el futuro dirá qué puede salir de este asunto que, después
de todo, no tiene tanta importancia"(6).
En otra carta al director de Casa de las Américas, fechada en Saignon el
21 de julio de 1966, Cortázar le confiesa su intención de publicar
en Mundo Nuevo un ensayo sobre Paradiso de Lezama Lima pero subordina
esa decisión a la opinión de Fernández Retamar. Así
le pregunta: "¿Qué ha pasado finalmente con Mundo Nuevo? Mis amigos
de París me dicen que los tres primeros números son inobjetables
desde el punto de vista que te imaginas. Sólo conozco el primero, y no
sé si tú lo has visto y te han llegado los otros. Porque como
Monegal insiste en pedirme colaboración, se me ha ocurrido ahora que
si la revista se mantiene en un plano digno, la publicación en ella de
esas páginas sobre Lezama serían bastante sensacional en muchos
aspectos. Primero, porque «lanzaría» el nombre y la obra de un gran cubano
entre millares de lectores que lo desconocen por completo; segundo, porque en
mi texto se dicen cosas muy duras sobre el bloqueo a Cuba, las barreras del miedo
y la hipocresía, con el tono y la intención que te imaginas. No
contestaré a Monegal hasta no tener tu opinión. Por eso te pido
una respuesta inmediata, me bastarán dos líneas".
Finalmente las dudas de Cortázar se disipan. Para la política cultural
antimperialista éste fue un logro de alcance mundial, dada la centralidad
de Cortázar en el mundo literario de aquellos momentos. Así le escribe
en febrero de 1967 a Fernández Retamar: "Por el momento no tengo nada de
importante que decirte, salvo que en París se habla en todas partes
de las últimas revelaciones referentes a los fondos de la CIA [Cortázar
se refiere aquí a las revelaciones del New York Times sobre el papel
de la CIA en el Congreso por la Libertad de la Cultura], que sin duda conoces,
y que no hacen más que confirmar lo que todos sabíamos ya básicamente
en los días de nuestro encuentro. Tengo que ver a Monegal en estos días
para dejar bien aclarado mi punto de vista sobre Mundo Nuevo, y me
sospecho que después de estas nuevas revelaciones, Monegal ya no tendrá
muchos argumentos que oponer a lo que le voy a decir"(7).
Pero Fernández Retamar no estuvo solo en el cuestionamiento de Mundo
Nuevo. Compartió la tarea polémica con otro crítico latinoamericano,
el uruguayo Ángel Rama, director de la sección literaria de la mítica
revista uruguaya Marcha entre 1959 y 1968 (Rodríguez Monegal había
dirigido esta sección entre 1945 y 1957)(8). Así le informa Rama
a Fernández Retamar en un carta sin fecha -ingresada en Casa de las Américas
el 10 de febrero de 1966- que: "Otra noticia que ya sabrás: Cuadernos
fue sustituida por Nuevo Repertorio [al cabo, según es conocido,
se llamó Mundo Nuevo. Nota de R.F.R.] que dirigirá en París
Rodríguez Monegal y que intentará el confusionismo por un tiempo
[...] dirigiéndose sobre todo a la izquierda no comunista [...]
el intento, en definitiva, está condenado al fracaso, luego de un período
de confusionismo. No es esto lo que me preocupa, sino la magnitud de datos
e informaciones que comprueban la violencia y el dinero con que los Estados Unidos
han decidido entrar en la vida cultural latinoamericana". Comentando esta
y otras cartas de Rama, Fernández Retamar reconoce que "Ángel
[Rama] quien, como se ve, encabezó el combate contra Mundo Nuevo
y a quien acompañé en la justa causa [...]"(9).
Aunque lamentablemente no aborda de lleno la cuestión latinoamericana,
Stonor Saunders reconoce que nuestra América fue uno de los territorios
más reacios y más difíciles de cooptar para la acción
político cultural solapada de la CIA ya que aquí la compañía
encontró una resistencia intelectual muy fuerte a sus diversos intentos
de penetración. La tarea de Roberto Fernández Retamar en Casa
de las Américas y la de Ángel Rama en Marcha -acompañados
de revistas como La Rosa Blindada -dirigida por José Luis Mangieri-
en Argentina y Siempre! en México- en la denuncia de lo que
significaba realmente Nuevo Mundo como empresa político intelectual
en el campo de la crítica literaria resultó precursora.
Otro tanto ocurrió en el ámbito de las ciencias sociales. Porque
si de algo no puede acusarse a la CIA y a sus "tapaderas" y fachadas como la Fundación
Ford es de haberse limitado a una sola forma de penetración o a un escenario
restringido de combate ideológico. Por el contrario, la inteligencia norteamericana
se abocó de lleno a todos los terrenos, excediendo el restringido ámbito
de las letras.
En el caso de la investigación social, los norteamericanos se dedicaron
a impulsar y financiar diversos proyectos para América latina paralelos
a la iniciativa de Mundo Nuevo.
Uno de los primeros y más controvertidos proyectos de investigación
sociológica fue el proyecto Camelot. La denuncia del carácter imperial
de este proyecto se desarrolló esta vez no en Uruguay ni en Cuba sino en
Chile y estuvo a cargo del sociólogo noruego Johan Galtung.
Como ha señalado recientemente el historiador uruguayo Ezequiel Rodríguez
Labriego en oportunidad de su reconstrucción de la historia de la Fundación
Ford(10), el proyecto Camelot (1964), al igual que muchos otros de su estilo,
aunque estaba patrocinado de modo indirecto por la Armada norteamericana y el
Departamento de Defensa (y otras agencias estatales similares) aparecía
bajo el ropaje de una cobertura científica irreprochable. Del mismo modo
que sucedía con los conciertos o revistas del Congreso por la Libertad
de la Cultura la cobertura "independiente" era lo primordial para la inteligencia
norteamericana. La cara pública del proyecto en este caso le correspondió
a la Universidad Americana. Desarrollado por 140 investigadores tiempo completo
durante tres años y medio este proyecto perseguía investigar sociológicamente
las raíces del conflicto social latinoamericano y sus potenciales medios
de neutralización. A partir de la denuncia de Johan Galtung se puso en
evidencia que la "ayuda desinteresada" de los organismos estatales norteamericanos
hacia este tipo de proyectos y su "colaboración financiera en aras de la
ciencia" perseguía en realidad un interés político estratégico
muy preciso y determinado: contribuir a la defensa imperial de contrainsurgencia
y contrarrevolución preventiva. La pregunta que le formulara Roberto Fernández
Retamar en su correspondencia a Emir Rodríguez Monegal resulta plenamente
pertinente también para este caso, si se reemplaza la referencia a "las
puras tareas del espíritu" (supuestamente promovidas por el imperialismo)
por las "puras tareas de la ciencia".
El proyecto Agile, a su turno, estuvo dirigido a desarrollar un programa de contrainsurrección
en Thailandia y fue extendido, más tarde, a una serie de países
del Tercer Mundo. El presidente Kennedy le había dado la aprobación
al proyecto Agile, que al igual que el Camelot no estaba patrocinado por la CIA
sino por una institución colateral del ministerio de defensa (el ARPA:
Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada). Denunciado en 1967 por
los estudiantes de la Universidad de Cornell y también por los de la Universidad
de Michigan (en América latina esa tarea de denuncia fue realizada esta
vez no por uruguayos ni por cubanos sino por el periodista socialista argentino
Gregorio Selser), Agile a través de la Universidad de Pennsylvania estudiaba
"científicamente" la posibilidad de utilizar armas químicas y biológicas
en guerras contrainsurgentes en general y en la de Vietnam en particular. Mediante
la "colaboración científica desinteresada" el proyecto Agile desarrolló
estudios sobre Brasil, Colombia, Venezuela, Bolivia, Honduras, Perú y Ecuador,
entre otros.
El tercer proyecto, fuertemente controvertido y discutido por aquellos años
como todos los demás, fue el proyecto Simpático, jocoso nombre con
que se conoció el proyecto patrocinado en Colombia por la American University
(asociada del Departamento de Defensa de EEUU) y el SORO (Special Operation Research
Office, igualmente de EEUU)(11).
El cuarto proyecto que generó escándalos similares a los tres anteriores
fue el proyecto Marginalidad. Dirigido por los sociólogos argentinos José
Nun, Miguel Murmis y Juan Carlos Marín este proyecto no contó como
los otros tres anteriores con el apoyo del Pentágono, la CIA o el Departamento
de Defensa de los Estados Unidos de Norteamérica. Solamente contó
con el financiamiento "desinteresado" y "altruista" de...la Fundación FORD
(más tarde se agregó al financiamiento el Instituto Torcuato Di
Tella de la Argentina). A lo largo de su libro Stonor Saunders se explaya extensamente
sobre la estrechísima ligazón que unía a la CIA con la Fundación
Ford, (tal es así -agrega en idéntico sentido Mudrovcic- que cuando
deja de estar financiada por la CIA Mundo Nuevo para a recibir inmediatamente
fondos de la Fundación Ford...).
El objetivo de estudio del proyecto Marginalidad consistía en investigar
a aquellos sectores sociales de obreros desocupados (clasificados según
el marxismo clásico como "ejército industrial de reserva") expulsados
del ámbito productivo y potencialmente proclives a actuar políticamente
por fuera de la institucionalidad de los partidos políticos tradicionales
latinoamericanos y el Parlamento. En un artículo famoso publicado originariamente
en la Revista Mexicana de Sociología José Nun intentaba diferenciar
entre los conceptos marxianos de "ejército industrial de reserva" y de
"superpoblación relativa" argumentando -en una línea por entonces
estrictamente althusseriana- que la "superpoblación relativa" existe en
muchos modos de producción a lo largo de la historia mientras que el "ejército
industrial de reserva" corresponde sólo al modo de producción capitalista
en su fase de libre competencia mientras que en su fase monopólica la "superpoblación
relativa" se transforma en "masa marginal" (en relación con los sectores
más concentrados del capital). Una sutil elucidación filológica
al interior de la teoría marxista que Nun pretendía fundamentar
contraponiendo El Capital con los Grundrisse (los primeros borradores
de El Capital)(12).
Si damos crédito a la investigación de Stonor Saunders, resulta
cierto que ni la CIA ni la Fundación Ford -a diferencia del macartismo
más rancio y troglodita incapaz de construir hegemonía "incorporando
y metiéndose a su enemigo en el bolsillo" como le gustaba decir a Gramsci
al hablar de la revolución pasiva- ni se "asustaban" ni se amilanaban frente
a argumentos, léxico o categorías de izquierda en general o marxistas
en particular. Todo, absolutamente todo, era digerible por la agencia y por
la Fundación Ford si servía para legitimar las instituciones propias,
los proyectos y las publicaciones por ellos impulsados y si era útil para
neutralizar al mismo tiempo a los elementos más radicales y a los movimientos
de izquierda más reacios a la cooptación. Incluso la revista
Aportes, socia de Mundo Nuevo (ya que Mundo Nuevo recibía
dinero de la Fundación Ford a través de Aportes) y editada
trimestralmente en París por el Instituto Latinoamericano de Relaciones
Internacionales (ILARI, fundado personalmente en 1966 por el agente de la CIA
Michael Josselson y heredero directo del desprestigiado Departamento Latinoamericano
del Congreso por la Libertad de la Cultura) se dio el lujo de publicar en sus
páginas artículos de intelectuales marxistas como el de Robert Paris
sobre "El marxismo de Mariátegui", como el de Florestan Fernández
"Universidad y desarrollo", el de Irving Horowitz sobre "La ideología política
de la economía política" o el de Beba Balvé y Néstor
D'Alessio sobre "Migraciones internas e inserción en el proceso productivo"(13).
A pesar entonces de estar formulado con categorías de innegable estirpe
althusseriana y de contar con todo un aparato crítico de erudición
vinculado a la sociología marxista clásica, el proyecto Marginalidad
estaba financiado directamente por la Fundación Ford, que constituía
sin ninguna duda una "tapadera" financiera de la CIA, según demuestra ampliamente
Stonor Saunders.
No hizo falta esperar tres décadas a que apareciera el libro sobre la CIA
y la guerra fría cultural para sospechar del proyecto Marginalidad. Ya
en su época, en la aguda polémica que surgió en 1969 en torno
a las fuentes "desinteresadas" de financiamiento de este proyecto, el biólogo
argentino Daniel Goldstein señaló que: "la Fundación FORD
es en la actualidad [1969] un organismo paragubernamental destinado a formular
la táctica de contrainsurgencia civil para las dos Américas. La
Fundación Ford se ha convertido en realidad en una nueva agencia de inteligencia
destinada a los problemas sociales de los pueblos neocoloniales"(14).
LAS MADRES, LA INSURGENCIA COLOMBIANA Y EL ETERNO RETORNO DE LA FORD
La Fundación Ford no ha permanecido incólume a lo largo del
tiempo. Si ha tenido una virtud esa ha sido precisamente la de saber palpar el
ritmo de la época y la dirección para donde sopla el viento en cada
momento histórico. Desde los inicios de la empresa Ford –cuando el empresario
Henry publicó su libelo antisemita El judío Internacional
logrando la admiración personal de Adolfo Hitler y su hijo Edsel ocupó
puestos directivos en la IG Farben norteamericana (la empresa encargada de fabricar
el gas utilizado por los nazis en las cámaras de exterminio de judíos)-,
pasando por la época en que sirvió como correa encubierta de transmisión
del dinero de la CIA para el Congreso por la Libertad de la Cultura o la etapa
cuando estuvo presidida por McGeorge Bundy y se dedicó en nombre de "los
derechos civiles" a trabajar al interior del movimiento negro norteamericano intentando
canalizarlo institucionalmente neutralizando a las Panteras Negras, hasta llegar
al presente, numerosas han sido las curvas y los cambios de dirección que
transitó la empresa en su sinuosa historia. Pero jamás dejó
de estar ligada, más allá de los vaivenes, a los intereses estratégicos
del estado norteamericano de los que nunca se apartó ni un milímetro.
Hoy, casi cuatro décadas después del nacimiento de Mundo Nuevo,
de Aportes, del proyecto Marginalidad y del apogeo del Congreso por la
Libertad de la Cultura, podemos apreciar un notable desplazamiento de los intereses
inmediatos de la Fundación Ford, de la CIA y del resto de las agencias
y fundaciones paragubernamentales norteamericanas en el terreno de la batalla
ideológica (o de la "guerra psicológica" como a sus agentes les
gustaba nombrar). El principal foco de interés de estas agencias y fundaciones
se ha desplazado desde la disputa por comprar el corazón y alquilar la
pluma de los escritores y artistas así como por lograr el control y la
cooptación de investigadores y sociólogos hacia el terreno movedizo
de la "defensa de los derechos humanos".
Un ejemplo sintomático de este notable desplazamiento lo constituye la
reciente polémica pública desarrollada entre el periodista argentino
Horacio Verbitsky y las también argentinas Madres de Plaza de Mayo. Aquí
volvemos a encontrar la escurridiza cola del diablo. Nuevamente, en un momento
cuando la guerra cultural supuestamente ya no está vigente, nos volvemos
a chocar con la presencia indeleble de los irresistibles dólares de la
Fundación.
Aunque la disputa viene de muy lejos, todo comenzó, supuestamente, con
las declaraciones de la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo en oportunidad
de los atentados al Pentágono y a las Torres Gemelas del 11 de septiembre
del 2001.
¿Qué había declarado Hebe de Bonafini en numerosos medios televisivos
y radiales? Pues que: "Nosotras no festejamos los muertos de las Torres Gemelas
ni brindamos por la muerte. La muerte jamás nos alegra. Nosotras luchamos
por la vida, por eso nos oponemos a cotizar la vida de nuestros hijos aceptando
una reparación económica estatal que le pone precio a la vida de
nuestros chicos. Para nosotras la vida sólo vale vida. Lo que sí
es cierto, y no lo negamos porque no somos hipócritas, es que nosotras
nos alegramos de que esta vez [el 11 de septiembre] le hayan tocado la panza al
monstruo, de que el Estado norteamericano sufra las consecuencias en su propio
territorio, como antes las sufrieron otros pueblos del mundo incluido el pueblo
argentino, de su propia política terrorista e imperialista que promueve
guerras a nivel mundial".
El periodista Horacio Verbitsky(15) tomó como pretexto esas declaraciones
puntuales sobre la política estatal de Estados Unidos realizadas por la
presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo para cuestionar en
toda la línea su política en favor de los derechos humanos defendidos
desde un punto de vista antimperialista: esto es, la negativa de las Madres de
Plaza de Mayo a recibir dinero del Estado argentino a cambio de que ellas, las
Madres, reconocieran como muertos a sus hijos secuestrados y desaparecidos por
los militares; el intento de crear una Universidad Popular -Verbistky la denostó
en sus notas periodísticas calificándola simplemente como "academia"(16)-
agrupando a lo mejor de la intelectualidad crítica argentina; el rechazo
a cualquier tipo de reconciliación con los generales "democráticos"
(por ejemplo el general Martín Balza, jefe del Ejército argentino
durante la presidencia de Menem), etc.,etc. El de Verbitsky fue un cuestionamiento
global sin ningún tipo de matices.
A la arremetida de Verbitsky (que le dedicó a la crítica de las
Madres de Plaza de mayo sus editoriales dominicales en el periódico Página
12 durante varias semanas) se sumaron antiguos cuadros ex stalinistas (hasta
poco tiempo antes militantes prosoviéticos sumamente dogmáticos)
agrupados ahora en la revista Tres Puntos(17). A los cuestionamientos de
Verbistky también se plegó, entusiasta y rebosante de gozo, el empresario
de la comunicación y periodista estrella de la extrema derecha argentina
Daniel Hadad (una especie de Berlusconi del subdesarrollo, en su momento vocero
mediático de los militares carapintadas que intentaron dar un golpe de
Estado a fines de los '80 contra el gobierno de Alfonsín) quien le dedicó
a las Madres de Plaza de Mayo varios programas televisivos nocturnos de su espacio
conocido como "Después de hora". Lo mismo sucedió con editorialistas
del diario conservador La Nación.
Tomando como base los argumentos de Verbitsky uno de éstos últimos,
Andrés Oppenheimer, prolongaba la impugnación preguntándose:
"¿Cómo puede Bonafini considerarse una luchadora por los derechos humanos
y apoyar al régimen de Cuba, que prohibe partidos opositores y condena
a prisión -o a hospitales psiquiátricos- a críticos pacíficos
del máximo líder?" para agregar más adelante: "Por suerte,
Horacio Verbitsky, un conocido periodista de izquierda y presidente del Centro
de Estudios Legales y Sociales (CELS), salió inmediatamente a refutar
las declaraciones de Bonafini en un artículo en el diario Página/12
y entrevistas con varias radios"(18).
La polémica -mejor dicho, la cruzada- se extendió como reguero de
pólvora. Reproducida por los grandes periódicos locales y las agencias
internacionales de noticias (principalmente de origen estadounidense), dio la
vuelta al mundo logrando extensa repercusión en los grandes medios de comunicación
de masas.
Obviamente a nadie en su sano juicio se le puede ocurrir inculpar al periodista
argentino Horacio Verbitsky de ser "agente de la CIA" o algún otro exabrupto
semejante. Sería un despropósito y un disparate. Su trayectoria
ligada a los derechos humanos es bien conocida por el público latinoamericano
(ha ganado incluso varios premios periodísticos). Sin embargo, como bien
se lo ha señalado el ensayista argentino David Viñas cuando destacó
la enorme distancia que separa al actual Horacio Verbitsky de Rodolfo Walsh(19),
su progresiva mutación ideológica durante los últimos años
resulta como mínimo inquietante.
Desde los tiempos en que Verbitsky fungía en los años '70 como oficial
de inteligencia de la organización de guerrilla urbana Montoneros (compartiendo
mucha veces militancia con el escritor desaparecido Rodolfo Walsh) hasta sus últimas
posturas ideológicas demasiada agua ha corrido bajo el puente.
Dejando a un lado -por ser materia de otros debates...- el controvertido antecedente
señalado por el periodista Martin Andersen(20) en el cual Verbitsky aparece
firmando el prólogo del libro editado por el Círculo de la Fuerza
Aérea del comodoro Juan José Güiraldes: El poder aéreo
de los argentinos en pleno auge de la represión militar -1979-, sus
posiciones políticas actuales resultan sumamente diferentes (por no decir
completamente opuestas) si las comparamos con sus posturas de los primeros años
'70.
El caso más relevante, además de su enardecida cruzada contra las
Madres de Plaza de Mayo, lo constituye sus repetidas caracterizaciones editoriales
de los militantes de la organización revolucionaria Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) como "terroristas": "En todo
caso", señaló recientemente Verbitsky, "(Miguel Ángel) Toma
[congresista argentino] debería discutir con su propio gobierno la sensatez
o no de acoger al emisario de una organización repudiada por el 95 por
ciento de la población de Colombia, que se mantiene por el terror
en aquellos lugares donde la disolución del Estado nacional la han convertido
en el único poder existente"(21). Es decir que no sólo caracteriza
a las FARC como "terroristas" sino que además interpela al gobierno argentino
del presidente Duhalde para que directamente se niegue a recibir a sus emisarios
internacionales y a sus representantes diplomáticos para el cono sur.
Como máxima autoridad del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS),
Verbitsky se había negado pocos meses antes a participar en un debate sobre
las violaciones a los derechos humanos en Colombia, sosteniendo su posición
con el argumento de que en ese debate iba a estar presente el señor Javier
Calderón, representante oficial de las FARC en la República Argentina.
En dicha ocasión y en varias de sus editoriales periodísticas Horacio
Verbitsky ha ubicado a esta organización revolucionaria en el mismo
plano que el ejército y los paramilitares colombianos, tesis que en
la Argentina se conoce como "teoría de los dos demonios" (su autoría
corresponde al escritor argentino Ernesto Sábato y su primera formulación
se encuentra en el prólogo del Nunca más)(22).
Dada la enorme influencia que sobre el arco progresista argentino tienen los editoriales
de Horacio Verbitsky, esta dudosa caracterización resulta sumamente sospechosa
cuando se realiza justo en medio de la aplicación del Plan Colombia (en
el cual eventualmente puede llegar a participar la República Argentina
acompañando a EEUU según declaraciones de su actual canciller Carlos
Ruckauf) y en tiempos de creciente intervención norteamericana en el histórico
conflicto que desangra a aquella república. Es más, la caracterización
de Verbitsky se asemeja demasiado a la posición oficial norteamericana.
No olvidemos que en el documento SANTA FE IV (base ideológica de la administración
Bush) se plantea que: "Después de la desaparición de la Unión
Soviética, Fidel se quedó sin patrón. Sin embargo,
este vacío ha sido ampliamente llenado por los capitanes de la droga
de América del Sur, especialmente las FARC y el ELN"(23).
Se compartan o no las apreciaciones políticas de Verbitsky sobre el conflicto
colombiano o sus críticas despiadadas contra las Madres de Plaza de Mayo
(que para un lector medio latinoamericano podrían quizás llegar
a visualizarse como pertenecientes exclusivamente al debate político interno
de la Argentina) lo cierto es que ambas tomas de posición vinieron sugestivamente
acompañadas de otras revelaciones no menos polémicas, estrechamente
ligadas a la problemática del libro de Stonor Saunders, al de Mudrovcic
y los debates abiertos durante los '60 sobre Mundo Nuevo y Emir Rodríguez
Monegal.
Resulta que Horacio Verbistky intentó apuntalar aquellas arremetidas defendiéndose
de las críticas que diversos intelectuales de izquierda y las Madres de
Plaza de Mayo le realizaron de estar a sueldo de la Fundación Ford. La
defensa de Verbitsky fue tajante. No dejó lugar a dudas. Señaló
que: "Nunca he recibido ni una lapicera de la Fundación Ford, que
desde los años negros de la dictadura, cuando tantas puertas se cerraban
a los perseguidos, sí financia algunos de los programas del Centro de
Estudios Legales y Sociales. Por ello sólo le debemos gratitud, no
acatamiento a directivas o vetos que nunca fijó y que nunca aceptaríamos".
Como sucediera antaño, en tiempos del Congreso por la Libertad de la Cultura,
Mundo Nuevo, Aportes, Encounter, Der Monat, el ILARI
y otras instituciones, revistas y emprendimientos financiados por la CIA o la
Fundación Ford, los responsables de recibir y administrar las sumas de
dinero "desinteresadas" y "altruistas" de las agencias norteamericanas tienden
regularmente, cuando ya no pueden públicamente negarlo o esconderlo, a
empequeñecer los montos de las sumas aportadas. La actitud defensiva de
Horacio Verbitsky no constituye una excepción a esta regla señalada
por Stonor Saunders.
Sin embargo, según la información disponible en el site (público)
de internet perteneciente a la Fundación Ford, el CELS dirigido por el
periodista Horacio Verbitsky ha recibido solamente durante los dos últimos
años la abultada suma de u$s 1.560.000 (dólares estadounidenses)(24).
Por si quedaran dudas, confirmando esta estrechísima relación entre
Verbitsky, el CELS y la omnipresente Fundación Ford, el señor Augusto
Varas, representante oficial de la Fundación en Santiago de Chile le envío
el 22 de noviembre del 2001 –después de la polémica desarrollada
en Argentina- una carta al señor Emilio Ugolini en la que le manifestaba
lo siguiente (los subrayados me pertenecen):
Las Condes, Santiago Fax: 56-2-204-9385
ford-santiago@fordfound.org
22 de noviembre de 2001
Sr.
Presente
Estimado Sr. Ugolini:
Confirmo la recepción de su nota del 30 de octubre dirigida a la presidencia
de la Fundación Ford en Nueva York, quienes la han remitido a nuestra oficina
para su respuesta.
El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) es uno de nuestros más
apreciados donatarios en la región andina y el cono sur, a quienes hemos
apoyado ininterrumpidamente desde 1981 hasta la fecha, contribuyendo a su
valiente y pionero trabajo en defensa de los derechos humanos y la democracia
en la Argentina. La Fundación Ford se siente orgullosa de haber podido
ayudar a su desarrollo institucional y a la consolidación de su rol referencial
para los defensores de los derechos humanos en el mundo entero.
El Sr. Horacio Verbitsky, ha estado vinculado a CELS desde 1999, siendo elegido
como Presidente de su Consejo Directivo en 2000.
Igualmente, desde 1999 hasta la fecha, la Fundación Ford ha apoyado la
Asociación Periodistas de Argentina en su defensa de la vida y de los derechos
de los periodistas argentinos, Asociación en la cual el Sr. Verbitsky
ha jugado un papel fundamental en su creación y desarrollo.
Por las razones anteriores, me es grato informar a Ud. que la Fundación
Ford tiene en su más alta estima tanto el trabajo de CELS, como del Sr.
Horacio Verbitsky en defensa de los derechos humanos, y espera tener el privilegio
de seguir apoyando su incansable lucha por la plena vigencia de la democracia
en nuestra región.
Sin otro particular, lo saluda atentamente,
Augusto Varas
Representante
c.c.: Sr. Alex Wilde - Vicepresidente Comunicaciones Fundación Ford
Sr. Víctor Abramovich - Director Ejecutivo CELS
Sr. Horacio Verbitsky - Presidente Consejo Directivo - CELS (25)
Que la Fundación Ford promueva de forma tan entusiasta el "rol referencial
para los defensores de los derechos humanos" del CELS en detrimento de otras organizaciones
(léase las Madres de Plaza de Mayo, una de las principales de la República
Argentina) debería por lo menos invitar a la reflexión... Hace ya
demasiado tiempo que el Documento de Santa Fe II titulado Una estrategia para
América latina en la década de 1990 (base ideológica
de la administración Reagan) había sostenido que: "Para promover
realmente los derechos humanos, Estados Unidos debería ayudar a
fortalecer los sistemas judiciales de la región. También debería
diferenciar entre los grupos de derechos humanos que apoyan al régimen
democrático y los que apoyan al estatismo". Obviamente bajo el manto omnicomprensivo
y genérico del término "estatismo" debe aquí entenderse cualquier
política opositora al neoliberalismo, al capitalismo y al imperialismo.
Reclamando esa misma demarcación hoy impostergable para el imperio preconizada
por la Fundación Ford y el CELS, cuando eligió apoyar a Verbitsky
contra Hebe de Bonafini el editorialista de La Nación Andrés
Oppenheimer explicitó la cuestión de fondo señalando que:
"Muchos de estos grupos critican la represión de la derecha -lo que me
parece muy bien-, pero no abren la boca cuando los guerrilleros de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) asesinan a una ex ministra de
Cultura, como ocurrió el mes pasado, o cuando Cuba condena a prisión
a un periodista independiente. Sería bueno que grupos internacionales de
derechos humanos, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, formen
una coalición mundial que sólo admita a quienes condenen las violaciones
a los derechos humanos de cualquier procedencia política"(26). Lo que la
derecha argentina y latinoamericana no le perdonan a las Madres de Plaza de Mayo
es que apoyen a la Revolución Cubana y a la insurgencia colombiana, diga
lo que diga Hebe de Bonafini en cada uno de sus discursos.
Ante la constatación pública del estrecho vínculo que une
esta política de demarcación en el terreno de los derechos humanos
con la presencia indeleble del financiamiento de la Fundación Ford se torna
necesario volver a invocar aquel interrogante fundamental que Roberto Ferrnández
Retamar le hiciera en los '60 a Emir Rodríguez Monegal en oportunidad de
la aparición de Mundo Nuevo: ¿O debemos creer que el imperialismo
norteamericano, al margen de ciertas hazañas [como el completo apoyo
al golpe de Estado del general Videla en marzo de 1976], se ha entregado de
repente al patrocinio desinteresado de las puras tareas humanitarias?
Obviamente los posicionamientos personales y particulares de un periodista argentino
como Verbitsky carecen de importancia si lo que nos preocupa es abordar el problema
global de la penetración imperial en el campo de la cultura y la política
latinoamericanas. Lo que sí resulta sumamente relevante para lo que aquí
nos interesa resaltar reside en la "reaparición" (si es que alguna vez
se había ido...) de la influencia de la Fundación Ford -inseparable
de la política del Estado norteamericano en primer lugar y de la CIA en
segunda instancia como demuestra largamente Stonor Saunders- en el debate latinoamericano.
No es la primera vez que se deja ver la (escondida) cola del diablo cuando
se trata de neutralizar, denostar o aislar a los movimientos radicales –en
esta caso las Madres argentinas de Plaza de Mayo o las FARC colombianas- con
argumentos de izquierda y desde posiciones progresistas más proclives al
"diálogo" con el orden imperial liderado por Estados Unidos.
Recordemos con Stonor Saunders que una de las preocupaciones centrales de la CIA
y de la Fundación Ford ha sido a lo largo de toda su historia la de encontrar
instituciones y personalidades políticamente irreprochables desde las cuales
bombardear sistemáticamente contra la izquierda revolucionaria, o destruyendo
el prestigio de sus dirigentes o neutralizando su radio de influencia ideológica.
Y si hablamos del irresistible dinero de la Fundación debemos recordar
que tanto en el artículo de Rodríguez Labriego como en las extensas
indagaciones y entrevistas de Stonor Saunders se describen el modo en que la compañía
realiza sus "pases" (que en la jerga de inteligencia consiste en desplazar dinero
en forma encubierta sin que los destinatarios logren saber a ciencia cierta de
dónde vienen realmente los dólares).
El mecanismo descripto consistía en que la CIA le transfería y depositaba
dinero a una fundación fantasma (por ejemplo: Gotham Foundation, Michigan
Fund, Price Fund, Edsel Fund, Andrew Hamilton Fund, Borden Trust, Beacon Fund
o Kentfield Fund), esta fundación fantasma le transfería a su vez
el dinero a una fundación real y "respetable" (por ejemplo la Ford) y ésta
finalmente le volvía a transferir el dinero a una organización receptora
previamente designada por la CIA. Los receptores "no sabían" - ni se preguntaban-
de dónde venía originalmente el dinero que recibían... (27).
Todo semejaba una "ayuda humanitaria y altruista".
A propósito de las controvertidas posiciones de Verbitsky y sus revelaciones
sobre el abultado financiamiento de la Fundación Ford que recibe actualmente
su organismo, el conocido sociólogo norteamericano James Petras ha tomado
cartas en el asunto. Comentando la edición en inglés del texto Stonor
Saunders, Petras ha insistido con la persistente acción de disuasión
ideológica que la Ford -algunas veces como simple tapadera de la CIA, otras
por "iniciativa propia", pero siempre dentro de la línea paragubernamental
del Estado norteamericano- viene empleando al interior del arco progresista y
en particular en el seno de las organizaciones de derechos humanos.
Así Petras -en un largo párrafo que a pesar de su extensión
merece ser citado por ser sumamente ilustrativo- señala que: "La colaboración
de fundaciones respetables y prestigiosas, según un antiguo agente de la
CIA, permitió que la Agencia financiara una «variedad aparentemente ilimitada
de programas de acción clandestina que afectan a grupos juveniles, sindicatos,
universidades, editoriales y otras instituciones privadas)». Estas últimas
incluyeron a grupos de «derechos humanos» desde comienzos de los años 50
al presente. Una de las «fundaciones privadas» más importantes que
han colaborado con la CIA durante un período prolongado en proyectos significativos
en la Guerra Fría cultural es la Fundación Ford (FF)".
Más adelante Petras continúa afirmando que: "En la actualidad, como
en los años 50 y 60, la Fundación Ford financia selectivamente
a grupos anti-izquierdistas de derechos humanos que se concentran en el ataque
contra las violaciones de los derechos humanos cometidas por los adversarios de
EEUU y se distancian de las organizaciones de derechos humanos antiimperialistas
y sus dirigentes. La Fundación Ford ha desarrollado una estrategia
sofisticada de financiamiento de grupos de derechos humanos (GDH) que llaman a
Washington a cambiar su política [subrayado de Petras], mientras
denuncian a los adversarios de EE.UU. por sus violaciones «sistemáticas»
[subrayado de Petras]. La FF apoya a GDH que igualan el terror estatal masivo
de EE.UU. con los excesos individuales de sus adversarios antiimperialistas. La
FF financia a DGS que no participan en las acciones de masas contra la globalización
y contra el neoliberalismo y que defienden a la Fundación Ford como
«organización no-gubernamental» legítima y generosa. La historia
y la experiencia contemporánea nos dicen algo diferente. En circunstancias
en las que un financiamiento de actividades culturales por Washington se hace
sospechoso, la FF llena una función muy importante en la proyección
de las políticas culturales de EE.UU. como una organización aparentemente
«privada», filantrópica y no política. Los lazos entre los principales
funcionarios de la FF y del gobierno de EE.UU. son explícitos y continuos.
Una revisión de los proyectos recientemente financiados por la FF revela
que nunca ha financiado un proyecto de importancia que contravenga la política
de EE.UU".
Su artículo termina afirmando que: "Presenciamos una importante ofensiva
político- militar de EE.UU. Washington ha presentado la alternativa como
«terrorismo o democracia», igual como durante la Guerra Fría cuando se
trataba de «Comunismo o democracia». En ambos casos, el imperio reclutó
y financió organizaciones, intelectuales y periodistas de fachada, para
atacar a sus adversarios antiimperialistas y neutralizar a sus críticos
democráticos. La Fundación Ford está bien ubicada para
volver a jugar su papel para contribuir una cobertura para la Nueva Guerra
Fría Cultural"(28).
Para entender a fondo la aparentemente incomprensible financiación de la
Fundación Ford de los programas del CELS en Argentina conviene recordar
la sugerente demarcación que realiza Saunders cuando diferencia las posturas
clásicas del macartismo norteamericano –torpe, primitivo, chovinista, cavernícola,
invariablemente de extrema derecha- de la sutileza de la CIA y la Fundación
Ford –inteligentes, internacionalistas, con gran capacidad de penetrar dentro
del arco iris progresista utilizando su propio lenguaje y territorio ideológico-.
Tanto la CIA como la FORD han hecho gala, históricamente, de una gran elasticidad
a la hora de subvencionar e intervenir dentro mismo del arco izquierdista. Su
objetivo siempre ha sido, según Stonor Saunders, "lograr la proximidad
a los grupos «progresistas» para controlar sus actividades, en segundo lugar diluir
el impacto de estos grupos, logrando influir en ellos desde dentro, o llevando
a sus componentes a un foro paralelo y, sutilmente, menos radical"(29).
Dando cuenta de esta poblada historia de manipulaciones e intervenciones, uno
de los mayores aportes del abordaje de Stonor Saunders reside –desde nuestro punto
de vista- en la ruptura que provoca de los estereotipos habituales de la imaginación
popular asentados en el mito del agente de inteligencia norteamericano mandibulón,
mascador de chicles, bruto, grosero, pistolero y hombre de acción directa
sin mayores luces para la contienda ideológica. Por el contrario, rompiendo
con esa imagen prejuiciada, Stonor Saunders hunde el escalpelo en personajes sutiles
que degustan (y promueven financieramente...) la música atonal y dodecafónica
o la pintura expresionista. Su fauna está formada por personajes universitarios
nada torpes que saben nadar hábilmente en los matices de la izquierda neutralizando
la mayor parte de las veces las posiciones más radicales no con exabruptos
de extrema derecha sino con finas argumentaciones progresistas.
Tomando en cuenta esos datos, para poder evaluar las razones de semejante arremetida
contra las Madres de Plaza de Mayo debe computarse el hecho "maldito" de que ellas
jamás aceptaron "ayuda humanitaria" de la Fundación Ford (a pesar
de que ésta les ofreció abundante dinero...). Además hoy
las Madres apoyan y reivindican abiertamente a la Revolución Cubana, al
Che Guevara y al comandante Fidel Castro, al subcomandante Marcos y al EZLN, a
Manuel Marulanda Velez (Tirofijo) y a las FARC, a Joao Pedro Stedile y al MST
brasileño y por supuesto a los piqueteros y piqueteras argentinos. No casualmente
Verbitsky sintetizó su cruzada anti Madres denunciando en una de sus editoriales:
"En los últimos años [Hebe de Bonafini] ha propiciado en discursos
públicos la violencia foquista".
Por otro lado, en el caso de la insurgencia "terrorista" (Verbitsky dixit) de
Colombia conviene evaluar que las FARC-EP constituyen hoy la organización
revolucionaria armada más poderosa de América Latina y uno de los
enemigos estratégicos -según los documentos de SANTA FE IV- de la
actual administración norteamericana.
De allí que las controvertidas y ampliamente publicitadas declaraciones
de Horacio Verbitsky -alguien, repetimos para evitar confusiones apresuradas,
totalmente insospechable de pertenecer a la CIA- contra las Madres de Plaza de
Mayo de Argentina y contra las FARC colombianas se ubican en el centro mismo de
las coordenadas de la problemática analizada por Stonor Saunders. No es
difícil entonces llegar a la conclusión de que la historia reactualizada
de la compañía y de la Fundación tiene un final abierto.
Aunque muchos de los eventos, revistas y nombres que hemos mencionado en estas
líneas puedan pertenecer al archivo pretérito de la memoria y aunque
quizás sólo le puedan interesar a testigos de época o a estudiosos
académicos del período, el conocimiento de los mecanismos específicos
habitualmente utilizados para domesticar y cooptar a los intelectuales críticos
y para aislar, desprestigiar y denostar a los revolucionarios más radicales,
resulta imprescindible si de lo que se trata es de enfrentar eficazmente los peligros
de nuestro presente y los desafíos de nuestro futuro. La fabricación
industrial del consenso y la recreación imperial de la hegemonía
no han desaparecido de la escena. Las nuevas generaciones antimperialistas tenemos
por delante una difícil pero apasionante tarea.
Néstor Kohan
Buenos Aires, 4 de abril de 2002
Notas
1- Cfr.Frances Stonor Saunders: La CIA y la guerra fría cultural.
Madrid, editorial Debate, 2001.
2- Resulta sugerente revisar la nota "Los ciclos de la CIA" que Mario Benedetti
escribió en 1976 en oportunidad del atentado contra una nave de Cubana
de Aviación y que recientemente Casa de las Américas (N°225,
octubre-diciembre del 2001, p.41-43) ha vuelto a publicar. Allí Benedetti
alertaba sobre el papel jugado por el New York Times y el Washington
Post –paradigmas de la "prensa libre e independiente" norteamericana- en las
periódicas revelaciones de los crímenes pasados de la CIA.
Siempre las revelaciones llegan tarde y toman luz pública, cíclicamente,
recién cuando los hechos ya están consumados y acurrucados en el
archivo de la memoria...
3- Cfr. María Eugenia Mudrovcic: Mundo Nuevo. Cultura
y Guerra fría en la década del '60. Buenos Aires, Beatriz Viterbo,
1997.
4- Para poder desmontar y someter a discusión el manto de sospecha que
extendieron sobre la cultura crítica de los años '60 los estudios
culturales de factura universitaria predominantes a partir de los años
'80 en la Academia de los países del cono sur latinoamericano -los años
de la denominada "transición a la democracia"- remitimos a nuestro ensayo
La Rosa Blindada, una pasión de los años '60
(Buenos Aires., Editorial La Rosa Blindada, 1999). Allí intentamos demostrar
empíricamente –tomando como base documental las publicaciones de la nueva
izquierda argentina afín a la Revolución Cubana- cuan erróneo
resulta suponer que la producción crítica de los años '60
eclipsó su "especificidad" cultural perdiendo su propia órbita en
el campo intelectual por "haberse politizado demasiado" conjugando la figura del
intelectual comprometido con la del intelectual militante orgánico. Esa
mirada académica predominante durante los '80 (tan proclive a idealizar
la especialización profesionalista y tan reacia a toda politización
en su evaluación autolegitimadora del presente y en su estudio retrospectivo
sobre el pasado) constituye, en última instancia, un fiel producto de las
derrotas sufridas por las corrientes revolucionarias latinoamericanas frente al
imperialismo y frente a las dictaduras militares de los años '70. Pueden
consultarse en este sentido los rigurosos pero discutibles trabajos de Oscar Terán:
Nuestros años sesenta. Buenos Aires, Puntosur, 1991. p.179 y Silvia
Sigal: Intelectuales y poder en la década del sesenta. Buenos Aires,
Puntosur, 1991. p.249.
5- Las cartas entre Fernández Retamar y Rodríguez Monegal fueron
precedidas en la revista argentina por la siguiente aclaración [sin nombre,
probablemente redactada por su director José Luis Mangieri]: "La prensa
seria del país, la vacuna, queremos decir, acogió con singular despliegue
publicitario la noticia de la aparición –bajo la batuta de Emir Rodríguez
Monegal- de la sucesora de Cuadernos por la Libertad de la Cultura, engendro
anticomunista financiado por los EEUU. Cuadernos ("no murió ni la
mataron, terminó pudriéndose") no daba para más. Se inventó
entonces otra publicación adjudicándose a ERM, ensayista uruguayo,
la responsabilidad de la misma. Las dos cartas que publicamos hablan de por sí
sobre la candidez de ERM y la enérgica reacción del joven poeta
cubano Roberto Fernández Retamar, director de la revista de la Casa de
las Américas, de La Habana, y que de paso servirá para ubicar a
algunos publicables que ya estaban preparando sus originales, «despistados» por
la inocente criatura que dirige la nueva revista". Cfr. La Rosa Blindada
N°8, año II, abril-mayo de 1966.p.58.
6- Cfr. Julio Cortázar: Carta a Roberto Fernández Retamar, 23 de
enero de 1966. Recopilada en el volumen monográfico dedicado íntegramente
como homenaje a Julio Cortázar a raíz de su fallecimiento por Casa
de las Américas N°145-146, julio-octubre de 1984.p.31.
7- Cfr. Julio Cortázar: Carta a Roberto Fernández Retamar, 17 de
febrero de 1967. Op.Cit.p.44.
8- Cfr. Luisa Peirano Basso: Marcha de Montevideo. Buenos
Aires, Javier Vergara, 2001. pp.251 y 276.
9- Cfr. Roberto Fernández Retamar: "Ángel Rama y la Casa de las
Américas". En R.F.Retamar: Recuerdo a . La Habana, Editorial Unión,
1998.p.177.
10- Cfr. Ezequiel Rodríguez Labriego: "El periodista Horacio Verbitsky
y la «ayuda humanitaria» de la Fundación Ford", 1 de diciembre del 2001.
En el site de internet REBELION INTERNACIONAL: www.rebelion.org
11- Una de las compilaciones más exhaustivas y completas que conocemos
acerca de estos proyectos de penetración imperial y sus respectivas denuncias
en América latina puede encontrarse en la revista cubana Referencias
N°1 (volumen 2, mayo-junio de 1970), número temático íntegramente
dedicado a: "Imperialismo y ciencias sociales". Referencias era una publicación
editada formalmente por el Partido Comunista de Cuba de la Universidad de La Habana
y salía en forma paralela a Pensamiento Crítico (publicación,
ésta última, que aunque existió durante un lapso de tiempo
menor que Casa de las Américas cumplió un papel análogo
en la defensa del pensamiento antimperialista, no ya en el terreno de las letras
sino en el de las ciencias sociales). Como Pensamiento Crítico,
Referencias era impulsada por Fernando Martínez Heredia. En su dirección
también participaba José Bell Lara.
12- Cfr. José Nun: "Superpoblación relativa, ejército industrial
de reserva y masa marginal". En Revista Mexicana de Sociología N°2,
Vol.V, 1969. pp.178-236. Recopilado posteriormente (junto con la polémica
entre Nun y el sociólogo -hoy presidente de Brasil- Fernando Henrique Cardoso)
en J.Nun: Marginalidad y exclusión social. Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 2001.
13- Cfr.Inving Horowitz: "La ideología política de la economía
política". En Aportes. Una revista de estudios latinoamericanos (director
Luis Mercier Vega), París, N°14, octubre de 1969, p.80-102; Robert Paris:
"El marxism.o de Mariátegui", En Aportes. Una revista de estudios
latinoamericanos N°17, julio de 1970, p.6-30; Florestan Fernández:
"Universidad y desarrollo", en Op.Cit., p.133-158 y Beba Balvé
y Néstor D'Alessio: "Migraciones internas e inserción en el
proceso productivo". En Aportes. Una revista de estudios latinoamericanos
N°18, octubre de 1970. p.148-160. En Aportes también publicó el
conocido sociólogo italiano emigrado a la Argentina Gino Germani, pero
bueno... a diferencia de lo que ocurre con los otros nombres anteriormente
mencionados, nadie se extrañaría de encontrar a Germani en esta
nómina ya que su ideología "modernizadora" y su legitimación
"científica" del orden burgués calzaba perfectamente en
la perspectiva desarrollista, profesionalista, "apolítica" y
cientificista que promovía la revista fundada por la CIA y financiada por
la Fundación Ford. Cfr. Gino Germani: "¿Pertenece América Latina
al Tercer Mundo?". En Aportes. Una revista de estudios latinoamericanos
N°10, octubre de 1968, pp.6-32.
14- Cfr.Daniel Goldstein: "El proyecto MARGINALIDAD, Sociólogos argentinos
aceitan el engranaje". En Marcha, 10/1/1969. Pueden consultarse los principales
materiales de la polémica sobre el Proyecto MARGINALIDAD en el semanario
Marcha, Montevideo, Nros. del 10/1/1969, 17/1/1969 y 28/2/1969). (Estos datos
los hemos obtenido del artículo ya citado de Ezequiel Rodríguez
Labriego).
15- Cfr. Horacio Verbitsky: "La alegría de la muerte". En Página
12, 1 de octubre de 2001.
16- Osvaldo Bayer, historiador argentino y columnista habitual del periódico
Página 12 (donde también escribe Verbitsky), ironizó
sobre esta descalificación señalando: "Verbitsky aprovecha
la discusión para tratar de menospreciar a la Universidad de las Madres.
La llama despectivamente «la academia» [...] ¿Tal vez Verbitsky la llama «academia»
porque la Universidad de las Madres no recibe financiación de la Fundación
Ford?". Cfr. Osvaldo Bayer: "Ni revolución ni academia".
En Tres Puntos N°226, año V, 25 de octubre del 2001. p23.
17- Uno de ellos, Jorge Sigal, escribió un editorial sumamente ofensivo
contra las Madres titulado en forma amenazante "Adiós Hebe".
Cfr. Tres Puntos N°226, año V, 25 de octubre del 2001. p.27. Hasta
el momento no hemos podido ubicar en ningún archivo de época una
sola línea de crítica donde Sigal, inflexible y estricto con Hebe
de Bonafini, haya cuestionado el apoyo público que brindara al general
Videla -con el pretexto de "frenar a los pinochetistas" (sic) y a pesar
de tener más de cien comunistas desaparecidos- la antigua dirección
del Partido Comunista Argentino (PCA) en cuyas filas él militaba...
18- Cfr. Andrés Oppenheimer: "Los aplausos al terrorismo". En
La Nación, 16 de octubre del 2001.
19- Para marcarle su mutación, concretamente Viñas le planteó
a Verbitsky un contrapunto con la figura de Walsh: "Pero lo que no resulta
implícito, Verbitsky, sino muy explícito –hablando concretamente
de Walsh– es lo que he escrito en un libro que anda por ahí: "Si Rodolfo
Walsh era un cristiano primitivo, Verbitsky es un católico". Para quien
sepa leer: Walsh era un aguafiestas; usted ha llegado a ser políticamente
inobjetable. Otro tipo de mutación: se trata de dos niveles profesionalmente
correlativos, pero cualitativamente antagónicos. Walsh era un artesano
de la información que trabajaba en solitario; usted, Verbitsky, notoriamente
se ha convertido en un empresario de la información que trabaja rodeado
de computadoras y de informantes". Cfr. David Viñas: "Derecho
a réplica". En Página 12, 30 de octubre del 2001.
20- Cfr. Martin Andersen: Dossier Secreto. El mito de la guerra sucia en la
Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 2000. pp.299-300.
21- Cfr. Su editorial de Página/12, correspondiente al 24 de marzo
del 2002.
22- El primer párrafo del prólogo de Sábato al Nunca más
(Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas-CONADEP)
comienza así: "Durante la década del '70 -decía Sábato-
la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía desde la extrema
derecha como desde la extrema izquierda". Cfr. CONADEP: Prólogo
del Nunca más. Buenos Aires, EUDEBA, 1984.p.7. Idéntica posición
asume el historiador Félix Luna en su prólogo (1986) al libro de
Richard Gillespie: Soldados de Perón, los Montoneros. Buenos Aires,
Grijalbo, 1987. pp.7-10. La posición de Verbitsky sobre el conflicto colombiano
prolonga exactamente en los mismos términos las formulaciones de Ernesto
Sábato y Félix Luna.
23- Cfr. Lewis Arthur Tambs (y equipo): Santa Fé IV, el futuro de las
Américas: Temas para el nuevo milenio. Buenos Aires, Beba Balvé-Carlos
Suárez editores, 2002. p.28. Identificando a la actual insurgencia colombiana
como uno de los principales enemigos estratégicos de Estados Unidos, allí
también se argumenta que "Décadas después de que la
guerrilla izquierdista colombiana adoptara el narcoterrorismo como su medio
principal para lograr sus objetivos políticos, sigue beneficiándose
de un extraño caso de «ceguera voluntaria» entre los norteamericanos encargados
de trazar políticas". Op.Cit.p.45.
24- Los datos sobre la cantidad exacta de dinero aportada por la Fundación
Ford al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de Argentina los he obtenido
de un artículo polémico (que ha circulado por diversas cadenas de
emails) escrito por el periodista argentino Pablo Kilberg donde se cuestiona la
posición de Horacio Verbitsky. Pueden corroborarse estos datos consultando
la página de la Fundación en Internet en el site: www.fordfound.org
25- Esta carta que reproducimos íntegramente está citada como apéndice
documental en el mencionado trabajo de Ezequiel Rodríguez Labriego. Cfr.
la página REBELION en el site: www.rebelion.org
26- Cfr. Andrés Oppenheimer: "Los aplausos al terrorismo". La
Nación, 16 de octubre del 2001.
27- Cfr. Frances Stonor Saunders: Op.Cit.p.492.
28- Cfr. James Petras: "La Fundación Ford y la CIA: un caso documentado
de colaboración filantrópica con la policía secreta",
19 de diciembre del 2001. En el site de internet REBELION: www.rebelion.org [Página
de Petras].
29- Cfr. Stonor Saunders: Op. Cit.p.93.