|  | 
25 de abril del 2002
La guerra cultural y la fabricación industrial del consenso
La pluma y el dólar
 
Nestor Kohan
Revista CASA DE LAS AMÉRICAS 
A la memoria de Rodolfo Walsh 
Creo que una de las principales fallas en la extensa 
literatura sobre economía, ciencia política e historia 
del imperialismo radica en que se presta muy poca 
atención al papel de la cultura para mantener un imperio 
Edward Said 
LA COMPAÑÍA REVISITADA  
Hasta poco tiempo antes de las últimas manifestaciones populares contra 
el FMI, el Banco Mundial y la mundialización capitalista (Seattle, Davos, 
Praga, Génova, Porto Alegre, Buenos Aires, etc.) el problema y la temática 
del imperialismo había desaparecido en la Argentina y en otros países 
de América Latina de la agenda cotidiana y del lenguaje políticamente 
correcto. Si alguien osaba tan sólo mencionar la penetración cultural 
norteamericana quedaba expuesto automáticamente a la risa y a la sorna. 
Ese problema, se decía, pertenece a las viejas películas de espías 
que supiera hacer Hollywood. 
Sin embargo la situación mundial cambió notablemente en los últimos 
tres años. Ahora está más claro que los conflictos y los 
intentos de dominación no han desaparecido y que la guerra ideológica, 
fría, tibia o caliente, abierta o encubierta, continúa. Aunque se 
ha puesto de moda cierta literatura filosófica de estirpe postestructuralista 
que tiende apresuradamente a dar por finalizada la etapa del imperialismo -estamos 
pensando en el último libro de Toni Negri y Michael Hardt- éste 
sigue, porfiadamente, existiendo. La "paz" no es entonces nada más que 
una fase del dominio estable, el momento máximo de la realización 
de la hegemonía. 
Al menos así lo demuestra la reciente y oportuna aparición en español 
del voluminoso texto de Frances Stonor Saunders La CIA y la guerra fría 
cultural (edición en inglés de 1999, en español de octubre 
de 2001)(1) que ha vuelto a poner en el tapete un debate curiosamente "olvidado" 
y sospechosamente encarpetado en los archivos de un pasado remoto y lejano. 
Como una bomba atómica este libro resulta devastador, demoledor y aplastante. 
Reduce a polvo la mitología de la libertad de expresión, de la interdependencia 
igualitaria de las naciones y la retórica de la sociedad abierta detrás 
de las cuales encuentra la estafa moral y el engaño, la manipulación 
y el control informativos, la neutralización de toda disidencia y la compra 
sistemática de intelectuales, de sus plumas, sus voces y sus conciencias. 
Su pormenorizada investigación dibuja la gran épica del dólar 
y la inmensa telaraña que su poder tejió -a través de la 
CIA- sobre las conciencias europeas y las propias plumas estadounidenses desde 
1945 en adelante. 
Ya en los años '30 había sido Antonio Gramsci quien había 
profetizado que las nuevas guerras se ganarían en el campo intelectual, 
en la cultura y las ideas. Corroborando aquella profecía iluminadora, la 
impresionante indagación de Stonor Saunders constituye un libro fundamental 
para comprender y estudiar el papel de la CIA en la fabricación industrial 
del consenso basado en la propaganda encubierta, en la guerra psicológica 
y en la organización de frentes culturales. Todas sus revelaciones se apoyan 
en entrevistas exclusivas a viejos agentes de la CIA, así como también 
en la correspondencia de muchos de los protagonistas y en documentos gubernamentales 
secretos recientemente desclasificados. 
El texto, apasionante, aporta una cantidad enorme de datos (incluyendo nombres 
de agentes infiltrados y fotografías) sobre los abultados millones de dólares 
que la CIA invirtió en sobornos, pensiones políticas, becas y subsidios 
a congresos, editoriales y revistas "independientes", destinados a cooptar, neutralizar 
o inducir quiebres en los intelectuales críticos de Europa del Este, de 
Europa Occidental y de los propios Estados Unidos. La finalidad de este gigantesco 
arsenal político y financiero la definió C.D.Jackson (consejero 
en guerra psicológica de Eisenhower y la CIA): "nos proponemos ganar la 
tercera guerra mundial sin combatir". Lo lograron. 
Como un sabueso la autora incursiona en lo que Arthur Koestler denominaba "el 
circuito internacional de putas por teléfono". Así calificaba a 
los intelectuales nucleados en torno al Congreso por la Libertad de la Cultura, 
institución formada, dirigida y financiada por la CIA. Allí aparecen 
nombres célebres que "recién se enteraron" de la presencia de la 
CIA cuando el New York Times lo denunció públicamente en 
1966(2). Entre muchos otros y otras Saunders recorre los pasos sinuosos de Isaiah 
Berlin, Freddie Ayer, André Malraux, Nicolás Nabokov (primo del 
autor de Lolita), André Gide, Jacques Maritain, T.S.Elliot, Benedetto 
Croce, Arthur Koestler, Raymond Aron, Salvador de Madariaga y Karl Jaspers. Al 
adherir en sus manifiestos anticomunistas de manera "desprevenida" o consciente 
a las direcciones ideológicas de los agentes de la CIA Michael Josselson, 
Tom Braden, John Hunt o Melvin Lasky estos intelectuales se ganaban automáticamente 
un pasaporte oficial de la cultura. 
El trabajo de Saunders confirma mucho de lo que siempre se sospechó. Detrás 
del glamour de los conciertos a toda orquesta, del aristocratismo de las galerías 
de arte más exclusivas y de la farándula agrupada en torno al Congreso 
por la Libertad de la Cultura y sus múltiples revistas literarias de alta 
cultura se podía oler el seco perfume del billete verde norteamericano. 
Un verdadero coro monocromático de voces que, aparentemente, eran pluralistas 
pero en realidad entonaban los acordes de una única y cerrada melodía 
dictada por agentes encubiertos. Los datos aportados por los propios protagonistas 
son contundentes, no dejan lugar a dudas. La CIA tenía poder de veto directo 
sobre casi todas las revistas y entidades culturales que financiaba. 
Leída en perspectiva histórica la investigación de Stonor 
Saunders resulta sumamente atractiva no sólo por los nudos que va destejiendo 
al poner en evidencia los fines casi siempre solapados por los que luchaban realmente 
los intelectuales anticomunistas de los años '50 y '60 "guiados", "aconsejados" 
y financiados por la CIA sino también porque pone en primer plano, negro 
sobre blanco, los enemigos contra los que batallaban. De todos ellos sobresale 
la figura hoy mítica de Jean Paul Sartre, cuya prédica a favor del 
compromiso fue tan vilipendiada desde los años '70 en adelante no sólo 
por sus adversarios académicos de factura estructuralista (que le cuestionaban 
filosóficamente su desmedida confianza en la conciencia dadora de sentido 
y en el sujeto moderno) sino también por los (auto)denominados "nuevos 
filósofos", quienes le reprochaban tanto su compromiso político 
con las causas tercermundistas como su adscripción al "horizonte insuperable 
de su época", el marxismo. El neutralismo de Sartre y su negativa a enrolarse 
en la cruzada anticomunista –a pesar de la distancia que lo separaba de la cultura 
oficial del mundo stalinista de la URSS- era indigerible para los miembros del 
Congreso por la Libertad de la Cultura, quienes intentaban contraponerle un tipo 
de cultura universalista, desterritorializada, en gran medida "apolítica", 
encarnada por una figura de intelectual siempre atento al profesionalismo y reacio 
a adoptar puntos de vista totalizantes ante la vida política. 
Los agentes encubiertos de la CIA armaban y desarmaban permanentemente estrategias 
para neutralizar Les Temps Modernes como si se tratara de la comandancia 
de un ejército enemigo. No resulta casual que con sus críticas al 
neoliberalismo tanto el último Pierre Bourdieu -recientemente fallecido- 
como Noam Chomsky hayan reactualizado en el mundo intelectual de fines de los 
años '90 y en el de comienzos del nuevo siglo gran parte de los mismos 
ademanes sartreanos que habían hecho perder el sueño a sus enemigos 
de los '50 y '60 (a pesar de las muchas críticas que el joven Bourdieu 
había dirigido contra la figura literaria y "totalizante" de Sartre en 
nombre de la contrafigura encarnada por el sociólogo profesional y especialista, 
poseedor de una capital simbólico específico a su disciplina). 
Pero no todo era ideología anticomunista y moralina discursiva a favor 
de la "sociedad abierta" en el caso de los intelectuales mimados por la CIA. También 
entraban en juego prebendas personales y las caricias que el poder siempre brinda 
a sus intelectuales orgánicos. Los defensores del "mundo libre" también 
obtenían viajes en cruceros, estadías en hoteles cinco estrellas 
en las capitales de Europa y en New York y "descansos" en las mansiones más 
exclusivas del jet set internacional donde los atendía una legión 
de sirvientes. Corrosiva hasta el límite, Stonor Saunders apunta que ninguno 
de ellos se preguntaba quién pagaba todo ese lujo ni de dónde salía 
tanto dinero. Su idealismo moral tenía patas cortas, muy cortas. 
Y si alguien preguntaba había una respuesta preparada...de las fundaciones 
"filantrópicas y humanitarias": Ford, Farfield, Kaplan, Rockefeller o Carnegie, 
auténticas "tapaderas" de la CIA. Aunque nunca apareciera en primer plano 
la larga y adinerada mano de la compañía siempre estaba detrás 
de ellas. El crítico uruguayo Ángel Rama las denominó, con 
justicia, "fachadas culturales". 
"La CIA, virtual Ministerio de Cultura de EEUU, decía promover la libertad 
de expresión. Para ello reclutaron nazis, manipularon elecciones democráticas, 
proporcionaron LSD a personas inocentes, abrieron el correo a miles de ciudadanos 
americanos, derrocaron gobiernos, apoyaron dictaduras, tramaron asesinatos y compraron 
conciencias. ¿En nombre de qué? No de la virtud cívica, sino del 
imperio". Así finaliza sus más de 600 páginas Stonor Saunders. 
Un trabajo encomiable. 
ESCRITORES Y SOCIÓLOGOS LATINOAMERICANOS EN LA MIRA DE LA AGENCIA  
Quizás por eurocentrismo, quizás por no manejar el idioma español 
en la imprescindible consulta de fuentes primarias, Stonor Saunders no incursiona 
en la compleja relación de la CIA y sus correas de transmisión con 
nuestra América. Un lector latinoamericano notará por ello en el 
libro la ausencia de algún capítulo especial dedicado al subcontinente. 
No es tan grave la ausencia ni alcanza para empañar esta excelente investigación. 
Debemos reconocer que todavía no existe un estudio sistemático y 
definitivo que aborde esa relación en todas sus vetas y aristas. Recién 
estamos al comienzo. Sin embargo, si se pretende reconstruir de manera rigurosa 
y completa el mundo de la compañía y su intervención en el 
campo intelectual resulta imposible soslayar la importancia central que la agencia 
otorgaba y otorga a su "patio trasero". 
Escasos años antes de que apareciera en inglés el libro Stonor Saunders, 
María Eugenia Mudrovcic se había abocado a la tarea de descomponer 
la intervención de la CIA en el mundo de la literatura y la crítica 
literaria de los años '60. Para ello Mudrovcic tomó como eje la 
publicación dirigida por el uruguayo Emir Rodríguez Monegal Mundo 
Nuevo(3). Su libro, redactado en un tono más académico que el 
de Stonor Saunders, resulta uno de los estudios más sugerentes al respecto. 
Allí analiza el modo cómo la CIA y la Fundación Ford impulsaron 
y financiaron las revistas Cuadernos (en un primer momento) y Mundo 
Nuevo (en una segunda instancia). 
Ésta última tiene a su vez dos épocas. Una primera -cuando 
la revista se confeccionaba en París y era dirigida por Emir Rodríguez 
Monegal- y una segunda -que se inicia en 1968- cuando la revista pasa a editarse 
en Argentina bajo la coordinación de Horacio Daniel Rodríguez. 
En el trabajo de Mudrovcic volvemos a encontrar la descripción de la contraposición 
entre dos tipos de cultura y entre dos figuras del intelectual no meramente diferentes 
sino enfrentados en forma antagónica. De nuevo emerge la figura de Sartre 
como arquetipo de todo lo repudiable por los intelectuales protegidos bajo el 
paraguas de la compañía. Pero esta vez la figura del intelectual 
comprometido se conjuga y entrecruza con la figura del intelectual orgánico 
–es decir la de aquel intelectual que no sólo se constituye como "conciencia 
crítica" externa frente al statu quo de la cultura oficial sino que además 
se afirma como militante con una pertenencia directa a los movimientos sociales 
emancipadores-. 
Si Sartre era el modelo europeo de la izquierda por excelencia que la CIA pretendía 
obsesivamente neutralizar y contrarrestar, en América Latina el paradigma 
se prolongaba hacia figuras cuyo radio de accionar no quedaba de ningún 
modo reducido a la república de las letras o a la polis filosófica 
(así sea bajo un ademán comprometido). Es muy probable que el argentino 
Rodolfo Walsh o el salvadoreño Roque Dalton hayan sido dos de los numerosos 
intelectuales latinoamericanos cuya praxis cultural y política al mismo 
tiempo resumía la máxima apuesta de aquellos tiempos(4). Una 
de las principales revistas que con mayor eficacia y sistematicidad promovió 
en el continente esta original conjunción fue sin duda Casa de las Américas. 
No resulta por ello aleatorio que Mudrovcic construya un esquema referencial especularmente 
invertido entre Mundo Nuevo y Casa de las Américas como dos 
arquetipos diametralmente opuestos y centralmente ubicados en la disputa ideológica 
de los años '60: moderado, liberal, ecléctico y -aparentemente- 
despolitizado, en el primer caso, crítico, denuncialista y abiertamente 
impugnador, en el segundo. Mientras la revista dirigida por el crítico 
uruguayo promovía el apoliticismo del escritor profesional entendido 
como "experto", la publicación dirigida por el crítico cubano impulsaba 
en cambio la politización del intelectual entendido como militante. 
Si Mundo Nuevo y Casa de las Américas constituyeron entonces 
los dos arquetipos epocales, el cruce polémico entre sus respectivos directores 
condensó gran parte de la disputa ideológica de la década. 
Ampliamente difundida por el continente, la correspondencia entre Emir Rodriguez 
Monegal y Roberto Fernández Retamar (llevada a cabo aún antes de 
que apareciera Mundo Nuevo) fue difundida en la Argentina por La Rosa 
Blindada(5). 
De la lectura de aquella correspondencia puede surgir la impresión de que 
Rodríguez Monegal era un intelectual "ingenuo" y no se daba cuenta de que 
detrás de su revista estaba nada menos que la CIA, primero, y la Fundación 
Ford, después. Esa era la imagen que por entonces se tenía de él. 
Incluso Fernández Retamar, en la carta que le enviara al uruguayo fechada 
en La Habana el 6 de diciembre de 1965 en un momento le dice a su interlocutor: 
"me temo, Emir, que has sido sorprendido en tu buena fe, de la que no tengo porqué 
dudar". 
Sin embargo, Mudrovcic cita en su libro un artículo de 1968 donde Rodríguez 
Monegal, ya fuera de la dirección de Mundo Nuevo y después 
de haber recibido durísimas críticas de Ferrnández Retamar 
desde Cuba y de su coterráneo Ángel Rama desde Uruguay, reprocha 
en la misma revista el rumbo que adopta la publicación (que pasa de un 
anticomunismo disfrazado y encubierto a un anticomunismo abierto y frontal). Allí 
Monegal afirma amargamente que: "el nuevo Mundo Nuevo es una pifia que 
no leerán ni los lectores de pruebas. Qué triunfo para los Ramas, 
Fernández Retamar, Lisandro Oteros, Díaz Lastra y Julio (Gardel) 
Cortázar: que le saquen una revista incómoda de las manos sus propios 
enemigos y que le pongan ese supositorio tranquilizante a la conciencia siempre 
alerta y revolucionaria de la alerta y revolucionaria izquierda intelectual de 
América Latina". Como podrá apreciar el lector, Rodríguez 
Monegal tenía de todo menos inocencia. Se daba perfectamente cuenta que 
su tarea de punta de lanza de la iniciativa cultural de los aparatos de inteligencia 
y financieros norteamericanos podía ser cumplida de manera mucho más 
eficaz y mejor por una publicación "independiente" y aparentemente "despolitizada" 
que por otra embanderada abiertamente con las estrellas y las barras. 
¿Qué le había criticado Fernández Retamar a Rodríguez 
Monegal en aquella célebre correspondencia de los '60? Un punto fundamental 
que, según nuestro punto de vista, continúa hoy en día, más 
de tres décadas después, completamente vigente y sobre el cual jamás 
deberíamos dejar de interrogarnos las nuevas generaciones de intelectuales 
latinoamericanos. 
Fernández Retamar se preguntaba entonces y le preguntaba al flamante director 
de Mundo Nuevo: "¿O debemos creer que el imperialismo norteamericano, 
al margen de ciertas hazañas en el Congo, en Vietnam o en Santo Domingo, 
se ha entregado de repente al patrocinio desinteresado de las puras tareas 
del espíritu en el mundo, sobre todo en nuestro mundo, y te envían 
a París para darle a la América latina la revista que su literatura 
requiere?". Reemplace el lector contemporáneo las viejas "hazañas" 
del Congo, Vietnam y Santo Domingo por las más nuevas de Irak, Kosovo, 
Afganistán o Colombia y la pregunta no pierde ni una pizca de actualidad. 
La iniciativa de Fernández Retamar no cayó en saco roto. Finalmente 
logró, por ejemplo, que un escritor de la talla de Julio Cortázar 
no cayera en la trampa de las "buenas intenciones" de Monegal y se negara sistemáticamente 
a publicar sus relatos en Mundo Nuevo, a pesar de que al comienzo había 
mantenido una actitud ambivalente. 
En una carta fechada en París el 23 de enero de 1966, donde aborda por 
primera vez la cuestión, Cortázar le dice a Fernández Retamar: 
"He seguido atento al problema de Emir Rodríguez Monegal. Comí 
con él y me entregó copia de la respuesta a tu carta. Conoces, pues, 
su punto de vista; ayer, por casualidad, me lo encontré en un restaurante 
(estaba precisamente con Mario Vargas [Llosa, en aquel tiempo amigo de la Revolución 
Cubana. Nota de N.K.] a quien debía estarle explicando el problema, pues 
Emir quiere que todos sus amigos estén bien enterados de la cosa, lo mismo 
que tú). Me repitió que quiere ir a Cuba a hablar contigo y con 
la gente de la Casa; ojalá lo haga, porque sería la única 
manera de que todo el mundo vea más claro en este asunto que parece viciado 
desde su nacimiento. Emir ha tenido la inteligencia de no pedirme colaboración, 
limitándose a darme sus puntos de vista. Yo espero ahora que vaya a 
Cuba, y el futuro dirá qué puede salir de este asunto que, después 
de todo, no tiene tanta importancia"(6). 
En otra carta al director de Casa de las Américas, fechada en Saignon el 
21 de julio de 1966, Cortázar le confiesa su intención de publicar 
en Mundo Nuevo un ensayo sobre Paradiso de Lezama Lima pero subordina 
esa decisión a la opinión de Fernández Retamar. Así 
le pregunta: "¿Qué ha pasado finalmente con Mundo Nuevo? Mis amigos 
de París me dicen que los tres primeros números son inobjetables 
desde el punto de vista que te imaginas. Sólo conozco el primero, y no 
sé si tú lo has visto y te han llegado los otros. Porque como 
Monegal insiste en pedirme colaboración, se me ha ocurrido ahora que 
si la revista se mantiene en un plano digno, la publicación en ella de 
esas páginas sobre Lezama serían bastante sensacional en muchos 
aspectos. Primero, porque «lanzaría» el nombre y la obra de un gran cubano 
entre millares de lectores que lo desconocen por completo; segundo, porque en 
mi texto se dicen cosas muy duras sobre el bloqueo a Cuba, las barreras del miedo 
y la hipocresía, con el tono y la intención que te imaginas. No 
contestaré a Monegal hasta no tener tu opinión. Por eso te pido 
una respuesta inmediata, me bastarán dos líneas". 
Finalmente las dudas de Cortázar se disipan. Para la política cultural 
antimperialista éste fue un logro de alcance mundial, dada la centralidad 
de Cortázar en el mundo literario de aquellos momentos. Así le escribe 
en febrero de 1967 a Fernández Retamar: "Por el momento no tengo nada de 
importante que decirte, salvo que en París se habla en todas partes 
de las últimas revelaciones referentes a los fondos de la CIA [Cortázar 
se refiere aquí a las revelaciones del New York Times sobre el papel 
de la CIA en el Congreso por la Libertad de la Cultura], que sin duda conoces, 
y que no hacen más que confirmar lo que todos sabíamos ya básicamente 
en los días de nuestro encuentro. Tengo que ver a Monegal en estos días 
para dejar bien aclarado mi punto de vista sobre Mundo Nuevo, y me 
sospecho que después de estas nuevas revelaciones, Monegal ya no tendrá 
muchos argumentos que oponer a lo que le voy a decir"(7). 
Pero Fernández Retamar no estuvo solo en el cuestionamiento de Mundo 
Nuevo. Compartió la tarea polémica con otro crítico latinoamericano, 
el uruguayo Ángel Rama, director de la sección literaria de la mítica 
revista uruguaya Marcha entre 1959 y 1968 (Rodríguez Monegal había 
dirigido esta sección entre 1945 y 1957)(8). Así le informa Rama 
a Fernández Retamar en un carta sin fecha -ingresada en Casa de las Américas 
el 10 de febrero de 1966- que: "Otra noticia que ya sabrás: Cuadernos 
fue sustituida por Nuevo Repertorio [al cabo, según es conocido, 
se llamó Mundo Nuevo. Nota de R.F.R.] que dirigirá en París 
Rodríguez Monegal y que intentará el confusionismo por un tiempo 
[...] dirigiéndose sobre todo a la izquierda no comunista [...] 
el intento, en definitiva, está condenado al fracaso, luego de un período 
de confusionismo. No es esto lo que me preocupa, sino la magnitud de datos 
e informaciones que comprueban la violencia y el dinero con que los Estados Unidos 
han decidido entrar en la vida cultural latinoamericana". Comentando esta 
y otras cartas de Rama, Fernández Retamar reconoce que "Ángel 
[Rama] quien, como se ve, encabezó el combate contra Mundo Nuevo 
y a quien acompañé en la justa causa [...]"(9). 
Aunque lamentablemente no aborda de lleno la cuestión latinoamericana, 
Stonor Saunders reconoce que nuestra América fue uno de los territorios 
más reacios y más difíciles de cooptar para la acción 
político cultural solapada de la CIA ya que aquí la compañía 
encontró una resistencia intelectual muy fuerte a sus diversos intentos 
de penetración. La tarea de Roberto Fernández Retamar en Casa 
de las Américas y la de Ángel Rama en Marcha -acompañados 
de revistas como La Rosa Blindada -dirigida por José Luis Mangieri- 
en Argentina y Siempre! en México- en la denuncia de lo que 
significaba realmente Nuevo Mundo como empresa político intelectual 
en el campo de la crítica literaria resultó precursora. 
Otro tanto ocurrió en el ámbito de las ciencias sociales. Porque 
si de algo no puede acusarse a la CIA y a sus "tapaderas" y fachadas como la Fundación 
Ford es de haberse limitado a una sola forma de penetración o a un escenario 
restringido de combate ideológico. Por el contrario, la inteligencia norteamericana 
se abocó de lleno a todos los terrenos, excediendo el restringido ámbito 
de las letras. 
En el caso de la investigación social, los norteamericanos se dedicaron 
a impulsar y financiar diversos proyectos para América latina paralelos 
a la iniciativa de Mundo Nuevo. 
Uno de los primeros y más controvertidos proyectos de investigación 
sociológica fue el proyecto Camelot. La denuncia del carácter imperial 
de este proyecto se desarrolló esta vez no en Uruguay ni en Cuba sino en 
Chile y estuvo a cargo del sociólogo noruego Johan Galtung. 
Como ha señalado recientemente el historiador uruguayo Ezequiel Rodríguez 
Labriego en oportunidad de su reconstrucción de la historia de la Fundación 
Ford(10), el proyecto Camelot (1964), al igual que muchos otros de su estilo, 
aunque estaba patrocinado de modo indirecto por la Armada norteamericana y el 
Departamento de Defensa (y otras agencias estatales similares) aparecía 
bajo el ropaje de una cobertura científica irreprochable. Del mismo modo 
que sucedía con los conciertos o revistas del Congreso por la Libertad 
de la Cultura la cobertura "independiente" era lo primordial para la inteligencia 
norteamericana. La cara pública del proyecto en este caso le correspondió 
a la Universidad Americana. Desarrollado por 140 investigadores tiempo completo 
durante tres años y medio este proyecto perseguía investigar sociológicamente 
las raíces del conflicto social latinoamericano y sus potenciales medios 
de neutralización. A partir de la denuncia de Johan Galtung se puso en 
evidencia que la "ayuda desinteresada" de los organismos estatales norteamericanos 
hacia este tipo de proyectos y su "colaboración financiera en aras de la 
ciencia" perseguía en realidad un interés político estratégico 
muy preciso y determinado: contribuir a la defensa imperial de contrainsurgencia 
y contrarrevolución preventiva. La pregunta que le formulara Roberto Fernández 
Retamar en su correspondencia a Emir Rodríguez Monegal resulta plenamente 
pertinente también para este caso, si se reemplaza la referencia a "las 
puras tareas del espíritu" (supuestamente promovidas por el imperialismo) 
por las "puras tareas de la ciencia". 
El proyecto Agile, a su turno, estuvo dirigido a desarrollar un programa de contrainsurrección 
en Thailandia y fue extendido, más tarde, a una serie de países 
del Tercer Mundo. El presidente Kennedy le había dado la aprobación 
al proyecto Agile, que al igual que el Camelot no estaba patrocinado por la CIA 
sino por una institución colateral del ministerio de defensa (el ARPA: 
Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada). Denunciado en 1967 por 
los estudiantes de la Universidad de Cornell y también por los de la Universidad 
de Michigan (en América latina esa tarea de denuncia fue realizada esta 
vez no por uruguayos ni por cubanos sino por el periodista socialista argentino 
Gregorio Selser), Agile a través de la Universidad de Pennsylvania estudiaba 
"científicamente" la posibilidad de utilizar armas químicas y biológicas 
en guerras contrainsurgentes en general y en la de Vietnam en particular. Mediante 
la "colaboración científica desinteresada" el proyecto Agile desarrolló 
estudios sobre Brasil, Colombia, Venezuela, Bolivia, Honduras, Perú y Ecuador, 
entre otros. 
El tercer proyecto, fuertemente controvertido y discutido por aquellos años 
como todos los demás, fue el proyecto Simpático, jocoso nombre con 
que se conoció el proyecto patrocinado en Colombia por la American University 
(asociada del Departamento de Defensa de EEUU) y el SORO (Special Operation Research 
Office, igualmente de EEUU)(11). 
El cuarto proyecto que generó escándalos similares a los tres anteriores 
fue el proyecto Marginalidad. Dirigido por los sociólogos argentinos José 
Nun, Miguel Murmis y Juan Carlos Marín este proyecto no contó como 
los otros tres anteriores con el apoyo del Pentágono, la CIA o el Departamento 
de Defensa de los Estados Unidos de Norteamérica. Solamente contó 
con el financiamiento "desinteresado" y "altruista" de...la Fundación FORD 
(más tarde se agregó al financiamiento el Instituto Torcuato Di 
Tella de la Argentina). A lo largo de su libro Stonor Saunders se explaya extensamente 
sobre la estrechísima ligazón que unía a la CIA con la Fundación 
Ford, (tal es así -agrega en idéntico sentido Mudrovcic- que cuando 
deja de estar financiada por la CIA Mundo Nuevo para a recibir inmediatamente 
fondos de la Fundación Ford...). 
El objetivo de estudio del proyecto Marginalidad consistía en investigar 
a aquellos sectores sociales de obreros desocupados (clasificados según 
el marxismo clásico como "ejército industrial de reserva") expulsados 
del ámbito productivo y potencialmente proclives a actuar políticamente 
por fuera de la institucionalidad de los partidos políticos tradicionales 
latinoamericanos y el Parlamento. En un artículo famoso publicado originariamente 
en la Revista Mexicana de Sociología José Nun intentaba diferenciar 
entre los conceptos marxianos de "ejército industrial de reserva" y de 
"superpoblación relativa" argumentando -en una línea por entonces 
estrictamente althusseriana- que la "superpoblación relativa" existe en 
muchos modos de producción a lo largo de la historia mientras que el "ejército 
industrial de reserva" corresponde sólo al modo de producción capitalista 
en su fase de libre competencia mientras que en su fase monopólica la "superpoblación 
relativa" se transforma en "masa marginal" (en relación con los sectores 
más concentrados del capital). Una sutil elucidación filológica 
al interior de la teoría marxista que Nun pretendía fundamentar 
contraponiendo El Capital con los Grundrisse (los primeros borradores 
de El Capital)(12). 
Si damos crédito a la investigación de Stonor Saunders, resulta 
cierto que ni la CIA ni la Fundación Ford -a diferencia del macartismo 
más rancio y troglodita incapaz de construir hegemonía "incorporando 
y metiéndose a su enemigo en el bolsillo" como le gustaba decir a Gramsci 
al hablar de la revolución pasiva- ni se "asustaban" ni se amilanaban frente 
a argumentos, léxico o categorías de izquierda en general o marxistas 
en particular. Todo, absolutamente todo, era digerible por la agencia y por 
la Fundación Ford si servía para legitimar las instituciones propias, 
los proyectos y las publicaciones por ellos impulsados y si era útil para 
neutralizar al mismo tiempo a los elementos más radicales y a los movimientos 
de izquierda más reacios a la cooptación. Incluso la revista 
Aportes, socia de Mundo Nuevo (ya que Mundo Nuevo recibía 
dinero de la Fundación Ford a través de Aportes) y editada 
trimestralmente en París por el Instituto Latinoamericano de Relaciones 
Internacionales (ILARI, fundado personalmente en 1966 por el agente de la CIA 
Michael Josselson y heredero directo del desprestigiado Departamento Latinoamericano 
del Congreso por la Libertad de la Cultura) se dio el lujo de publicar en sus 
páginas artículos de intelectuales marxistas como el de Robert Paris 
sobre "El marxismo de Mariátegui", como el de Florestan Fernández 
"Universidad y desarrollo", el de Irving Horowitz sobre "La ideología política 
de la economía política" o el de Beba Balvé y Néstor 
D'Alessio sobre "Migraciones internas e inserción en el proceso productivo"(13). 
A pesar entonces de estar formulado con categorías de innegable estirpe 
althusseriana y de contar con todo un aparato crítico de erudición 
vinculado a la sociología marxista clásica, el proyecto Marginalidad 
estaba financiado directamente por la Fundación Ford, que constituía 
sin ninguna duda una "tapadera" financiera de la CIA, según demuestra ampliamente 
Stonor Saunders. 
No hizo falta esperar tres décadas a que apareciera el libro sobre la CIA 
y la guerra fría cultural para sospechar del proyecto Marginalidad. Ya 
en su época, en la aguda polémica que surgió en 1969 en torno 
a las fuentes "desinteresadas" de financiamiento de este proyecto, el biólogo 
argentino Daniel Goldstein señaló que: "la Fundación FORD 
es en la actualidad [1969] un organismo paragubernamental destinado a formular 
la táctica de contrainsurgencia civil para las dos Américas. La 
Fundación Ford se ha convertido en realidad en una nueva agencia de inteligencia 
destinada a los problemas sociales de los pueblos neocoloniales"(14). 
LAS MADRES, LA INSURGENCIA COLOMBIANA Y EL ETERNO RETORNO DE LA FORD 
La Fundación Ford no ha permanecido incólume a lo largo del 
tiempo. Si ha tenido una virtud esa ha sido precisamente la de saber palpar el 
ritmo de la época y la dirección para donde sopla el viento en cada 
momento histórico. Desde los inicios de la empresa Ford –cuando el empresario 
Henry publicó su libelo antisemita El judío Internacional 
logrando la admiración personal de Adolfo Hitler y su hijo Edsel ocupó 
puestos directivos en la IG Farben norteamericana (la empresa encargada de fabricar 
el gas utilizado por los nazis en las cámaras de exterminio de judíos)-, 
pasando por la época en que sirvió como correa encubierta de transmisión 
del dinero de la CIA para el Congreso por la Libertad de la Cultura o la etapa 
cuando estuvo presidida por McGeorge Bundy y se dedicó en nombre de "los 
derechos civiles" a trabajar al interior del movimiento negro norteamericano intentando 
canalizarlo institucionalmente neutralizando a las Panteras Negras, hasta llegar 
al presente, numerosas han sido las curvas y los cambios de dirección que 
transitó la empresa en su sinuosa historia. Pero jamás dejó 
de estar ligada, más allá de los vaivenes, a los intereses estratégicos 
del estado norteamericano de los que nunca se apartó ni un milímetro. 
Hoy, casi cuatro décadas después del nacimiento de Mundo Nuevo, 
de Aportes, del proyecto Marginalidad y del apogeo del Congreso por la 
Libertad de la Cultura, podemos apreciar un notable desplazamiento de los intereses 
inmediatos de la Fundación Ford, de la CIA y del resto de las agencias 
y fundaciones paragubernamentales norteamericanas en el terreno de la batalla 
ideológica (o de la "guerra psicológica" como a sus agentes les 
gustaba nombrar). El principal foco de interés de estas agencias y fundaciones 
se ha desplazado desde la disputa por comprar el corazón y alquilar la 
pluma de los escritores y artistas así como por lograr el control y la 
cooptación de investigadores y sociólogos hacia el terreno movedizo 
de la "defensa de los derechos humanos". 
Un ejemplo sintomático de este notable desplazamiento lo constituye la 
reciente polémica pública desarrollada entre el periodista argentino 
Horacio Verbitsky y las también argentinas Madres de Plaza de Mayo. Aquí 
volvemos a encontrar la escurridiza cola del diablo. Nuevamente, en un momento 
cuando la guerra cultural supuestamente ya no está vigente, nos volvemos 
a chocar con la presencia indeleble de los irresistibles dólares de la 
Fundación. 
Aunque la disputa viene de muy lejos, todo comenzó, supuestamente, con 
las declaraciones de la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo en oportunidad 
de los atentados al Pentágono y a las Torres Gemelas del 11 de septiembre 
del 2001. 
¿Qué había declarado Hebe de Bonafini en numerosos medios televisivos 
y radiales? Pues que: "Nosotras no festejamos los muertos de las Torres Gemelas 
ni brindamos por la muerte. La muerte jamás nos alegra. Nosotras luchamos 
por la vida, por eso nos oponemos a cotizar la vida de nuestros hijos aceptando 
una reparación económica estatal que le pone precio a la vida de 
nuestros chicos. Para nosotras la vida sólo vale vida. Lo que sí 
es cierto, y no lo negamos porque no somos hipócritas, es que nosotras 
nos alegramos de que esta vez [el 11 de septiembre] le hayan tocado la panza al 
monstruo, de que el Estado norteamericano sufra las consecuencias en su propio 
territorio, como antes las sufrieron otros pueblos del mundo incluido el pueblo 
argentino, de su propia política terrorista e imperialista que promueve 
guerras a nivel mundial". 
El periodista Horacio Verbitsky(15) tomó como pretexto esas declaraciones 
puntuales sobre la política estatal de Estados Unidos realizadas por la 
presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo para cuestionar en 
toda la línea su política en favor de los derechos humanos defendidos 
desde un punto de vista antimperialista: esto es, la negativa de las Madres de 
Plaza de Mayo a recibir dinero del Estado argentino a cambio de que ellas, las 
Madres, reconocieran como muertos a sus hijos secuestrados y desaparecidos por 
los militares; el intento de crear una Universidad Popular -Verbistky la denostó 
en sus notas periodísticas calificándola simplemente como "academia"(16)- 
agrupando a lo mejor de la intelectualidad crítica argentina; el rechazo 
a cualquier tipo de reconciliación con los generales "democráticos" 
(por ejemplo el general Martín Balza, jefe del Ejército argentino 
durante la presidencia de Menem), etc.,etc. El de Verbitsky fue un cuestionamiento 
global sin ningún tipo de matices. 
A la arremetida de Verbitsky (que le dedicó a la crítica de las 
Madres de Plaza de mayo sus editoriales dominicales en el periódico Página 
12 durante varias semanas) se sumaron antiguos cuadros ex stalinistas (hasta 
poco tiempo antes militantes prosoviéticos sumamente dogmáticos) 
agrupados ahora en la revista Tres Puntos(17). A los cuestionamientos de 
Verbistky también se plegó, entusiasta y rebosante de gozo, el empresario 
de la comunicación y periodista estrella de la extrema derecha argentina 
Daniel Hadad (una especie de Berlusconi del subdesarrollo, en su momento vocero 
mediático de los militares carapintadas que intentaron dar un golpe de 
Estado a fines de los '80 contra el gobierno de Alfonsín) quien le dedicó 
a las Madres de Plaza de Mayo varios programas televisivos nocturnos de su espacio 
conocido como "Después de hora". Lo mismo sucedió con editorialistas 
del diario conservador La Nación. 
Tomando como base los argumentos de Verbitsky uno de éstos últimos, 
Andrés Oppenheimer, prolongaba la impugnación preguntándose: 
"¿Cómo puede Bonafini considerarse una luchadora por los derechos humanos 
y apoyar al régimen de Cuba, que prohibe partidos opositores y condena 
a prisión -o a hospitales psiquiátricos- a críticos pacíficos 
del máximo líder?" para agregar más adelante: "Por suerte, 
Horacio Verbitsky, un conocido periodista de izquierda y presidente del Centro 
de Estudios Legales y Sociales (CELS), salió inmediatamente a refutar 
las declaraciones de Bonafini en un artículo en el diario Página/12 
y entrevistas con varias radios"(18). 
La polémica -mejor dicho, la cruzada- se extendió como reguero de 
pólvora. Reproducida por los grandes periódicos locales y las agencias 
internacionales de noticias (principalmente de origen estadounidense), dio la 
vuelta al mundo logrando extensa repercusión en los grandes medios de comunicación 
de masas. 
Obviamente a nadie en su sano juicio se le puede ocurrir inculpar al periodista 
argentino Horacio Verbitsky de ser "agente de la CIA" o algún otro exabrupto 
semejante. Sería un despropósito y un disparate. Su trayectoria 
ligada a los derechos humanos es bien conocida por el público latinoamericano 
(ha ganado incluso varios premios periodísticos). Sin embargo, como bien 
se lo ha señalado el ensayista argentino David Viñas cuando destacó 
la enorme distancia que separa al actual Horacio Verbitsky de Rodolfo Walsh(19), 
su progresiva mutación ideológica durante los últimos años 
resulta como mínimo inquietante. 
Desde los tiempos en que Verbitsky fungía en los años '70 como oficial 
de inteligencia de la organización de guerrilla urbana Montoneros (compartiendo 
mucha veces militancia con el escritor desaparecido Rodolfo Walsh) hasta sus últimas 
posturas ideológicas demasiada agua ha corrido bajo el puente. 
Dejando a un lado -por ser materia de otros debates...- el controvertido antecedente 
señalado por el periodista Martin Andersen(20) en el cual Verbitsky aparece 
firmando el prólogo del libro editado por el Círculo de la Fuerza 
Aérea del comodoro Juan José Güiraldes: El poder aéreo 
de los argentinos en pleno auge de la represión militar -1979-, sus 
posiciones políticas actuales resultan sumamente diferentes (por no decir 
completamente opuestas) si las comparamos con sus posturas de los primeros años 
'70. 
El caso más relevante, además de su enardecida cruzada contra las 
Madres de Plaza de Mayo, lo constituye sus repetidas caracterizaciones editoriales 
de los militantes de la organización revolucionaria Fuerzas Armadas Revolucionarias 
de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) como "terroristas": "En todo 
caso", señaló recientemente Verbitsky, "(Miguel Ángel) Toma 
[congresista argentino] debería discutir con su propio gobierno la sensatez 
o no de acoger al emisario de una organización repudiada por el 95 por 
ciento de la población de Colombia, que se mantiene por el terror 
en aquellos lugares donde la disolución del Estado nacional la han convertido 
en el único poder existente"(21). Es decir que no sólo caracteriza 
a las FARC como "terroristas" sino que además interpela al gobierno argentino 
del presidente Duhalde para que directamente se niegue a recibir a sus emisarios 
internacionales y a sus representantes diplomáticos para el cono sur. 
Como máxima autoridad del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), 
Verbitsky se había negado pocos meses antes a participar en un debate sobre 
las violaciones a los derechos humanos en Colombia, sosteniendo su posición 
con el argumento de que en ese debate iba a estar presente el señor Javier 
Calderón, representante oficial de las FARC en la República Argentina. 
En dicha ocasión y en varias de sus editoriales periodísticas Horacio 
Verbitsky ha ubicado a esta organización revolucionaria en el mismo 
plano que el ejército y los paramilitares colombianos, tesis que en 
la Argentina se conoce como "teoría de los dos demonios" (su autoría 
corresponde al escritor argentino Ernesto Sábato y su primera formulación 
se encuentra en el prólogo del Nunca más)(22). 
Dada la enorme influencia que sobre el arco progresista argentino tienen los editoriales 
de Horacio Verbitsky, esta dudosa caracterización resulta sumamente sospechosa 
cuando se realiza justo en medio de la aplicación del Plan Colombia (en 
el cual eventualmente puede llegar a participar la República Argentina 
acompañando a EEUU según declaraciones de su actual canciller Carlos 
Ruckauf) y en tiempos de creciente intervención norteamericana en el histórico 
conflicto que desangra a aquella república. Es más, la caracterización 
de Verbitsky se asemeja demasiado a la posición oficial norteamericana. 
No olvidemos que en el documento SANTA FE IV (base ideológica de la administración 
Bush) se plantea que: "Después de la desaparición de la Unión 
Soviética, Fidel se quedó sin patrón. Sin embargo, 
este vacío ha sido ampliamente llenado por los capitanes de la droga 
de América del Sur, especialmente las FARC y el ELN"(23). 
Se compartan o no las apreciaciones políticas de Verbitsky sobre el conflicto 
colombiano o sus críticas despiadadas contra las Madres de Plaza de Mayo 
(que para un lector medio latinoamericano podrían quizás llegar 
a visualizarse como pertenecientes exclusivamente al debate político interno 
de la Argentina) lo cierto es que ambas tomas de posición vinieron sugestivamente 
acompañadas de otras revelaciones no menos polémicas, estrechamente 
ligadas a la problemática del libro de Stonor Saunders, al de Mudrovcic 
y los debates abiertos durante los '60 sobre Mundo Nuevo y Emir Rodríguez 
Monegal. 
Resulta que Horacio Verbistky intentó apuntalar aquellas arremetidas defendiéndose 
de las críticas que diversos intelectuales de izquierda y las Madres de 
Plaza de Mayo le realizaron de estar a sueldo de la Fundación Ford. La 
defensa de Verbitsky fue tajante. No dejó lugar a dudas. Señaló 
que: "Nunca he recibido ni una lapicera de la Fundación Ford, que 
desde los años negros de la dictadura, cuando tantas puertas se cerraban 
a los perseguidos, sí financia algunos de los programas del Centro de 
Estudios Legales y Sociales. Por ello sólo le debemos gratitud, no 
acatamiento a directivas o vetos que nunca fijó y que nunca aceptaríamos". 
Como sucediera antaño, en tiempos del Congreso por la Libertad de la Cultura, 
Mundo Nuevo, Aportes, Encounter, Der Monat, el ILARI 
y otras instituciones, revistas y emprendimientos financiados por la CIA o la 
Fundación Ford, los responsables de recibir y administrar las sumas de 
dinero "desinteresadas" y "altruistas" de las agencias norteamericanas tienden 
regularmente, cuando ya no pueden públicamente negarlo o esconderlo, a 
empequeñecer los montos de las sumas aportadas. La actitud defensiva de 
Horacio Verbitsky no constituye una excepción a esta regla señalada 
por Stonor Saunders. 
Sin embargo, según la información disponible en el site (público) 
de internet perteneciente a la Fundación Ford, el CELS dirigido por el 
periodista Horacio Verbitsky ha recibido solamente durante los dos últimos 
años la abultada suma de u$s 1.560.000 (dólares estadounidenses)(24). 
Por si quedaran dudas, confirmando esta estrechísima relación entre 
Verbitsky, el CELS y la omnipresente Fundación Ford, el señor Augusto 
Varas, representante oficial de la Fundación en Santiago de Chile le envío 
el 22 de noviembre del 2001 –después de la polémica desarrollada 
en Argentina- una carta al señor Emilio Ugolini en la que le manifestaba 
lo siguiente (los subrayados me pertenecen):  
Las Condes, Santiago Fax: 56-2-204-9385 
ford-santiago@fordfound.org 
22 de noviembre de 2001 
Sr. 
Presente 
Estimado Sr. Ugolini:
Confirmo la recepción de su nota del 30 de octubre dirigida a la presidencia 
de la Fundación Ford en Nueva York, quienes la han remitido a nuestra oficina 
para su respuesta. 
El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) es uno de nuestros más 
apreciados donatarios en la región andina y el cono sur, a quienes hemos 
apoyado ininterrumpidamente desde 1981 hasta la fecha, contribuyendo a su 
valiente y pionero trabajo en defensa de los derechos humanos y la democracia 
en la Argentina. La Fundación Ford se siente orgullosa de haber podido 
ayudar a su desarrollo institucional y a la consolidación de su rol referencial 
para los defensores de los derechos humanos en el mundo entero. 
El Sr. Horacio Verbitsky, ha estado vinculado a CELS desde 1999, siendo elegido 
como Presidente de su Consejo Directivo en 2000. 
Igualmente, desde 1999 hasta la fecha, la Fundación Ford ha apoyado la 
Asociación Periodistas de Argentina en su defensa de la vida y de los derechos 
de los periodistas argentinos, Asociación en la cual el Sr. Verbitsky 
ha jugado un papel fundamental en su creación y desarrollo. 
Por las razones anteriores, me es grato informar a Ud. que la Fundación 
Ford tiene en su más alta estima tanto el trabajo de CELS, como del Sr. 
Horacio Verbitsky en defensa de los derechos humanos, y espera tener el privilegio 
de seguir apoyando su incansable lucha por la plena vigencia de la democracia 
en nuestra región. 
Sin otro particular, lo saluda atentamente, 
Augusto Varas 
Representante 
c.c.: Sr. Alex Wilde - Vicepresidente Comunicaciones Fundación Ford 
Sr. Víctor Abramovich - Director Ejecutivo CELS 
Sr. Horacio Verbitsky - Presidente Consejo Directivo - CELS (25) 
Que la Fundación Ford promueva de forma tan entusiasta el "rol referencial 
para los defensores de los derechos humanos" del CELS en detrimento de otras organizaciones 
(léase las Madres de Plaza de Mayo, una de las principales de la República 
Argentina) debería por lo menos invitar a la reflexión... Hace ya 
demasiado tiempo que el Documento de Santa Fe II titulado Una estrategia para 
América latina en la década de 1990 (base ideológica 
de la administración Reagan) había sostenido que: "Para promover 
realmente los derechos humanos, Estados Unidos debería ayudar a 
fortalecer los sistemas judiciales de la región. También debería 
diferenciar entre los grupos de derechos humanos que apoyan al régimen 
democrático y los que apoyan al estatismo". Obviamente bajo el manto omnicomprensivo 
y genérico del término "estatismo" debe aquí entenderse cualquier 
política opositora al neoliberalismo, al capitalismo y al imperialismo. 
Reclamando esa misma demarcación hoy impostergable para el imperio preconizada 
por la Fundación Ford y el CELS, cuando eligió apoyar a Verbitsky 
contra Hebe de Bonafini el editorialista de La Nación Andrés 
Oppenheimer explicitó la cuestión de fondo señalando que: 
"Muchos de estos grupos critican la represión de la derecha -lo que me 
parece muy bien-, pero no abren la boca cuando los guerrilleros de las Fuerzas 
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) asesinan a una ex ministra de 
Cultura, como ocurrió el mes pasado, o cuando Cuba condena a prisión 
a un periodista independiente. Sería bueno que grupos internacionales de 
derechos humanos, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, formen 
una coalición mundial que sólo admita a quienes condenen las violaciones 
a los derechos humanos de cualquier procedencia política"(26). Lo que la 
derecha argentina y latinoamericana no le perdonan a las Madres de Plaza de Mayo 
es que apoyen a la Revolución Cubana y a la insurgencia colombiana, diga 
lo que diga Hebe de Bonafini en cada uno de sus discursos. 
Ante la constatación pública del estrecho vínculo que une 
esta política de demarcación en el terreno de los derechos humanos 
con la presencia indeleble del financiamiento de la Fundación Ford se torna 
necesario volver a invocar aquel interrogante fundamental que Roberto Ferrnández 
Retamar le hiciera en los '60 a Emir Rodríguez Monegal en oportunidad de 
la aparición de Mundo Nuevo: ¿O debemos creer que el imperialismo 
norteamericano, al margen de ciertas hazañas [como el completo apoyo 
al golpe de Estado del general Videla en marzo de 1976], se ha entregado de 
repente al patrocinio desinteresado de las puras tareas humanitarias? 
Obviamente los posicionamientos personales y particulares de un periodista argentino 
como Verbitsky carecen de importancia si lo que nos preocupa es abordar el problema 
global de la penetración imperial en el campo de la cultura y la política 
latinoamericanas. Lo que sí resulta sumamente relevante para lo que aquí 
nos interesa resaltar reside en la "reaparición" (si es que alguna vez 
se había ido...) de la influencia de la Fundación Ford -inseparable 
de la política del Estado norteamericano en primer lugar y de la CIA en 
segunda instancia como demuestra largamente Stonor Saunders- en el debate latinoamericano. 
No es la primera vez que se deja ver la (escondida) cola del diablo cuando 
se trata de neutralizar, denostar o aislar a los movimientos radicales –en 
esta caso las Madres argentinas de Plaza de Mayo o las FARC colombianas- con 
argumentos de izquierda y desde posiciones progresistas más proclives al 
"diálogo" con el orden imperial liderado por Estados Unidos. 
Recordemos con Stonor Saunders que una de las preocupaciones centrales de la CIA 
y de la Fundación Ford ha sido a lo largo de toda su historia la de encontrar 
instituciones y personalidades políticamente irreprochables desde las cuales 
bombardear sistemáticamente contra la izquierda revolucionaria, o destruyendo 
el prestigio de sus dirigentes o neutralizando su radio de influencia ideológica. 
Y si hablamos del irresistible dinero de la Fundación debemos recordar 
que tanto en el artículo de Rodríguez Labriego como en las extensas 
indagaciones y entrevistas de Stonor Saunders se describen el modo en que la compañía 
realiza sus "pases" (que en la jerga de inteligencia consiste en desplazar dinero 
en forma encubierta sin que los destinatarios logren saber a ciencia cierta de 
dónde vienen realmente los dólares). 
El mecanismo descripto consistía en que la CIA le transfería y depositaba 
dinero a una fundación fantasma (por ejemplo: Gotham Foundation, Michigan 
Fund, Price Fund, Edsel Fund, Andrew Hamilton Fund, Borden Trust, Beacon Fund 
o Kentfield Fund), esta fundación fantasma le transfería a su vez 
el dinero a una fundación real y "respetable" (por ejemplo la Ford) y ésta 
finalmente le volvía a transferir el dinero a una organización receptora 
previamente designada por la CIA. Los receptores "no sabían" - ni se preguntaban- 
de dónde venía originalmente el dinero que recibían... (27). 
Todo semejaba una "ayuda humanitaria y altruista". 
A propósito de las controvertidas posiciones de Verbitsky y sus revelaciones 
sobre el abultado financiamiento de la Fundación Ford que recibe actualmente 
su organismo, el conocido sociólogo norteamericano James Petras ha tomado 
cartas en el asunto. Comentando la edición en inglés del texto Stonor 
Saunders, Petras ha insistido con la persistente acción de disuasión 
ideológica que la Ford -algunas veces como simple tapadera de la CIA, otras 
por "iniciativa propia", pero siempre dentro de la línea paragubernamental 
del Estado norteamericano- viene empleando al interior del arco progresista y 
en particular en el seno de las organizaciones de derechos humanos. 
Así Petras -en un largo párrafo que a pesar de su extensión 
merece ser citado por ser sumamente ilustrativo- señala que: "La colaboración 
de fundaciones respetables y prestigiosas, según un antiguo agente de la 
CIA, permitió que la Agencia financiara una «variedad aparentemente ilimitada 
de programas de acción clandestina que afectan a grupos juveniles, sindicatos, 
universidades, editoriales y otras instituciones privadas)». Estas últimas 
incluyeron a grupos de «derechos humanos» desde comienzos de los años 50 
al presente. Una de las «fundaciones privadas» más importantes que 
han colaborado con la CIA durante un período prolongado en proyectos significativos 
en la Guerra Fría cultural es la Fundación Ford (FF)". 
Más adelante Petras continúa afirmando que: "En la actualidad, como 
en los años 50 y 60, la Fundación Ford financia selectivamente 
a grupos anti-izquierdistas de derechos humanos que se concentran en el ataque 
contra las violaciones de los derechos humanos cometidas por los adversarios de 
EEUU y se distancian de las organizaciones de derechos humanos antiimperialistas 
y sus dirigentes. La Fundación Ford ha desarrollado una estrategia 
sofisticada de financiamiento de grupos de derechos humanos (GDH) que llaman a 
Washington a cambiar su política [subrayado de Petras], mientras 
denuncian a los adversarios de EE.UU. por sus violaciones «sistemáticas» 
[subrayado de Petras]. La FF apoya a GDH que igualan el terror estatal masivo 
de EE.UU. con los excesos individuales de sus adversarios antiimperialistas. La 
FF financia a DGS que no participan en las acciones de masas contra la globalización 
y contra el neoliberalismo y que defienden a la Fundación Ford como 
«organización no-gubernamental» legítima y generosa. La historia 
y la experiencia contemporánea nos dicen algo diferente. En circunstancias 
en las que un financiamiento de actividades culturales por Washington se hace 
sospechoso, la FF llena una función muy importante en la proyección 
de las políticas culturales de EE.UU. como una organización aparentemente 
«privada», filantrópica y no política. Los lazos entre los principales 
funcionarios de la FF y del gobierno de EE.UU. son explícitos y continuos. 
Una revisión de los proyectos recientemente financiados por la FF revela 
que nunca ha financiado un proyecto de importancia que contravenga la política 
de EE.UU". 
Su artículo termina afirmando que: "Presenciamos una importante ofensiva 
político- militar de EE.UU. Washington ha presentado la alternativa como 
«terrorismo o democracia», igual como durante la Guerra Fría cuando se 
trataba de «Comunismo o democracia». En ambos casos, el imperio reclutó 
y financió organizaciones, intelectuales y periodistas de fachada, para 
atacar a sus adversarios antiimperialistas y neutralizar a sus críticos 
democráticos. La Fundación Ford está bien ubicada para 
volver a jugar su papel para contribuir una cobertura para la Nueva Guerra 
Fría Cultural"(28). 
Para entender a fondo la aparentemente incomprensible financiación de la 
Fundación Ford de los programas del CELS en Argentina conviene recordar 
la sugerente demarcación que realiza Saunders cuando diferencia las posturas 
clásicas del macartismo norteamericano –torpe, primitivo, chovinista, cavernícola, 
invariablemente de extrema derecha- de la sutileza de la CIA y la Fundación 
Ford –inteligentes, internacionalistas, con gran capacidad de penetrar dentro 
del arco iris progresista utilizando su propio lenguaje y territorio ideológico-. 
Tanto la CIA como la FORD han hecho gala, históricamente, de una gran elasticidad 
a la hora de subvencionar e intervenir dentro mismo del arco izquierdista. Su 
objetivo siempre ha sido, según Stonor Saunders, "lograr la proximidad 
a los grupos «progresistas» para controlar sus actividades, en segundo lugar diluir 
el impacto de estos grupos, logrando influir en ellos desde dentro, o llevando 
a sus componentes a un foro paralelo y, sutilmente, menos radical"(29). 
Dando cuenta de esta poblada historia de manipulaciones e intervenciones, uno 
de los mayores aportes del abordaje de Stonor Saunders reside –desde nuestro punto 
de vista- en la ruptura que provoca de los estereotipos habituales de la imaginación 
popular asentados en el mito del agente de inteligencia norteamericano mandibulón, 
mascador de chicles, bruto, grosero, pistolero y hombre de acción directa 
sin mayores luces para la contienda ideológica. Por el contrario, rompiendo 
con esa imagen prejuiciada, Stonor Saunders hunde el escalpelo en personajes sutiles 
que degustan (y promueven financieramente...) la música atonal y dodecafónica 
o la pintura expresionista. Su fauna está formada por personajes universitarios 
nada torpes que saben nadar hábilmente en los matices de la izquierda neutralizando 
la mayor parte de las veces las posiciones más radicales no con exabruptos 
de extrema derecha sino con finas argumentaciones progresistas. 
Tomando en cuenta esos datos, para poder evaluar las razones de semejante arremetida 
contra las Madres de Plaza de Mayo debe computarse el hecho "maldito" de que ellas 
jamás aceptaron "ayuda humanitaria" de la Fundación Ford (a pesar 
de que ésta les ofreció abundante dinero...). Además hoy 
las Madres apoyan y reivindican abiertamente a la Revolución Cubana, al 
Che Guevara y al comandante Fidel Castro, al subcomandante Marcos y al EZLN, a 
Manuel Marulanda Velez (Tirofijo) y a las FARC, a Joao Pedro Stedile y al MST 
brasileño y por supuesto a los piqueteros y piqueteras argentinos. No casualmente 
Verbitsky sintetizó su cruzada anti Madres denunciando en una de sus editoriales: 
"En los últimos años [Hebe de Bonafini] ha propiciado en discursos 
públicos la violencia foquista". 
Por otro lado, en el caso de la insurgencia "terrorista" (Verbitsky dixit) de 
Colombia conviene evaluar que las FARC-EP constituyen hoy la organización 
revolucionaria armada más poderosa de América Latina y uno de los 
enemigos estratégicos -según los documentos de SANTA FE IV- de la 
actual administración norteamericana. 
De allí que las controvertidas y ampliamente publicitadas declaraciones 
de Horacio Verbitsky -alguien, repetimos para evitar confusiones apresuradas, 
totalmente insospechable de pertenecer a la CIA- contra las Madres de Plaza de 
Mayo de Argentina y contra las FARC colombianas se ubican en el centro mismo de 
las coordenadas de la problemática analizada por Stonor Saunders. No es 
difícil entonces llegar a la conclusión de que la historia reactualizada 
de la compañía y de la Fundación tiene un final abierto. 
Aunque muchos de los eventos, revistas y nombres que hemos mencionado en estas 
líneas puedan pertenecer al archivo pretérito de la memoria y aunque 
quizás sólo le puedan interesar a testigos de época o a estudiosos 
académicos del período, el conocimiento de los mecanismos específicos 
habitualmente utilizados para domesticar y cooptar a los intelectuales críticos 
y para aislar, desprestigiar y denostar a los revolucionarios más radicales, 
resulta imprescindible si de lo que se trata es de enfrentar eficazmente los peligros 
de nuestro presente y los desafíos de nuestro futuro. La fabricación 
industrial del consenso y la recreación imperial de la hegemonía 
no han desaparecido de la escena. Las nuevas generaciones antimperialistas tenemos 
por delante una difícil pero apasionante tarea. 
Néstor Kohan 
Buenos Aires, 4 de abril de 2002 
 
Notas  
1- Cfr.Frances Stonor Saunders: La CIA y la guerra fría cultural. 
Madrid, editorial Debate, 2001. 
2- Resulta sugerente revisar la nota "Los ciclos de la CIA" que Mario Benedetti 
escribió en 1976 en oportunidad del atentado contra una nave de Cubana 
de Aviación y que recientemente Casa de las Américas (N°225, 
octubre-diciembre del 2001, p.41-43) ha vuelto a publicar. Allí Benedetti 
alertaba sobre el papel jugado por el New York Times y el Washington 
Post –paradigmas de la "prensa libre e independiente" norteamericana- en las 
periódicas revelaciones de los crímenes pasados de la CIA. 
Siempre las revelaciones llegan tarde y toman luz pública, cíclicamente, 
recién cuando los hechos ya están consumados y acurrucados en el 
archivo de la memoria... 
3- Cfr. María Eugenia Mudrovcic: Mundo Nuevo. Cultura 
y Guerra fría en la década del '60. Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 
1997. 
4- Para poder desmontar y someter a discusión el manto de sospecha que 
extendieron sobre la cultura crítica de los años '60 los estudios 
culturales de factura universitaria predominantes a partir de los años 
'80 en la Academia de los países del cono sur latinoamericano -los años 
de la denominada "transición a la democracia"- remitimos a nuestro ensayo 
La Rosa Blindada, una pasión de los años '60 
(Buenos Aires., Editorial La Rosa Blindada, 1999). Allí intentamos demostrar 
empíricamente –tomando como base documental las publicaciones de la nueva 
izquierda argentina afín a la Revolución Cubana- cuan erróneo 
resulta suponer que la producción crítica de los años '60 
eclipsó su "especificidad" cultural perdiendo su propia órbita en 
el campo intelectual por "haberse politizado demasiado" conjugando la figura del 
intelectual comprometido con la del intelectual militante orgánico. Esa 
mirada académica predominante durante los '80 (tan proclive a idealizar 
la especialización profesionalista y tan reacia a toda politización 
en su evaluación autolegitimadora del presente y en su estudio retrospectivo 
sobre el pasado) constituye, en última instancia, un fiel producto de las 
derrotas sufridas por las corrientes revolucionarias latinoamericanas frente al 
imperialismo y frente a las dictaduras militares de los años '70. Pueden 
consultarse en este sentido los rigurosos pero discutibles trabajos de Oscar Terán: 
Nuestros años sesenta. Buenos Aires, Puntosur, 1991. p.179 y Silvia 
Sigal: Intelectuales y poder en la década del sesenta. Buenos Aires, 
Puntosur, 1991. p.249. 
5- Las cartas entre Fernández Retamar y Rodríguez Monegal fueron 
precedidas en la revista argentina por la siguiente aclaración [sin nombre, 
probablemente redactada por su director José Luis Mangieri]: "La prensa 
seria del país, la vacuna, queremos decir, acogió con singular despliegue 
publicitario la noticia de la aparición –bajo la batuta de Emir Rodríguez 
Monegal- de la sucesora de Cuadernos por la Libertad de la Cultura, engendro 
anticomunista financiado por los EEUU. Cuadernos ("no murió ni la 
mataron, terminó pudriéndose") no daba para más. Se inventó 
entonces otra publicación adjudicándose a ERM, ensayista uruguayo, 
la responsabilidad de la misma. Las dos cartas que publicamos hablan de por sí 
sobre la candidez de ERM y la enérgica reacción del joven poeta 
cubano Roberto Fernández Retamar, director de la revista de la Casa de 
las Américas, de La Habana, y que de paso servirá para ubicar a 
algunos publicables que ya estaban preparando sus originales, «despistados» por 
la inocente criatura que dirige la nueva revista". Cfr. La Rosa Blindada 
N°8, año II, abril-mayo de 1966.p.58. 
6- Cfr. Julio Cortázar: Carta a Roberto Fernández Retamar, 23 de 
enero de 1966. Recopilada en el volumen monográfico dedicado íntegramente 
como homenaje a Julio Cortázar a raíz de su fallecimiento por Casa 
de las Américas N°145-146, julio-octubre de 1984.p.31. 
7- Cfr. Julio Cortázar: Carta a Roberto Fernández Retamar, 17 de 
febrero de 1967. Op.Cit.p.44. 
8- Cfr. Luisa Peirano Basso: Marcha de Montevideo. Buenos 
Aires, Javier Vergara, 2001. pp.251 y 276. 
9- Cfr. Roberto Fernández Retamar: "Ángel Rama y la Casa de las 
Américas". En R.F.Retamar: Recuerdo a . La Habana, Editorial Unión, 
1998.p.177. 
10- Cfr. Ezequiel Rodríguez Labriego: "El periodista Horacio Verbitsky 
y la «ayuda humanitaria» de la Fundación Ford", 1 de diciembre del 2001. 
En el site de internet REBELION INTERNACIONAL: www.rebelion.org 
11- Una de las compilaciones más exhaustivas y completas que conocemos 
acerca de estos proyectos de penetración imperial y sus respectivas denuncias 
en América latina puede encontrarse en la revista cubana Referencias 
N°1 (volumen 2, mayo-junio de 1970), número temático íntegramente 
dedicado a: "Imperialismo y ciencias sociales". Referencias era una publicación 
editada formalmente por el Partido Comunista de Cuba de la Universidad de La Habana 
y salía en forma paralela a Pensamiento Crítico (publicación, 
ésta última, que aunque existió durante un lapso de tiempo 
menor que Casa de las Américas cumplió un papel análogo 
en la defensa del pensamiento antimperialista, no ya en el terreno de las letras 
sino en el de las ciencias sociales). Como Pensamiento Crítico, 
Referencias era impulsada por Fernando Martínez Heredia. En su dirección 
también participaba José Bell Lara. 
12- Cfr. José Nun: "Superpoblación relativa, ejército industrial 
de reserva y masa marginal". En Revista Mexicana de Sociología N°2, 
Vol.V, 1969. pp.178-236. Recopilado posteriormente (junto con la polémica 
entre Nun y el sociólogo -hoy presidente de Brasil- Fernando Henrique Cardoso) 
en J.Nun: Marginalidad y exclusión social. Buenos Aires, Fondo de 
Cultura Económica, 2001. 
13- Cfr.Inving Horowitz: "La ideología política de la economía 
política". En Aportes. Una revista de estudios latinoamericanos (director 
Luis Mercier Vega), París, N°14, octubre de 1969, p.80-102; Robert Paris: 
"El marxism.o de Mariátegui", En Aportes. Una revista de estudios 
latinoamericanos N°17, julio de 1970, p.6-30; Florestan Fernández: 
"Universidad y desarrollo", en Op.Cit., p.133-158 y Beba Balvé 
y Néstor D'Alessio: "Migraciones internas e inserción en el 
proceso productivo". En Aportes. Una revista de estudios latinoamericanos 
N°18, octubre de 1970. p.148-160. En Aportes también publicó el 
conocido sociólogo italiano emigrado a la Argentina Gino Germani, pero 
bueno... a diferencia de lo que ocurre con los otros nombres anteriormente 
mencionados, nadie se extrañaría de encontrar a Germani en esta 
nómina ya que su ideología "modernizadora" y su legitimación 
"científica" del orden burgués calzaba perfectamente en 
la perspectiva desarrollista, profesionalista, "apolítica" y 
cientificista que promovía la revista fundada por la CIA y financiada por 
la Fundación Ford. Cfr. Gino Germani: "¿Pertenece América Latina 
al Tercer Mundo?". En Aportes. Una revista de estudios latinoamericanos 
N°10, octubre de 1968, pp.6-32. 
14- Cfr.Daniel Goldstein: "El proyecto MARGINALIDAD, Sociólogos argentinos 
aceitan el engranaje". En Marcha, 10/1/1969. Pueden consultarse los principales 
materiales de la polémica sobre el Proyecto MARGINALIDAD en el semanario 
Marcha, Montevideo, Nros. del 10/1/1969, 17/1/1969 y 28/2/1969). (Estos datos 
los hemos obtenido del artículo ya citado de Ezequiel Rodríguez 
Labriego). 
15- Cfr. Horacio Verbitsky: "La alegría de la muerte". En Página 
12, 1 de octubre de 2001. 
16- Osvaldo Bayer, historiador argentino y columnista habitual del periódico 
Página 12 (donde también escribe Verbitsky), ironizó 
sobre esta descalificación señalando: "Verbitsky aprovecha 
la discusión para tratar de menospreciar a la Universidad de las Madres. 
La llama despectivamente «la academia» [...] ¿Tal vez Verbitsky la llama «academia» 
porque la Universidad de las Madres no recibe financiación de la Fundación 
Ford?". Cfr. Osvaldo Bayer: "Ni revolución ni academia". 
En Tres Puntos N°226, año V, 25 de octubre del 2001. p23. 
17- Uno de ellos, Jorge Sigal, escribió un editorial sumamente ofensivo 
contra las Madres titulado en forma amenazante "Adiós Hebe". 
Cfr. Tres Puntos N°226, año V, 25 de octubre del 2001. p.27. Hasta 
el momento no hemos podido ubicar en ningún archivo de época una 
sola línea de crítica donde Sigal, inflexible y estricto con Hebe 
de Bonafini, haya cuestionado el apoyo público que brindara al general 
Videla -con el pretexto de "frenar a los pinochetistas" (sic) y a pesar 
de tener más de cien comunistas desaparecidos- la antigua dirección 
del Partido Comunista Argentino (PCA) en cuyas filas él militaba... 
18- Cfr. Andrés Oppenheimer: "Los aplausos al terrorismo". En 
La Nación, 16 de octubre del 2001. 
19- Para marcarle su mutación, concretamente Viñas le planteó 
a Verbitsky un contrapunto con la figura de Walsh: "Pero lo que no resulta 
implícito, Verbitsky, sino muy explícito –hablando concretamente 
de Walsh– es lo que he escrito en un libro que anda por ahí: "Si Rodolfo 
Walsh era un cristiano primitivo, Verbitsky es un católico". Para quien 
sepa leer: Walsh era un aguafiestas; usted ha llegado a ser políticamente 
inobjetable. Otro tipo de mutación: se trata de dos niveles profesionalmente 
correlativos, pero cualitativamente antagónicos. Walsh era un artesano 
de la información que trabajaba en solitario; usted, Verbitsky, notoriamente 
se ha convertido en un empresario de la información que trabaja rodeado 
de computadoras y de informantes". Cfr. David Viñas: "Derecho 
a réplica". En Página 12, 30 de octubre del 2001. 
20- Cfr. Martin Andersen: Dossier Secreto. El mito de la guerra sucia en la 
Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 2000. pp.299-300. 
21- Cfr. Su editorial de Página/12, correspondiente al 24 de marzo 
del 2002. 
22- El primer párrafo del prólogo de Sábato al Nunca más 
(Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas-CONADEP) 
comienza así: "Durante la década del '70 -decía Sábato- 
la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía desde la extrema 
derecha como desde la extrema izquierda". Cfr. CONADEP: Prólogo 
del Nunca más. Buenos Aires, EUDEBA, 1984.p.7. Idéntica posición 
asume el historiador Félix Luna en su prólogo (1986) al libro de 
Richard Gillespie: Soldados de Perón, los Montoneros. Buenos Aires, 
Grijalbo, 1987. pp.7-10. La posición de Verbitsky sobre el conflicto colombiano 
prolonga exactamente en los mismos términos las formulaciones de Ernesto 
Sábato y Félix Luna. 
23- Cfr. Lewis Arthur Tambs (y equipo): Santa Fé IV, el futuro de las 
Américas: Temas para el nuevo milenio. Buenos Aires, Beba Balvé-Carlos 
Suárez editores, 2002. p.28. Identificando a la actual insurgencia colombiana 
como uno de los principales enemigos estratégicos de Estados Unidos, allí 
también se argumenta que "Décadas después de que la 
guerrilla izquierdista colombiana adoptara el narcoterrorismo como su medio 
principal para lograr sus objetivos políticos, sigue beneficiándose 
de un extraño caso de «ceguera voluntaria» entre los norteamericanos encargados 
de trazar políticas". Op.Cit.p.45. 
24- Los datos sobre la cantidad exacta de dinero aportada por la Fundación 
Ford al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de Argentina los he obtenido 
de un artículo polémico (que ha circulado por diversas cadenas de 
emails) escrito por el periodista argentino Pablo Kilberg donde se cuestiona la 
posición de Horacio Verbitsky. Pueden corroborarse estos datos consultando 
la página de la Fundación en Internet en el site: www.fordfound.org 
25- Esta carta que reproducimos íntegramente está citada como apéndice 
documental en el mencionado trabajo de Ezequiel Rodríguez Labriego. Cfr. 
la página REBELION en el site: www.rebelion.org 
26- Cfr. Andrés Oppenheimer: "Los aplausos al terrorismo". La 
Nación, 16 de octubre del 2001. 
27- Cfr. Frances Stonor Saunders: Op.Cit.p.492. 
28- Cfr. James Petras: "La Fundación Ford y la CIA: un caso documentado 
de colaboración filantrópica con la policía secreta", 
19 de diciembre del 2001. En el site de internet REBELION: www.rebelion.org [Página 
de Petras]. 
29- Cfr. Stonor Saunders: Op. Cit.p.93.