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Argentina, conmovida y en crisis, recuerda hoy 26 años del golpe militar que encabezó Videla
Navega gobierno de Eduardo Duhalde en un mar de presiones
nacionales e internacionales
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 23 de marzo. La conmemoración de los 26 años
del golpe militar del 24 de marzo de 1976, que instauró la dictadura
más terrible de la historia nacional, encuentra a una Argentina conmocionada,
viviendo la mayor crisis económico-político-social de su historia,
pero también una resistencia civil de asombrosa fuerza y creatividad.
En estas horas de alta conflictividad so-cial el gobierno de Eduardo Duhalde
navega en un mar de presiones: por una parte una sociedad cada día más
golpeada por la situación, que se ha lanzado a las calles en protesta
constante, por la otra las acciones de grupos económicos que han llevado
a que se dispare el dólar colocando al país en una encrucijada
sin salida si el Ejecutivo no logra detener a tiempo esta escalada.
En el otro extremo de la situación está el Fondo Monetario Internacional
(FMI), cu-yos directivos se muestran inconmovibles ante el vendaval argentino,
y Washington, que obliga a demandas humillantes al país.
En estas horas el gobierno debate en largas reuniones de gabinete que comenzaron
en el mismo momento en que Duhalde llegó desde Monterrey, y continúan
en una desesperada acción gubernamental para tratar de hacer frente a
la situación. Duhalde sabe que de no hacerlo su gobierno de transición
puede naufragar rápidamente.
Por su parte, los desocupados organizados (piqueteros) siguen cortando
rutas des-de hace días, en reclamo ante la tragedia social que significa
la no llegada de fondos para alimentos básicos.
Cada nuevo paso hacia la devaluación -el dólar trepó ayer
a un pico de 3.15 pesos argentinos para luego estabilizarse en 3.05- significa
que el mercado arroja unos 3 mil desocupados nuevos por día.
Sin ayuda exterior, Duhalde ha dicho que no puede comenzar ningún despegue
en lo económico y el FMI exige ajustes tan violentos que podrían
llevar a un estallido so-cial a escala nacional que aumente la incertidumbre
sobre la suerte del país.
La entrega nacional
En este esquema se recordará este domingo el día en que la junta
militar -a cuyo frente estaban Jorge Rafael Videla, jefe del ejército;
Emilio Massera, de la marina, y Orlando Agosti, de aeronáutica- derrocó
a la débil presidenta María Estela Martínez de Perón,
que había llegado al poder después de la muerte de su esposo,
el general Juan Do-mingo Perón, en julio de 1974.
La dictadura, bajo el nombre Proceso de Reorganización Nacional, comenzó
de in-mediato su tarea de muerte, que había estado precedida por la acción
de paramilitares y escuadrones de la muerte de la Triple A, que correspondía
como siglas a la Alianza Anticomunista Argentina.
Cuando la junta militar llegó al poder, es-tos escuadrones se
incorporaron a los grupos de tarea de la dictadura que dejaron como saldo trágico
30 mil desaparecidos, miles de torturados y una diáspora, todo lo cual
cambió la fisonomía del país.
En lo económico, Miguel Martínez de Hoz comenzó el gran
cambio de desintegración nacional, como lo han denunciado los partidos
políticos en general, desindustrializando al país, estatizando
la deuda privada y otras medidas que significaron el primer paso hacia lo que
se ha dado en llamar aquí "la entrega nacional".
En ese momento histórico ubican los sindicatos como la Central de Trabajadores
Argentinos el comienzo de la crisis que hoy afecta al país y cuando se
impone "a sangre y fuego" el actual modelo económico.
Nora Cortiñas, de las Madres Fundadoras de Plaza de Mayo, dijo a La
Jornada que esta conmemoración encuentra al país vi-viendo
otro genocidio, el del hambre y la desintegración social.
También la represión está regresando en diversas formas
y en estas horas hubo severas denuncias de líderes de las asambleas de
barrio, que han sido en muchos casos amenazados por grupos que recuer dan a
los que actuaban en aquel periodo.
Pero como dicen también las madres, hay un momento de fuerte presencia
y resistencia popular en las calles, después de que el pasado 19 y 20
de diciembre la población produjo una verdadera rebelión masiva,
"en una primera parte los desesperados que el hambre y la desocupación
arrojó a los arrabales y luego la clase media, que sufrió el mayor
desfalco de su historia" a manos del Estado y la banca internacional, entre
otros.
La llamada "revolución de las cacerolas" que puso en fuga al gobierno
del presidente radical Fernando de la Rúa, tuvo un costo muy alto: más
de 30 muertos y cientos de heridos por la brutal represión en todo el
país, aumentan aquellas listas siniestras de la dictadura militar.
Sólo algunas luces se perciben cuando varios de estos militares están
procesados en distintas causas, después de haber sido amnistiados por
el ex presidente Carlos Menem en 1990 y por las leyes de Obediencia Debida y
Punto Final, que en 1987 aprobó el Congreso, en un proyecto del ex presidente
Raúl Alfonsín, y que están a punto de ser derogadas definitivamente,
si progresa una acción de los diputados de Izquierda Unida.
Los juicios históricos llevados en países de Europa y especialmente
en España, permitieron reabrir el camino de una justicia cerrada por
la impunidad, que dejaba sin castigo a miles de responsables de delitos de lesa
humanidad.
En estas horas aún se vive la alegría del rencuentro de la uruguaya
Sara Méndez, víctima de la Operación Cóndor,
con su hijo Simón, quien de 20 días le fue arrebatado por un grupo
de tareas conjunto de Uruguay y Argentina en julio de 1976.
Méndez encontró finalmente a su hijo viviendo en Buenos Aires
con padres adoptivos, como sucedió con todos los niños robados
por los militares a sus padres cuando éstos estaban en cautiverio.
Otras historias se están cerrando ahora: uno de los hombres clave de
la Operación Cóndor en Bolivia, el general Hugo Bánzer,
agoniza sin haberse arrepentido de lo actuado en aquellos años del lobo,
donde el terror se impuso a sangre y fuego.
Pero antes de morir, y por las demandas del juicio contra la Operación
Cóndor que se lleva adelante en Argentina, tanto Bánzer como
Augusto Pinochet, o los militares uruguayos y argentinos responsables de delitos
de lesa humanidad no pueden salir de sus países sin arriesgarse a ser
detenidos.
La tradicional marcha de este año de los organismos humanitarios, sindicales,
estudiantiles y otros estará acompañada por esa nueva música
de las cacerolas y los nuevos actores sociales, los piqueteros.
Habrá en Argentina una doble protesta, por la demanda de justicia con
relación al pasado y por la urgencia de justicia en este presente desolado,
que se asemeja al de un país que emerge de una guerra.