Latinoamérica
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17 de marzo del 2002
Entrevista a una comandante de la guerrilla salvadoreña
Los retos de la mujer dirigente
Marta Harneker
indice
.Introducción
I. El mando, un nuevo reto para la mujer
II. Formas sutiles de discriminacion. Padres que la ayudan a ser independiente
III. Una victoria completa: salvar la pareja y desarrollarse politicamente
IV. Las parejas y los sin pareja
V. Mujer dirigente y problemas domésticos
VI. El mando militar femenino
VII. Hijos criados por otros
VIII. Integracion de la mujer
IX. Reivindicaciones del movimiento de mujeres
X. No hay proyecto de democracia sin la mujer
introducción
Lorena Peña, más conocida por todos por la comandante Rebeca,
tiene una larga historia de lucha junto al pueblo salvadoreño. Proveniente
de una familia pequeñoburguesa, a los diecisiete años ya trabajaba
"para ser independiente" y poco tiempo después empieza a militar en la
organización político-militar salvadoreña Fuerzas Populares
de Liberación "Farabundo Martí", más conocidas como FPL,
y muy pronto llegó a ser promotora comunal en varios barrios marginales
de San Salvador. Un tiempo después pasa a formar parte del Comité
Central de dicha organización y permanece a la cabeza de la comisión
de masas durante cuatro años. Más tarde le asignan tareas de seguridad.
En aquellos años la conocí. Vino a visitarme a La Habana, conocía
mis Cuadernos de Educación Popular y quería que la apoyara en sus
nuevas funciones. Le di a leer el material que había preparado para el
curso de formación política del Partido Socialista chileno, donde
yo militaba.
En 1979 la nombran secretaria del partido en el Frente Occidental y, poco más
tarde, dos meses antes de la ofensiva del 81, pasa a asumir la jefatura militar
de este frente -no tanto debido a sus conocimientos en este terreno, que en aquella
época eran bastante escasos-, sino gracias a sus dotes organizativas.
Muchas veces ha debido asumir tareas de dirección que están por
encima de su preparación técnica. No obstante ha salido airosa porque
está convencida de que "si se logra comprometer al colectivo política,
ideológica y emocionalmente con la tarea, las cosas caminan bien."
Luego de la ofensiva del 81, cuando se reestructuran los mandos, Rebeca deja
la jefatura del Frente Occidental y asume sin problemas la subjefatura. Lo mismo
le ocurre en el Frente Especial de San Salvador, en el Paracentral y nuevamente
en el Frente Occidental.
Pero Rebeca, que asume con gran naturalidad el ejercicio de altos cargos de dirección
política y militar, acepta con humildad pasar de jefe a subordinada.
Ha tenido hasta ahora tres compañeros, y por razones que se narran en esta
entrevista, sus relaciones afectivas fracasaron. También tiene un hijo
que -debido a su militancia clandestina- no pudo vivir con ella cuando pequeño.
Rebeca se limitaba a mirarlo escondida trás un árbol.
En una larga conversación realizada en plena guerra, en noviembre de 1990,
me narró sus vicisitudes. Preparé la entrevista para su publicación
y esperé en vano sus correcciones. Había ya perdido la esperanza
de materializar este proyecto cuando, cerca de dos años y medio después,
en mayo del 93, la encontré en El Salvador, en el I Congreso de las FPL
en época de paz. Me confesó que la lectura de su testimonio la había
golpeado mucho. Se preguntó: "¿dónde está mi victoria personal
si cuento todas estas babosadas y no hago nada?". Eso determinó
que dedicara parte importante de su tiempo al tema de la mujer. Hoy Rebeca es
una de las principales impulsoras del Movimiento de Mujeres "Mélida Anaya
Montes".
Marta Harnecker
La Habana, julio 1993
I. El MANDO, UN NUEVO RETO PARA LA MUJER
-¿En que afecta a una pareja el hecho de que la mujer tenga un cargo de
mayor responsabilidad que el hombre?
-Las mujeres con responsabilidades difícilmente hallan algún
compañero que sea solidario con ellas. Ese es un común denominador.
En mi vida, de distintas formas, el problema ha sido el mismo. Yo he hecho un
balance y en ningún caso la separación fue porque no nos entendiéramos
físicamente o por cuestiones de carácter, nada de eso.
-Cuenta un poco, ¿qué pasó con tus compañeros?
-Con mi primer compañero todo marchó muy bien hasta que entré
al comité central...
-¿Cuántos años después de haber empezado la relación
con él?
-Cinco años. Era mi primer novio. A los dieciséis años
empecé a andar con él hasta que nos casamos. Me llevaba cinco años.
Nuestra relación venía de la secundaria, casi que ya estaba prestablecido
que con ese me iba a acompañar...
-¿Cuándo empezaste a militar?
-Yo ingresé formalmente en mayo de 1973, tenía diecisiete años.
-Y te casaste...?
-A los dieciocho, en 1974, un año después del fraude electoral
y tuve mi primer hijo a los diecinueve. Cuando salí embarazada estaba de
aspirante a combatiente. Me quitaron todo eso y me dieron como tarea cocinar para
un grupo de compañeros que venían a una escuela clandestina, en
las temporadas de corte, como si vinieran a hacer el corte, y luego se regresaban.
Antes de llevarlos a la escuela los diseminaban en algunos locales clandestinos.
Yo atendía un localito de esos, le cocinaba a los que llegaban...
-Tú crees que fue una medida correcta de la organización el cambiarte
de actividad?
-Yo creo que en atención a su condición física uno puede
cambiar de actividad. Pero a mí lo que me pasó fue que me rebajaron
el nivel de actividad. Y eso sí creo que no fue correcto.
-¿Y tú crees que lo hicieron intencionalmente?
-No. Creo que nadie lo planificó, estaba dentro de la lógica.
-Y si tú fueras jefa ¿qué habrías hecho?
-Bueno, creo que ya cuando el embarazo está avanzado hay que cambiar
a la gente de actividad, pero quizás no la hubiera mandado de cocinera,
hay una diversidad de tareas en las que, estando en esa situación, se puede
aportar y desarrollarse.
Yo en esa época me dediqué a leer muy tesoneramente, pero no todo
el mundo puede tener esa voluntad. Y el partido debe poner condiciones para que
las mujeres no se les queden, porque ese es el punto crítico de cualquier
mujer con militancia.
Cuando mi hijo tenía seis meses tuvimos que pasar a la clandestinidad.
En ese momento es cuando se daba el vuelco de la organización hacia las
masas. Y como yo había trabajado en los tugurios desde la época
escolar, me metieron a atender ese sector, que en ese momento era solo un nombre,
porque en realidad no existía. Mi tarea fue la de organizar la base del
partido entre los trabajadores y grupos de apoyo y proyectar el gremio a los tugurios...
Me fui metiendo en eso cada vez más y cuando Vladimir, mi hijo, tenía
siete meses, los compañeros me preguntaron: "¿Cómo piensas hacer
con más tareas y el niño?".
-¿No te ayudaba tu compañero?
-La verdad es que Dimas era un hombre excepcional; teníamos turnos
de lavado de pañales, turnos de desveladas, un día sí y un
día no, cada uno encerrado en la casa para que el otro fuera a cumplir
tareas, a pesar de que él llevaba un proceso de desarrollo mucho más
acelerado que el mío. Pero, con ese sistema, el problema era que de los
dos hacíamos uno, porque él también salía un día
sí y un día no.
Y entonces, cuando el niño tenía ocho meses decidí llevárselo
a mi mamá. Y sólo en esas condiciones pude pasar a atender las tareas
a tiempo completo.
-¿A ti no se te presentó un conflicto interno entre la madre y la combatiente?
-¡Por supuesto! separarse de un hijo es como que le amputen a uno un brazo.
Yo no puedo explicar la sensación hasta física que uno siente. Toda
esa mística cristiana me ayudó mucho. Los recursos políticos
no me hubieran bastado para tomar esa decisión, pero eso del amor al pueblo,
de que otros no comen y que tú al menos tienes la comida asegurada, fueron
argumentos que pesaron más fuertemente que el temor de que lo mataran junto
a mí. Me acuerdo que, para darme valor a mí misma hasta leí
un escrito de Lenin dirigido a las mujeres donde habla de la maternidad en sentido
histórico-social.
Dejé a Vladimir donde mi mamá y yo seguí en la clandestinidad.
Asumí de lleno el trabajo de los tugurios y, por conexión, el trabajo
obrero.
En 1976 entré al comité central. Tenía entonces veintiún
años. Eramos siete. Las responsabilidades eran múltiples.
-¿Siete en el comité central?
-Sí. Era el período en que el partido comenzó a crear
direcciones integrales por frentes. Yo, por ejemplo, que formaba parte de la dirección
de San Salvador atendía el sector obrero, la comisión de infraestructura
-que era la que hacía los barretines(1)- los hospitales clandestinos, las
cárceles clandestinas para los secuestros.
Tuve a mi cargo el equipo central de sanidad, que era un hospitalito móvil;
una especie de quirófano con sus médicos y su equipo, con mecanismos
clandestinos de comunicación para moverse donde fuera necesario. Al mismo
tiempo, estaba en educación. Cuando te conocí, Marta, y revisé
tus programas de educación política, estaba en esa tarea. Era una
locura todo aquello, pero como tenía menor nivel de complejidad que hoy,
podía responder.
Mi compañero no entendió ese proceso, y entonces nuestra relación
comenzó a hacer crisis. Lo interesante es que, en términos de tiempo,
yo pasaba fuera de la casa igual que antes, sólo que ahora él no
me podía controlar, porque yo iba a un departamento, iba a otro, al interior
del país, a veces podía regresar a dormir, a veces no. Tenía
más responsabilidades. El comenzó a no entender eso y a meter el
elemento de la duda respecto a lo que yo sentía por él, en todo
lo que yo hacía: si llegaba tarde, era por desinterés; si yo me
iba temprano, era por desinterés...
Y ya después empezó a suceder una cosa que nunca había pasado.
Me decía: "Eres ingenua, debes entender que andas con hombres."
Esos "hombres" eran los compas. Cuando trabajaba con un compañero me advertía:
"Vos debés tener cuidado, porque yo lo veo raro..." La situación
se iba poniendo cada vez más pesada.
-O sea, tenía celos...
-Celos, pero celos de todos y cada uno de los compañeros. Eso parece
divertido al comienzo, pero luego es atosigador. Te puede parecer divertido que
te celen con uno y con otro, pero cuando ya eso es una fuente de conflicto permanente,
de cuestionamiento de tus actividades, de que vos tenés que comenzar a
pensar que cada tarea que vas a hacer significa un debate, un problema; que las
iniciativas que tomés con los compañeros, si implican absorberte
más tiempo, repercuten en problemas en la casa, entonces eso comienza a
ser conflictivo. Y si además le agregás que eso empieza a trascender
y ya no es sólo el problema con vos, sino que empieza a ser percibido por
los demás, entonces tus propios compañeros, para no crearte problemas,
se empiezan a retraer. Y vos comenzás a entrar en un lío en las
relaciones con todo el mundo...
Entonces ¿qué se me planteó a final de cuentas?: o yo sigo mi camino
revolucionario, de trabajo con los compañeros y me independizo, o soy una
revolucionaria mediocre y una buena compañera de mi esposo. Así
de concreto se me presentó el cuadro. Yo lo conversé con él.
Desde que lo empecé a discutir hasta que tomé la decisión
de separarme, pasaron dos años; dos años de debate, de crítica
y autocrítica... Y ocurría algo bien interesante: en el debate,
él no se defendía, porque él sabía que teóricamente
yo tenía la razón. Pero pasaban quince días del balance y
la historia era la misma, y cada vez más pesada. Interfería en mi
trabajo. El quería conocer todas mis casas de seguridad para saber donde
buscarme. Yo no podía darle esos datos, porque con ello rompía la
compartimentación y, para demostrarle lo absurdo de sus requerimientos,
le planteé que él me diera los datos de las casas de seguridad que
él frecuentaba. Se negó a ello argumentándome lo de la compartimentación.
Entonces yo le dije que por qué él sí debía respetar
esas normas y yo no. En ese momento atribuí estos problemas al origen campesino
de Dimas, ya que el machismo en el campo salvadoreño es muy acentuado.
Al final ya no se volvió sólo problema de opción política,
sino de afecto, porque eso termina en que la motivación para convivir se
te rompe. En noviembre del 78 nos separamos...
Años después platicamos sobre esto, porque continuamos siendo muy
buenos amigos, él estaba de acuerdo conmigo y entonces se tiraba las grandes
carcajadas y me decía: "Quizás no habría entendido
muchas cosas si no me hubieras dejado..." Y coincidíamos los dos
en que su actitud se debía a una marcada influencia campesina en el sentido
del machismo, de la dominación de la mujer, encubierta bajo otro concepto:
"Tú eres boba y los compañeros son pícaros",
"Tené cuidado, tú no comprendes cómo es el mundo";
pero el fondo era ese. Lo que más pesó fue que él ya no me
controlaba, porque antes yo pasaba ocupada las veinticuatro horas del día,
pero como dependía del organismo donde él estaba, él sabía
lo qué hacía yo las veinticuatro horas del día. Eso cambió
luego cuando ya estábamos a la par: a cada quién le daban su trabajo
y era Marcial el que tenía el control. El aceptó que había
influencias de ese tipo y mucha incomprensión de su parte, y que eso llevó
a que tronáramos(2).
A mediados del 79 yo me acompañé con un profesional. Nos llevábamos
muy bien. No teníamos problemas, trabajábamos en áreas distintas...
Yo trabajaba en Occidente y él trabajaba en San Salvador. Nos mirábamos
eventualmente cada quince días o una vez al mes, él iba a Occidente
o yo venía a San Salvador. Eso era antes de la ofensiva del 81. Nos llevábamos
de maravilla... Para la ofensiva, a él lo mandan a San Vicente y a mí
me mandan a Occidente. Pasamos un buen rato sin vernos. Hasta mediados del 82
yo era secretaria del partido y él era jefe de los aseguramientos y la
logística. Nos llevábamos de maravilla porque su jefe era otro.
Pero luego a mí me dieron la jefatura de ese frente, el Paracentral, y
pasé a ser su jefa. A los ocho meses tronamos. El decía que toda
la imagen que tenía de mí como mujer se le perdía de sólo
saber que yo era su jefa. El sentía que no se podía entender conmigo
de la misma manera.
-En el fondo la relación comenzó a fallar porque él no
soportaba ser tu subordinado...
-Sí...
-¿No crees tú que esto se daba porque a él le preocupaba lo que
otros pensaran de él?
-¡Claro!, entre otras cosas... Fijáte que era el tiempo de las unidades
regulares. Vos sabés que ahí se daban voces de mando, que al jefe
se le saludaba cuadrándose. Cuando él llegaba a reuniones del estado
mayor, en que estaban todos los jefes, él no sabía si besarme o
cuadrarse, para ponerte un ejemplo pequeño. Y no faltarían las bromas,
ni te quepa dudas. A mí no me hacían roncha porque, por último,
yo no era la que estaba en esa situación, pero a él sí. Y
si a eso le agregás que gran parte de nuestras pláticas en ese tiempo
eran en torno a tareas: ¿ya están las minas?, ¿ya están los tiros?,
¿ya están los pantalones del batallón, las raciones operativas,
los embutidos, los derretidos? ¡Te imaginás la situación! Y eso
era todos los días. A veces él decía: "No puedo cumplir
con tal tarea" y yo le tenía que decir: "Tenés que
poder".
Recuerdo una anécdota que a mí me graficó el grado crítico
en que estaban nuestras relaciones. A finales del 82 le mando una nota donde le
pregunto: "¿Vas a venir ahora?", y él me responde: "¿Es una orden o qué?"
Y si a eso le agregás que, en el momento más álgido de la
crisis, se da todo lo de Marcial y Ana María. En ese momento, además,
nos meten el Plan CONARA(3). ¿Te acordás de ese plan, en San Vicente, que
duró como seis meses? Había que dirigir a ocho mil gentes de población
civil perseguida. Te imaginás eso durante cuatro meses, era un lío,
con un niño muerto por semana en cada cantón, por hambre, por falta
de comida... Entonces ¿qué cabeza le puse yo a resolver ese asunto? Ninguna,
sinceramente. Quizás ahí fallé yo. Eso se terminó
ahí, fue bien doloroso...
Lo triste es que cuando yo me acompañé con este compa, él
era un profesional que se había incorporado ya grande a la organización,
con mucha visión, con mucho desarrollo cultural; aparentemente no tenía
problemas con mis criterios independientes, me ayudó un montón en
ese sentido. Yo me decía entonces: "Quizás el problema es
mi extracción y que yo me entiendo mejor con alguien de extracción
pequeñoburguesa." Pero, aunque éste era de una extracción
y el otro de otra, el problema seguía siendo el mismo: el choque entre
la relación personal y la relación de trabajo.
De esa experiencia yo me dije: "No me vuelvo a acompañar con nadie,
o lo tendré que pensar muy bien; tendré que hacer grandes análisis."
Incluso saqué una conclusión chistosa, que hoy no me la creo -entonces
la creía-: "Yo estoy fuera de serie, no tengo interés como
mujer de servir a los que están en la serie actual." Estaba contenta con
lo que hacía y me decía: "Victoria es hacer lo que uno cree
que es correcto aunque no siempre le guste." No sé si me explico.
Para otra mujer puede ser victoria no perder la relación aunque pague por
ello un montón de cosas; para mí, victoria es poder ser revolucionaria
y hallar un hombre que me entienda en esa dimensión y que caminemos juntos.
Y por eso, a pesar de que la relación se haya roto, yo consideraba que
lo ocurrido era una victoria.
Pasé tres años en que no quería ni oír hablar de acompañamiento.
-¿No te pesaba la soledad?
-Llegué a valorarla en esos tres años. Leía más
y aprendí a relacionarme mejor con la gente. Entonces comprendí
que también tiene sus ventajas estar sola. Para mí fueron tres años
impresionantes en ese sentido, aprendí bastante. Yo me imagino que ya te
habrá pasado a vos, que si vas sola tenés otro clima de relaciones.
Yo le hallaba sus cualidades a la soledad también...
Incluso he llegado a pensar que una cosa es meterse con alguien y otra es acompañarse.
Hay que diferenciar. Quizás por el moralismo en la organización,
uno tendía a creer que si se acostaba con alguien era porque estaba pensando
en serio, necesariamente... Yo creo que eso es un error, fijáte. En el
fondo es moralista, cumplís con el requisito de acompañarte y después
cumplís con el requisito de separarte, porque si te acostás simplemente
con alguien, sós loca. Yo reflexioné sobre todas estas cosas y he
llegado a pensar que una cosa es acostarse con alguien y, otra es hacer un proyecto
de vida en común. Pero estando en Guazapa, fijáte qué divertido,
me encontré con un viejo amigo y compañero de lucha. Eramos grandes
socios. Y un buen día dije yo: "Bueno, ¿y yo qué hago pensando
en el compa, si ha venido, si se ha ido?, ¿qué es esto?" Y a él
le pasó igual. Y nos acompañamos. Fue una relación bastante
buena mientras estuvimos juntos. Es más, aquel teorizaba de que era importante
que las compañeras tuvieran su propio nivel de desarrollo, etc.
-Pero ¿cuál era la relación orgánica contigo?
-Él era mi jefe. Era de un núcleo de comisión política
que estaba ahí, la verdad es que todo lo hacíamos colectivamente,
aunque con división del trabajo. Y a mí no se me hacía problema
que él fuera jefe mío. Yo me subordino con facilidad en lo que hay
que subordinarse. Pero tuve que salir al exterior por asuntos de salud y durante
el chequeo médico detectan que estoy embarazada.
-¿Tú quisiste tener ese hijo, no pensaste en interrumpir el embarazo?
-Fíjate que en ningún momento pensé en interrumpir el
embarazo, porque sí quería tener otro hijo. Ya para ese momento
la guerra se había hecho tan larga, no miraba yo claro que se fuera a terminar
pronto y pensaba que me estaba poniendo vieja y que si esperaba más no
iba a poder tener otro hijo. Entonces sí le había puesto decisión
a que si esa posibilidad ocurría la iba a aprovechar.
-Ahora, en las otras relaciones pesaron problemas de subordinación,
de mando, de tareas; en este caso no hay problemas ni de celos, ni de tareas,
entonces, ¿cuál fue el problema?
-Mi hija tenía un mes de nacida y aquél planteó: "Bueno,
yo estoy solo y resulta que tú estás allá". Y yo le
digo: "Sí, yo estoy aquí con la hija de los dos."
"Sí, pero yo estoy solo", me responde "y aquí hay
una mujer que me gusta..." Si querés, es un poco de inestabilidad afectiva
pero, una vez más, también es la incapacidad de esperar a la compañera,
que para desarrollarse debe cumplir tareas que implican que deje solo a su compañero.
Entonces es el mismo fenómeno.
Yo siento que hay un problema de estabilidad, pero también de valores ahí,
o sea, las dos cosas...
Mira, lo único que a mí me tiene un poco a gusto en todo este relajo,
es que el compa fue capaz de avisarme lo que estaba pensando hacer, aunque fue
muy cruel. Teníamos un trato, y era que yo no le perdonaría el engaño.
Él sabía que si me engañaba entonces, olvidáte, me
iba a hacer pedazos. Yo parto de que no doy motivos como para que me engañen,
y no porque sea buenísima, sino en el sentido que yo también soy
muy clara.
Cuando regresé al frente, había comentarios entre las compañeras,
que tal compañero te deja y se casa, que el otro te deja y se casa; y las
compañeras decían: "No hay que buscar tareas lejos del compañero,
no hay que tener niños, porque tener niños es perder al compañero."
Yo nunca había reflexionado sobre eso, quizás era insensible
a ese tipo de asuntos, pero me puse a pensar que es cierto, que por lo menos en
El Salvador y en las FPL, todas las mujeres dirigentes somos solteras o separadas
o viudas. Y la que no lo es, ya estará por serlo. No tenemos ningún
acompañante.
Es un común denominador, es una experiencia que yo he vivido. Y fijáte
que la asumo con alegría, porque tampoco uno tiene que hacerse el gran
amargado con todo esto... Ni tampoco antihombre, antipareja, porque cada quien
sabe por su pellejo cuál es su experiencia. No voy a pretender sacar una
regla de todo esto, pero sí creo que no es tan fácil desarrollar
con naturalidad el mando femenino.
De manera que yo he llegado a la conclusión de que si bien no es absolutamente
imposible hacer compatible la vida familiar con el trabajo político, en
el caso de una compañera que tiene responsabilidades de dirección,
es muy difícil, porque en la práctica todavía está
establecido que si vos querés tener estabilidad tenés que limitar
tu desarrollo como persona, como revolucionaria, como política, al nivel
que no te dé independencia siquiera con relación a tu compañero.
Eso es así en la práctica, pero nadie lo formula así. Leéte
los estatutos, nuestros folletos de moral, todo lo que quieras, la gente no dice
eso, pero en la práctica así funciona. Si bien ningún partido
tiene una política discriminatoria desde el punto de vista teórico,
en la práctica es otra cosa.
II. formas sutiles de discriminacion
-¿Podrías señalar alguna discriminación que has sufrido
en tu partido?
-Por ejemplo, de siete mujeres que había en la dirección cuando
yo entré, ahora somos tres, las otras han muerto. ¿Dónde está
la promoción de otras compañeras?
En todos los comités zonales de la organización ahorita hay cinco
mujeres. Te estoy hablando de un total como de sesenta cuadros. Tres de ellas
somos las del comité central.
-¿Cómo se reflejan las prácticas políticas discriminatorias?
¿Podrías poner un ejemplo?
-Hace poco yo estuve en Occidente. Allí hicieron la lista de cuadros
y había una compañera bastante buena, que era de una dirección
subzonal y con muy buen nivel de rendimiento, pero me dijeron que estaba algo
desubicada políticamente y que, como además salió embarazada,
ya no podía ser considerada para tal tarea. Eso es discriminatorio.
-¿Qué querían decir con lo de desubicada políticamente?
-Ella había tenido un par de maridos y para colmo en el último
período había salido embarazada. Eso era suficiente para considerarla
desubicada políticamente.
Yo quiero aclararte que no es que yo piense que porque es mujer tenga que estar
ahí. Yo no estoy de acuerdo en que a una mujer, sólo porque es mujer,
se le den tareas aunque ésta no esté preparada para desarrollarlas.
Ahora, lo mismo pienso respecto a un obrero o a un campesino, o a quien sea. Yo
creo que es correcto que la organización se proponga metas de reclutamiento.
El análisis de los porcentajes es importante para tener una visión
de dónde están nuestros puntos débiles. Pero la selección
final debe hacerse usando criterios de calidad.
-Ahora, al revisar este texto dos años después, ¿piensas lo mismo?
-Creo que en lo que te dije hay trampa, porque da por sentado que no hay calidad.
Yo creo que la calidad es un requisito para hombres y mujeres y que en este proceso
un gran contingente de mujeres ha adquirido calidad, pero por la cultura, por
las condiciones que pone el partido, por las que pone la sociedad y por la costumbre
que hay en las cabezas de compañeros y compañeras, no se percibe
la calidad. Y por eso es que se habla de muchos controles de calidad para la mujer,
como si ésta acabara de empezar la lucha.
Yo creo que debe ser cláusula de los estatutos de cualquier partido darse
una meta mínima de participación de las mujeres; si no, no hay manera
de que los compañeros y compañeras se propongan en serio abrir las
oportunidades de capacitación y de promoción a las mujeres.
Yo ahí sí tengo diferencia de criterios. Ahora en el I Congreso
lo vi: ciento dieciséis congresistas. ¡Qué curriculum, Marta, buenísimo,
el de la mayoría! Y cuando estábamos hablando de la cuota de mujeres
en el comité central los compañeros insistían en que se garantizara
la calidad.
Al final del Congreso se abrió un espacio para proponer nuevos nombres
y si vieras cada cosa que propusieron, como cuarenta hombres y ahí nadie
dijo que no tenían calidad. Cuando son hombres se les olvida el criterio
de calidad, se nos olvida.
Yo me estaba riendo de eso anoche. ¡Es increíble!
Otro ejemplo de la discriminación es el siguiente: una vez tuve una discusión
con un dirigente nuestro porque él me decía: "Fijáte:
es que las mujeres no quieren, le hacemos propuestas y no aceptan, a una le propusimos
una tarea y no quiso realizarla." Yo le respondí: "Seguro
que si es un pinche combatiente, vos le llorás para que acepte, pero eso
no lo hacés con una mujer." Al final reconoció: "En
realidad, es inhumano esto que estamos haciendo, ¿por qué no se nos había
ocurrido antes?" Yo le dije: "Porque ustedes discutiendo solos,
entre hombres, se sienten felices, son ustedes los que nos están aplastando..."
De ahí la importancia de que haya mujeres participando, porque es como
otro gremio, en cierto modo, no antihombre, no tiene que ser así, pero
es otro punto de vista que no siempre se tiene en cuenta.
Creo que es necesario un cambio de actitud, de valores, de preparación
y que es necesario resolver los problemas materiales de las compañeras.
Para serte franca yo no le veo salida a corto plazo a este problema.
Pienso, sin embargo, que el principal problema es si las compañeras están
dispuestas o no a sacrificarse. Si no se hace labor de concientización
con ellas, si no se les hace ver este tipo de cosas, perdés tu tiempo...
A mí en Occidente me pasó. Había como quince compañeras,
vos las veías tan inteligentes, tan lúcidas y la mayoría
radistas. Yo les preguntaba: "¿no se han aburrido de ser radistas?", y respondían
que no, porque el jefe de la escuadra de seguridad era su compañero. Yo
le hablé de hacer otras cosas y ellas no querían. Entonces esa es
una lucha, porque uno no puede hacer por alguien lo que esa persona no quiere
hacer por sí misma.
Y esa es la principal conciencia que a mí me quedó. Decidí
dejar de predicar y trabajar con ellas una a una para obtener logros prácticos
y, al mismo tiempo, pelear para que no las abandone el marido, es decir, para
que haya victoria completa... Porque no se trata de lograr que agarren su camino
y terminen todas desestabilizadas.
-¿No te has puesto a pensar que la influencia cristiana tiene algo que ver
con el atraso ideológico de la mujer?
-No, no había reflexionado sobre ese aspecto...
-Esto se me acaba de ocurrir a mí ahora, yo tampoco lo había
pensado...
Padres que la ayudan a ser independiente
-Volviendo un poco atrás, cuéntame de tu familia.
-Yo soy de una familia pequeñoburguesa. Mi papá era un militar
retirado, funcionario del gobierno en un tiempo y mi mamá era dueña
de un negocio mediano en San Salvador. Era una familia liberal, siempre ligada
a la política; no había golpe de Estado en que mi papá no
participara. Y por el lado de mi mamá lo mismo. Aunque ella era una comerciante,
provenía de una familia de intelectuales, y apreciaba mucho el desarrollo
intelectual.
Mis padres se conocieron en medio de la lucha contra Martínez. Cuando reactivaron
a todos los que participaron en el golpe donde cayó la tiranía de
Martínez, mi papá no aceptó. Ese grupo fundó luego
el PCN y los escuadrones, y mi papá por ahí no caminó. Finalmente
se hizo militante de las FPL.
Cuando yo nací, mis padres habían logrado un nivel de vida más
o menos acomodado. En la primaria estuve en un colegio laico por las ideas de
mi papá, pero en la secundaria fui a un colegio burgués, de monjas.
-¿Cómo era la relación con tu mamá?
-Mi mamá tenía un control ideológico, no autoritario,
sobre nosotros. Desde los doce años yo tenía llave de la casa, se
podía beber y fumar en mi casa, llevar amigos. Era por otra vía
por la que ella te controlaba. Te decía: "Usted debe ser independiente,
las muchachas que se dejan llevar por los muchachos no tienen personalidad, usted
debe tener personalidad. Usted debe estudiar, debe valerse por sí misma..."
Incluso nos decía: "Hay un montón de mujeres que se llaman fulana
de tal, llevan el apellido de su esposo. Yo me llamo Angela Mendoza de Peña,
porque el día que me deje tu papá yo soy Mendoza. Si yo ahora no
tengo apellido, el día que me deje ¿qué voy a hacer?"
-Veo que tu mamá te ha marcado bastante...
-Y mi papá desde su óptica, también. Él tenía
otra tesis: no quería hijos copiados de él a papel carbón...
Y sin haber leído a Freyre, porque mi papá era un militar, yo recuerdo
que decía: "Yo educo a mis hijos para que sean libres". Entonces cuando
mi mamá salía con cosas que nos molestaban ¿sabés qué
hacía?, él se iba con todos nosotros de la casa, en protesta, como
si fuera un hijo más. Era divertidísimo. Mi mamá se quedaba
sola en la casa y todos nos íbamos en protesta, toda la pandilla con mi
papá a la cabeza... Nos llevaba al cine o algún otro lado y después
de tirar una carcajada decía: "Volvamos, ya la asustamos bastante." Los
dos eran bien fuertes y muy libres.
-¿Y era buena la relación entre ellos?
-Sí, hasta el final.
-¿Cuántos hermanos tienes?
-Eramos cuatro hermanos, un hombre y tres mujeres, sólo yo estoy viva...
Dejáme decirte que yo era la más débil de carácter
de mis tres hermanas. Las otras eran más enérgicas, más fuertes,
más autoritarias, más independientes... Así nos habían
educado a las tres, muy dueñas de nosotras mismas.
-¿Entonces tú tenías un trabajo legal?
-A los diecisiete años, al salir del bachillerato, para ser independiente
conseguí trabajo. Trabajé primero en una empresa privada. Como mi
colegio era burgués y tenía buenas notas, eso era motivo suficiente
como para entrar en cualquier trabajo... Después, cuando ya militaba, me
orientaron que buscara una actividad más afin a mi labor política,
entonces me trasladé a la alcaldía. Pasé un cursillo y como
tenía experiencia como promotora social no tuve ningún problema.
Sabía de trabajo organizativo, de dinámica de grupos, de todo eso.
En la alcaldía me dieron trabajo en los tugurios. A mediados del 73 yo
era la promotora comunal como de siete tugurios de San Salvador.
III. una victoria completa: salvar la pareja y desarrollarse politicamente
-Tú antes decías que considerabas una victoria seguir adelante
con tus actividades y compromisos aunque ello te costara la relación de
pareja. Ahora veo que la verdadera victoria -¿acaso no quieres decir eso cuando
hablas de "victoria completa"?- es aquella en que logras ambas cosas. Me parece
importante pensar en cómo lograr esto, ya que la inmensa mayoría
de las mujeres militantes de hoy busca realizarse tanto en el terreno afectivo
como en el político...
-Mira, mi primera gran victoria es jugarme el pellejo por conseguir mi realización
personal, porque eso ya es una victoria contra mi propia cobardía. Y la
victoria completa es si me la juego y tiene un resultado positivo.
En mis relaciones afectivas yo creo que he triunfado, porque no he terminado subordinada
y he actuado como he creído que es lo correcto aunque esto tenga algunos
costos. Esa es la única manera de sentirse feliz, esa es la felicidad para
mí.
Es una victoria actuar como uno cree que debe actuar. Sin que te ronde ni el partido,
ni tu marido, ni tu papá, ni tu mamá. Yo hasta ahora eso he hecho
siempre.
-Sí, pero tú hablas de victoria y de victoria completa..
-Claro, es bien injusta la situación de las mujeres que somos independientes,
porque actuar consecuentemente con tus ideas implica no lograr una vida afectiva
estable con nadie. Todavía a la mayoría de los compañeros
no les cabe en la cabeza la posibilidad de que las mujeres sean independientes,
que tengan autonomía y que puedan desenvolverse plenamente, sino que las
tienen en función de ellos.
Eso todavía existe aquí en El Salvador y por eso digo yo que la
victoria completa supondría que hombres y mujeres cambiemos, para construir
una sociedad más humana, con familias más humanas, más democráticas.
Eso sería lo justo.
Porque hoy sólo hay dos alternativas, y he visto muchas compañeras
que han escogido el otro camino: negar sus cualidades, hacerse mediocres, sombra
de su marido, o bueno, ser tú misma y tu marido te dejará. Más
o menos es la norma.
IV. las parejas y los sin pareja
-Ahora, el hecho de que compañeros de la dirección de los
frentes formen parejas ¿no provoca en los que están solos, que no tienen
su pareja, una reacción de envidia y de decir: "Bueno, mira, los jefes
pueden hacer esto y nosotros no..."
-Fijáte que eso tiene que ver con otras cosas. Te voy a exponer mi
caso porque hay distintos casos. En el mío, para todo el mundo está
bastante claro que a mí me ponen donde me necesitan; yo nunca he llegado
detrás de nadie a ninguna tarea. Entonces la gente no se hace lío.
Yo nunca he tenido problemas por eso, porque ha sido claro que yo estoy donde
tengo que estar por una tarea muy concreta que me toca realizar. En el caso de
mi trabajo en el Frente Paracentral, llegué allí no porque estaba
mi compañero, sino cuando la dirección decidió mandarme.
La gente se hace más líos cuando la compañera del jefe no
está en tareas de dirección, pero sí cercanas a la dirección,
o en tareas de apoyo a la dirección por ser la compañera de fulano.
Ahí se suscita ese tipo de reacciones.
Justamente de todo esto hicimos un debate en el 88, porque se decía que
había que manejar las relaciones. Y entonces nos planteamos: ¿por dónde
empiezan las relaciones? ¿Por arriba, o por abajo? ¿Cómo está la
cosa?
-¿Qué significaba manejar las relaciones?
-Permitir que convivan más cerca las parejas, darles más posibilidades.
-¿Humanizar la situación de la tropa, digamos...?
-En general, la vida de las parejas en la organización. Eso se planteó
porque las de la dirección estaban muy humanizadas y las de la tropa no.
Entonces comenzamos a pensar como hacer, porque si a los componentes de un pelotón
de treinta gentes le agregas la pareja, ¿cuántos te salen? ¿Y cómo
organizás un pelotón de sesenta? ¿Cómo te inventás
tareas para los treinta restantes, sean hombres o mujeres? ¿Me entendés?
Ahí hay un problema objetivo que no se da en aparatos chiquitos, porque
en éstos vos sí podés conciliar. Y luego está el otro
problema de cantidad de combatientes cuyas mujeres están en la población
civil y ellos no están interesados en que su mujer deje los cuatro hijos
para irse con ellos al monte. O sea, que hay un montón de situaciones de
distinto tipo.
Y también se daban casos de que justamente podían estar juntos y
uno estaba por un lado y otro estaba por otro, y no se hacía nada por juntarlos.
En ese sentido realizamos un esfuerzo con resultados prácticos de mayor
estabilidad de las parejas.
Hemos hecho un esfuerzo por crear condiciones materiales, pero no se ha logrado
crear nuevos valores para la relación de pareja. Esto es muy importante
porque, como estamos en guerra, si tarde o temprano no están todas las
condiciones materiales, si vos no tenés la idea de enfrentar juntos las
repercusiones de la guerra en las condiciones en que te toque, en ese momento,
cuando fallan las condiciones materiales, las parejas truenan.
-¿A qué llamas condiciones materiales?
-Que puedan trabajar cerca, que se puedan ver todos los días, que esto
y que lo otro. Pero ya sea porque uno se desarrolle más, o porque uno tenga
que irse para otro lado, o que te capturen, o que te manden a una beca, si vos
no tenés la idea de asumir juntos el compromiso de la revolución
en su expresión concreta que es la guerra, en ese momento truenan las relaciones
de pareja con todas las secuelas que eso tiene para cada quien.
V. Mujer dirigente y problemas domésticos
-¿Qué dificultades hay que superar para que la mujer pueda asumir
tareas de mando?
-Hay que comenzar por las personales afectivas. En primer lugar lo de los
niños, porque otras mujeres que son excelentes y que no tienen quiénes
les ayuden con sus hijos, se quedan en tareas menores o de apoyo.
-¿Tú estás planteando que se resolverían los problemas
si hay alguien que se encargue del cuidado de los hijos?
-Si hubiera apoyo a dos niveles. Mira, por un lado apoyo institucional, guarderías,
centros de atención infantil, sería una medida que podría
contribuir a que las mujeres se incorporaran más; y la otra, es si se compartiera
el trabajo doméstico. Pero eso no ocurre.
Entonces es grave, porque aunque haya guarderías, si el trabajo doméstico
no se comparte, igualmente las mujeres tienen dificultades para participar políticamente.
Porque de nada sirve que tengas guardería, y llegues a las 6 de la tarde
a lavar pañales, preparar los del día que sigue, la comida, ir al
supermercado, barrer, trapear, en fin. Ahora en esta época de paz, terminado
el conflicto, nosotros queremos que la participación política sea
mucho más amplia. Y que la gente más común se meta a la política.
Pero si tiene trabajo asalariado, trabajo doméstico y trabajo político,
realmente se vuelve bastante difícil. ¿Por qué ahora el movimiento
de mujeres aquí en el partido es tan fuerte? Porque todas hemos sentido
hoy lo que nunca habíamos sentido en la guerra, Marta. Terminada la guerra
se acabó la igualdad. ¿Sabés por qué? Porque al volver a
las casas, las que eran guerrilleras recogieron a sus hijos y el marido no se
integró al trabajo de la casa. De repente te dicen: "Ahora estoy
peor que en la guerra, porque salgo del trabajo político a hacerme cargo
de todo el trabajo doméstico. Ahora mis fines de semanas son para cuidar
niños. Ahora de las seis de la tarde en adelante yo tengo que estar en
la casa cuidando los niños. Y tengo que ver en los recesos del mediodía
cómo voy al supermercado."
En enero era increíble: no hallabas a ninguna mujer, todas matriculando
niños y los compas bien tranquilos.
Entonces sí, realmente, no sólo se necesita ver cómo sacar
a la mujer del hogar, sino ver cómo metemos a los hombres al hogar, para
que eso se pueda resolver.
Eso va a ser larguísimo, pero yo creo que es una batalla que hay que dar.
VI. El mando militar femenino
-Es más fácil imaginar a una mujer dirigiendo un frente político
o de masas o en tareas diplomáticas que como jefe militar, ¿cómo
llegaste tú a ser jefe de un frente de guerra?
-En el 80...
-¿Cuando se preparaba la ofensiva?
-Correcto. Ya el comité central había crecido, eran dieciocho
compañeros del CC y la Comisión Política éramos como
ocho ó nueve compañeros. Luego en la CP nos dimos cuenta que los
jefes de comandos que teníamos en los comités zonales eran muy buenos,
pero no sabían cómo organizar a mil hombres -se estaban volviendo
locos-; en cambio, los secretarios del partido teníamos idea de cómo
hacerlo. Entonces se decidió que algunos compañeros de la CP nos
hicieramos cargo de la jefatura. Ahí me pasaron a jefe militar de Occidente
para que agarrara esas unidades.
-¿Tú tenías conocimientos militares?
-No, nada sabía de mando de tropas. Desde que fui aspirante a combatiente
no tomaba un arma. Eso fue dos meses antes de la ofensiva del 81. Entonces era
un poco complicado porque no sólo era agarrar eso, sino de cara a la ofensiva
que se estaba preparando.
-¿Cómo te las arreglaste para desempeñarte en esa tarea sin tener
conocimientos militares?
-Apoyándome en los compañeros, porque habían muy buenos
jefes de pelotón, compañeros con capacidad operativa que, si bien
no tenían la visión de organizar algo en grande, tenían capacidad
técnico-militar. Y de esa manera fuimos enfrentando la situación.
O sea, consultando con los compañeros las cuestiones concretas del tipo
de recursos que necesitaban, el tipo de armas, en fin... Me acuerdo que decían:
hay que hacer trincheras, pero yo nunca había visto una trinchera. Los
compañeros, luego de construirlas, me preguntaban: ¿están buenas?
Yo les decía que sí. O sea, que a veces les hacía trucos,
porque no podía estar respondiendo a todo: no sé. Me acuerdo que
con las trincheras les seguí la corriente... Pero la verdad es que logré
salir adelante apoyándome en ellos.
Te quería decir que no sólo en este caso sino en todas las tareas
que a mí me han dado, yo siento que si las he podido desarrollar medianamente
es, justamente, porque estoy convencida de que si uno logra comprometer al colectivo
política, ideológica y emocionalmente con la tarea, las cosas caminan
bien. Pero si el colectivo está desunido, si tiene competencia o uno no
se apoya en él, por muy inteligente que uno sea, no puede sustituir la
energía de todos los demás.
Esa divisa me ha ayudado a salir de un montón de líos. Ahora estoy
trabajando con un equipo de economistas. Yo no soy economista, y si me pongo ahí
a dármela de sabia y a no aprender de ellos, las cosas no podrían
funcionar. Tengo que estar abierta a todo lo que me planteen. Y yo creo que eso
es importante. A mí me ha servido cantidad toda la vida eso de aprender
de los otros.
Por eso me molesta que se haga mal uso de los grados militares, porque detrás
de cada comandante hay un montón de muertos que les han salvado la vida
un montón de veces; hay un montón de gente que camina a pie mañana,
tarde y noche para que tus grandes ideas lleguen a otro lado.
En fin, hasta en las cosas más elementales uno debe valorar las posibilidades
de enseñanza que tienen los demás.
-¿Y cómo aceptan los hombres el mando femenino?
-Lo aceptan con naturalidad, en eso se ha avanzado bastante porque, por ejemplo,
yo siempre he trabajado con hombres, es rara la vez que he dirigido mujeres directamente.
Yo nunca he tenido grandes dificultades.
-¿Para imponerte no has tenido que abandonar valores y actitudes femeninas?
-No, yo eso no lo he hecho, hacerme la valentona, la que hace esto o lo otro,
asumir otros rasgos, no, eso no lo he hecho. Al contrario, los compañeros
decían que yo los estaba amariconando, porque tenía tendencia a
hacerles el nombre chiquitico, a usar apodos, diminutivos. Entonces a uno que
se llamaba Felipe le decía Fili y al otro Orly... Yo les decía:
"¿Cómo querés que te diga?: ¡ven, hijo de puta! Pues no, no lo voy
a hacer. Yo soy así..."
Lo que realmente pesa es el grado de efectividad de tu trabajo. Ese es el asunto
de fondo. Si eso no está cuestionado, vos no tenés por qué
cambiar tu manera de ser.
-Si te ves obligada a poner en una balanza la realización personal en
un trabajo con perspectiva revolucionaria y tu realización afectiva ¿pesaría
más lo primero?
-Sí...
-¿Aunque sea con dolor...?
-Con dolor de mi alma, pero pesa más. Aunque creo que hay que hacer
un esfuerzo por compatibilizar las dos cosas. No se trata de que el sacrificio
sea un principio. Eso me parece inhumano para todos: cuadros y base. Es inhumano,
pero llega un momento en que, si las cosas se vuelven incompatibles, tú
debes decidir. O hay un salto de valores para poder hacer frente a esa situación
o tiene que pesar más el proyecto y el trabajo. Yo no creo que haya otra
solución.
-Y tú como jefe, ¿si tienes que planificar sobre las misiones de los
cuadros, consideras el aspecto femenino de algún cuadro para tratar de
buscar una fórmula en que no llegues a enfrentar decisiones tan difíciles?
-Mira, un jefe siempre tiene que ver los dos problemas, el del hombre y el
de la mujer que están implicados en cada decisión. Nosotros tratamos
de que sean compatibles, que no haya necesidad de que rompan, siempre que esa
compatibilidad -por lo menos esa es mi posición personal- no sea sobre
la base de aplastar las posibilidades de ninguno de los dos. Eso es lo que pienso
yo.
Se van haciendo malabarismos orgánicos, a veces difíciles, pero
cuando los valores están muy débiles no hay malabarismo que valga.
Yo te voy a poner un ejemplo: había una compañera que debía
dirigir un taller de explosivos porque tenía aptitudes para hacerlo. Su
compañero era miliciano, iban a vivir juntos donde el compañero,
pero ella iba a ir todos los días al taller de explosivos. Sin embargo,
el compañero quería seguir siendo jefe de ella, no aceptaba que
ella asumiera esa jefatura.
-¿Y qué decidió la compañera?
-Incorporarse al taller de explosivos.
-¿Eso le costó la relación con el compañero?
-Estaba en eso cuando el compañero cayó en una emboscada. Pero
ha habido otros casos en que si no hay posibilidad de que el compañero
se vaya con la compañera, ella no se mueve de donde está.
Nosotros tenemos esa política de tratar de que estén cerca, que
puedan relacionarse, que estén juntos. Estamos haciendo un esfuerzo en
esa dirección, buscando compatibilizar el desarrollo de las compañeras
y los compañeros con el de la pareja. Hay que buscarle una solución
a esos problemas, porque la nuestra no es una revolución de autómatas,
ni de seres anormales. Pero si vos no atacás el asunto ideológico,
igual nunca es suficiente. ¿Sabés en qué termina? En que la compañera
sale embarazada, se le da de baja y el compa se consigue otra, y entonces aquella
se jodió en su desarrollo y se quedó igualmente sola.
-¿La dirección de las FPL se preocupa por estas cosas?
-Hemos hecho hasta una campaña de planificación familiar. Los
compañeros se oponían a que las compañeras se pusieran en
planificación. "¡Qué locura es esta!", dijimos nosotras. Usted está
a la cola de su compañero, no se desarrolla, sale embarazada e igual la
deja el compa. Y después se queda fuera del frente, con hijitos, sin el
marido. Es una tragedia jodida que uno ve ahí.
VII. HIJOS CRIADOS POR OTROS
-Mi caso no es el igual al de todas las mujeres. Como yo soy de la dirección
y ya tengo mi propio espacio, la dirección se preocupa de ponerme condiciones
para que trabaje. En el caso de las compañeras de base tenemos un sistema
hasta de guarderías legalizadas, donde las madres pueden ir a ver a sus
niños, salir con permiso cada período si vuelven al frente; o sea,
tenemos un sistema amplio. Nuestra ayuda no se enfoca desde la perspectiva de
que aquella mujer pueda dar más, sino de que los niños tengan condiciones
justas.
Ahora si vos tenés quién te ayude, un familiar, por ejemplo, nosotros
creemos que es lo mejor, pero hay quien no tiene familia.
En las guarderías existe un sistema de internado completo. Muchos de los
que ingresan son muchachos sin familia. Acordáte que en el frente hay un
montón de muchachas de veinte años con hijos cuyos padres fueron
asesinados durante la represión o son combatientes o activistas. Estos
niños no tienen familiares que los acojan. Pero no creemos que este sistema
de guarderías sea el ideal. Se educan con otras costumbres, con otro nivel
de vida. Cuando sus padres van a buscar a esos niños para llevárselos
unos días con ellos se produce un choque fuerte entre las condiciones alimentarias,
sanitarias, en que viven en la guardería y las condiciones de vida mucho
más humildes de sus padres. Eso a la larga puede traer dificultades. Nosotros
después pasamos a otro esquema que es buscar familias que colaboren. Lo
vemos mejor. Con todo este desarrollo de la repoblación, del trabajo político
en la casa, lo mejor es una familia que pueda apoyar a los que no la tienen.
Esa es la otra variante que a mí me parece bien. Además ahí
el combatiente puede ir cuando quiere, cosa que no ocurre en la guardería
que está en la ciudad. Es un relajo hacer el conecte para que se miren,
en cambio en la otra forma pueden darse una pasada porque los niños están
en las periferias de sus respectivas zonas. Chalate, por ejemplo, ya tiene esto
resuelto.
El otro lío de las guarderías es que cuando los papás caen,
los niños pierden la memoria de quién era el papá, de quién
era la mamá. ¿Me entendés? Cuando fui a una guardería había
como treinta niños que no recordaban a sus padres. Este tipo de cosas nos
comenzó a preocupar. Si estuvieran en una casita, por humilde que sea,
ya tendrían una familia. Se podría hablar con esa familia para que
les explique quién era el papá, quién era la mamá.
-¿Tiene sentido esa experiencia tuya de tener hijos para que sean criados por
otra gente?
-Durante diez años yo creí que no debería volver a tener
hijos, porque no le hallaba sentido. Y decía yo: "Para qué voy a
tener otro hijo si el que yo tengo no lo tengo, para qué voy a meterme
en otro." Y me daba hasta como un sentimiento de traición tener otro hijo.
Pensaba: "¿Cómo le voy a hacer esto al otro?" Pero después comencé
a pensar que con este tipo de razonamientos uno se deshumaniza. Tal vez lo miro
desde mi perspectiva, yo he tenido una familia estable, sé que puedo contar
con ella, que en el futuro puedo reconstruir la relación con mis hijos.
Por otro lado me parecía una visión en el fondo pesimista, como
quien dice: "Nunca vamos a ver la victoria, nunca voy a poder reconstruir nada."
Sin embargo, no puedo negar que ahora que me he reencontrado con mis hijos, hay
grandes lagunas, a veces terribles, pero, a pesar de todo, pienso que fue bueno
que los tuviera. Es otra dimensión de mi vida que jamás la hubiera
vivido si no es teniéndolos, y por otro lado, aunque sea con los vaivenes
de la guerra, he tenido la posibilidad de hacer familia con ellos. Si yo no hubiera
tenido esos hijos, ¿qué sería de mi familia hoy en día? Sólo
seríamos mi mamá y yo. Todos mis hermanos murieron luchando y mi
padre acaba de morir de cáncer.
-¿Cómo fue tu reencuentro con ese hijo que ha sido criado por tu mamá?
-Cuando se crearon nuevas condiciones yo me dije: "Ahora sí puedo vivir
con mi hijo." Pero ¿con qué moral iba yo a quitarle el hijo a mi
mamá, si ya tenía ocho años de tenerlo ella, y yo lo había
visto sólo tres meses en esos ocho años?, ¿cómo ahora le
iba a pedir a mi mamá mi hijo cuando ha vivido tantos años con ella
y, por otra parte, todos sus hijos han muerto en la lucha. No tuve valor de hacerlo.
Era complicado...
Fijáte que a pesar de todo lo difícil que es el no estar con ellos,
como sé que no lo he hecho por haraganería, sino por una decisión
más profunda de convicciones de otro tipo, no me siento mal. Aparte de
que pienso que en la medida en que se construye para el pueblo, se construye para
ellos también...
-Creo que sobre lo que hay que reflexionar no es tanto sobre lo que significa
para una madre separarse de su hijo, sino de lo que significa para el hijo el
estar separado de sus padres... Esta situación no es elegida por él,
se la imponen.
-Yo creo que ahora no es lo mismo que en la guerra. La guerra era una situación
superexcepcional. Aquí hubo setenta mil víctimas en diez años;
eso marcaba a todo el mundo: papá, mamá, hijos, abuelas, todos estábamos
en la misma jugada.
Ahora, terminada la guerra y empezado el tiempo de paz, yo me he dado cuenta de
dos cosas. Una, personalmente creo que ya no se justifica estar delegando el cuidado
de los hijos. Creo firmemente que cada papá y cada mamá debe hacerse
cargo de sus niños. Y que eso debe conjugarse con su trabajo político.
Hay otro detalle, los abuelos ya no quieren seguir criando niños terminada
la guerra. También han pedido su descanso. Un montón de casos he
visto yo.
Ahora, sobre la maternidad, yo creo que esa es una decisión personal de
cada mujer; pero sí creo personalmente que por lo menos yo no me metería
a tener, ni ahora, ni más adelante, más hijos si quiero mantener
el nivel de compromisos en que estoy. Pero no me atrevería a establecer
una regla general, porque hay mujeres que en toda la guerra no tuvieron hijos
y hoy tienen veinticuatro años y quieren tener un hijo.
Pienso de que es bien difícil dar una norma; lo que sí creo yo es
lo que se decía antes: que la que se mete a tener hijos y no resuelve el
problema del apoyo en la casa, termina medio loca. Te lo digo por mi experiencia.
El año pasado, en noviembre, terminé con parálisis facial.
Claro, el trabajo político era una locura y en mi casa, de repente yo sola
con todos los chipotes y para arriba y para abajo. Troné. Es muy duro.
Lástima que yo no tengo a quien poner ahí de burro de carga para
que haga el trabajo doméstico, pero pienso que hay mujeres que están
igual que yo, aunque tengan el marido en la casa.
-¿Y tu mamá está contigo ahora?
-Mi mamá se ha dado una vacación total y yo la respeto y la
respaldo. Y yo creo que ese es su derecho.
Y además, me gusta... he visto a muchas abuelas igual, que dicen: hasta
aquí.
-Cuéntame, ¿estás viviendo ahora con tus hijos?
-Estoy con mis dos hijos, pero el mayor está terminando el bachillerato
en México. Él ya tiene dieciocho años, vive en un cuartico.
Ya se independizó...
-No crees tú que así como se dice que detrás de cada gran
hombre hay una gran mujer, también detrás de toda gran mujer existe
otra que asume las tareas que aquella no puede asumir por las responsabilidades
que recaen sobre sus hombros, aún en el caso de que existan esas instituciones
que se hacen cargo de los niños desde pequeños, porque siempre están
las tareas del hogar y las horas que los niños pasan en la casa...
-En realidad eso es así.
VIII. INTEGRACION DE LA MUJER
-¿De qué manera se puede ayudar a una mayor integración de
la mujer a las tareas de dirección política?
-Creo que de todo lo que hemos platicado se deduce que se necesita una política
consciente de las organizaciones sociales, de las organizaciones políticas,
en el sentido de crear condiciones para que las mujeres puedan desarrollarse políticamente.
Hace un tiempo tuvimos un encuentro de mujeres en Tehuantepec. Tendrías
que ver a las mujeres del PRI(4) y del PRD(5) quejándose de los mismos
problemas que las mujeres de las organizaciones populares de El Salvador. Es la
misma historia. Los problemas son los mismos. Tal como están las condiciones
económico-sociales y políticas, es difícil hacer compatibles
las responsabilidades de dirección política con las del hogar. Y
si vamos al caso concreto de El Salvador, para que una mujer llegue a ser dirigente
tiene que sobrepasar todos los problemas económicos, sociales y culturales
que allí existen. Date cuenta que en El Salvador es muy frecuente ver mujeres
con uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis hijos, que son jefas de familia.
-Te quiero agregar algo, que esta disminución de mujeres que yo te decía
que se había dado en la dirección del FMLN, estoy convencida que
tiene que ver también, no sólo con nuestra política discriminatoria,
sino con el repliegue del movimiento obrero, del movimiento de masas... Porque
en la medida en que las masas comienzan a participar como tales, y el nivel de
militancia que exigen esas tareas no es el mismo que el que exige el partido,
eso da chance a que un montón de mujeres empiecen a ejercer tareas de dirección
y de ahí sale una nueva generación de mujeres.
Fijáte que, por ejemplo, en toda la dirección nacional del Comité
Cristiano de Desplazados y Refugiados de El Salvador (CRITDEF), sólo hay
dos hombres, las demás son mujeres. Si vos te vas a la repoblación,
la mayoría de la directiva son mujeres. Es que el surgimiento del movimiento
popular en sentido más amplio, da mayores posibilidades a la mujer, porque
el salto de la vida doméstica a la guerrilla es muy grande.
Fijáte que en el Sindicato del Seguro Social, el de los Hospitales, existe
un Comité Femenino que casi tiene el mismo peso y la misma influencia que
el propio sindicato. Y ya los compañeros entendieron que si se necesita
lograr efectividad en una mujer, es muy importante el apoyo que proporciona la
mujer organizada. En un momento se produjo una contradicción entre la organización
femenina y la dirección del sindicato, pero han logrado resolverla. Ese
es un fenómeno que se está presentando, pero que nosotros lo hemos
dejado de lado.
Me parece que un síntoma de la maduración del proceso revolucionario
en El Salvador es este fenómeno del surgimiento de un nuevo contingente
de mujeres.
-A partir de lo que has dicho, parece ser que la integración de la mujer
a la dirección política y los problemas que ello representa estarían
relacionados con las diversas etapas por las que va pasando el proceso revolucionario.
Es evidente que no son los mismos problemas los que se plantean a la mujer que
desempeña un mando militar, que a la mujer que asume una tarea en la conducción
del movimiento de masas. Da la impresión de que en las luchas barriales,
las luchas territoriales, la mujer juega un gran papel, porque esta no la obliga
a separarse de la familia, y allí logra cumplir la labor de madre y de
luchadora al mismo tiempo.
-Así es.
IX. reivindicaciones del movimiento de mujeres
-¿Cuáles son en tu opinión las principales reivindicaciones
que debe levantar el movimiento femenino revolucionario en América Latina?
Hay quienes sostienen que las dirigentes femeninas salvadoreñas y nicaragüenses
politizan demasiado los problemas de la mujer, y no luchan o consideran secundario
luchar por reivindicaciones propiamente femeninas. ¿Qué piensas tú
al respecto, ahora que tienes esa experiencia de la reunión de mujeres
en México?
-En eso de las principales reivindicaciones del movimiento femenino revolucionario
en América Latina, yo parto de que, naturalmente, sus primeras reivindicaciones,
las estratégicas, son las de la transformación social, porque mantengo
que todo este pleito es en vano si no se pelea por transformaciones profundas.
Es como que el obrero sólo se mantenga en el nivel de la lucha económica.
No creo que se deba desligar la lucha del movimiento femenino, de la lucha por
las transformaciones de la sociedad. Esta es una tarea de hombres, mujeres, jóvenes.
Ahora, contraponer las reivindicaciones de la mujer a aquéllas es peor
todavía. Obviarlas es un error, pero es un error más grande contraponerlas,
porque entonces le hacés el juego al feminismo burgués, que pelea
sólo por reivindicaciones de tipo inmediato, sectorial y deja de lado el
problema de fondo, que no es la varita mágica, pero que sí crea
las condiciones básicas para poder hablar de una superación estable
y duradera de la mujer.
Entre esas reivindicaciones que tienen que ver con las transformaciones de la
sociedad en nuestro caso, está la demanda por la desmilitarización,
la democratización de la sociedad, la justicia económico-social,
la soberanía nacional... A éstas hay que agregar las reivindicaciones
específicas de la mujer, que no son debidamente retomadas: la igualdad
de oportunidades en el trabajo, la igualdad de salarios, el compartir los deberes
del hogar entre hombres y mujeres, el crear mecanismos transitorios de formación
y capacitación de las mujeres, por ejemplo, de las amas de casa, para que
se puedan desenvolver no sólo en el trabajo político, sino en las
empresas, en el trabajo productivo. Todas éstas son demandas que pueden
y deben levantar las mujeres.
El derecho a participar plenamente en todo el desarrollo político, económico
y social, me parece una reivindicación justa. También el que mientras
se transforman todas las condiciones, se creen condiciones de ayuda material para
la mujer. Ahora, no me vengas a decir que la lavadora me ayuda, porque estás
partiendo de que yo soy la encargada de lavar la ropa. Las lavadoras deben ser
una ayuda para resolver los problemas, no de la mujer, sino de la familia, que
ya es otra pista. ¿Por qué la pareja no puede repartirse esta tarea?
Deben crearse estos mecanismos transitorios, pero haciendo conciencia que es de
ayuda a la familia, al hombre y a la mujer, en la medida en que se construye la
igualdad de responsabilidades hombre-mujer.
El problema es que como todo esto ha sido matizado por el feminismo burgués,
en el caso del FMLN hay como alergia a todo lo que sean reivindicaciones de la
mujer, eso a pesar de que hay como quince organizaciones de mujeres ahora en El
Salvador. Las organizaciones han crecido, han elaborado teoría, tienen
posición sobre el problema de la paz, el de la guerra, de la justicia social,
sobre su problema particular y es tiempo de que nosotros recojamos esto.
Yo estoy de acuerdo en que las mujeres del FMLN nos desinteresamos por el problema
de la mujer. He oído cada declaración que me da alergia. Hasta caemos
en ridiculizar la lucha de la mujer. Una vez oí a una compa decir: "No,
primero es la revolución y después que el hombre cocine."
Y una compañera que está en un frente le respondió: "Yo
sé cocinar muy bien, mi problema es cómo participo en el desarrollo
global de la sociedad."
Hay una tendencia en nosotros a decir que primero es la lucha por la revolución
y después es la lucha de la mujer. Yo pienso que deben ir ligadas. No estoy
por un feminismo a ultranza al estilo burgués, pero ese planteamiento de
decir que primero es una cosa y después la otra, me parece ilógico
e injusto porque, cómo vas vos a plantear que hay que dejar lo inmediato
por lo estratégico, cuando hay que combinar las dos cosas.
-¿Has pensado tú cómo pueden resolverse los problemas de la mujer
dirigente salvadoreña en la nueva sociedad que ustedes pretenden construir,
sabiendo que la posibilidad del despegue económico está todavía
lejano?
-Yo pienso que así como va a ser gradual el logro de los objetivos
plenos de la revolución, en esa gradualidad deben ir también los
logros de la mujer. O sea, no podemos pensar que la mujer va a resolver todos
sus problemas si la sociedad en su conjunto no es capaz de resolver las cuestiones
más elementales. Y si bien yo no me hago idea de una fórmula, pienso
que así como el programa debe ser gradual en educación, en trabajo,
en reforma agraria, en cambios económicos y sociales, esa gradualidad debe
ir ya tomando en cuenta problemas de la mujer, por ejemplo, su capacitación
científico técnica, su educación ideológico-política...
Y, por otro lado, debe crear condiciones materiales, al tiempo que se cambia la
mentalidad.
Es difícil pensar en fórmulas porque, en la medida en que las condiciones
materiales van a ser más difíciles, eso va a exigir más conciencia
y más esfuerzo de hombres y mujeres, para que las mujeres puedan tener
posibilidades. Para ponerte un ejemplo, si la lavadora no va a ser posible, entonces
¿qué vamos a hacer si seguimos en el esquema de que la lavadora es para
ayudarle a la mujer?
Yo parto de que en este primer momento la tarea es político-ideológica
y material. Pero ¿qué nivel puede tener? Para mí es difícil
determinarlo en estos momentos.
Por ejemplo, en el caso nuestro, hasta ahora sólo se ha pensado en un ministerio
para ver los problemas de la mujer, su protección legal, que no quede abandonada,
que el marido le pase cuotas de su salario, ver que se puede hacer por su educación,
tratar el caso de la prostitución, ir buscando paliativos.
Es importante no olvidar que en las repoblaciones existe una experiencia de autogestión
que hasta ahora ha tenido éxitos notables en cuanto a la realización
de la mujer. Abarca la educación, la salud, la producción agrícola,
la producción de bienes artesanales: zapatos, ropas, etc., y la escuela
y la guardería.
Las compañeras llevan en la mañana los niños a las guarderías,
van a su unidad productiva, o las que son de las clínicas se van a las
clínicas; las otras se van a la escuela, y están resolviendo muchas
cosas colectivamente. Pero yo me pregunto ¿qué tanto se puede extender
eso a todo el país? Porque esas experiencias se han realizado con compañeros
que por la guerra ya han vivido los últimos diez años en colectivo:
estuvieron en campamentos, en refugios y han adquirido una mentalidad que es distinta
a la del resto del país.
Ahí mismo, a media hora de las repoblaciones, hay gente que aunque ahora
vive en zonas bajo control, no ha estado desde el principio en esas zonas y, aunque
tengás recursos para organizar una forma de vida colectiva, el camino que
tenés que buscar es otro, porque esa gente no tiene toda la experiencia
práctica y político-ideológica que tiene la gente que ha
vivido en campamentos, en refugios, que ha estado en los poderes populares locales,
que era la expresión anterior de las repoblaciones.
Por la vía de la cooperativa han llegado a un funcionamiento similar; han
fundado su escuela, su unidad productiva, todo igual. Es bien interesante. Ahí
vos ves dirigentes cooperativistas mujeres. Yo conocí una que era la que
más producía de su cooperativa y tenía cinco niños.
Al preguntarle cómo era eso, me contestó: "Es que la cooperativa
ya se organizó, los chiquitos van a la guardería, yo los llevo en
la mañana y los recojo en la tarde, y los otros van a la escuela."
-¿El movimiento femenino del que tú hablabas tiene alguna conexión
con estas experiencias?
-Sí la tiene, porque las cooperativas tienen su sector femenino, y
hay bastante interacción entre el sector femenino de las comunidades de
los barrios y el de la repoblación y de las cooperativas. Aunque en San
Salvador, por ejemplo, la experiencia es distinta. ¿Cómo hacés allí
una unidad productiva de ese tipo? Es más difícil, es otro mundo.
Son trabajadores informales, no tienen terreno, viven arrimados. Ahí es
más complicado. Sin embargo, hay algunas experiencias que se están
desarrollando en la ciudad, en el terreno de la artesanía, etc. Donde se
da más cabalmente esto es en la zona rural, donde están las repoblaciones
y las cooperativas. Ahí sí es clásico y halagador +el panorama.
-Creo que estas experiencias de las que hablas son esperanzadoras porque prefiguran
de alguna manera las mayores posibilidades de desarrollo de la mujer en un esquema
de sociedad que ha abandonado el individualismo, fenómeno típico
del capitalismo, para poner el acento en valores solidarios y colectivos...
X. No hay proyecto de democracia sin la mujer
-Quisiera que me contaras, ahora estás dedicada al trabajo de la
mujer, a estudiar, a pensar sobre este tema, qué reflexiones, qué
nuevas ideas y qué caminos has ido encontrando para lograr el desarrollo
igualitario y no discriminado de la mujer.
-Bueno, con nuestra entrevista anterior me quedó el gusano. Me dije:
no puede ser, ¿a dónde está mi victoria personal si cuento todas
estas babosadas y no hago nada?
-¿Esa fue la razón por la que no me contestabas y tuve que postergar
la publicación de esta entrevista?
-Sí. Entonces comencé a comunicarme con las compañeras
de los organismos del interior - yo estaba en México- y nos propusimos
hacer un diagnóstico de la mujer en la sociedad, en los gremios y en el
partido, y de ahí derivar políticas.
Y cuando regresé al país luego de la firma de los acuerdos de paz,
me metí de cabeza en el trabajo con las mujeres. De esa época para
acá fundamos una organización que es el Movimiento de Mujeres "Mélida
Anaya Montes"(6), y que surgió como una iniciativa del partido. Poco a
poco nos dimos cuenta que un movimiento social debe tener autonomía para
desarrollarse y, si es de mujeres, con mucha mayor razón. Vimos que debíamos
crear un espacio donde las mujeres pudieran reflexionar sobre su situación
y buscar alternativas. Se produjo un interesante debate y de ahí hemos
sacado algunas conclusiones, que hasta hoy creo que son válidas.
Constatamos que el cambio nacional, tal como hasta ahora está diseñado,
no toca importantes problemas de la mujer. Si bien es cierto que ella es la beneficiaria
directa de la situación de mayor estabilidad del país: de que no
haya muertos, que no haya represión, que sus hijos crezcan más a
gusto, que sus maridos no sean asesinados, que ellas no sean asesinadas; sin embargo
los diferentes proyectos de cambio en el país no toman en cuenta la situación
de la mujer.
Mira, por ejemplo, la política de reforma agraria no abarca ni abarcó
a las mujeres, porque no revisó las políticas de crédito.
Aquí el único crédito que hay para mujeres es el de los bancos
comunales que les dan quinientos pesos, más o menos quinientos pesos son
sesenta dólares, para que inicien su camino de empresario. ¡Eso es ridículo!
Además, nadie revisó el nivel de documentación de las mujeres.
Entonces se puso como cláusula que la tierra era sólo para aquel
que estaba debidamente documentado y, por esa vía, se marginó a
un montón de mujeres.
Si te vas al campo laboral, para empezar, el FMLN no reivindica la igualdad de
salarios para hombres y mujeres; no reivindica la sanción contra la violencia
a la mujer en los centros laborales; no reivindica el castigo y sanción
a los empresarios que hacen exámenes mensuales de embarazo para despedirlas,
para no tener que cubrir los gastos de prematernidad, no reivindica que el acoso
y el chantaje sexual de los caporales, capataces y jefes, debe ser penado; ni
reivindica la necesidad de contratos justos para las mujeres.
La inmensa mayoría de las mujeres aquí trabajan en zona franca y
en ella el contrato es por el tiempo que el patrón estime conveniente.
Según las investigaciones del gobierno, la primera causa de muerte es por
partos y problemas de post parto o por abortos. Hay ochenta mil abortos clandestinos
al año en El Salvador. El plan de salud del gobierno, ni tampoco
la izquierda, toma en cuenta esa realidad.
Y así nos podríamos ir repasando todos los campos.
Entonces hay un problema: incorporar a la mujer requiere políticas especiales
para ellas. Políticas incluso desiguales, porque está claro que
todo sector marginado, y en función de sus desventajas, requiere políticas
especiales, como hay política especial de créditos para los campesinos
en general.
-¿Puedes poner un ejemplo de una política especial?
-Ejemplo: los planes de educación para mujeres adultas; los planes
de salud ginecológicos especiales dirigidos a mujeres. Facilitar los requerimientos
de créditos para las mujeres y acompañarlos de capacitación
en gestión y administración, como están haciendo con el Ejército
Nacional para la Democracia, que le dan créditos blandos y le ponen el
técnico para que los capacite en cómo usar su crédito.
O una campaña de documentación casa por casa, porque si las
mujeres están cuidando niños cómo van a ir a sacar cédulas.
Hay que ponerse en su situación.
Nosotros planteamos que para lograr la integración de la mujer al proceso
de cambios es necesario, por un lado, que las mujeres cobren conciencia de la
necesidad de impulsar el cambio nacional: democrático, revolucionario,
antimilitar; pero que en ese cambio nacional sean capaces de insertar su propia
plataforma, de manera que la agenda nacional integre la de las mujeres.
Así podríamos hacer el amarre de los intereses particulares de las
mujeres con los intereses de la nación.
Como conclusión final te puedo decir que yo creo que no puede haber proyecto
de democracia sin mujeres. Si las mujeres no tienen una alternativa de desenvolvimiento
político, económico y social en el proyecto, ese proyecto no es
viable. No es viable de acuerdo a los principios de justicia social que nos hemos
propuesto.
De esta y otras entrevistas realizadas por el MEPLA se destaca la necesidad urgente
de elaborar un proyecto alternativo de sociedad que tome en cuenta las diferencias
de género. que supere el derecho burgués. Este --aunque proclama
la igualdad universal, al desconocer la desigualdad real de los individuos en
la sociedad capitalista, se limita a defender una igualdad que para muchos es
algo meramente formal.Es necesario elaborar un proyecto de sociedad que --partiendo
de la desigualdad real de género-- sustente y propicie una igualdad efectiva
de ambos sexos.
Un proyecto que deje atrás la concepción burguesa de la familia,
no para destruir la familia, sino superar una concepción patriarcal, discriminatoria,
individualista e hipócrita de ella.
Un proyecto que permita que la mujer llegue a cargos de dirección política,
sin que la mujer se vea constreñida a tener que renunciar a ser madre,
esposa, amante, para cumplir esas tareas
Marta Harnecker
Notas
1. Lugares secretos destinados a esconder armas y equipos militares.
2. Fracasáramos.
3. Plan Nacional de Restauración de Areas. Plan militar con fachada cívica.
4. Partido Revolucionario Institucional.
5. Partido Revolucionario Democratico, de México.
6. Más conocida como comandante Ana María en las FPL.