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La gira del Sr. Petróleo
Por Claudio Uriarte
La gira medioriental del vicepresidente Dick Cheney, que en los ocho años
que pasó fuera del gobierno desde la última administración
Bush cobró un salario de un millón de dólares por mes como
CEO del emporio de servicios energéticos Halliburton, terminó
en una conclusión aparentemente imprevista: que hay una guerra entre
israelíes y palestinos, y que esa guerra puede ser muy peligrosa. De
creerse al relato más o menos oficial de los hechos, el desprevenido
señor Cheney, quien bajo George Bush padre fue el jefe del Pentágono
en la Guerra del Golfo de 1991 contra Saddam Hussein, habría partido
a Medio Oriente con el propósito de convencer a sus más importantes
aliados árabes de la necesidad de terminar el trabajo que quedó
inconcluso en ese momento y derrocar a Saddam Hussein con una invasión
terrestre, sólo para verse sorprendido por la negativa de esos aliados
árabes y por la profundidad de su rechazo a las políticas de represalia
del primer ministro Ariel Sharon contra los palestinos. Entonces, la misión
de Cheney habría experimentado un súbito y beneficioso cambio
de norte: de derribar a Saddam, se pasó a tratar de amigar a israelíes
y palestinos. Que es lo que se está tratando de lograr ahora.
Hay que ser verdaderamente muy inocente para creer en semejante fábula,
y en semejante Cheney. De hecho, cuando a alguien tan experimentado, importante
y poderoso las cosas le salen tan concienzudamente mal, hay que preguntarse
si el objetivo real de su misión no debe leerse exactamente al revés
de lo que proclamó. Debajo de la supuesta invasión a Irak y de
la gira del Sr. Petróleo todo lo que hubo fue una interna de los sectores
más vinculados a la energía de la administración –la casi
totalidad de la cúpula de la política exterior, desde Cheney hasta
Colin Powell hasta Condoleeza Rice– para recuperar la iniciativa que habían
perdido, en los tiempos más altos de la guerra de Afganistán,
a manos del secretario de Defensa Donald Rumsfeld. El plan para invadir Irak,
que efectivamente existió, y que en la versión publicada en enero
por Página/12 tiene todo el sello de haber sido elaborado por el mismo
estratega de la guerra de Afganistán, ha sido puesto efectivamente en
la congeladora después de la gira de un petrolero por países petroleros
diseñada para coleccionar rechazos. Porque ni a los países ni
a la industria del petróleo les conviene una guerra contra Irak. De allí
la tercera vuelta a Medio Oriente del mediador Anthony Zinni: si la invasión
a Irak depende de la paz en Medio Oriente, es evidente que tal invasión
es imposible