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Tampoco hay plata para el simpático nativo peruano
George W. Bush protagonizó ayer una deslucida visita a Lima donde ni renovó las preferencias arancelarias ni lanzó una nueva etapa en la guerra contra las FARC. Sobre todo, no llevó ningún dinero.
Por Carlos Noriega
Desde Lima
Sin grandes anuncios, ni acuerdos significativos, terminó la llamada
"visita histórica" al Perú del presidente norteamericano
George W. Bush. Las enormes expectativas que el gobierno peruano se encargó
de incentivar con esta visita quedaron volatilizadas rápidamente en la
conferencia de prensa conjunta que dieron en Palacio de Gobierno los presidentes
de Perú y Estados Unidos, de la que quedó poco que destacar. El
"gran anuncio" terminó siendo que el Cuerpo de Paz volverá
al Perú luego de 30 años. Entre la ausencia de anuncios sustanciosos,
quedó para comentar, como preocupación de cara a lo que pueda
venir, la posición del presidente peruano Alejandro Toledo de asumir
como propia y sin reservas la visión norteamericana de identificar la
lucha contra el narcotráfico y el combate al terrorismo como lo mismo,
sin dar lugar a diferencias entre un problema y otro. Esta posición abre
las puertas para que en nombre de la lucha contra el narcotráfico EE.UU.
intervenga en el tema de la violencia política, que resurgió dramáticamente
hace unos días. Toledo no ahorró palabras para asegurarle su apoyo
total al presidente norteamericano, a quien más de una vez llamó
"mi amigo Bush", y se declaró su "socio" en esta
tema. Parecía un socio incondicional.
Las autoridades peruanas habían propagandizado a voz en cuello la llegada
de Bush como el comienzo de una relación comercial bilateral de enormes
beneficios para Perú. Pero no hubo ningún anuncio en este sentido.
Bush llegó con las manos vacías. Ni siquiera trajo la aprobación
del Acuerdo de Preferencias Arancelarias Andinas (ATPA), algo que los peruanos
estaban seguros de que ocurriría cuando se programó la visita.
Este acuerdo fue adoptado en 1991 por el padre del actual presidente norteamericano
como un apoyo a los países que luchan contra el narcotráfico y
en virtud del mismo cerca de 6000 productos andinos ingresan con arancel cero
al mercado norteamericano como una forma de apoyo a estos países en el
combate al narcotráfico. El acuerdo venció en diciembre pasado
y el Senado norteamericano aún no lo renueva.
Se había especulado extensamente que Bush venía a conseguir el
respaldo de los países andinos ante la posibilidad de extender su guerra
contra el terrorismo a territorio sudamericano. La presencia en el Perú
del presidente de Colombia, Andrés Pastrana, a la que se sumó
la del presidente de Bolivia Jorge Quiroga y la del vicepresidente ecuatoriano
abonaron esas especulaciones. Sobre este tema, Bush se limitó a decir:
"Hemos conversado largamente sobre esta vecindad" y anunció,
sin dar precisiones, que su gobierno ayudará al Perú "para
evitar que el terrorismo ingrese a su territorio". Por su parte, Toledo
aseguró "que no hay evidencias de ingreso de las FARC al Perú,
pero igual hemos tomado todas las precauciones". Mirando a Bush agregó
para complacencia de su huésped: "Somos socios y nos queda una larga
ruta para caminar juntos en esta lucha".
Otro tema central en la agenda era el narcotráfico. Las autoridades peruanas
no habían ocultado sus esperanzas de que la visita de Bush culminara
anunciándose la reanudación de los cuestionados vuelos de interdicción
aérea que permiten el derribo de avionetas sospechosas de transportar
drogas, suspendidos hace cerca de un año luego de que se derribara una
avioneta de misioneros norteamericanos, hecho en el que murieron una mujer y
su pequeña hija. Pero en esto las autoridades peruanas también
se quedaron sin nada. Bush se limitó a decir: "Tenemos una situación
difícil en este tema, las discusiones continúan". Y agregó:
"Tenemos la obligación de reducir la demanda", y esto fue lo
único que les quedó a los funcionarios peruanos para resaltar.
Cuando pisó suelo peruano minutos antes de las 3 de la tarde (5 de la
tarde hora argentina) Bush se convirtió en el primer presidente norteamericano
en visitar el Perú y Lima en la primera ciudad de Sudamérica a
la que llega desde que asumió la presidencia. Con un apretón de
manos al presidente peruano Alejandro Toledo, Bush inició una visita
relámpago de 17 horas, diez de las cuales dedicó a descansar.
En sus desplazamientos en una limusina blindada, Bush se encontró con
calles desoladas, sin gente, en las que sólo se podían ver policías.
Las medidas de seguridad para proteger al presidente norteamericano movilizaron
a 8000 policías, además de efectivos de las FF.AA., francotiradores
apostados en los techos a lo largo de las rutas de la comitiva norteamericana,
helicópteros que sobrevolaban la ciudad, dos fragatas que patrullaban
la costa y aviones MIG-29 listos a despegar y derribar a cualquier aeronave
que violara la disposición de cielos cerrados.
Con las manos vacías, Toledo espera que la visita de Bush termine siendo
beneficiosa para ayudarlo a proyectar una imagen de aprobación internacional
a su gobierno, con la esperanza de que eso revierta, o al menos detenga, el
rápido desprestigio interno de su gestión presidencial. En siete
meses el apoyo a Toledo ha descendido de más de 60 por ciento a 25 por
ciento. Y según la prensa norteamericana, Bush también espera
sacar a este viaje provecho personal, vendiendo una buena imagen ante los electores
hispanos de cara a las elecciones legislativas de noviembre próximo