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¿Adónde va el Perú?: El primer semestre de Toledo
por Isaac Bigio (Gran Bretaña)
El doctor Alejandro Toledo ha cumplido medio año en palacio. Llegó al poder sobre los hombros de poderosas manifestaciones que tumbaron a la dictadura de Fujimori-Montesinos. Se proclama como el primer indio andino que llega a la presidencia del país que fuera la sede del Incario. Sin embargo, su índice de aceptación está por debajo del 40 por ciento.
Ésta es una cifra inferior a los votos que obtuvo en la primera y segunda vueltas y también es inusual en la historia peruana. Generalmente todos los gobiernos llegan a tener en sus primeros años niveles de popularidad muy superiores al de los sufragios obtenidos.
Los críticos de Toledo sostienen que éste no está mostrando dotes de estadista, que constantemente comete exabruptos verbales y que el traje de mandatario le queda grande a alguien que supuestamente le cayó por descarte.
Desde fines de los ochenta, el electorado peruano ha tendido a dar las espaldas a los partidos históricos para apuntalar a figuras electorales aluvionales sin mayor base partidaria. La primera sorpresa la constituyó la elección del independiente Belmont como alcalde limeño. En 1990, un nisei casi desconocido fue ungido por el pueblo para derrotar al reputado novelista Mario Vargas Llosa, asociado con la elite blancoide derechista. En las elecciones presidenciales de 2000 y 2001, el electorado peruano "inventó" a Toledo como el hombre que pudiese deponer a Fujimori.
Los candidatos que inicialmente empezaron a pisarle el poncho a Fujimori, como el alcalde limeño Alberto Andrade y el ex jefe de la seguridad social Castañeda, fueron demolidos por la prensa amarilla y la aplanadora propagandística del Servicio de Inteligencia Nacional. En ese contexto, el vacío político generado por el desgaste de los principales candidatos de oposición fue canalizado por Toledo.