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Latinoamérica

VENEZUELA:
¿RENUNCIA LA OPOSICIÓN A LA VÍA PACÍFICA?

Por Guillermo García Ponce.
De El Mundo, Venezuela.

El 27 de febrero de 1989 tiene un profundo significado en la historia reciente.
Ese día se iniciaron las sangrientas jornadas que marcaron un nuevo tiempo para los venezolanos.
Con razón, las leyes del desarrollo social nos dicen que la gradual acumulación de cambios cuantitativos, casi siempre imperceptibles, al llegar a una determinada fase se convierten en un salto cualitativo. Cambia, entonces, el contenido del objeto, su cualidad, para convertirse en otro, lo viejo es sustituido por lo nuevo.
Algo semejante ocurrió el 27 de febrero de 1989. La gradual acumulación de frustraciones y atropellos, fruto de largos años de injusticia social, económica y política, décadas de malos gobiernos, estalló en espontánea insurrección popular a raíz de la aplica ción del "paquete" de Carlos Andrés Pérez. Un simple aumento de los pasajes del transporte colectivo fue la gota que marcó la ruptura de las masas populares con la tutela de los viejos partidos tradicionales.
Los sucesos iniciados el 27 de febrero de 1989 y la sangrienta represión contra el pueblo desarmado incidieron profundamente en los preparativos de rebelión y en fortalecer la decisión de los jóvenes oficiales de las Fuerzas Armadas.
Es evidente que hay un hilo implícito entre el 27 de febrero de 1989 y el 4 de febrero de 1992.
Lo original y profundamente trascendental para Venezuela es que los dos hechos, violentos y sangrientos, van a tener al final un desenlace pacífico y democrático.
En efecto, después de la derrota militar de 1992, los dirigentes del 4 de febrero renunciaron a la salida golpista y cruenta.
Hugo Chávez aceptó asumir la vía electoral para conquistar el poder.
Sin duda que haber creado una nueva institucionalidad, roto con el pasado bipartidista y desarrollado los cambios políticos, a partir de 1998, por el camino de elecciones democráticas representa un hecho histórico de civismo y elevación de las luchas políticas.
Basta mirar la trágica experiencia de otros países que han sufrido los horrores de las guerras civiles, de represión, muertes y desaparecidos para apreciar en toda su dimensión el alto precio en sangre y dolor que debe pagarse cuando se toma el atajo de la aventura.
¿Está la oposición en camino de renunciar a las soluciones electorales y democráticas? Los gritos desorbitados de las patotas del Este, los extremismos neofascistas de los seguidores de Soto y las exhortaciones a la violencia de algunos enceguecidos, parecen tener cada día mayor influencia en la orientación de los enemigos de la República Bolivariana.
El camino de las armas sólo se justifica cuando se cierran las vías pacíficas y democráticas. Este no es el caso de Venezuela.
Aquí, aun en el marco del lenguaje más duro, ninguna fórmula electoral está proscrita. Que lo piensen bien, porque al final quienes tienen más que perder no somos precisamente quienes tomamos bandera al lado del presidente Chávez.



VENEZUELA:
EL COMPROMISO Y LAS DIFICULTADES.
Por Guillermo García Ponce.
De El Mundo, Venezuela

A propósito de la Comuna de París, Carlos Marx decía, en correspondencia con su amigo Kugelman: "Desde luego, sería muy cómodo hacer la historia universal si la lucha se pudiese emprender sólo en condiciones infaliblemente favorables".
Es evidente que ninguna revolución ha logrado coronar sus objetivos sin un prolongado proceso de enfrentar y vencer las dificultades.
Por su naturaleza, por la obligación de abatir la inercia e instaurar nuevas formas de convivencia, por romper con un pasado siempre cargado de privilegios e intereses, los cambios políticos y sociales deben transcurrir a través de una esforzada y a veces titánica lucha por superar obstáculos y derrotar a enemigos empecinados.
Así fue en nuestra épica Guerra de Independencia. Los patriotas combatieron durante largos años, después de 1813 y hasta casi 1818, en franca situación de inferioridad.
Casi sin armas, desafiando tradiciones y hábitos seculares, retando el fanatismo de los curas realistas, enfrentados a la hostilidad de una mayoría armada sumergida en la ignorancia o bajo el cepo de la mentalidad enemiga. La guerra era contra España, una gran potencia de la época, cuyos ejércitos habían surgido de las victorias contra las tropas de Napoleón, pero también fue contra la adversidad, la ignorancia, la indiferencia y la cultura colonial. Entonces, decía el Libertador "en el orden de las vicisitudes humanas, no es siempre la mayoría de la masa física lo que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política..".
Las dificultades, las marchas y contramarchas, los avances y repliegues, son propios de las revo luciones populares porque ellas deben conquistar sus objetivos bajo el asedio de poderosos enemigos y se desenvuelven en medio de las más adversas circunstancias.
La Revolución Bolivariana nació y se desarrolla en condiciones extremadamente contradictorias.
Una situación internacional bajo el signo del dominio unipolar y de la globalización avasallante.
Una herencia terrible de pobreza, de ruina de la agricultura de liquidación de la industria, de recursos humanos deteriorados, con la carga de una cultura impregnada de individualismo y desorbitada apetencia por el enriquecimiento fácil; bajo el peso de una abrumadora deuda externa; prisionera de un Estado inoperante tutelado por las mafias sindicales oportunistas y depredadoras, en medio de la fragmentación de las fuer zas revolucionarias y la ausencia de una profunda conciencia de organización y unidad.
Sin embargo, a pesar de todos estos cerrojos, lo que permite a la Revolución Bolivariana vencer las dificultades es su compromiso con el pueblo y con los valores morales que sustentan la identidad nacional y el servicio a la Patria. El compromiso con los más elevados objetivos políticos y sociales, con el patriotismo, la liberación nacional, la democracia participativa, la honradez administrativa, la solidaridad y justicia sociales, alimenta la superioridad moral de la Revolución Bolivariana para hacer frente a las adversidades y derrotar la cultura del colonialismo, del acaparamiento de la riqueza por una minoría; vencer la política de la dependencia, del despilfarro y la entrega de las riquezas del país.