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3 de marzo del 2002
Editorial de Liberación
Estados Unidos interviene en
Colombia para romper las negociaciones
Liberación
En la noche del 20 de febrero el presidente de Colombia Andrés
Pastrana, decidió romper el proceso de paz con las FARC y pasar a la
historia como otro mandatario más de ese país que no resiste las
presiones norteamericanas, ni que tampoco está dispuesto a desligarse
de los poderosos intereses oligárquicos que vienen gobernando el país
desde hace décadas. En la decisión, que ya en realidad había
sido tomada por éste varios días antes, operaron diversos factores
coyunturales: Pastrana ha optado por profundizar aun más el conflicto
permitiéndole a Estados Unidos poner definitivamente la pata en el país
y abrir un frente más de guerra «contra el terrorismo», esta vez en nuestro
continente americano.
La Mesa de Diálogo del Caguán con presencia internacional, estaba
justamente trabajando en la búsqueda de alternativas para desactivar
el conflicto y sobre todo para evitar que la ruptura no se produjera. El pretexto
invocado por Pastrana para romper las negociaciones y dar la orden de ocupar
militarmente la zona de distensión fue el secuestro de un avión,
supuestamente hecho por las FARC, pero cualquier otro hecho hubiera servido
para los mismos fines.
Ahora tendrá Pastrana la responsabilidad de la masacre de civiles que
el ejército y los paramilitares ya comenzaron a hacer, en un intento
vano pero sin embargo sangriento, de disminuir la fuerza de la insurgencia guerrillera
tal como le aconsejan los asesores norteamericanos y le exige la oligarquía
y las multinacionales.
En enero de 1999 al asumir la primera magistratura Pastrana le prometió
paz a los colombianos, no porque lo sintiera realmente, sino porque el Estado
había fracasado en los diversos intentos de destruir a las FARC y al
ELN, y era necesario buscar otra vía para salvar los privilegios en peligro
de la clase dominante y contentar en algo el creciente anhelo popular en favor
de una solución negociada del conflicto.
Ahora luego del 11 de setiembre, los norteamericanos y los militares colombianos
vuelven a creer nuevamente en una derrota militar de la guerrilla, (por otra
es la estrategia principal de Estados Unidos en el «Plan Colombia»), y «convencen»
al oportunista Pastrana de «dejarse de perder el tiempo conversando con el viejo
zorro Marulanda». Aunque una cosa sí hay que reconocerle a Pastrana,
coherentemente durante todo este período de negociación, no cedió
nunca ante las demandas de la guerrilla, no devolvió ningún preso
ni suprimió a los paramilitares. Cosa que sí hizo la guerrilla,
que durante las negociaciones fue liberando a centenares de prisioneros de guerra.
Pastrana, mientras ganaba tiempo, recibía más dólares y
armamento para reforzar el aparato bélico del Estado.
¿Cayeron las FARC en una nueva trampa? Es apresurado afirmarlo. Lo único
claro es que los colombianos una vez más ven postergada su esperanza
de paz y bienestar, y seguirán pagando un altísimo costo en vidas
y en futuros sacrificios.
Pastrana que optó por tomar esta decisión, por añadidura
le cabe el triste mérito de haberle permitido a Estados Unidos dar el
primer paso en la dirección de la intervención militar en América
Latina, que apunta hoy a Venezuela y a Cuba, y en último término
contra cualquier otro intento de desafío al Imperio que pueda surgir
en el continente.