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13 de marzo del 2002
Continúa la violencia y la inestabilidad en Guatemala
Ileana Alamilla, Servicio Informativo "alai-amlatina"
Una semana de inestabilidad y zozobra vivió la población
guatemalteca, especialmente la de la ciudad capital, que enfrentó de
nuevo hechos insólitos totalmente inaceptables en la llamada transición
democrática, período posterior a la firma de los Acuerdos de Paz,
en el cual lo que se presencia es un retorno al pasado.
El economista Lizardo Sosa, Presidente del Banco de Guatemala y de la Junta
Monetaria, fue secuestrado a inmediaciones de su residencia. El hecho se mantuvo
en secreto y hasta la fecha el gobierno no ha dado una explicación coherente
y con elementos suficientes que permitan sustentar su versión.
Mientras que para el Presidente del Congreso, el ex general Efraín Ríos
Montt se trató de un hecho atribuible a las "maras", para dirigentes
sociales y políticos, el secuestro del máximo funcionario del
Banco de Guatemala tuvo objetivos políticos y buscó una negociación
política cuyo resultado la sociedad ignora.
Sosa es un profesional que goza de la confianza de un importante sector económico,
se ha desempeñado en distintos cargos públicos de alto nivel tales
como Ministro de Economía, Vice Ministro de Finanzas y ahora, por tercera
vez, se encuentra al frente de la Banca Central.
Por su liberación, según declaraciones oficiales, se pagó
un rescate insignificante, lo cual, a criterio de los analistas, confirma la
teoría de que se trató de un hecho con connotaciones políticas,
sobre todo porque el funcionario fue el responsable de decisiones que afectaron
a sectores poderosos, tales como propuestas de leyes para combatir el lavado
de dinero, la liquidación de bancos en los cuales se evidenciaron operaciones
fraudulentas y algunas leyes financieras.
Pero este no fue el único escándalo. En un sector residencial
de la capital, se enfrentaron a tiros, elementos del ejército y de la
policía nacional, cuyo saldo fue dos miembros del ejército muertos
y 3 policías gravemente heridos, incluyendo al jefe de la Sección
de Investigaciones Criminológicas.
El gobierno de nuevo recurrió a la desinformación, ofreció
declaraciones contradictorias, vagas y afirmaciones con poco sustento. Supuestamente
se trató de una operación encubierta para sorprender a los responsables
de otro secuestro, quienes pretendían cobrar el rescate. Una confusión
operativa, dijo el Ministro Eduardo Arévalo, fue la causante del incidente.
Sin embargo llamó la atención una versión extraoficial
publicada por la prensa que aseguró que quienes llegaron por el dinero
del rescate fueron los miembros del ejército.
Y para completar el difícil cuadro nacional descrito, el Ministro de
la Defensa confirmó cambios en distintas zonas militares, los cuales
según se supo, generaron en inconformidades entre oficiales que se han
manifestado contrarios a decisiones que les afectan, que rechazan la ingerencia
y preponderancia que tiene el General Francisco Ortega Menaldo, cercano colaborador
del Presidente Alfonso Portillo y que además exigen que se aclaren los
malos manejos y las pérdidas millonarias del Banco del Ejército
y del Instituto de Previsión Social de la institución.
Aunque la versión del alzamiento fue desmentida, dos altos jefes militares
de las bases de Petén y de Zacapa, el General de Brigada Morris Eugenio
de León y el Coronel Mario Roberto Grajeda, fueron enviados como agregados
militares adjuntos a las Embajadas de Guatemala en Honduras y Venezuela respectivamente,
lo cual es interpretado como un castigo a su supuesta insubordinación
y como una estrategia de prevención a nuevas intentonas.
Algunos analistas afirman que en las filas del ejército son cinco los
grupos militares que tienen un alto poder de decisión, lo cual impide
el cumplimiento de los acuerdos de paz y la necesidad de la desmilitarización
del país.
Estos hechos muestran varias cosas: por un lado las contradicciones al interior
del gobierno que se están expresando en hechos violentos; por otro la
fragilidad de la gobernabilidad política que obliga a entablar negociaciones
con sectores paralelos de poder, además del peligro que conlleva que
estos grupos tengan tal nivel de maniobra y preponderancia y finalmente, la
confirmación de la existencia de mafias y del crimen organizado que actúan
con libertad e impunidad.
El mensaje enviado a la comunidad internacional, de cuya solidaridad se precia
el gobierno, no puede ser más contundente.
Además, hay que tomar en cuenta que la falta de credibilidad interna
del gobierno que no puede ni siquiera ofrecer una dosis de sinceridad a la ciudadanía
va en aumento al igual que la desesperación e inconformidad social, generada
por los reiterados incumplimientos gubernamentales, por los altos niveles de
corrupción e impunidad y sobre todo, por la precaria situación
económica que agobia a la población rural.
Con razón el Procurador de los Derechos Humanos Julio Arango sostiene
que en Guatemala no hay un estado de derecho.