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Latinoamérica

2 de marzo del 2002
Cinismo del poder

Voz

"Los adalides de la resistencia civil contra los violentos, son los responsables de la violencia contra el pueblo"

En los días que precedieron a la ruptura de las negociaciones de paz con las FARC-EP, distintos funcionarios del nivel nacional, departamental y municipal/distrital, se dedicaron a promover actos de "Resistencia civil" contra los violentos. A nombre de la "sociedad civil", cuya representatividad nadie les otorgó, algunos gobernadores y alcaldes, convocaron a unas marchas, en su mayoría lánguidas y a apagones en las capitales, que no lograron dejar sin luz ni siquiera la mayoría de los centros urbanos. El filo de la protesta oficial era contra los "desafueros de la guerrilla".
Más que acciones por la solución política negociada y los anhelos de paz de la mayoría de los colombianos, estas iniciativas rodeadas de mucha publicidad y despliegue en la "gran prensa", estaban incrustadas en el ambiente belicista y guerrerista, cuando el reloj ya marchaba de manera inexorable en dirección al final del proceso del Caguán sin que el presidente Pastrana se lo hubiera comunicado a los colombianos.
Los promotores de la "resistencia civil" fueron nada más ni nada menos que Antanas Mockus, alcalde de Bogotá y Álvaro Cruz, gobernador de Cundinamarca, dos de los mandatarios que más han sobresalido por sus actos arrogantes y despóticos contra los reclamos populares. Ambos dueños de una visión anacrónica de la autoridad, fundada en el autoritarismo y la represión.
Cruz se destacó en los finales del año pasado y comienzos del actual por la "decisión heroica" de ordenar reprimir a niñas adolescentes de los colegios de bachillerato de Cundinamarca que tienen sede en Bogotá, solo porque se decidieron a resistir la decisión gubernamental del cierre de sus centros docentes.
Mockus se unió al acto despótico con el argumento de que la autoridad de los funcionarios debe ser acatada. Con su actitud siempre folclórica, el alcalde del Distrito Capital, establece toque de queda para los jóvenes, fija horas zanahorias y arremete contra los vendedores ambulantes, mientras ignora las precarias condiciones de vida de millones de bogotanos. Es la manera de colocar cortinas de humo a la ineficacia y al despropósito de la gestión pública.
Así ocultan estos mediocres gobernantes de medio pelo la incapacidad para resolver los acuciantes problemas de los sectores populares. Distrayendo la atención sobre las crecientes necesidades insatisfechas del régimen.

Los gastos militares: LAS CIFRAS DE ANIF

El gasto de "defensa", según la Asociación Nacional de Instituciones Financieras, es bajo con relación a otros países. Para la ANIF en el año 2000 el gasto militar apenas llegó a 1,89 por ciento del Producto Interno Bruto. Esta cifra contradice la que proporcionaron en su momento otros analistas económicos, que señalaron los gastos militares en el 2000 en 3.4 por ciento del PIB.
Sin embargo, investigadores menos conservadores consultados por VOZ, dicen que el gasto militar en el 2001 osciló entre 4.3 y 4.8 por ciento, sin contar lo adicional, que llega por vía del Plan Colombia y otras ayudas económicas para la guerra. "Lo que sucede es que ANIF descompone el presupuesto de defensa y por separado incorpora las cifras de las Fuerzas Militares, la Policía Nacional y los organismos de seguridad, partes, todas, de un mismo componente".
Colombia, para este año, está gastando en los militares casi el 5 por ciento del Producto Interno Bruto, incluyendo las partidas adicionales al Presupuesto de Gastos de la Nación. Pero no está sumada la cuantiosa ayuda militar de los Estados Unidos, [más de 1 300 millones de dólares en varios años] casi toda bélica que proviene del Plan Colombia y de otras partidas aprobadas en el Congreso yanqui.
La propuesta de ANIF es de elevar el gasto militar a 0.15 por ciento del PIB por cada 10.000 soldados profesionales adicionales. Actualmente son 55.000. "Como casi todas las estadísticas oficiales en nuestro medio, no se ajustan a la realidad, y en este caso están encaminadas a ambientar el clima de guerra y de fortalecimiento del militarismo", le explicó a VOZ un economista. Lo peor es que el gasto de guerra se incrementa a expensas de reducir la educación y la salud, convertidas en negocios de los particulares.