|
Pelear la Revolución en la calle
Roger Ricardo Luis
EL hecho de que se desarrolle una revolución pacífica en Venezuela,
no excluye la lucha en las calles ante una agudización del enfrentamiento
entre quienes defienden el proceso bolivariano que lidera el presidente Hugo
Chávez y los que quieren volver al pasado.
Tal es la valoración de Julio Montes, embajador de la República
Bolivariana de Venezuela en Cuba.
—¿Cuál es la situación actual?
—Se observa una intensificación en el enfrentamiento a la Revolución
Bolivariana. La apreciación es que hay una sincronía entre las
fuerzas que actúan desde el exterior y la oposición interna. Ambas
han decidido cerrar el paso al proceso, porque sería un terrible ejemplo
para los pueblos latinoamericanos que, a partir de las mismas reglas "democráticas"
que ellos impusieron, tuviesen un espacio por dónde transformar sus realidades.
—¿Qué factores concurren en la actual situación?
—El cambio que se produjo en el mundo a partir del 11 de septiembre en que las
fuerzas más atrasadas de EE.UU. y la administración Bush lograron
una alianza en la manera de ver el mundo. Por otra parte, las dificultades del
propio proceso a partir de sus peculiaridades, es decir, que se gana por la
vía electoral desde las normas de quienes hoy están desplazados
del poder. Aún cuando se logra cambiar la Constitución y todo
el marco político en estos tres años, esa evolución hacia
un nuevo Estado se hace muy lenta.
—¿Considera usted que el papel que desempeñan los medios es inédito
en el enfrentamiento a los procesos revolucionarios en América Latina?
—Como te decía anteriormente, en Venezuela, hay sus peculiaridades, entre
estas, que no hay organizaciones políticas al frente de las dos fuerzas
que chocan en la actualidad; no solo del proceso que representa al pueblo y
que se está construyendo; sino también, en la oposición.
Cuando la crisis de los partidos de la IV República se precipitó,
estos se debilitaron y ante la ausencia de organización política,
entonces, sale la figura de Chávez con su gran fuerza construyendo a
su alrededor la gran alianza; pero del lado de la reacción no había
organización política ni líder que reuniera las fuerzas
y las posibilidades de la contra. A partir de entonces, los medios de comunicación
asumieron el rol de los partidos políticos no solo como sus voceros,
sino que los dueños participan también en el diseño de
esa política.
—¿Los dueños de los medios tuvieron una amplia participación
en la IV República, es decir, una cuota de poder?
—No solo una cuota de poder político sino económico y de manejo
de la opinión pública. El dueño de El Nacional, por ejemplo,
comenzó a tener su propia fracción parlamentaria, es decir, metía
en la estructura política del país a su gente desde los consejos
municipales hasta el Congreso Nacional; otro tanto hacía la cadena Capriles.
Los Cisneros y Venevisión tenían una amplia participación
en la repartición de los negocios del Estado, aunque también su
cuota de poder político.
—¿Se insiste en que en la Venezuela bolivariana no hay libertad de expresión?
—En Venezuela hay muchísima libertad de expresión para los dueños
de los medios. Si algún defecto tenemos es que quienes más se
expresan son estos señores. Hay una sacrosanta libertad de expresión
de los dueños de los medios. Eso se puede apreciar como nunca antes en
la historia de nuestra nación, las 24 horas del día. Quien vea
un canal de televisión se dará cuenta de inmediato, quien vea
a un militar uniformado pronunciándose por esos medios contra el Presidente
y su gobierno y no pasa nada. No hay un periodista preso, no hay un periodista
perseguido, no hay un medio cerrado. Eso nunca se había visto en Venezuela.
—¿Cómo se explica, entonces, que con esa campaña permanente
de descrédito el respaldo a Chávez siga siendo tan amplio?
—Pienso que debería hacerse un estudio sociológico de cómo
con una campaña tan bien montada de los medios contra el Gobierno desde
el 98, intentando destruir la imagen del Presidente, las posibilidades del proceso,
desprestigiando al Estado y sus dirigentes y, sin embargo, la Revolución
mantiene el apoyo popular. Hay una cosa que funciona y es el olfato, la intuición
de la gente humilde. Primero, la crisis moral y política en Venezuela
fue muy profunda, tocó fondo en el 98 y la gente se decidió a
votar y dar un paso hacia adelante por un proceso de cambio y transformación,
pese al diluvio propagandístico contra Chávez. Y si esa gente
humilde ve que los responsables de esa crisis se juntan ahora contra el proceso,
es decir, la cúpula empresarial, los gángsters sindicales, los
dueños de medios de comunicación, los viejos dirigentes de los
antiguos partidos como Acción Democrática y COPEI y las nuevas
expresiones de la derecha representada por el movimiento Primero Justicia, entre
otros, sabe que nada bueno sale de ellos. Si bien no hay organización,
desarrollo político y conciencia política, existe un gran sentimiento
por Chávez y por querer transformar el país. Prevalece una sabiduría
popular que sirve de escudo para resistir esa descomunal campaña mediática.
—¿Sin embargo, las encuestas afirman que hay una baja de ese respaldo?
—Sí, hay una baja en los sectores medios. Y no hay razones para ello.
Este proceso en nada ha afectado a esos grupos. Al contrario, si hablamos de
las aspiraciones de ese conglomerado, que es llenarse de cosas materiales, desde
1976, por ejemplo, no se vendían tantos vehículos como el año
pasado, los centros comerciales tuvieron récord de ventas como nunca
en su vida, se vendieron más apartamentos, las tarjetas de crédito
tuvieron superávit. Estas son expresiones concretas de que mejoraron
su vida material que venían siendo golpeados desde 1978 para acá.
Es evidente que son muy vulnerables con el empleo de la imagen, en cómo
se usa el lenguaje.
—¿Y cuál es la respuesta a la escalada opositora?
—Debemos reconocer que nosotros no tenemos una buena respuesta. Primero, no
hay una organización política que encarne el proceso y que pueda
estar trazando la estrategia, organizando y promoviendo las ideas de la Revolución,
movilizando, en la calle. A ello se suma que la lucha por la transformación
del Estado y de la sociedad hace que los dirigentes estén en un día
a día que les deja pocas posibilidades para proyectarse más allá
de sus tareas estatales. Nos falta una organización política que
vea más allá de los cargos, los contratos, las cuotas de poder
y vea el proceso a largo plazo y tenga una vocación real de transformación
y de organización. Eso hace que no estemos en la calle organizando ese
sentimiento chavista, que se va organizando a instancia del propio Presidente
a partir de los Círculos Bolivarianos.
—¿Pero a partir del 10 de diciembre se va observando un cambio en la movilización
popular?
—La confrontación que se desata el 10 de diciembre pasado ha revivido
y profundizado la necesidad y la organización del enfrentamiento popular.
De la misma manera que la contra se organiza y genera un plan, los sectores
de la Revolución, del proceso tienen que hacer lo mismo y pasar a la
ofensiva.
—¿Esta fecha marca una polarización dentro del proceso?
—Con la aparición de un enemigo con fuerza y con intención de
barrer el proceso se está produciendo un fenómeno de reagrupamiento
y deslinde. Un reagrupamiento donde las contradicciones internas se mitigan
y el sentimiento de unidad crece entre los sectores interesados en ir más
allá; pero también ello conlleva que otros se queden en el camino
porque ven el alcance de la Revolución hasta un momento; gente, incluso,
que cumplió honestamente su papel y entienden la política solo
como un proceso de negociación. Nosotros estamos aspirando a llevar una
Revolución pacífica y, de hecho, lo que se ha conseguido hasta
aquí es así, pero eso no impide que uno pelee la calle, pelear
la calle y pelear porque este proceso viva y triunfe.
—¿Cuál es el papel del Movimiento V República en este momento
de disyuntivas y definiciones?
—En esta situación el MVR, que fue un movimiento exitoso para ganar las
elecciones, tan exitoso que ganó siete elecciones en dos años,
cumplió su papel, reunió a la gente que tenía intención
de cambio por distintos intereses. Unos se han quedado en el camino, muchos
siguen firmes. Ahora toca dar otro paso adelante.
—¿Qué pasaría si Chávez pierde la mayoría en
la Asamblea Nacional?
—Sería una pérdida lamentable el no tener todo el poder político.
No tener a la Asamblea Nacional haría mucho más difícil
el proceso; pero no es la primera vez que un gobierno tenga minoría en
el Parlamento.
—¿Dónde están los frenos que, dentro de las estructuras del
Estado, impiden un avance mayor en la materialización de los proyectos
de la Revolución Bolivariana?
—Nosotros conquistamos lo que pudiéramos llamar la colina del Estado,
pero el sitio donde se da la batalla está en manos de la vieja forma
de hacer en Venezuela, de la vieja cultura, donde se evidencia más el
clientelismo de los 42 años pasados. Es ahí donde Acción
Democrática, fundamentalmente, y COPEI menos, tienen sus fuerzas. Y ahora
en esta radicalización y alrededor de lo que es una dirección
ilegal de la Central de Trabajadores de Venezuela, se ha sumado como una punta
de lanza en esta campaña. Desde ahí se sabotea, se impide que
se avance en los beneficios de la población y las tareas de transformación
del país.
—¿Pero aún así, se observan beneficios importantes para las
grandes mayorías?
—Recientemente se tomó la decisión de entregarle los títulos
de propiedad a los vecinos de los cinturones de miseria fundados en tierras
privadas o del Estado. Ese es un beneficio inobjetable para amplias capas pobres
urbanas. Está también la Ley de Tierras con la cual solo se pretende
liquidar las formas de latifundio y redistribuir las tierras que, siendo improductivas,
están en manos de los grandes latifundistas, y devolverlas al Estado
al que algunos grandes propietarios las habían usurpado. Los medios de
comunicación, desde luego, minimizan esos beneficios como parte de su
campaña contra el proceso.
—¿Y el Plan Bolívar 2000?
—Claro, está el Plan Bolívar 2000, tan vilipendiado y bombardeado
por los medios. Tiene dos efectos y resultados muy profundos. La gente siente
que el Estado está de alguna manera a su lado y las Fuerzas Armadas también.
Al mismo tiempo encontramos el efecto hacia las FF.AA. y es el reconocimiento
de la terrible situación del pueblo y el compromiso social que genera
en amplios sectores militares.
—A propósito, ¿qué pasa en las Fuerzas Armadas Nacionales?
—En las Fuerzas Armadas también se está discutiendo el futuro
del país; más, si está en transformación, cuando
su base y origen es la misma institución castrense que durante 40 años
soportó el viejo régimen, el viejo esquema de seguridad hemisférica,
el esquema de la guerra fría. Pero está evolucionando y se ha
ido comprometiendo socialmente y con la particularidad de que casi todos sus
dirigentes son de extracción popular y vieron un proceso de concientización
a partir del 27 de febrero de 1989.
—¿Y los militares que han pedido públicamente la renuncia de Chávez?
—Ellos forman parte del show mediático. No obstante, como te decía,
ahí también se está dando la discusión y hay pensamientos
que no comparten el camino del proceso, pero es minoritario y se está
demostrando hoy, que a pesar de que hay unos cuantos militares de alta jerarquía
saliendo a enfrentar al Presidente, lo hacen sin ninguna fuerza: un general
sin tropa, un contralmirante sin barco, un coronel sin aviones.
—¿La Iglesia Católica?
—La Iglesia Católica siempre estuvo como una señorita al lado
del régimen no sólo durante los 40 años de seudodemocracia,
sino es una historia mucho más vieja. Todos sus recursos y sus privilegios
venían del Estado. Las cosas han cambiado, pues ahora el ejercicio de
los cultos se hace más democrático, es decir, si las otras denominaciones
religiosas no tienen esos privilegios, pues tampoco la Católica. Y a
quien más afecta eso es a la cúpula, a la jerarquía eclesiástica.
La pérdida de esos privilegios los ha llevado a tomar la postura contra
el proceso. Si Cristo viviera los sacaba del templo por fariseos.
—¿Por qué la devaluación del Bolívar?
—Lo que se ha hecho es poner la moneda en su real valor, porque estaba dependiendo
de los dólares que entraban por petróleo. Ciertamente, este año
van a entrar muchísimas menos divisas. Los recursos por petróleo
se reducen en casi un 26 por ciento, eso le quita solidez a la moneda e implica
devaluación (en el orden del 25 por ciento). No se puede olvidar que
también hay una conspiración económica. Ya es tradición
de que cuando tú quieras tratar de destruir un modelo económico
se expresa también con un ataque a la moneda.
—¿Qué va a hacer el Gobierno para proteger a los sectores más
vulnerables tras la devaluación?
—Se promulgarán medidas de compensación de corte social por los
efectos que ha tenido la flotación del bolívar y su devaluación.
Con ello se cae la campaña mediática del llamado discurso neoliberal
del Presidente.
—¿Qué piensa de la "cubanización" del proceso venezolano?
—Con los números que da el PNUD sobre educación y salud; asimismo,
los resultados que tiene el país en deporte, en cultura, con los poquitos
recursos que tiene... Ojalá no Venezuela, sino todo el continente se
esté "cubanizando."