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UNO DE CADA TRES ENCUESTADOS PARTICIPO DE UN CACEROLAZO O ASAMBLEA
Retrato de un país que vive de asamblea Dos millones y medio de personas
en Capital y Gran Buenos Aires participaron o participan en las protestas. La
mitad cree que de las asambleas barriales saldrá una renovación
política, la otra mitad teme que se agoten en la queja. El difícil
panorama de los partidos tradicionales y la intención de voto a presidente.
La gente reclama una renovación partidaria y le está tomando el
gusto a la democracia directa.
Por Raúl Kollmann
Uno de cada tres habitantes de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires dice
que participó de cacerolazos o asambleas barriales. Es una cifra altísima.
Significa, en concreto, que alrededor de dos millones y medio de personas participaron
o participan de la protesta, la mayoría golpeando una cacerola en el
balcón o en la puerta. El movimiento divide la sociedad en dos: la mitad
cree que de los cacerolazos y las asambleas saldrá una nueva dirigencia,
la otra mitad cree que el movimiento irá desapareciendo o que está
copado por los partidos de izquierda. Paralelamente, es categórico que
hay un cuestionamiento total a los partidos tradicionales, que la gente reclama
una renovación y que, por ejemplo, el radicalismo hoy sacaría
el dos por ciento de los votos (ver aparte).
Las conclusiones surgen de una encuesta realizada por la consultora Hugo Haime
y Asociados –exclusiva para Página/12–, que entrevistó a 400 personas
en Capital y Gran Buenos Aires. La encuesta fue domiciliaria, al azar y respetando
proporciones de edad, sexo y nivel económico-social. Debe tenerse en
cuenta que el estudio se hizo en el ámbito metropolitano, el epicentro
del fenómeno de los cacerolazos y las asambleas barriales.
–¿No considera que es un porcentaje muy alto que el 34 por ciento haya participado
de cacerolazos y asambleas? ¿No puede tratarse de un error? -le preguntó
este diario a Haime.
–La cifra de dos millones y medio de personas es enorme, no hay dudas. Pero
se mezcla el que estuvo golpeando la cacerola con el que participó de
asambleas y marchó a Plaza de Mayo. Por lo tanto, esos dos millones y
medio no son personas que estén movilizadas. Es más, cuando se
le pregunta a la gente por los piquetes, menos del dos por ciento está
de acuerdo. En principio, diría que los que contestaron que participaron
de cacerolazos y asambleas son los que se identifican con la protesta, aún
si en verdad alguno no estuvo.
En la encuesta de Haime se ve con nitidez la polémica que existe en la
sociedad. Hay una mitad que hace afirmaciones positivas –son una nueva forma
de organización política o son el lugar donde surgirá la
renovación dirigencial– mientras que la otra mitad sostiene que el movimiento
se irá diluyendo o que está manejado por la izquierda. Como fuere,
lo que más claramente aparece es un reclamo casi unánime de cambio
de la organización política y renovación en los partidos
tradicionales.
–Hay un 13 por ciento de encuestados que dicen que la Argentina necesita un
militar como dirigente. ¿Es alarmante?
–Debo decir que ese porcentaje se mantiene desde hace varios años -explica
Haime–. Siempre hay una proporción que va del diez al trece por ciento
de gente que apunta a una salida autoritaria. Pero atención, si la situación
tiende hacia el conflicto social creciente, si se viven más hechos como
el escrache a Roberto Alemann o incidentes de distinto tipo, es posible que
crezca la demanda de orden. De todas maneras, no se percibe a Seineldín
con una votación alta y Luis Patti tampoco registra un nivel de adhesión
destacable.
Por ahora, lo que indica la encuesta es que la gente quiere renovación
aunque no tiene en claro por qué camino. Los encuestados se dividen por
partes iguales entre los que creen que surgirán nuevos partidos, los
que creen que los tradicionales se van a renovar y los que ven que aparecerán
otras formas de organización, al estilo de los grupos antiglobalización
que han surgido en el mundo. "Yo observo que la gente quiere cambiar, que hay
más gente interesada en la cosa pública y en la política,
pero nadie percibe bien dónde va a terminar este proceso. Saben lo que
no quieren: los partidos actuales. No queda claro hacia adónde evolucionan
las cosas", sintetiza el consultor.
Uno de los grandes interrogantes de estos días es si el proceso está
bajando. En las últimas semanas se ha registrado un claro descenso en
lacantidad de gente que participa al menos de las marchas hacia Plaza de Mayo
y de los cacerolazos de los días viernes. El domingo pasado, por ejemplo,
en la coordinadora de Parque Centenario se votó hacer una marcha al Ministerio
de Economía para rechazar la presencia de la misión del FMI: prácticamente
no fue nadie. No falta quien insiste en que los aparatos de izquierda tienen
un protagonismo excesivo y que eso desilusiona a la gente menos organizada.
Es cierto también que las asambleas están encarando otras actividades,
más ligadas a la situación de las escuelas o a los hospitales
de su barrio (ver nota en pág. 2). Pero lo concreto es que aparentemente
hay menos participación. Haime cree que "la gente está pensando.
Donde haya un crecimiento de la inflación, baja de salarios o falta de
pago de sueldos, va a volver a la calle. Mi impresión es que en cualquier
momento se instala otra vez el conflicto".
Para redondear, se podría decir que hay una situación de tránsito.
Hoy en día, el ciudadano está a la expectativa. Ya le hizo la
cruz a los viejos partidos y se identifica con los cacerolazos y asambleas.
Cualquier paso en falso de la administración Duhalde despertará
otra vez al gigante. El nivel de conflicto será alto en la Capital y
habrá que ver cuánto pesa el aparato duhaldista en el conurbano,
aunque la encuesta muestra que allí también el bichito picó.
Falta ver cómo reacciona el interior del país.
Un funcionario cercano al Presidente lo esbozó así: "Tenemos el
30 por ciento de la gente a favor y el 45 por ciento en contra. Hay una franja
que está en el medio. Si por cualquier razón los del medio se
nos ponen en contra, tendríamos el 70 por ciento de rechazo. Eso va a
ser muy difícil de sostener".