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Argentina: los nazis con corbata
Guillermo AlmeyraLa ira popular aumenta en el país. La gente persigue por la calle a
los hambreadores, como el ex ministro de Economía de los dictadores,
Alemann, o les da su merecido, como al pésimo novelista y buen menemista
Jorge Asís, ex representante ante la UNESCO (para vergüenza de la
cultura y del país), y realiza escraches en todo el territorio.
Este es el momento para que los que apoyaron la dictadura genocida y apoyan
la política neoliberal causante de la muerte -por hambre y enfermedades-
de millones de personas en Argentina y en todo el mundo, así como la
política de guerra, por todos los medios, incluso atómicos, que
lleva a cabo el gobierno oligárquico de Washington, tengan el cinismo
de acusar a quienes repudian el saqueo y la corrupción nada menos que
de utilizar métodos nazis, al escrachar a los bandidos (ver La
Nación), o de preparar mediante la anarquía la tiranía,
como hace ese desecho aún flotante de la dictadura que es Mariano Grondona.
Los victimarios -los verdaderos nazis actuales, que apoyan a Bush, a Sharon,
la política del FMI- son los partidarios de un régimen tan totalitario
como el que el presidente de Estados Unidos ha impuesto en su país y
en el mundo. La protesta de las víctimas se convierte para ellos y sus
medios de desinformación en crimen, precisamente porque están
librando una batalla de intoxicación popular para remendar la capa de
la dominación cultural e ideológica que los piqueteros, caceroleros
y otros protestatarios están desgarrando.
Tal como Bush crea una oficina especial del Departamento de Estado y del Pentágono
para difundir mentiras y ocultar la verdad, porque la guerra ideológica
es fundamental para la guerra guerreada, ellos también mienten de modo
infame para preparar un enésimo golpe de Estado (cruento o incruento,
disfrazado de defenestramiento del pelele Eduardo Duhalde o de bordeberrización
-control militar de un fantoche civil- de otro "presidente" similar al ex bañero
que no sabe mantenerse a flote).
Las agencias economicopolíticas del capital financiero y del imperio
han condenado a Duhalde y no le dan ni le darán el miserable salvavidas
de un pequeño préstamo mientras le exigen, al mismo tiempo, que
acabe con la corrupción -o sea, que se suicide, ya que su gobierno es
espurio y corrupto-, que privatice aún más, que reduzca más
los salarios reales y el déficit fiscal, destruyendo ulteriormente el
mercado interno y el Estado.
Puesto que Eduardo Duhalde no ve sino una sola política posible, la que
le dicta el FMI, sus días están contados. Las opciones posibles
no son muchas: 1. Un golpe descarado, que ponga en el poder a un ultraderechista
amigo de las grandes trasnacionales (podría ser el ex ministro de Economía
y hombre del capital López Murphy), con fuerte apoyo en el ejército
y en Estados Unidos, el cual daría dinero de inmediato. 2. Una renuncia
que abra el camino a un gobierno de transición que convocaría
a elecciones anticipadas. 3. Un estallido popular, de consecuencias imprevisibles,
que podría ser la respuesta a la opción primera y llevaría
posiblemente a la guerra civil y a la amenaza de dictadura, con o sin tropas
extranjeras.
El primer caso provocaría a corto plazo un estallido popular, por la
combinación de política recesiva y represiva y su carácter
antinacional y oligárquico. El segundo caso, en cambio, podría
llevar a la constitución de un frente democrático entre quienes
quieren humanizar el capitalismo, como la diputada Elisa Carrió, y los
que, por el contrario, clara o confusamente buscan una alternativa anticapitalista,
como los piqueteros y las asambleas populares, y tratan de imponer un
programa nacional, antimperialista, democrático, para reconstruir el
Estado sobre bases no capitalistas. Ese frente no está ni siquiera esbozado
porque la Carrió y el ARI creen que podrán capitalizar por sí
solos la protesta y la ultraizquierda cree por su parte que la diputada es igual
que Duhalde y que todos los gatos son pardos y, además, se dedica al
canibalismo político mordiendo al que está más cerca de
ella.
Una victoria electoral de la derecha, combinando el fraude, la compra de votos
de desesperados y la violencia, llevaría también a una lucha abierta,
porque cada vez más la política se hace en la calle, no en las
urnas ni en el Parlamento. Una victoria de la diputada Carrió, a su vez,
agravaría la crisis con el FMI y con las trasnacionales y aceleraría
la preparación de un golpe de derecha.
Como los corruptos en el gobierno no dejarán de ser corruptos, y los
nazis y corruptos de la derecha no dejarán de ser lo que son, las opciones,
desgraciadamente, se reducen a la primera y la tercera. O sea, a la destrucción
no sólo del Estado nación sino también de la independencia
real, la soberanía y la economía nacionales, para hundir a Argentina
y al Mercosur o, por el contrario, al inicio -aunque costosísimo- de
la independencia y la reconstrucción, como Cuba en 1959. O sea, una esperanza.