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Latinoamérica

24 de enero del 2002

Colombia: Ultraderecha impone la guerra

Libardo García Gallego*

En el momento de aparecer este escrito es probable que hayan empezado ya los bombardeos sobre la región de El Caguán, bajo la mirada complaciente de los militaristas, de los reaccionarios y de la oligarquía todopoderosa de Colombia, Estados Unidos y el resto del mundo, pues fueron ellos quienes rompieron las reglas del juego acordadas desde el inicio de las conversaciones y obligaron al gobierno a aislar la zona de distensión del resto del país con el fin de bloquear el diálogo.

Soldados analfabetos y manipulados se vanaglorian de ir a "combatir por Colombia y ofrendar sus vidas por la patria", repitiendo cual loros mojados todas las tergiversaciones difundidas por los Comandantes de las Fuerzas Militares oficiales, por los directivos de las agremiaciones burguesas (FENALCO, SAC, COLFECAR, ANDI, etc.) y sus candidatos presidenciales y por los voceros del gobierno a través de los medios de comunicación escritos, radiales y televisivos. El cuento que nos han vendido, y que la mayoría se ha tragado entero, es que estas fuerzas recogen el sentimiento de los 40 millones de colombianos. Advierto que a ninguno de estos sectores les he entregado mi representación, ni siquiera a los jerarcas religiosos, brazo ideológico de la oligarquía. Es lamentable, aunque explicable, la inconsecuente actitud de los colombianos más arruinados, apoyando un gobierno opuesto a los intereses de los de abajo, invocando la cháchara antiterrorista post septembrina y reclamando guerra contra sus auténticos defensores. ¿Qué otra cosa puede esperarse de una masa ignorante, no informada objetivamente, amaestrada para creer y obedecer ciegamente a sus amos, sin autonomía, con mentalidad mendicante?
La desinformación ha sido la constante durante los tres años de funcionamiento de la zona de distensión. Hasta hace apenas unas semanas, renombrados columnistas de los grandes diarios del país aún decían ignorar lo que querían los subversivos, dándoselas así de inocentes como si no hubiesen conocido nunca la Agenda Común para el Cambio ni los puntos propuestos por la guerrilla. Lo cierto es que al pueblo de abajo, el más desinformado, se le ocultaron las propuestas tendientes a construir un país diferente al que venimos padeciendo: el cambio de modelo de desarrollo, la inversión social de un 50% del Presupuesto Nacional, el cambio en el manejo de los recursos naturales renovables y no renovables, la moratoria en el pago de la deuda externa, la creación de un subsidio estatal para los desempleados, la renegociación de los acuerdos comerciales internacionales, la reducción del gasto militar. El canal cinco de TV, el menos sintonizado los fines de semana, muchas veces ni funciona. Los medios de mayor sintonía jamás le dieron importancia a lo que propusimos allí más de 22.000 colombianos en un total de 26 audiencias; de lo único que hablaron profusamente fue de secuestro, de uso inadecuado de la zona despejada, de cese de hostilidades y cese al fuego. ¿Por qué no se ocuparon de divulgar los puntos de la Agenda? Porque éstos apuntaban a resolver las desigualdades e injusticias, causa fundamental del conflicto armado en Colombia, a reestructurar y depurar las fuerzas militares, a quitarle privilegios a la clase apoderada del Estado, dueños de los medios informativos.
En la Audiencia Pública celebrada en Los Pozos el 19 de mayo de 2001, las FARC describieron la situación del "país creado por la oligarquía y su clase política": 60% del ingreso anual total es percibido por la quinta parte de la población; 2 millones de campesinos sin tierra cuando tenemos 10 millones de Has. aptas para la agricultura y sólo 4 millones sembradas; el 90% de la tierra abierta en manos del 10% de los propietarios. Un millón doscientos mil niños desnutridos; 15 de cada 100 jóvenes entre 12 y 17 años no asisten a establecimientos de enseñanza; en 1999 fueron 826.000 los jóvenes que abandonaron sus estudios secundarios y universitarios por falta de recursos. La miseria extrema afecta a más de la mitad de los nacionales y la abrumadora mayoría no goza de seguridad social; un millón de familias sin vivienda y 15 millones de compatriotas en el hacinamiento. Y terminaron así: "Si la voluntad de la clase política, del Estado, de los poderes económicos en Colombia y el exterior, va a continuar siendo la de aplicar con todo rigor los planes de ajuste impuestos por la gran banca multilateral, desconociendo olímpicamente la voz de los millones de colombianos que rechazan los nefastos efectos de éstos, desde las cuatro esquinas del país, y asesinándolos sin piedad con el disfraz del paramilitarismo, el propósito trazado al inicio de las conversaciones se irá alejando cada vez más del horizonte de la patria".
Fracasado o no este proceso, es preciso recordar que sin justicia social jamás habrá paz en Colombia.
*Nota del autor: Minutos después de enviar este artículo, se informó de la reanudación de las conversaciones, lo cual nos debe devolver el moderado optimismo. Ojalá que ahora sí se aborde el proceso con seriedad y sin dilaciones, es decir, resolviendo las causas generadoras del conflicto. Por lo demás, el artículo tiene plena validez aun conociendo el éxito del delegado de la ONU y de los países facilitadores para que las partes se comprometan a continuar el diálogo.
Desde Armenia, Colombia

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