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¿Cómo
es posible que uno de los países
más ricos del mundo esté al borde de la quiebra ?
Laura Ramos . Observatori
del Deute en la Globalització, www.debtwatch.org, 03/01/02
Contexto de origen
El proceso de endeudamiento dependencia argentino se inició en el marco
de la crisis económica occidental de la década del '70, período
que se caracterizó por una acelerada inflación acompañada
de una profunda recesión. El estancamiento generaba una enorme masa
de excedente de capital disponible que no encontraba salida en la inversión
productiva. La situación se agudizó con el alza desorbitada
del petróleo (1973). El fenómeno acentuó la recesión
de los países industrializados al tiempo que generaba mayor disponibilidad
de recursos (petrodólares) con necesidad de reciclaje.
El afán irresponsable del sistema financiero internacional de colocar
los recursos disponibles sin medir los riesgos o transfiriéndolos por
completo a sus deudores, encontró destino en Latinoamérica:
entre 1970 y 1975 la deuda en la región creció un 181%, mientras
que en los cinco años siguientes el salto fue de 467%. Por su lado,
los países del sur se encontraron frente a una oportunidad financiera
sin precedentes: préstamos voluminososa bajo precio, a largo plazo
y sin condiciones de destino ni garantías de oportunidad o solvencia.
Origen ilegítimo, ilícito y fraudulento
En ese marco, el 24 de marzo de 1976 un golpe de Estado en Argentina puso
al frente del país el gobierno militar encabezado por el general Videla.
La dictadura clausuró el Congreso y puso en marcha el Proceso de Reorganización
Nacional concretando un verdadero genocidio (30.000 desaparecidos, robo de
menores, campos de concentración, torturas y exilio).
El 2 de abril de ese mismo año asumió el Ministro de Economía
Martínez de Hoz responsable principal del endeudamiento dependiente
argentino, de dinamizar procesos y actitudes proclives a la especulación,
de alentar el proceso de destrucción del aparato productivo nacional
y de la consecuente pérdida de soberanía (transferencia de poder
público nacional a los acreedores extranjeros). El Estado de Terror
permitió que todas las operaciones generadas durante la dictadura se
cerraran en absoluto secreto. Sin embargo contaban con la aprobación
y fomento del Fondo Monetario Internacional y de la administración
norteamericana.
La medida inicial y clave fue la desregulación del mercado financiero
interno, borrando cualquier restricción al libre flujo de capitales.
Durante los 7 años de dictadura, la deuda externa argentina creció
en un 350%, fue forzada, no existen registros contables que la acrediten y
se desconoce el destino de los fondos. Su crecimiento (de 9.700 millones de
dólares a 45.000 millones), aparte de excesivo, fue perjudicial y carece
de justificación económica, financiera y administrativa. En
la gestión de la deuda, el actuar de los funcionarios fue negligente
e imprudente cuando no corrupto o malicioso. La banca extranjera y el FMI
actuaron con impericia en el manejo del endeudamiento, no se interesaron por
el destino de los fondos ni por la capacidad de reembolso de las economías
deudoras.
En cuanto a la deuda pública:
· Las empresas del Estado fueron forzadas a tomar préstamos en el exterior
y aún cuando no lo necesitaban .
· Los préstamos recibidos de los bancos norteamericanos eran inmediatamente
colocados en las mismas instituciones bancarias prestatarias, a una tasa de
interés inferior a las tasas de interés cobradas por la deuda
contraída.
· En 1982, el Estado asumió la deuda privada, en su mayor parte producto
de actos ilícitos.
En cuanto a la deuda privada:
· Las empresas privadas argentinas y las filiales de empresas extranjeras
en Argentina fueron incentivadas a tomar créditos en el exterior en
forma irresponsable. El clima financiero y la corrupción permitida
por la dictadura desestimaron los peligros que podría ocasionar a futuro
la toma de préstamos a tasa de interés variable. Además
dichas empresas, con el dinero tomado en las bancas extranjeras, se prestaron
a realizar negocios ilícitos y meras especulaciones con el aval de
los bancos oficiales o la Tesorería del Estado. Entre ellos: Autopréstamos.
Endeudamientos producidos por proyectos de inversión no implementados.
Préstamos figurados: aportes de capital de las casa matrices a las
filiales en el país registrados como préstamos financieros.
Préstamos nunca ingresados al país.
Flujos y reflujos financieros
El panorama financiero internacional cambió de dirección durante
la década de los '80. Fundamentalmente, se pasó de un período
de gran liquidez y necesidad de colocar excedentes de capital internacional,
a una situación de profunda iliquidez (El endeudamiento externo latinoamericano
decreció su marcha ascendente en más de un 80% durante este
período). El hecho generó el aumento estrepitoso de la tasa
de interés (del 6% al 22%) y el precio de dinero se disparó
a tal punto que las empresas que habían tomados préstamos en
la década anterior no pudieron hacer frente a sus obligaciones internacionales.
En Argentina, en 1982, aún bajo la dictadura, Domingo Cavallo, entonces
presidente del Banco Central, asumió su compromiso con la oligarquía
empresarial y estatizó sus deudas. Se estima que de los 45.100 millones
de deuda acumulada a fines de la dictadura, 5.000 millones (más de
un 10%) son el producto de ese proceso de estatización.
El reflujo del sistema financiero internacional respondía a la necesidad
que tenían los países del norte de contar ellos mismos con créditos
que viabilizaran la tecnologización de sus estructuras productivas
y financieras, y fueron exigentes con el pago de la deuda. Ante la imposibilidad
de los países del sur de hacer frente a sus obligaciones, y específicamente
a partir de la crisis mexicana de 1982, el FMI diseñó y acordó
con los países deudores Programas de Ajuste Estructural (PAE), políticas
económicas de "ajuste recesivo" generadoras de recursos suficientes
(divisas provenientes del superávit de la balanza comercial) que garantizaran
el pago de la deuda. El paquete de medidas incluía 1) drástica
reducción del gasto público (educación, salud, seguro
social), 2) contracción de la actividad económica y de las importaciones
y reactivación de la actividad exportadora y 3) privatización
masiva de empresas y servicios públicos. La banca norteamericana, para
ganar tiempo y no anotar definitivamente como pérdidas las deudas que
por el momento eran incobrables (y teniendo en cuenta que los Estados no pueden
caer en quiebra), aplicó la política del nuevo dinero: nuevos
créditos para hacer frente a los impagos mientras la deuda crece y
con ella la necesidad de nuevo dinero.
En la década de los 90, la necesidad de EEUU de recuperar su economía
daría un nuevo vuelco en el panorama financiero internacional. Repentinamente
(consecuencia de los ahorros provenientes de las altas tasas de interés
cobradas en la década anterior) volvió a haber liquidez internacional
y los créditos volvieron a ser abundantes y baratos. En este período
la deuda creció más de un 60%. En 1999, el sector privado no
financiero argentino estaba endeudado por un monto equivalente a la tercera
parte de su deuda externa (40.000 millones).
A pesar de todo, la liquidez no paró el proceso de endeudamiento dependencia
de los países emergentes. Una década de sequía y ajuste
había profundizando la relación de asimetría norte-sur
y el deterioro, tanto de las economías dependientes como de sus organizaciones
de base, volvería a sentar a la corrupción en sus dirigencias,
que si en la época de la dictadura se había amparado en el Estado
del Terror, en la Argentina menemista y la de sus sucesores, el Estado de
Impunidad constituiría su nuevo refugio. En el marco de una nueva connivencia
entre la clase política y empresarial de los paíseslatinoamericanos
con la banca internacional, los gobiernos del sur se lanzaron a una competencia
desorganizada, cerrada e individual para atraer los nuevos recursos financieros
creando condiciones favorables a los intereses trasnacionales y cumpliendo
las condiciones impuestas por los planes de renegociación de la deuda
externa acordados con el FMI.
Período Menem-Cavallo
En 1989, Carlos Menem fue electo presidente de Argentina. La esperanza en
el nuevo gobierno estuvo centrada en su capacidad de poner freno a la alta
y persistente inflación que había venido afectando la economía
argentina a lo largo de toda la década y que había alcanzado
picos hiperinflacionarios en 1989 y 1990.
En 1991, la apuesta de su Ministro de Economía, Domingo Cavallo fue
establecer una paridad cambiaria fija de 1 peso por 1 dólar: el régimen
de convertibilidad. La medida logró una inmediata estabilización
del nivel general de los precios. Pero, con el tiempo y una vez cumplida su
función, ¿a qué respondió la permanencia del anclaje
cambiario? La identidad de quienes se benefician con la paridad cambiaria
explica la decisión tomada: las empresas y bancos extranjeros que remiten
sus beneficios en dólares al exterior sin correr riesgo cambiario alguno
(aún facturando en pesos) y los importadores. El anclaje cambiario,
sumado al paquete económico de mayor apertura, desregulación
y liberalización de la estructura nacional asumida con los programas
de ajuste estructural (y las ventajas que ofrecían los planes de privatización),
fueron los atractivos fuertes que presentaba el gobierno menemista a los capitales
extranjeros -los que en esta etapa se caracterizaron por realizarse a través
de inversiones directas. De hecho, el proyecto facilitó el ingreso
de las empresas transnacionales al país y la transferencia a manos
extranjeras de la propiedad de las empresas públicas.
¿Quiénes salieron perjudicados? Las empresas nacionales que perdían
capacidad para competir tanto en el mercado interno como en el externo. Y,
en especial, los sectores más desprotegidos de la sociedad, víctimas
directas del incremento acelerado de la tasa de desempleo, la pobreza y la
marginalidad.
La política de las privatizaciones
Una mirada en detalle del modo en que se concretó el plan de privatización
de las empresas públicas en la Argentina, explica en parte porqué
los montos ingresados al país con la venta de los activos públicos
durante la década de los '90 no lograron aliviar el peso de la deuda
externa, que, lejos de mermar, en este período creció en más
de un 125%. Además explica el proceso de vaciamiento y descapitalización
nacional que ello significó:
1) En todos los casos las empresas públicas se transfirieron subvaluadas
y libres de pasivos, con pasivos mínimos o renegociados, los que fueron
asumidos por el Estado.
2) Sistema de ampalancamiento: los inversionistas extranjeros adquirían
las empresas con créditos tomados en el exterior y con la garantía
de los activos de la propia empresa a adquirir. Ello generó un considerable
aumento de las obligaciones externas de las empresas privatizadas y acrecentó
las remisiones al exterior en concepto de pago de intereses, los que se suman
a los giros por utilidades y dividendos a sus casas matrices . Entre 1991
y 1999, las obligaciones externas de las empresas privatizadas ascendieron
de 984 a 17.555 millones de dólares. A lo largo de la década,
Argentina recibió 15.410 millones de dólares en concepto de
"ingreso de capitales extranjeros", al tiempo que remitió al exterior
casi 15 mil, en su mayor parte en concepto de intereses de deudas.
3) Beneficios fiscales: cuando los intereses generados por préstamos
(en este caso tomados en el exterior, cuyos intereses se remiten al exterior)
sobrepasan un monto predeterminado se los premia con exenciones impositivas.
Ello implica la asunción indirecta de deuda privada por parte del Estado
y el beneficio directo de las empresas extranjeras.
El proceso de trasnacionalización de la economía argentina fue
acompañada de un proceso de profundización de la internacionalización
de su sistema financiero, en especial por medio del proceso de expansión
de los bancos extranjeros. A fines de 1994, los bancos extranjeros controlaban
el 18% de los activos argentinos y alcanzaron casi el 50% a fines de 1999.
Este proceso de mayor apertura financiera al mismo tiempo flexibilizó
aún más los controles sobre las remisiones de capitales al exterior.
Se estima que en la actualidad el monto de activos argentinos en el exterior
asciende a 90.000 millones de dólares, algo así como las dos
terceras partes del total de su deuda pública.
Un camino sin retorno
Veinticinco años de expolio, vaciamiento, descapitalización
y desgaste de la economía argentina, llevaron al país a una
crisis económica y social sin precedentes. Cuando De La Rúa
subió al gobierno (1999) las cartas ya estaban echadas. Una obstinación
desmedida en cumplir los mandatos del FMI y en continuar el modelo perverso
iniciado en 1976, terminaron por sumir a gran parte de la población
en la marginalidad, la exclusión social y la miseria. El estallido
social no se hizo esperar cuando las restricciones bancarias ordenadas por
el Ministro Cavallo tocaron el estómago de los agentes de la economía
sumergida y el bolsillo de una clase media casi extinta. Y el pueblo los obligó
a dimitir.
Las empresas españolas en la economía argentina
Ante los últimos acontecimientos argentinos, la prensa internacional
intenta identificar al "culpable". También intenta que ese culpable
no señale a nadie en casa. Sin embargo, el colapso argentino contó
y cuenta con una red de cómplices que involucra a varios actores: los
gobiernos nacionales genocidas y corruptos (que se enriquecen con negocios
turbios y comisiones), la banca internacional y el FMI (que presentan planes
de "salvataje" que consideran sólo a una de las partes, los acreedores),
los gobiernos de los países industrializados (que votan - o vetan-
las decisiones del FMI velando sólo por sus propios intereses) y las
trasnacionales (que se aprovechan del actual peso específico de los
grupos económicos que las gobiernan y del desguase de los países
emergentes, para condicionar "inversiones" que sólo benefician a sus
asociados y ello sin que les inquieten los efectos sociales y ecológicos
negativos que generan en el país donde operan).
Las empresas españolas y el gobierno español han tenido una
importante participación en el proceso de trasnacionalización
económica y financiera argentina. Entre 1994 y 2000 España ha
invertido en Argentina 30 mil millones de euros (5 billones de pesetas) especialmente
en Bancos y Seguros, Telecomunicaciones, Gas y Petróleo y Energía
Eléctrica. Las principales empresas españolas con intereses
en Argentina son: Repsol, Telefónica, BBVA, BSCH, Endesa, Gas Natural,
Aguas de Barcelona, Dragados, OHL, Acesa y NH Hoteles.
En cuanto al reparto de responsabilidades del colapso final argentino, basta
recordar el caso Aerolíneas Argentinas. El gobierno español
estuvo involucrado -con la participación de la SEPI junto a Iberia-
en la compra (1989), a precio de saldo y libre de deudas, de la empresa nacional
-que entonces generaba superávit- para llevarla a la quiebra 10 años
más tarde con la consecuente pérdida de casi diez mil puestos
de trabajo. Basta recordar que en 1999, Repsol (entonces con una participación
del 32,5% del gobierno español) adquirió a precio de saldo y
con dinero prestado en el exterior, el control accionario de Yacimientos Petrolíferos
Fiscales: la empresa petrolífera nacional privatizada en 1993. YPF
actualmente contribuye con el 53% de las ganancias totales de Repsol y cuenta
bajo su órbita con el yacimiento petrolífero más importante
de Argentina (La Loma de la Lata). Los trabajos en el mencionado yacimiento
han degradado y contaminado el medio ambiente al punto de estar afectando
seriamente la salud de la población, sin que la empresa acuse recibo
de la responsabilidad que se le imputa. Además inexplicablemente el
precio del combustible es mayor en Argentina, país fuente del recurso,
que en España. Y ello sin detenernos en las maniobras de vaciamiento
que estaría implementando Repsol en Argentina, detectadas por la Dirección
General Impositiva y cuyas bases de presunción estarían reposando
en el cajón de algún funcionario sin cargo, o del escritorio
asignado a un cargo aún sin funcionario, mientras las distintas ramas
políticas nacionales debaten el sin destino de un país que entregó
su rumbo en 1976 y ya no lo pudo cambiar.