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29 de
enero del 2002
Archivan
tribunales castrenses casos de soldados que abusaron sexualmente de mujeres
México:
Quedan sin castigo
las violaciones de militares a indígenas
Rosa Rojas, La Jornada
Las agresiones sexuales cometidas por elementos del Ejército
contra mujeres indígenas, denunciadas ante autoridades mexicanas y
organismos nacionales e internacionales de derechos humanos, apuntan hacia
la impunidad.
Tres botones de muestra paradigmáticos, porque las denuncias son la
excepción: tres hermanas tzeltales violadas tumultuariamente en Chiapas,
en un retén militar en 1994; el de Aurelia Méndez Ramírez
y Delfina Flores Aguilar, ultrajadas en Zopilotepec, municipio de Atlixtac,
Guerrero, en 1997; el de Victoriana Vázquez Sánchez y Francisca
Santos Pablo, violadas en 1999 en Barrio Nuevo San José, municipio
de Tlacoachistlahuaca, también en Guerrero, episodio en el que además
dos civiles fueron ultimados por los militares.
En los tres casos la actuación de la Comisión Nacional de Derechos
Humanos (CNDH) ha quedado en entredicho. En el primero acabó siendo
coacusada, junto con los militares violadores, informó Martha Figueroa,
del Colectivo Grupo de Mujeres de San Cristóbal. En los otros dos,
integrantes del Centro Regional de Defensa de los Derechos Humanos José
María Morelos y Pavón (Centro Morelos) y el Instituto Guerrerense
de Derechos Humanos (IGDH) manifestaron que el personal de dicha institución
actuó durante las investigaciones "como si fueran defensores de los
militares violadores".
En Zopilotepec la CNDH propuso una "amigable composición" y ni siquiera
tomó en cuenta los exámenes ginecológicos que hizo el
médico legista a las mujeres; sin embargo, tomó como válida
la afirmación de la Procuraduría de Justicia Militar en el sentido
de que las indígenas no habían sido violadas, "pues no existía
prueba alguna" de que habían sido objeto de abuso sexual.
Respecto a la "amigable composición", el Centro Pro señaló:
"Varios organismos de derechos humanos se manifestaron inconformes con la
sugerencia, pues desprecia totalmente el sufrimiento emocional y psicológico
de las víctimas". Aun de acuerdo con el propio criterio de la CNDH,
una "amigable composición" no es posible en violaciones graves a derechos
humanos.
Silencio de la CNDH
En relación con las violaciones y homicidios ocurridos en Barrio Nuevo,
hasta el momento la CNDH no se ha pronunciado, aun cuando en marzo de 2001
el entonces secretario general de Amnistía Internacional (AI), Pierre
Sané, le entregó el expediente del mismo al presidente Vicente
Fox y le solicitó acatar las recomendaciones formuladas por el relator
especial sobre Tortura de las Naciones Unidas, Nigel Rodley, tras su visita
a México en 1997, en el sentido de que "las violaciones a los derechos
humanos de civiles cometidas por militares sean sujetas a la justicia civil".
La Red de Organizaciones de Derechos Humanos Todos los Derechos para Todos
mantiene este caso en su "galería de la impunidad", en Internet. Amnistía
Internacional lo incluyó en tres de sus informes de marzo de 2001:
México, casos de tortura, clamor porque se haga justicia; en el de
Casos de acción sobre mujeres de México y el mundo, y en el
informe sobre la situación de los derechos humanos de las mujeres a
nivel internacional Cuerpos rotos, mentes destrozadas. Torturas y malos tratos
a mujeres.
Ninguna investigación efectiva
Amnistía Internacional consignó que Victoriana Vázquez
Sánchez, de 50 años de edad, y Francisca Santos Pablo, de 33,
salieron de sus casas el 21 de abril de 1999 por la mañana en busca
de Antonio Mendoza Olivero, de 10 años y nieto de Victoriana, y Evaristo
Albino Téllez, de 27 años, cuñado de Francisca. No los
habían visto desde que se marcharon a la cosecha, el día anterior.
"Cuando llegamos a la milpa nos dimos cuenta de que había un campamento
de militares. Tratamos de correr, pero nos descubrieron y alcanzaron. Nos
llevaron hacia unas casas abandonadas y ahí nos violaron", dijo Victoriana
Vázquez.
Las dos mujeres contaron que unos soldados armados las habían arrojado
al suelo, les ataron las manos a la espalda y les arrancaron la falda. Tres
soldados violaron a Victoriana Vázquez, mientras otros arrastraron
a Francisca Santos hasta un barranco cercano, donde perdió el conocimiento
y fue abusada sexualmente.
Victoriana Vázquez y Francisca Santos no supieron hasta el 7 de mayo
de 1999 que Antonio Mendoza y Evaristo Albino habían muerto a manos
de unos soldados. A finales de febrero de 2001, Amnistía Internacional
no tenía ninguna noticia de que se hubiera emprendido una investigación
efectiva sobre los homicidios. Las dos mujeres, indígenas mixtecas
que no hablan español, rindieron testimonios ante el Ministerio Público
a través de un intérprete el 8 de mayo de 1999. No acudieron
antes debido al trauma sufrido y por temor a represalias.
"El 26 de mayo de 1999 el Ministerio Público trasladó el caso
a los tribunales militares, infringiendo de ese modo las normas internacionales
y la legislación mexicana, que disponen que la autoridad competente
en casos de violaciones de derechos humanos en que están implicadas
las fuerzas de seguridad es la autoridad civil. El sistema de justicia militar
carece de imparcialidad, competencia e independencia, cuando se ocupa de violaciones
a derechos humanos. Según los informes, los tribunales castrenses han
archivado la causa sin haber procesado a nadie", señaló AI.
Agregó: "En Guerrero hay una fuerte presencia militar, aparentemente
para combatir a grupos armados de oposición y el narcotráfico.
A lo largo de los años ha habido persistentes denuncias de violaciones
de derechos humanos cometidas por militares, fundamentalmente contra miembros
de la población indígena". La Jornada solicitó tanto
a la CNDH como a la Secretaría de la Defensa Nacional información
sobre las investigaciones relacionadas con este caso, pero no hubo respuesta.
Casiana Nava, integrante del Centro Morelos y quien acompañó
a la reportera a Zopilotepec, mencionó que Aurelia Méndez y
Delfina Flores "venían a hacer la denuncia de la aprehensión
de sus esposos, pero no a presentar la queja por la violación, porque
no sabían que eso se podía castigar. Estaban conscientes de
que al decir eso a sus esposos y a la comunidad las iban a rechazar. Tras
hacer públicos los hechos, otras mujeres de Zapotitlán Tablas
dieron a conocer que habían sufrido hechos similares. Ellas tenían
conocidas que también habían sido violadas. Sin embargo, ya
habían pasado dos meses de los abusos, por lo que ya no se llevó
a cabo la denuncia, pero a partir de ahí nos hemos dado cuenta que
las violaciones sexuales por parte del Ejército son frecuentes en las
comunidades".
Abusos en un retén de soldados
En el caso de las indígenas tzeltales violadas en un retén militar
en Chiapas, en 1994, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) estableció en su informe 53/01 de marzo de 2001 que el gobierno
mexicano es responsable de tortura y violaciones al derecho a la integridad
personal y a la protección de la honra y la dignidad, a la libertad
personal, garantías judiciales y protección judicial, por lo
que recomendó investigar este caso "de manera completa, imparcial y
efectiva en la jurisdicción penal ordinaria mexicana". Empero, continúa
negándose a cumplir la recomendación.
Según Martha Figueroa, la Procuraduría General de Justicia de
Chiapas le notificó que recibió una solicitud de la Procuraduría
Militar para que la auxilie en la realización de algunas diligencias
en la investigación del caso.
Esto porque el 14 de noviembre de 2001, en una audiencia en Washington, ante
la insistencia del gobierno mexicano de que el caso continuara en la jurisdicción
militar, la parte quejosa, para destrabar la investigación, aceptó
el acuerdo de que en ocho días la PJM le enviaría vía
exhorto a la Procuraduría de Chiapas instrucciones sobre las diligencias
faltantes a su juicio. El exhorto llegó extemporáneo, el 15
de diciembre, indicó la abogada.
Detalló que la PJM solicita que se aplique a las tzeltales violadas
un extenso interrogatorio y se realicen varias pruebas periciales de identificación.
Figueroa informó que se va a entrevistar con las interesadas para explicarles
qué están pidiendo los militares, y ver si se aceptan o no estas
diligencias, porque "si el interrogatorio que les quieren hacer es para ver
si las violaron o no, no tiene caso que vayan. Las preguntas tendrían
que ver con determinar el nivel de participación de los agresores:
¿quiénes las violaron y quiénes fueron copartícipes?
¿Por qué dejaron que las violaran? ¿Quién es el sargento que
paró la violación?, pero las amenazó para que no denunciaran.
¿Quién fue el que estuvo deteniendo a la mamá, mientras las
violaban?"
Respecto a que la CNDH acabó "como coacusada por encubrimiento" de
los militares, Figueroa explicó que luego de que La Jornada publicó
la información sobre las violaciones a las tres hermanas, "un trabajador
de la comisión de nombre Carlos Reyes llegó a la comunidad de
donde son originarias las víctimas, junto con elementos del Ejército,
vestido de civil, a tratar de localizarlas diciendo que eran personal de una
de las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos que había
trabajado mucho tiempo en la zona. La comunidad localizó a una o dos
de ellas, y Reyes y los militares las videograbaron y les tomaron sus huellas
digitales. La gente sospechó que algo andaba mal, y se descubrió
el engaño. Luego la CNDH dijo que no había habido violación",
indicó.
Lo que ocurre en estos casos, en los que excepcionalmente se llega a denunciar
la violación, deja en claro que el que haya organizaciones no gubernamentales
de derechos humanos nacionales e incluso internacionales que acompañan
a las víctimas en el proceso de denuncia, no garantiza que se les haga
justicia. Lo más que se ha logrado es que los abusos no quedaran ocultos.
Esto, en el contexto de miseria, incomunicación, monolingüismo
y racismo que afecta a los pueblos indios, conjugado con el sexismo de autoridades
civiles, militares y de derechos humanos, evidencia la vulnerabilidad y absoluta
indefensión en que están las mujeres indígenas.