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Latinoamérica

Talión
Septiembre, ¿por qué negro?

Earle Herrera

La necrofilia política, como el virus del Nilo, hace estragos en un buen pedazo de la oposición nacional y antinacional. Le atrae, no sé por qué, lo oscuro, lo tétrico, lo sórdido. Pareciera una patología más del campo de exorcistas que de politólogos o psiquiatras. Para el 11 de cada vez anuncian el Apocalipsis, el fin del mundo, la catástrofe total. Se visten de negro y flamean banderas negras. Llaman a trancar al país, a paralizarlo, a hundirlo. Se relamen con las noticias malas, salivan con los anuncios lúgubres, babean ante lo negativo. Cuando sus profecías no se cumplen, denigran de los venezolanos.
Al mes que cursa y corre decidieron bautizarlo "septiembre negro". Es lo que le prometen a Venezuela: oscuridad, conspiración, agendas ocultas. Para nada hablan de transparencia, de debate abierto, de juego limpio. Lo suyo es lo luctuoso, lo lúgubre, lo terrorífico. Quisieran ver al país hundido, con el perdón de Borges, en la noche unánime. Sin rendija de luz, sin halo de esperanza, sin gota de optimismo. Sus publicistas primero les recomendaron el color del luto para sus marchas, el mismo de los "camisas negras" del fascismo que ensangrentó y avergonzó a Europa. Ahora, para las acciones que desatarán este mes, un "genio" les vendió el slogan de "septiembre negro".
Un plagio terrible de un acto terrorista, sangriento, el de aquella matanza de atletas durante las olimpiadas de Munich. ¿Por qué ese nombre, para qué esa consigna que ofende y hiere la memoria humana? No es coherente luchar por la democracia copiando los lemas de terroristas, su color, sus emblemas. Bien pudieron colocar, detrás del truncado Carmona, la esvástica del nazismo en el lugar de donde quitaron el retrato de Bolívar. No tuvieron tiempo, pero si por sus actos los conoceréis, como dice la Biblia, allí dibujaron con un decreto vil la cruz gamada. Hay un bombardeo permanente contra toda esperanza. Lo positivo se minimiza, se oculta, se niega. Lo negativo se magnifica, se exagera y, ya en el colmo, se aplaude y celebra. En esa onda funesta y funeraria, no es extraño que se plagie a quienes con el crimen y el terror justifican sus ideales. También Pinochet celebraba, cada septiembre, el bombardeo de La Moneda, las manos amputadas de Víctor Jara, la muerte de Salvador Allende, las torturas masivas en el estadio y en la isla Dawson. También Pinochet celebraba su septiembre negro.
¿Qué mensaje pretenden enviar? La originalidad es un concepto relativo, como todo. Pero ello no justifica copiarse de actos y actores sangrientos.
No hay ninguna razón para augurarle a Venezuela un "septiembre negro" y, lo que es peor, para buscarlo y provocarlo. Julius Fucik, un escritor condenado a muerte por el nazismo, escribió en prisión un libro de título terrible y revelador de su situación: Reportaje al pie del patíbulo. Sus últimas palabras fueron: "He luchado por la alegría y la vida; que nunca mi nombre sea unido a la tristeza. ¡Hombres, os he amado!". Así escribió en el corredor de la muerte, en el umbral de su ejecución. ¿Por qué diablos unos pocos le quieren negar a nuestro país la alegría y la vida y le auguran días negros y luctuosos? ¿Con qué derecho? La oposición democrática debe aislar a su facción lúgubre, esa ala del cuervo que grazna en su seno. Y los venezolanos todos, rechazar a esos heraldos negros que se regodean profetizando una patria en tinieblas, para decirlo con Vallejo allá y Neruda aquí. Por la alegría y la vida de esta tierra de gracia, hay que impedir que un sector recalcitrante una la tristeza al nombre de Venezuela. ¿Dije tristeza? Esta gente va más allá, busca el fratricidio y la desolación. Gente de corazón trancado.