2 de septiembre del 2002
El problema de quedar sin rumbos: Radicalismo y posibilismo
Carlos Revello
Rodelú
Carlos Quijano escribió alguna vez sobre la dicotomía que
oponía en la historia uruguaya a los radicales y a los posibilistas.
Lo escribía en un tiempo en que la izquierda uruguaya era raquítica
y que lo único que existía en Uruguay eran las diferencias entre
las formaciones burguesas tradicionales: los blancos y los colorados.
Citaba en su artículo que estaba motivado por un problema muy real: el
baldomirismo, como alternativa del golpe "bueno" opuesto al golpe de su yerno,
Terra -"el malo",- la polémica que había opuesto -en su momento-
a Domigo Aramburú y a Carlos María Ramírez.
Aramburú se oponía al "posibilismo" de la conciliación
que prestó su apoyo a Tajes, Ramirez la defendía. A todos los
esfuerzos de los "doctores cultos de la capital" le arruinó el pastel
–pero nos limpió a los orientales el cielo- los movimientos revolucionarios
del 96-97.
Citar estas cuestiones históricas implica también señalar
que no creemos que la Historia sea una cantera de "enseñanzas". La Historia
es un hecho irrepetible, pero tener presentes ciertas similitudes -y particularmente
la tendencia a repetir ciertas conductas o comportamientos políticos-
no deja de ser instructivo. Por lo menos nos permite elevarnos de cierta chatura
en el debate actual donde por un lado cierto senador frenteamplista con pasado
revolucionario "se calienta" y algún editorialista del exilio uruguayo
se repite en lugares comunes.
¿En qué cree el posibilismo en la historia uruguaya?
-Cree y es su principal defecto que todo es posible solucionarlo "por arriba",
particularmente en el compromiso parlamentario que no excluye otros contactos
–éstos sí mucho mas sórdidos- en corredores y detrás
de bambalinas.
¿Qué sostiene, en cambio, el radicalismo?
-Que la invocación general a las "realidades políticas" no nos
exime de perder la brújula y el rumbo.
Los posibilistas por consiguiente en la historia uruguaya se han pasado siempre
al terreno de la conciliación. En nombre del "realismo" se han arrodillado
siempre antes las tendencias dominantes de la época o, lo que ellos creían
que eran leyes ineluctables e inmodificables.
¿Tiene la izquierda uruguaya su camino andado en el posibilismo?
-Indudablemente lo tiene. Lo tiene porque suspirando –en su momento- por la
"rendija democrática" permitió los acuerdos con los cuales salimos
de la tiranía militar sin ser un opositor firme e implacable del contubernio
y, lo cual es fundamental, con un programa de soluciones económicas alternativo
a la mera restauración democrática. Más aún, después
se aceptó ir a elecciones con proscripciones. Es a la sombra de aquellas
agachadas posibilistas que fue abriéndose espacio al seno del Frente
Amplio el posibilismo de ciertas corrientes actuales.
Hoy en día aquellas corrientes han adoptado una fraseología socialdemócrata
europea para definir sus afanes: están por las transformaciones en el
marco de las instituciones democráticas vigentes. Dentro del Frente,
alguna corriente que perdió la conducción recientemente, abogaba
por una mentalidad de "dejar de ser oposición" para pasar a ser un interlocutor
válido, una parte del problema.
Lo que no debe olvidarse, en medio de tantas disquicisiones es que la democracia
en Uruguay siempre ha sido rota por fuerzas sociales y políticas del
mismo sistema. Los golpes de estado en Uruguay los ha dado siempre una fracción
del grupo social del poder. Lo hicieron con Latorre que inaugura el militarismo,
lo repitieron con Terra, volvieron a repetirlo en 1973. Al lado del discurso
democrático ha existido siempre la tendencia autoritaria y ambas son
complementarias en un objetivo central: no modificar las estructuras económicas
y sociales.
Lo central entonces para la izquierda no es el poder político conseguido
como consecuencia de una crisis que obliga a un gobierno de "entendimiento nacional"
o, conseguido a través del desarrollo de una crisis política en
la cual el bloque del poder es derrotado electoralmente.
El poder político para la oposición consecuente es un medio para
la prosecución de un programa de transformaciones. Todos los otros "atajos"
nos retrotraen al posibilismo. Y, convenzámonos de una vez por todas,
los posibilistas de "izquierda" de ahora, son parientes hermanos de los raquíticos
"posibilistas burgueses" de antes.
Hay, también es necesario nombrarlo, otro resquicio argumentativo de
los posibilistas actuales: la referencia a la situación internacional.
Para ciertos orientales ese nuevo posibilismo no es tampoco nada nuevo, lo escuchamos
hace muchos años cuando haciamos los primeros pininos en el rompimiento
con los prejuicios democráticos del Uruguay liberal que entraba en crisis
alrededor de 1960. Y bastaría para eximinirnos de cualquier otro comentario
leer la declaración del partido comunista de Iraq que se acaba de publicar
en estas horas. Es el canto de cisne de un reformismo que cree –todavía!!!-
que es posible practicar en el Tercer Mundo lo que se practica en la Europa
occidental. Están totalmente equivocados y han de recorrer el mismo camino
que llevó -del otro lado del charco- a la "alianza democrática"
primero del brazo de Braden y a negar –más recientemente- todo lo que
hacía el "juntismo de Videla".
Ni un posibilismo, ni el otro –independientemente de sus actorres políticos
concretos- que se prestan los argumentos bajo diferentes camisetas alumbra en
Uruguay caminos nuevos.
La crisis uruguaya es parte de una crisis más general. Una crisis que
está en los países más cercanos a nosotros, verbigracia
el Brasil y la Argentina, pero también en toda América Latina.
Es la crisis del sistema neoliberal implementado que ha llevado a los pueblos
y a las capas medias productoras a una crisis económica sin precedentes.
Para esa crisis el sistema imperial que la ha prohijado no tiene mas soluciones
que la guerra, los golpes de estado o la organización de gigantescas
conflagaciones del estilo de las que hemos contemplado recientemente en Yugoslavia
y actualmente en Asia (Cercano y Central Oriente).
No hay espacio en consecuencia para la simple especulación sobre desarrollos
de crisis en tiempos normales. Se impone considerar la variante en tiempos anormales
y convulcionados que son los que protagonizan la gente común y corriente
antes nuestros ojos. ¿Hasta cuándo aguantarán esas masas su miseria
que es una larga agonía? ¿Hasta cuándo los estallidos no precipitarán
el temor del ala más conservadora apegada "al orden" como antes, para
profitar del mismo?
No hay espacio entonces para las "calenturas" y los renunciamientos del senador
Mujica, antes futuros previsibles desarrollos electorales. Estamos muy lejos
de los mismos. Y, aún discrepando con más de una formulación
de su populismo, el trabajo que ha desarrollado desde su liberación de
las prisiones, pasando por las "mateadas", a su situación actual es más
que encomiable. Más bien se trata de que siga "en la huella".
No se trata tampoco de conceciones a-históricas como las que aventura
el editorial de Liberación donde hay más de una gota de sentimentalina
por el "paisito" y su excepcionalidad conjuntamente a las invocaciones generales
a los "gobiernos patrióticos de mayorías nacionales". Eso nos
retrotrae a las mismas formulaciones ambiguas de los frentes populares de los
años 30 en Europa.
El camino en América es distinto. Nos separa de todos los antecedentes
históricos de los cuales fuímos hijos, la práctica real
realizada y la sangre derramada. Se acabó la época que teniamos
que andar repitiendo leccioncitas de los manuales hechos por otros. Se acabó
también la época que teníamos que hacer genuflexiones ante
las tiradas copiadas de manuales mal leídos por algunos "responsables"
(en realidad eran unos irresponsables).
Se ha inaugurado en América la época en que los pueblos avanzan
con madurez y en los cuales hay que tener confianza a esas voluntades que parecen
difusas (porque no las controlamos) pero que nos abren caminos de esperanza
a todos. Lo han hecho recientemente en Venezuela, lo acumulan pacientemente
en Brasil, reverbera en Argentina en el deseo de que "se vayan todos". Es la
nueva "hora de los hornos" y no se ha de ver más que luz. Lo demás
es accesorio.
carlos.revello@chello.se