Chile: Militarización en la crisis global
Democracia y mercado, el final de un matrimonio que parecía feliz
Por Paul Walder, en Primera Línea, Chile*
Poco auspiciosa es la visión que tiene de las actuales relaciones internacionales el embajador de Chile ante la ONU, Juan Gabriel Valdés. Tras el 11 de septiembre ha surgido un escepticismo ante el proceso de globalización, tanto en lo que respecta al libre mercado como en la extensión de la democracia. Un clima de incertidumbre que nuevamente parece alcanzar un punto crítico con el inminente ataque norteamericano a Irak.
Si ha habido cambios en las relaciones internacionales desde el 11 de septiembre pasado, éstos han sido negativos. La duda es cuánto lo son. Lo que se ha instalado en la agenda mundial son los peores vaticinios acerca de los alcances de la globalización, el futuro de la democracia, los derechos humanos y las condiciones sociales. Hay pesimismo, el que no sólo surge desde los países emergentes o desde la reflexión política de los dirigentes europeos, sino desde la misma sociedad norteamericana. El feliz matrimonio entre la democracia y el mercado, que tantos elogios y satisfacciones generó durante los años noventa, parece haber durado tan sólo diez años.
Qué mejor observador de los cambios en el clima político mundial a partir del 11 de septiembre que Juan Gabriel Valdés, el embajador chileno ante la ONU. Tras los atentados, lo que ha inundado el sentir de la sociedad norteamericana -percepción expresada en los medios de comunicación influyentes y en las encuestas- es un claro escepticismo hacia la globalización, tanto económica como democrática. "Existe un pesimismo respecto de la capacidad de incorporar a los sectores marginados al proceso de globalización y una crítica a la situación económica actual", dice el diplomático. Añade que existe un relajamiento respecto a las expectativas éticas y morales del proceso de los años noventa.
Las opiniones de Valdés tienen su correlato en, al menos, dos operaciones por parte de las autoridades norteamericanas, las cuales avalan este relajamiento ético. De partida, están las condiciones muy poco humanitarias de los prisioneros afganos en la base de Guantánamo, a lo que se suman los centenares de detenidos por sospecha de terrorismo en cárceles norteamericanas. La situación de estas personas, en su mayoría inmigrantes islámicos, ya ha comenzado a generar una fuerte corriente crítica al interior de Estados Unidos por parte de asociaciones judiciales. Empero, si esto sucede en Estados Unidos, qué puede esperarse de sus acciones en el resto del mundo.
Nuevo Orden Mundial II
La verdadera preocupación pasa por las relaciones internacionales que intenta implantar Estados Unidos. Es lo que algunos analistas han denominado el Nuevo Orden Mundial II, en referencia al primer intento post Guerra del Golfo de George Bush padre. Un documento oficial citado por el economista crítico de izquierda James Petras señala que dicha administración "preveía un mundo en el que EE.UU. podría dominar a sus aliados europeos y japonés, aislar a sus adversarios y sostener a sus regímenes clientes. EE.UU. sería la potencia mundial indiscutida, capaz de asegurar un control absoluto sobre los recursos estratégicos y un sitio privilegiado en el mercado mundial". Un deseo que tras la euforia de la guerra se debilitó. Los aliados perdieron la pasión inicial, e Irak fue aceptado en los consejos pan-islámicos y en la OPEP.
A partir del 11 de septiembre, la administración de Bush hijo se ha mostrado empeñada en otro esfuerzo por imponer un Nuevo Orden Mundial. Como dice Petras, la construcción del "imperio" no se basará esta vez en decisiones compartidas con aliados europeos y asiáticos. "Sólo la toma unilateral de decisiones construirá un único imperio de EE.UU. En segundo lugar, un imperio mundial requiere guerras continuas, sin límites en el tiempo o el espacio, que lleven a la conquista y a la ocupación, y no simplemente a la derrota militar de un adversario (como la derrota de Hussein por Bush padre), que puede renacer de las cenizas". Los eventos, declaraciones y acciones norteamericanas tras los ataques sólo confirman estas opiniones, las que hoy comparten líderes europeos como Felipe González, para quien el mundo unipolar en el cual Estados Unidos impone sus decisiones a sus aliados no puede conducir a nada bueno.
La hipótesis de Petras, que puede parecer una afiebrada teoría de la conspiración, en realidad dista mucho de serla. De hecho, hay una guerra en ciernes contra Irak, la que corre contra el tiempo: deberá estar consumada antes de las elecciones legislativas de noviembre en Estados Unidos.
Este clima, en el cual la realidad supera a cualquier política ficción, ya está expresado en opiniones de medios tan templados como el Financial Times de Londres. En una reciente columna se plantea una nueva hipótesis de la guerra: no es sólo el derrocamiento de Saddam Hussein, Estados Unidos busca reformular el mapa de Oriente Medio y, de paso, romper su incómoda dependencia con el petróleo islámico. Una supuesta victoria le daría acceso libre a los recursos estratégicos iraquíes.
Valdés explica que si bien es necesario frenar el terrorismo, Chile aboga por los acuerdos, por el respeto del derecho internacional antes que un ataque a Irak. Junto a estos principios, hay otros aspectos que él cita y que cualquier analista ha de tener en cuenta. Bush inicia un conflicto con Irak en medio de unas relaciones cada vez más deterioradas con Arabia Saudita y con el conflicto israelí-palestino en una fase crítica, factores que pueden llevar la incursión armada a una profundización de los problemas de la región. No obstante, pese a los esfuerzos diplomáticos de Colin Powell, parecen tener más peso las opiniones del vicepresidente Dick Cheney y del secretario de Defensa Donald Rumsfeld, quienes estiman que la vía diplomática está agotada y que la guerra es inminente.
El concepto de imperio ha vuelto. No sólo como metáfora, sino como el reflejo de la nueva configuración política y económica mundial. A modo de ejemplo, Estados Unidos gasta en investigación militar tres veces más que los cinco países que le siguen, inversión que le permite tomar decisiones fundamentales de forma unilateral y voluntarista, desde la instigación al frustrado golpe militar en Venezuela o medidas proteccionistas que pasan por encima de los acuerdos de la OMC. Un conglomerado de eventos poco amistosos que le ha llevado a afirmar a Valdés que el matrimonio entre la democracia y el mercado parece haber terminado.
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