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Latinoamérica

El gobierno de Coalición no cae porque la mayoría del FA no quiere


ENTREVISTA - ENRIQUE RUBIO (VA)
Rubio: Si el EP-FA se hubiera propuesto
voltear al gobierno "lo habría logrado"
Diario La Republica

El senador Enrique Rubio (Vertiente Artiguista) sostuvo que el país sufre un "default negociado", descartó la existencia de un vacío de poder, pero adjudicó la ausencia de crisis política a la voluntad de la izquierda, que jugó siempre en base a la lealtad institucional. Pues si se hubiera propuesto voltear al gobierno, agregó, lo "habría logrado".
"Tenemos que profundizar la línea de oposición constructiva que teníamos".
Rubio conversó con LA REPUBLICA sobre la forma en que el EP-FA debe pararse, en un país que vive el agravamiento constante de los indicadores productivos, económicos y fundamentalmente sociales.
Los siguientes son los conceptos fundamentales de una extensa conversación.
­La izquierda debate sobre estrategia y hay sectores de la misma que diagnostican un nuevo escenario, a partir de la crisis financiera.
­Creo que los datos más relevantes no se han modificado, por eso los ejes de la estrategia de la izquierda mantienen su plena vigencia. Sin dudas hay que hacer ajustes tácticos porque hay nuevo elementos, nuevas realidades. Creo que no hay vacío de poder, pero hay un desgaste muy grande de la figura de Jorge Batlle, una caída en picada de los niveles de adhesión en la ciudadanía. Este es un dato. Al mismo tiempo hay un ascenso, dentro de la coalición de gobierno, del peso político del Foro Batllista. Hubo en los momentos más críticos algunos signos inquietantes, que aún no se han despejado, de operaciones psicopolíticas que incidieron el jueves en los saqueos sincronizados y el viernes en los rumores extendidos y reproducidos por las propias fuerzas policiales.
Por tanto, en la expresión política del bloque de poder en Uruguay hay nuevos componentes, pero que no configuran un vacío político. Por ello nuestra concepción de lealtad institucional y vigencia plena del sistema democrático persiste en todos sus términos y en principio vamos a una rotación política de las normales en el país.
­¿Cuáles son los datos nuevos en la vida cotidiana de los uruguayos?
­Ahora, lo anterior es una parte, sólo una parte de la realidad, porque por otro lado la crisis social se ha profundizado enormemente. El disgusto y la penuria de la gente han llegado a niveles extremos, lo que ha provocado por un lado una reacción solidaria muy fuerte de la sociedad uruguaya, en términos de hacer por la vía del voluntariado y un poco por el apoyo público y de las intendencias, planes alimentarios de sustento y sobrevivencia. Es una forma de reacción de la sociedad civil y en parte del sector institucional. Esto es un paliativo transitorio ante una crisis como no conocía el Uruguay. El país parece que ha soportado una guerra, sin sangre, pero, que no dejó piedra sobre piedra en términos sociales.
La crisis social es lo más hondamente preocupante, porque a partir de los planes del gobierno no cabe esperar otra cosa que un ahondamiento de la misma, al menos hasta fines de 2003. No soy de los que dicen que no hay plan de la derecha, hay un redespliegue en nuevos escenarios que intenta superar los momentos más críticos, pero que sigue con sus principales ejes de acción. Hay respaldos internacionales, presiones de grupos económicos y comunicacionales, para un plan con impactos sociales negativos. Se apuesta a una reactivación que vendría a caballo de dos factores: el motor de las exportaciones, que tendría su mayor vigor en el segundo semestre de 2003, sobre la base de la devaluación y la baja de los costos salariales de las empresas; por otro se apuesta a una reactivación del mercado interno sobre la base de que el ingreso de productos importados de extrazona quedarían trabados por el precio del dólar, lo cual es verdad, sin embargo, como habrá al mismo tiempo una depreciación del mercado por rebaja salariales, de jubilaciones, gasto público, e inflación, el impacto será muy chico.
El otro eje del plan de gobierno es cerrar el déficit fiscal acudiendo a la vía inflacionaria, cabe prever que habrá una rebaja de salarios y jubilaciones no menor al 25%. Porque con una inflación del 40% y un compromiso de que no habrá aumento salarial en 2002, las jubilaciones serán arrastradas en la caída.
Ese plan incluye la flexibilización del sector público, lo cual desata otras conflictividades. Este invento que se hace de los funcionarios contratados a término por dos años y otras medidas, van en esa dirección. Davrieux lo dijo con mucha claridad, el objetivo no es disminuir el número de funcionarios sino cambiar la calidad del contrato que tienen con el Estado.
­¿Qué consecuencias dejó la crisis bancaria?
­Un componente del resdespliegue es tratar de absorber la crisis financiera, difiriendo los efectos más traumáticos y buscando se aplique el acuerdo con el FMI, se mantenga el salvataje que evitó el default salvaje (en Uruguay hay un default técnico, negociado) tratando que sobreviva alguno de los bancos y se reconstituya la confianza hacia la banca estatal y la privada. Buscando que parte de la masa de dinero que vino del exterior se vuelque hacia el crédito. El problema es que si cae alguno de los bancos más importantes, los efectos colaterales serán más grandes de lo esperado, generando problemas en el interior del país donde no está la banca transnacional. Otro tema es que la deuda interna ha pasado a ser tan importante como la externa. Si bien es inteligente tratar de pagar parte de la deuda interna con externa, por la vía de colocación de bonos, la voluntariedad de la medida hará que el efecto sea limitado. El nuevo endeudamiento que se generó tras la liberación del cambio es inabsorbible.
Por tanto hay nuevas realidades, nuevos actores sociales que se unen a la situación de pobreza y acumulan en el mismo sentido. A la clase media uruguaya se le ha dado golpes demoledores en seis meses, a través de los ajustes fiscales, la devaluación del peso y la reprogramación de los plazos fijos.
­¿Es posible, al menos, que se restablezca el funcionamiento solvente del sistema financiero?
­Esto que he señalado, a su vez, tiene impactos políticos y culturales muy profundos. Deberá pasar más de una generación para que se reconstruya la relación de confianza entre el ciudadano y el Estado, en el caso de la banca pública. La lealtad hacia los partidos tradicionales ha sido minada en algunos de sus reductos más importantes, ya que los ciudadanos confiaron en el ahorro o en el endeudamiento en dólares.
Una de nuestras dificultades en el diálogo con la población es que si uno dice la verdad la gente se deprime, pero si no lo hace la gente no le cree. Hay una gran ambivalencia en el sentir de la ciudadanía, porque condena con más fuerza que antes a la coalición de gobierno, pero, al mismo tiempo, tiene un nivel de ansiedad extrema hacia las medidas positivas que impliquen algún salvataje, cuando ve que todo se pierde.
­Es que el panorama futuro no parece muy halagüeño, al menos como usted lo pinta.
­También hay nuevos componentes internacionales de la situación, que no necesariamente son negativos. Es altamente positivo que desde Fernando Henrique Cardoso a Lula Da Silva se esté diciendo que hay que replantearse el Mercosur, y que se debe volver a los lineamientos del 91 en el sentido de no concebir al tratado simplemente como un acuerdo comercial, sino buscar la complementación productiva (este es el planteo que siempre defendió la izquierda). Si hay un liderazgo brasileño en esa dirección, cosa que se definirá en octubre, será un dato mayor para las perspectivas de Uruguay. A su vez planteará un problema: el gobierno uruguayo no está en esa línea. Cuando Argentina se coloca en esta orientación (porque el único que le ha dado una mano ha sido Brasil) y se da un nivelamiento de las paridades cambiarias, amortiguando las desarmonías macroeconómicas, nosotros estamos en este divague y terminamos siendo los peones de Estados Unidos para las peores políticas.
­¿Cuáles son las condicionantes para modificar esa realidad que usted ha descrito en las respuestas anteriores?
­Tenemos que profundizar la línea de oposición constructiva que teníamos, adecuándola a estos tiempos. No hay que caer en la tentación de la oposición cerrada sin propuestas (a veces he sentido en el Parlamento que caíamos en esas actitudes), ni caer en el otro extremo de quedar deslumbrados por algunas iniciativas de la coalición de gobierno, pensando que en realidad son las únicas posibles. Hay alternativas y urge levantar un paquete de propuestas. Urge.
­Hasta el presente, el EP-FA ha planteado muchas iniciativas alternativas, pero ninguna terminó en nada concreto y el plan gubernamental sigue aplicándose.
­No hay que dar como inevitable el cumplimiento del plan de gobierno. La historia reciente mostró que no era inexorable, por ejemplo, en el tema empresas públicas. Creo que tenemos posibilidades de realizar una acción defensiva y bloquear algunas cosas y de una acción ofensiva que busqué imponer y negociar otras. El tema es si sabemos o no aplicar nuestras fuerzas. El caso es si la conducción de la izquierda entiende con total claridad y con niveles importantes de consenso interno (no digo unanimidades), que hoy la mejor manera de jugar lo que pasará después de 2004, es dar una respuesta corta y convincente. No hay contradicción entre pensar que es altamente conveniente para el país que haya una rotación institucional normal, y la afirmación que dice que se debe influir fuertemente en la coyuntura porque la situación social no resiste.
­¿Cómo concretaría esa acción ofensiva?
­Creo que hay que concentrar la multiplicidad de reivindicaciones en cuatro o cinco puntos para la coyuntura. De lo contrario no salimos del pantano y dejamos una herencia maldita para lo que viene después. Esos puntos los hemos mencionado muchas veces, pero hay que darles concreción, fuerza de movilización y capacidad de negociación. Si tenemos temor a la negociación, porque nos parece que eso de alguna manera nos puede dejar frente a la opinión pública como cercanos al gobierno, estamos condenados. En ese caso miraremos desde la vereda de enfrente, pero los uruguayos sufrirán el desastre de esta guerra y nosotros heredaremos un páramo. Un tema es revertir las decisiones que el gobierno tomó el año pasado sobre la inversión pública y que hoy se mantienen en la Rendición de Cuentas. Van a tener que admitir el error y quien lo deberá hacer en primer lugar es el socio del Partido Colorado en el gobierno, el Partido Nacional. Cuando éste vea que lo desplegado ahora mediante las concesiones no resulta demasiado atractivo a la inversión extranjera directa. Cuando vea que la reactivación se posterga y pierde su propia base social. Participé, esta semana, del paro de los comerciantes en Florida y ahí no se puede decir que fue la izquierda, lo hicieron las bases de los partidos tradicionales.
­Desde filas de la izquierda hay quienes sostienen que la práctica asistencialista impulsada desde el EP-FA para atacar la emergencia social, tiene como objetivo calmar aguas para poder llegar flotando a 2004.
­El asistencialismo es parte de la sobrevivencia, de lo contrario se generan reacciones anárquicas, individuales y termina haciéndole juego a salidas de contenido autoritario.
Creo que gran parte de la militancia frenteamplista se ha volcado a esto, al igual que las ONGs, la Iglesia e instituciones estatales.
­Tabaré Vázquez ha dicho que el gobierno agotó su capacidad de articular los distintos sectores de la sociedad, ¿usted piensa que el objetivo de Batlle era gobernar para todos?
­El gobierno tenía la ambición de lograr apoyos mucho más extendidos. Creo que Jorge Batlle nunca se imaginó que iba a ser un presidente tan poco querido por los uruguayos. En realidad si miramos un año y medio para atrás, era un presidente con avales muy fuerte, con un carisma en derechos humanos muy importante y con un plan por desarrollar que no se sabía muy bien qué era.
­Eso se parece a la concepción del consenso de Antonio Gramsci.
­En el sentido gramsciano, el consenso se le ha roto. Hoy, en el mismo sentido, la contrahegemonía es más fuerte. El movimiento contrahegemónico que se origina en la sociedad y que culpa al gobierno de los males que soporta, es poderosísimo, Entonces, desde ese punto de vista y desde los consensos que debe tener en la sociedad civil, este gobierno está muy débil. En cuanto a los respaldos fácticos que se expresan en las mayorías parlamentarias o en apoyos externos, no lo está.
En realidad, si el país no se estuviera destruyendo en su tejido productivo y social nosotros no tendríamos de que preocuparnos, simplemente recogeríamos un crecimiento electoral y después heredaríamos. Pero eso nos traería una enorme insensibilidad respecto de la situación de los uruguayos hoy, al mismo tiempo sería una impericia política porque no nos estaríamos dando cuenta que si no incidimos en la coyuntura, el legado va a ser muy negativo.
­Esa ruptura del consenso, ¿no puede llevar a una crisis política?
­En un sentido lleva a una crisis política, en la medida que se debilitan las bases de sustentación del bloque que gobierna. Ahora, para que hubiera una crisis política profunda tendría que producirse un resquebrajamiento profundo en este bloque, o bien, al mismo tiempo, una intencionalidad de parte de la oposición de voltear el gobierno.
En realidad, si la izquierda se hubiera propuesto dañar al gobierno para empujarlo al abismo, probablemente lo hubiera logrado.