La semana pasada vivimos jornadas de tremenda significación en la lucha por la dignidad y la reivindicación de los trabajadores chilenos. Miles de hombres y mujeres provenientes de diversas regiones del país y de la Región Metropolitana llegaron a Santiago en la Marcha Nacional contra la Cesantía, para entregar un petitorio de doce puntos al gobierno. Este busca una solución para los cientos de miles de desocupados que viven las consecuencias de un sistema inhumano y explotador.
En la Plaza de la Constitución, con la decisión de no cejar hasta obtener respuesta, los manifestantes instalaron una olla común, símbolo de solidaridad y de lucha. Frente a las mismas ventanas de La Moneda los cesantes de Chile mostraron el verdadero rostro del país a un gobierno que negaba sistemáticamente cada uno de sus planteamientos.
Estuvimos con ellos, recibimos y entregamos palabras de compañerismo y solidaridad. Gracias a ese empuje y constancia, demostrados a pesar de la inclemencia del tiempo, se logró gestionar la instalación de una mesa con parlamentarios, quienes deberán estudiar el petitorio presentado por la Coordinadora Nacional De Cesantes y Trabajadores Eventuales de Chile.
He visitado en estas últimas semanas varias ciudades y comunas del norte y sur del país. Participé y estuve muy atenta a las movilizaciones y protestas realizadas el 21 de agosto recién pasado, convocadas por la CUT y diversas organizaciones sociales y políticas. De todas esas experiencias, de todos esos rostros humanos individuales y colectivos, de todos los intercambios intensos que tuve, hay uno que se mantiene en mi retina: la imagen de las mujeres, hombres, viejos, jóvenes y adultos cesantes que se han organizado en todo el país en torno a Sindicatos de Trabajadores Eventuales y a Comités y Coordinadoras de Desocupados.
Ellos representan una realidad dolorosa que se mantiene y crece: la ausencia de trabajo digno y estable. Pero también expresan la esperanza de millones de personas que aspiran a un salario y una fuente ocupacional estables y dignos.
¡Con qué insensibilidad y frialdad responden a esta crisis los grandes empresarios, el gobierno, los adoradores del neoliberalismo y de la "flexibilización laboral"!
Se dice que la "flexibilización" es el camino para enfrentar al desempleo. Falso, absolutamente falso. Y no solo lo afirmamos nosotros. Recientemente el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, ex funcionario del FMI de visita en Chile, dijo categóricamente que en ninguna parte del mundo la llamada "flexibilización" ha provocado mayores empleos y mayor productividad.
En Chile hace rato que la "flexibilización" comenzó a funcionar. Sus efectos son devastadores: tendencia creciente a la baja de salarios, precariedad laboral en alza que llega a más del 45 por ciento de la fuerza de trabajo, disminución ostensible de los salarios de los jóvenes y mayor cesantía en ese grupo social, y menor creación de nuevas fuentes de trabajo. Definitivamente, ese no es el camino y no es la solución.
¿Qué proponen los propios cesantes organizados? Plantean medidas realistas y posibles, como la mantención de los programas actuales de empleo municipal con jornada completa, el cumplimiento de los 200 mil nuevos empleos comprometidos, un plan extraordinario de construcción de viviendas sociales dignas y un plan de obras públicas e infraestructura, un plan de desarrollo del sector campesino, la industrialización del país, reducir la inversión de las AFP en el extranjero, el subsidio del cien por ciento a las deudas de servicios básicos para los cesantes, políticas de emergencia frente a la cesantía en las zonas más empobrecidas, garantía de atención gratuita de salud para los cesantes y sus familias, y freno a toda reforma laboral que pueda incrementar la cesantía o la posibilidad de superexplotación de los trabajadores.
Está claro que quienes ven de manera totalitaria este grave problema y tienen una opción asumida plenamente en torno a la defensa del gran capital financiero y transnacional, buscan imponer de todas formas una vía, un camino: los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea, el ALCA, la mayor apertura a las inversiones extranjeras. Pero este camino está agotado y es la verdadera causa de mayores crisis, protestas y descontento creciente.
Un Estado con políticas sociales efectivas, que privilegie la activación de la demanda interna, que ponga su atención en el fortalecimiento industrial y en la creación de valor agregado, es posible en el cuadro actual de crisis de la economía capitalista. Sin embargo, hay que ir más allá. Eso no es solo posible, es absolutamente necesario para enfrentar esta crisis que nos provoca la dependencia de la economía norteamericana y las políticas neoliberales, y que se agudizará este semestre y el próximo año.
Este movimiento de cesantes nos representa a todos, con una solidaridad que emana de su propio sufrimiento. Ellos nos entregan un camino y una lucha que también es nuestra.
Es posible enfrentar este flagelo con sensibilidad y convicción democrática. * Secretaria general del Partido Comunista de Chile