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Latinoamérica

14 de septiembre del 2002

Banco Comercial
Radiografía del vaciamiento

Samuel Blixen
Brecha

Todos los dueños del Comercial, no sólo los hermanos Carlos y José Rohm, son responsables del vaciamiento del banco. Y las autoridades económicas, con respaldo del presidente Jorge Batlle, son responsables de la flagrante omisión en impedir el robo. Para cubrir todo fue que se instrumentaron las más escandalosas mentiras.
Los hermanos Carlos y José Rohm, dueños del Banco Comercial, del Banco General de Negocios de Argentina, del Banco Santa Fe, de la Compañía General de Negocios SA, de la Compañía General de Negocios saif, de la subsidiaria en Brasil Banco Comercial Uruguai y de la sociedad Saint Louis Investment, con sede en Panamá, aparecen como los artífices de una estafa financiera y un vaciamiento bancario que operaron como detonantes de la corrida de depositantes, y en definitiva de la crisis bancaria que sumió a Uruguay en la bancarrota.
Con ser cierta, la acusación no es completa: hasta comienzos de febrero de 2002, el directorio del Banco Comercial estaba integrado por su presidente, Armando Braun, Carlos Alberto Rohm, vicepresidente, y su hermano José "Puchi" Rohm, director, en representación del Banco General de Negocios (bgn); David Mulford, director en representación del Crédit Suisse/First Boston; Brian O'Neill, director en representación del JP Morgan/Chase; Holger Sommer, director en representación del Dresdner Bank Lateinamerika; Carlos García Arocena, director (un antiguo ejecutivo del Comercial de los tiempos de los Braga, los Irureta Goyena, los Vargas Garmendia y los Otegui, que sobrevivió a todas las estatizaciones y reprivatizaciones); los directores alternos George Weiksner, del Crédit Suisse; Horst Herrman, del Dresdner, y Joseph Martin, del Morgan; y los síndicos María Eugenia Plá y Nicolás Juan, provenientes del estudio Guyer y Regules. Una vez aceptada la renuncia de los Rohm (uno preso y el otro prófugo), la presidencia del Comercial pasó a manos de Henry Frederick y el desplazado Braun quedó como director.
Todos ellos estaban vinculados a la gestión del Comercial en forma directa, de modo que es inaceptable presumir que desconocieran las operaciones que llevaron al vaciamiento y en especial las decisiones adoptadas entre noviembre de 2001 y enero de 2002. La misma ignorancia inocente reclaman las autoridades encargadas de los controles, el entonces ministro de Economía Alberto Bensión y los ex miembros del directorio del Banco Central, César Rodríguez Batlle, Eva Holz y Rosario Medero. Ellos no podían desconocer algunos antecedentes notorios que debían haber activado las alarmas cuando se precipitó el corralito en Argentina:
• José Puchi Rohm había sido procesado por la justicia argentina en el escándalo ibm- Banco Nación, por el que el gobierno de Carlos Menem pagó millonadas para una renovación informática; Carlos Rohm se encargó de transferir mediante su Banco General de Negocios las correspondientes coimas. En los expedientes del Congreso el bgn aparece vinculado a otros dos escándalos, el de la venta de armas a Ecuador y Croacia y el de la llamada "mafia del oro".
• David Mulford, suegro de Carlos Rohm, era director suplente en el bgn y a la vez director titular del Banco Comercial (cargo que sigue desempeñando). Sus antecedentes en el Tesoro de Estados Unidos, su condición de director del Crédit Suisse y su ostensible amistad con George Bush padre, no impidieron que el juez federal argentino Jorge Ballestero lo acusara de participar en la operación de megacanje de la deuda externa, que en junio de 2001 elevó la deuda argentina en 10 mil millones de dólares. Su nombre aparece en los expedientes 8461 y 6420, junto con los de Domingo Cavallo, ya procesado, y Fernando de la Rúa, cuya captura fue solicitada en marzo pasado.
• Armando Braun, uruguayo, accedió a la presidencia del Banco Comercial desde el modesto puesto de ejecutivo de una empresa argentina importadora de algodón, Química Estrella, pero que tiene el mérito de estar involucrada, según los registros de la investigación de la diputada Elisa Carrió, en el tráfico de armas a Croacia y Ecuador, cuyas coimas fueron tramitadas mediante cuentas en el Banco Comercial y en la Compañía General de Negocios SA.
LOS PRÉSTAMOS
Si hubieran tenido en cuenta estos antecedentes, ¿las autoridades uruguayas habrían adoptado alguna medida cuando el directorio del Comercial comenzó a otorgar préstamos millonarios en dólares a empresas y ciudadanos argentinos? Buena pregunta. Tampoco se sabe qué actitud adoptó María Eugenia Plá, síndica del banco, cuya función debía ser la de alertar en materia de irregularidades en la concesión de créditos.
Nadie fue lo suficientemente perspicaz como para relacionar los préstamos que otorgaba el Comercial con el "corralito". En noviembre y diciembre de 2001 se concentraron los siguientes préstamos, según un relevamiento muy parcial de BRECHA:
• Compañía General de Mandatos SA recibió el 26-XII-01 5.400.000 dólares, a pagar en 180 días a una tasa de interés del 10 por ciento. Para justificar tamaño préstamo los representantes de Mandatos abrieron una cuenta en caja de ahorros con 1.300.000 dólares. El préstamo está vencido. Aunque no existe en los archivos del Comercial ni siquiera registro de firma de la empresa, se sospecha que se trata de una sociedad propiedad del entonces vicepresidente del banco, Carlos Rohm; la Compañía General de Mandatos aparece mencionada en el informe Carrió como un instrumento de lavado de dinero. El presidente de Mandatos era Claudio Pando Casado, familiar de Carlos Pando Casado, director del Banco General de Negocios.
• Emaco SA, una empresa dedicada a "construcciones", tiene como domicilio "Banco Comercial Central (directorio) Buenos Aires". El 1-XI-01 recibió un préstamo a plazo fijo de 1.614.000 dólares, que vencía el 25-III-02. El préstamo está totalmente impago.
• El Tacazo SA -"servicios varios no especific."-, con domicilio en Florida número 1, piso 8, oficina 23, Buenos Aires, concretó el 28-XII-01 (día de los inocentes) un préstamo de 1.900.000 dólares, a una tasa de 10,50 de interés, que vencía el 28 de junio. No hay garantía que permita cobrarlo.
• Alpargatas Sociedad Industrial y Comercial logró, el 27-XII-01, un préstamo de 4.920.000 dólares, a una tasa de ¡5,57 por ciento!, a un plazo fijo de 800 días, a sola firma y sin garantías. Para cuando deba reintegrar estos 5 millones de dólares seguramente no existirán ni Alpargatas ni el Banco Comercial y acaso no exista el Uruguay. No puede decirse que los servicios técnicos del Banco Comercial fueron sorprendidos en su buena fe: una Alpargatas Calzados SA había obtenido un préstamo de 3.750.000 en abril de 1998, sin garantías reales, y por supuesto no lo había pagado al vencimiento en julio de 1998 y seguía sin pagarlo en diciembre de 2001. Por si fuera poco, el mismo día de abril de 1998 una Alpargatas Textil SA obtenía 1.250.000 dólares en exactamente las mismas condiciones que Calzados SA. Las trillizas Alpargatas exhiben, a pesar de sus matices de diferencias en los nombres, la misma dirección:
avenida Regimiento de Patricios 1142, piso 4, provincia de Buenos Aires. Alpargatas, casualidad, es señalada en el informe Carrió como una empresa insolvente, involucrada en lavado de dinero. Las tres Alpargatas son parte del grupo Gotelli, que en Uruguay ostenta el mérito de haber vaciado el Banco Italia, a mediados de los años ochenta. Los Rohm no inventaron nada: los Gotelli prestaron todo lo que pudieron sacar del Banco Italia a empresas fantasmas o de su propio grupo.
• Casa Nine Sacif, que figura con el código 401 del BCU, "Giros varios", obtuvo del Comercial dos préstamos por un total de 5.800.000 dólares, a sola firma, y que están registrados como vencidos al 31 de mayo. Uno de los directores de Casa Nine es Armando Braun (h), vástago de quien era presidente del Comercial al momento de otorgar el préstamo. La empresa está, además, relacionada con Química Estrella.
• Los W SA, una empresa argentina "ganadera no lechera", fue beneficiada con dos préstamos, uno del 11-XII-01, por 2.782.000 dólares, y otro del 18-XII-01, por 4.590.000, ambos a sola firma. La firma pertenece a Adrián y Leo Wertein, financistas recientemente involucrados en maniobras desestabilizadoras en Argentina, promoviendo golpes de Estado. Los Wertein estuvieron vinculados además en la venta clandestina de armas mediante su participación en Citicorp Equity Investments (cei), cuyo directorio compartían con el ex subsecretario de Defensa Carlos Alberto Carballo, procesado con prisión preventiva.
• Carlos Pando Casado era director del Banco General de Negocios. Sus colegas Carlos Rohm, José Rohm y David Mulford en el bgn eran, a la vez, directores del Banco Comercial, y en calidad de tales aprobaron concederle un préstamo a sola firma por 2.460.000 dólares, que fue suscrito el 2-XI-01 y que al 2-V-02 estaba completamente vencido. Pando Casado se había beneficiado con otros cuatro préstamos (269.000 dólares el 13-V-01, 527.000 el 26-VI-01, 379.000 dólares el 28-XII-01 y 28.599 dólares el 2-I-02), que vencieron en junio y julio pasados. No hay explicación para la miopía de las autoridades: Pando aparecía en un listado del Banco Central argentino "saltando" el corralito con 150.000 dólares; además era de público conocimiento que estaba involucrado en el pago de las coimas por la venta de armas a su amigo Norberto Emanuel, subinterventor de Fabricaciones Militares, operación que se tramitó en las oficinas de la Compañía General de Negocios de la plaza Independencia y que se concretó mediante una cuenta a nombre de la sociedad anónima Hayton Trade en el banco off shore Exterbanca. Los 400 mil dólares de la coima fueron girados finalmente al Banco Comercial. Emanuel está prófugo. Una grabación de una conversación entre Emanuel y un gerente del bgn, interferencia autorizada por la jueza María Servini de Cubría, revela que Pando Casado pretendía "redibujar" el periplo de la coima de 400.000 dólares para eludir a la justicia. Coincidentemente, en el Banco Comercial aparece Norberto Emanuel como recibiendo, a sola firma, el 28 de junio de 2001, un préstamo por 532.000 dólares.
Entre noviembre y diciembre de 2001, cuando se desmorona el imperio de los Rohm como consecuencia del Informe Carrió, el corralito y la intervención judicial del bgn, el Banco Comercial otorgó 30 millones de dólares en préstamos a sola firma, en las narices de las autoridades uruguayas; es evidente que tales operaciones tenían por objeto asegurar dinero contante y sonante por intermedio de los "amigos". Pero eso no bastaba, como se verá.
LOS SOCIOS INOCENTES
Al finalizar 2001, la auditora internacional Andersen había contabilizado en el inventario realizado en el Banco General de Negocios de Argentina la existencia de bonos argentinos por un total de 260 millones de dólares, que permanecían en custodia en el bgn pero que pertenecían al Banco Comercial (125 millones) y a la Compañía General del Negocios SA de Uruguay (135 millones). Los bonos no estaban, pero el "error" de la Andersen es absolutamente menor frente a los otros "errores" cometidos al auditar a las compañías estadounidenses Enron y Worldcom, quebradas por fraude. Los bonos, en realidad, habían sido robados por Carlos Rohm y vendidos para, según él, cubrir pérdidas de la sociedad panameña Saint Louis Investment.
Tal como venían las cosas la estafa de los bonos sería indefectiblemente descubierta, por lo que el martes 22 de enero Carlos decidió confesarse con su hermano mayor, José. Al parecer, el hermano mayor, que estaba al margen de la estafa, regañó al hermano menor, pero el punto está en cuestión porque la fuente de la noticia es el propio José.
José y Carlos debían viajar a Zurich, Suiza, para una reunión del directorio del Banco Comercial, que tendría lugar en Saint Moritz, el jueves 24. José llegó a tiempo a Zurich, pero Carlos fue detenido en Ezeiza, el miércoles 23, cuando abordaba un avión de Lufthansa. La detención frustró la sesión del directorio a celebrarse en la estación de esquí de los Alpes suizos. Aquel jueves, según un acta de la sesión, se reunieron en un salón del Savoy Hotel Armando Braun, Carlos García Arocena, José Rohm, David Mulford y Joseph Martin. Brian O'Neill estaba a punto de abordar el Concorde en Nueva York y George Weiksner aguardaba en Saint Moritz; decidieron hacer una conferencia telefónica desde las oficinas del presidente del Crédit Suisse (y director del bgn) Lukas Mulhemann, para completar la asistencia con los presentes. El directorio recibió un informe de la situación del Banco Comercial, del balance y de las utilidades al 31 de diciembre (16 millones de dólares). Se resolvió no distribuir utilidades pero sí remunerar a los directores: 160 mil dólares al presidente Braun, 125 mil a García Arocena y 20 mil dólares a cada uno de los restantes, hasta llegar a un total de 435 mil dólares.
Los directores analizaron el "riesgo argentino"; alguien propuso acordar, en la medida en que la situación requiriera capital, "un compromiso firme de atender esos requerimientos por parte de los bancos accionistas", lo que significaba el compromiso de capitalización. A propuesta del Crédit Suisse (David Mulford) se sustituyó la expresión "compromiso firme" por la de "firme interés en sostener al Banco Comercial en su capital, su integridad financiera y su liquidez". Acordaron que Mulford llamara por teléfono al presidente Jorge Batlle para "informarle del respaldo". Mulford habló con su amigo el presidente y éste, despertado a las siete de la mañana por la diferencia horaria, se quedó tranquilo, ignorante de la sutileza entre interés y compromiso.
Tras la detención de Carlos Rohm, la corrida en el Banco Comercial había comenzado con la clausura de las cuentas de no residentes, es decir, depositantes argentinos; pero ese jueves 24 la conducta de David Mulford sugería que había olido algo raro. José Rohm, presente a lo largo de las cuatro horas de sesión, se había cuidado de decir una sola palabra sobre la confesión de su hermano Carlos y sobre la estafa de los bonos, que incrementaba, de un tirón, el pasivo del banco en 260 millones de dólares. Si realmente no estaba al tanto de la estafa, Mulford demostró ser muy astuto; si conocía el desliz de su yerno, demostró ser hábil: de hecho ya había resuelto que no pondría un dólar en el Comercial.
Al parecer, José Rohm estaba decidido a traicionar a su hermano pero no quería concretar la delación ante los dos lugartenientes de Carlos, Braun y García Arocena. Fue recién cuando ambos abordaron, el mismo jueves 24, un avión para Montevideo, que José se reunió con el presidente del Crédit Suisse, Lukas Muhlemann, en Zurich, el viernes 25, y le contó la historia del fraude. El sábado 26 José se entrevistó con Brian O'Neill, gerente para América Latina del JP Morgan, y para ello debió volar a Nueva York.
Temprano en la mañana del domingo 27, Carlos García Arocena (quien el viernes, recién llegado, había informado telefónicamente al presidente Batlle y se había entrevistado con César Rodríguez Batlle) fue bruscamente despertado en su casa de José Ignacio por una llamada de George Weiksner, del Crédit Suisse. García Arocena fue sorprendido con la noticia del fraude, según consta en el tramo de las actas que él mismo redactó. Llamó a Mulford, a quien encontró en Londres; Mulford dijo estar particularmente dolido "por la traición de esta gente", y que no creía nada de lo que dijeran José y Carlos, "ni aun el monto mencionado de la estafa".
A las 10 de la mañana del domingo 27 de enero García Arocena concurrió al domicilio de Armando Braun en Punta del Este; hablaron con Joe Martin y con Brian O'Neill. Buscaron infructuosamente a Rodríguez Batlle, pero en cambio ubicaron a Alberto Bensión y al abogado del banco, Ignacio de Posadas, quienes se trasladaron al balneario. A lo largo de la tarde García Arocena y Braun hablaron telefónicamente tres veces con el presidente Batlle, antes de que Bensión y De Posadas lo entrevistaran personalmente para darle los detalles del caso: el "firme interés" de los bancos asociados se había debilitado notoriamente el fin de semana. Lo pudo comprobar el propio Batlle tras una borrascosa conversación con Mulford. Batlle reclamó una inmediata capitalización del Comercial, pero Mulford le dijo que estaba dispuesto a defenderse en los tribunales por los próximos diez años.
El sábado 2 de febrero un equipo de inspectores de la auditora kpmg pidió permiso para analizar la documentación del Comercial, contratados por el Crédit, el Dresdner y el JP Morgan, pero no mostraron los poderes correspondientes, y el miércoles 6 abandonaron bruscamente la tarea; intentaban confirmar, entre otras cosas, si hubo un pago triplicado de los bonos, porque en el bgn encontraron documentación triplicada que llevaría la estafa a unos 700 millones de dólares.
Para entonces Armando Braun había elevado a los directores una carta en la que se reclamaba la efectivización del "firme interés en sostener el capital, la integridad financiera y la liquidez del banco", vista la "delicada situación que no podrá ser revertida sin un compromiso público de los socios". Braun estaba en lo cierto: los socios no se comprometieron con el Comercial y éste comenzó a deslizarse por la pendiente. La carta le costó el puesto de presidente, cuando el directorio volvió a reunirse el 7 de febrero con la presencia del abogado Daniel Ferrere, del estudio Ferrere-Lamaison, que representaba a David Mulford, Brian O'Neill y Holger Sommer. Ferrere presentó una carta de renuncia de los hermanos Rohm, que fue aceptada por unanimidad; también impulsó el nombramiento del gerente Henry Frederick como presidente del directorio, para "facilitar las negociaciones con el Banco Central". García Arocena y Armando Braun renunciarían al directorio 15 días después y serían sustituidos por Gustavo Licandro y Jorge Ponce de León; Frederick se mantendría hasta fines de agosto en su puesto.
Las negociaciones con los tres socios fueron cualquier cosa menos fáciles: el propio presidente Batlle durante su visita a Washington intentó sin éxito entrevistarse con Mulford, y tampoco tuvo suerte cuando solicitó de Bush padre una intermediación para lograr una capitalización. A su regreso Batlle declaró "está todo arreglado", cuando en realidad Alberto Bensión negociaba en Nueva York.
La "solución" apareció a fines de febrero: en una conferencia de prensa Bensión y Rodríguez Batlle anunciaron el desplazamiento de autoridades en el Banco Comercial, el nombramiento de un nuevo gerente, Paul Elberse, que respondería al BCU y una capitalización de 33 millones de dólares por parte del Estado uruguayo. Bensión dijo que los otros tres socios aportarían la misma suma cada uno. Declaró, sin titubear, que el Estado uruguayo rescataría los 33 milllones y no perdería un solo dólar.
Estaba mintiendo descaradamente: en realidad, durante su permanencia en Estados Unidos, firmó en forma secreta -pero con la anuencia del presidente Batlle- un contrato por el cual el gobierno se comprometía a sostener la liquidez del Banco Comercial; los tres socios aceptaban prestar al gobierno uruguayo el dinero de la capitalización en condiciones que convertían la obligación de poner dinero en un fabuloso negocio; y el gobierno renunciaba a efectuar cualquier tipo de reclamo judicial contra el Crédit Suisse, el Dresdner y el JP Morgan.
Después de la segunda estatización del Banco Comercial, y hasta el momento en que se decretó su suspensión en agosto, a caballo de las mentiras oficiales, los protagonistas sobrevivientes de esta historieta se dedicaron a un sistemático desguazamiento. Continuaron las renovaciones de créditos que antes autorizaba Carlos Rohm y cada uno trataba de acceder a la base de datos para hacerse con el capital principal del banco: la identidad de sus clientes. Ignacio de Posadas fue acusado de penetrar en la base de datos, mientras asesoró al directorio hasta la intervención estatal; los abogados de Ferrere-Lamaison pretendieron confiscar algunos documentos antes de labrarse el acta en la apertura del cofre de seguridad de la Compañía General de Negocios; el director Licandro renunció, tres meses después, porque los antiguos gerentes seguían accediendo a la información confidencial; algunos directores se dedicaron a ofrecer quitas en las deudas; y otros debieron soportar las presiones para que se iniciaran los despidos de personal. Cuando terminó el desguazamiento el Estado había invertido en el hundimiento del Comercial más 400 millones de dólares, sin contar las pérdidas por el vaciamiento. Sólo resta apagar la luz.