13 de agosto del 2002
Respuesta a algunos historiadores
Roberto López
Rebelión
En las páginas de Historia a Debate se han expresado diversas opiniones que valoran al proceso político que vive Venezuela. A continuación puntualizaré algunas consideraciones al respecto.
En primer lugar, no hablo a nombre del gobierno, ya que no tengo mayores vínculos con los miembros del partido de gobierno ni he ocupado cargo alguno en instituciones del estado. Acaso relaciones de amistad con uno que otro funcionario de menor rango que, como yo, tienen una trayectoria en la lucha social. Tampoco represento a organización política alguna. En cuanto al marxismo, puedo decir que tengo profundas divergencias con el régimen cubano, con lo que fue la URSS y con el llamado "marxismo-leninismo". Particularmente, discrepo de las tesis de Lenin sobre el partido, así como del control del Estado sobre la economía, receta ejecutada por los soviéticos y por todos los demás países socialistas. Agrego, suscribo en casi todos sus puntos lo que Marx valoró de la Comuna de París (véase "La guerra civil en Francia").
Creo que una sociedad superadora del capitalismo debe basarse en la autogestión popular, en el cooperativismo económico, en la democracia participativa, en la autodeterminación de los pueblos, en el federalismo, en la disolución de las fuerzas armadas profesionales, en el respeto a la diversidad étnica, en un sistema político que considere la rendición de cuentas, la delegación funcional del poder, la rotación en los cargos públicos, la revocatoria del mandato, las asambleas como máximas instancias de discusión y decisión, que respete la libertad de discusión y de crítica, cuyos medios de comunicación estén al servicio de las comunidades organizadas y no de intereses privados. No creo en las revoluciones por decreto, administrativas, en las cuales un grupo de audaces (el partido de vanguardia) toma el poder y procede a "transformar" ejecutivamente a la sociedad. Ese es el modelo leninista que fracasó en la URSS y el resto de países socialistas. Por supuesto esta es una reflexión mucha más profunda que aquí se abrevia al máximo por razones obvias.
Mi posición sobre el gobierno de Chávez se puede resumir en un "apoyo crítico". Uno de los puntos principales del apoyo se centra en el rechazo absoluto a los intentos por derrocarlo que vienen haciendo diversos sectores desde el mismo día del triunfo electoral en 1998. Desde el punto de vista histórico, el gobierno de Chávez es el primer gobierno, desde la caída del partido bolivariano en 1830, que se sustrae del control del capital extranjero. Esto no quiere decir que Chávez haya formulado propuestas "socialistas". Su discurso y su acción de gobierno no ha trascendido el nacionalismo burgués. Pero sucede que los poderes imperiales nunca han tolerado al nacionalismo burgués en América Latina. Figuras como Getulio Vargas, Perón, Velasco Alvarado, Torrijos y otros que no pueden ser calificados como marxistas, también sufrieron las arremetidas conspirativas del capital multinacional que no permite que su patio trasero se le salga fuera de su control.
En otro terreno, el discurso político de Chávez como gobernante, y muchas de sus acciones de tipo efectista, se ha acercado al sentir popular, tal vez por primera vez en nuestra historia. Es indudable que el discurso chavista ha levantado una conciencia popular que había permanecido dormida desde la crisis del colonialismo español. Aunque sus acciones de gobierno hayan favorecido poco a los humildes, el pueblo ha asumido que este gobierno proviene de los suyos, representa a los suyos, y constituye una esperanza para construir un futuro mejor. Si algo existe actualmente en Venezuela es conciencia de clase, en el sentido marxista del término. Particularmente jamás había presenciado las formas de organización y de participación que casi espontáneamente han asumido gruesos sectores populares. Como bien dijo alguien en estos días por la red, una movilización que hace 20 años organizábamos con muchas semanas de esfuerzo y que en el mejor de los casos lograba incorporar a unas diez mil personas, hoy se organiza sin que nadie lo decida, casi de un día para otro, y medio millón de venezolanos salen a la calle, con una disposición que incluye la posibilidad de dar la vida en defensa de este proceso. Presencié algo de esto, o más grande, en la movilización del 1° de mayo en Caracas. El pasado sábado 29 se duplicó este fenómeno con la concentración en la avenida Bolívar.
En lo personal tengo muy pocos argumentos para sentirme liderado por Chávez. Pero no puedo negar que centenares de miles, o millones de venezolanos, reconocen y sienten que Chávez es su líder, que representa sus intereses, enfrentados a los intereses de una oligarquía que en estos años hemos visto y palpado en su verdadera cara intolerante, antidemocrática, manipuladora, militarista y fascista. Es cierto que el chavismo oficial guarda poca relación con el chavismo popular. El mismo Chávez centró hasta ahora su gestión de gobierno en una alianza sociopolítica fundamentada en los militares, los partidos reformistas (MVR, PPT, MAS) y sectores de la burguesía; en esta alianza de clases, el pueblo no tuvo un espacio específico antes del golpe de estado. Pero el 11 de abril echó por tierra los fundamentos de ese bloque social gobernante. Del mismo sólo queda, sumamente debilitado, el sector de los partidos políticos, estremecidos profundamente por las numerosas traiciones de un gran número de sus líderes más conocidos y representativos (los dos principales líderes del Mas, uno de los dos principales jefes del PPT, el jefe del MVR y otros de sus líderes figuran entre los traidores). De los militares ni se diga: 80 generales involucrados en el golpe, y otro tanto de oficiales subalternos. Y de los sectores burgueses, desde finales del 2001 dijeron adiós a su luna de miel con Chávez.
El 11 de abril dejó ver una realidad que hasta ese momento pocos habían reconocido. El proceso de Chávez ha servido como potenciador espontáneo de una conciencia y una organización popular que subterráneamente se ha expandido por todos los rincones del país. Y decimos que espontáneo, porque desde los partidos chavistas se han hecho todos los esfuerzos por evitar esa organización y participación popular. A pesar de que el chavismo oficial ha repetido todos los errores del clientelismo y la corrupción politiquera que heredamos de la cuarta república, en los barrios populares ha crecido una enorme tendencia que no sólo cuestiona profundamente ese burocratismo oficial, sino que intenta insurgir como contralor de la acción de gobierno y en no pocos casos como ejecutor directo que sustituye la inoperancia de las instituciones del estado.
Obviamente, para el que no puede trascender el análisis simple del blanco y negro, de lo malo o lo bueno, puede hacerse difícil entender cómo a pesar de tantas manifestaciones negativas de la obra de gobierno chavista, el mismo proceso de transformaciones sociopolíticas ha permitido que el "clima" social evolucione significativamente hacia posiciones abiertamente revolucionarias, aunque esta no haya sido la verdadera intención de los chavistas y tal vez ni del propio Chávez.
Creo que algunas ejecuciones del gobierno han contribuido a fortalecer un proceso de participación popular que se inició desde el 27 de febrero de 1989. Una de ellas fue la Asamblea Constituyente de 1999, la cual a pesar de su concepción burocrática y reformista, desmontó el sistema político que por 40 años le había servido a la burguesía para controlar al país. AD y COPEI fueron enterrados políticamente, y con ellos, la burguesía perdió a sus representantes, cuestión que hasta el presente no ha logrado sustituir. Algunas otras acciones de gobierno, formuladas más que ejecutadas, como sucede con los 49 leyes aprobadas por la habilitante, sirvieron para terminar de deslindar con el imperialismo y la burguesía, aunque esas leyes no impliquen transformaciones profundas. Como ya dijimos, el imperialismo no está dispuesto a permitir que las naciones latinoamericanas se desprendan de su tutela económica. Mucho menos en el contexto actual en que la "guerra contra el terrorismo" sirve de pretexto a los Estados Unidos para fortalecer su dominio en el mundo globalizado.
La enorme presión que la burguesía ha realizado sobre Chávez, principalmente a través de los medios de comunicación, y más recientemente con la etapa de huelgas y movilizaciones que iniciaron el 10 de diciembre del 2001 y que culminó en el golpe del 11 de abril, ha sido también una de las causantes de la radicalización que tanto el pueblo como Chávez y algunos de los dirigentes gubernamentales se han visto obligados a asumir en los últimos meses.
La reinstalación de Chávez en el poder el 13 de abril es un fenómeno inédito en nuestra historia, y tal vez nunca visto en el mundo. Chávez fue objetivamente derrocado. Su gobierno cayó. Su regreso no fue producto de ningún plan preconcebido. Los centenares de miles de venezolanos que tomaron las calles, y los oficiales y mandos medios que se insubordinaron, hicieron posible ese milagro. En los hechos, los militares que contribuyeron al regreso de Chávez lo hicieron por las mismas razones que nosotros damos nuestro apoyo crítico al proceso. La salida de Chávez del poder significaría un enorme retroceso para los intereses del pueblo. Se perdería la democracia, se perdería la organización popular, se perdería el protagonismo de los humildes (aunque ese protagonismo sea hasta hoy poco satisfactorio). Las 24 horas de la carmonada revelaron los enormes peligros que encierra una eventual caída de Chávez. La eventual sustitución del presidente debe planificarse de forma que quién lo sustituya fortalezca y potencie todos los logros populares alcanzados. Esa situación no existe actualmente. Chávez es el líder de este proceso, reconocido por millones de venezolanos, y el proceso mismo sólo puede continuar con él al frente.
Concebir siquiera la posible salida de Chávez del poder significa colocarse junto al imperio y sus representantes criollos. Quienes critican los errores de Chávez lo hacen partiendo de esa visión burocrática sobre el proceso revolucionario. Creen que es posible transformar mediante decretos sabios una sociedad que posee desigualdades sociales construidas en los últimos 500 años. Creen que una revolución es la toma del poder por unos chicos chéveres que inteligentemente van a conducir a la sociedad por el camino del progreso. No conciben una revolución en la cual "la chusma desdentada" tenga una participación estelar. La razón debe estar siempre del lado de los "especialistas", de los líderes cuidadosamente formados, no de parte del populacho ignoro. (estas ideas no son exclusivas del antichavismo; muchos líderes chavistas piensan igual, estoy consciente de ello).
Resulta que el 13 de abril toda la brillante sapiencia del imperio y sus múltiples agencias de inteligencia se estrellaron contra un muro de concreto que los humildes de Venezuela levantaron sin mayores recursos mediáticos y materiales. Pero un pueblo que ha estado sometido por siglos no puede construir de la nada las herramientas que le permitan consolidar su libertad. Creo que el proceso de cambios está obligado a determinar los caminos a recorrer por ese masivo movimiento popular que a partir del 10 de diciembre del 2001 se levantó en todo el país para defender y profundizar la esperanza que nació con el triunfo de Chávez en el 98. Un nuevo poder popular tiene que nacer de todo esto, para permitir que los cambios históricos terminen de concretarse. Pero en ningún caso, las fuerzas ultraconservadoras que desean salir de Chávez representan alternativa válida alguna para el pueblo venezolano. Su dominio sería el dominio del capital multinacional, significaría la hegemonía del racismo y el odio hacia los sectores populares que pregonan todos los días los medios.
Finalmente, reitero mi apego por la autogestión popular, por la verdadera democracia de protagonismo ciudadano. Una sociedad de hombres libres es antagónica con una sociedad tecnócratica neoliberal. Nuestro futuro está en que todos participemos activamente, en igualdad de condiciones, en la determinación del rumbo que tomen nuestras sociedades. A ello apuesto. Y creo que en Venezuela se han abierto caminos que si sabemos transitarlos nos pueden acercar a ese ideal.
Roberto López. Universidad del Zulia. Maracaibo.