El pino no dio guayabas Daniel Samper Pizano
Pastrana deja un país donde hay más pobres, secuestros, muertos,
desplazados, exiliados, guerrilleros y paramilitares que nunca.
Hoy termina el peor gobierno de nuestra opaca historia patria. No lo digo yo.
Lo dicen las encuestas, que lo ponen a la pata de los demás; y lo dicen
los expertos, que lo rajan prácticamente en todo. Lo dicen los políticos,
como Horacio Serpa, que le hizo una oposición civilizada y considera
que es "el gobierno más corrupto, improvisado, insensible, inequitativo
e impopular de la historia". Lo dice también Semana, revista que promovió
la candidatura pastranista y ahora afirma: "Los colombianos están hoy
mucho peor que hace cuatro años".
Lo dice, finalmente, la realidad tangible. El país retrocedió
en su desarrollo un cuarto de siglo y se desplomó en los índices
de la ONU. Hay 5 millones más de pobres que en 1998 (27 millones en total,
de los cuales 10 millones naufragan en la miseria absoluta), y la distancia
entre ellos y los ricos es 20 veces mayor (lo era 17 veces). Hay más
secuestros, muertos, desplazados, exiliados, guerrilleros y paramilitares que
nunca. Hay más inseguridad rural que en los peores tiempos de la Violencia,
aunque, por supuesto, los directos culpables de ello son los grupos armados.
En los últimos meses se ha reducido un poco el área de cultivos
ilícitos, pero los resultados de esta lucha son inferiores que hace un
cuatrienio. El desempleo se multiplica, las redes de apoyo social andan desvencijadas
y el país creció en promedio a la ínfima tasa del 0,5 por
ciento anual. La corrupción registra un nefasto capítulo, con
jugosos negocios entre el Estado y empresas de amigos del Gobierno.
Algunos afirman que, si bien lo anterior es cierto, en el campo internacional
logró grandes avances. Sin embargo, nunca antes tantos países
(172) habían impuesto visa a los colombianos, ni naciones tradicionalmente
amigas -como las europeas- nos habían exigido tan ignominiosos trámites,
papeles y demoras. Por lo demás, tenemos problemas con Nicaragua y Venezuela.
¿Grandes avances? Solo en la relación de sometimiento con Estados Unidos,
lo cual no es avance sino retroceso.
Los expertos reconocen números favorables en desarrollo agrícola
y vivienda social. Abonémoslos al precario haber de este gobierno. A
su turno, los guerreristas consideran que el proceso de paz de Pastrana -que
empezó como irresponsable fórmula electoral y tuvo como puntillazo
la ceguera de la guerrilla- aportó el desprestigio de las Farc (¿no estaban
ya desacreditadas?) y el agotamiento de la vía política. Lo cual
no sería otro avance, sino un nuevo retroceso.
Sería injusto atribuir todas las culpas a Pastrana. Para empezar, la
crisis económica no es sólo colombiana, sino también internacional,
y sus orígenes hay que buscarlos aguas arriba, cuando empezó hace
diez años el desenfreno neoliberal con sus privatizaciones y el despiadado
desamparo de los débiles.
Pero, además, es imposible pedir guayabas al pino, como lo hizo la oligarquía
que encaramó a Pastrana a pesar de conocer sus insuperables limitaciones.
Se sabía que era un tipo amable y simpático, pero -excusen la
franqueza- un incapaz. Quienes se la jugaron por él, enterados de su
incapacidad, son responsables colaterales de este desastre. Si la Presidencia
de Colombia le queda grande al hijo genial de Churchill y Supermán, imagínense
cómo desbordó a un personaje tan discreto en luces y conocimientos
como el Presidente saliente. Sus patrocinadores, que hoy disimulan, pretendieron
atravesar un mar proceloso en canoa, y así nos fue