1 de agosto del 2002
Periodismo, la eterna lucha por la independencia
Leonardo Perez Figueroa (Montevideo/Uruguay)
Servil, genuflexo, alcahuete, amanuense, cobarde, indiferente, timorato,
de cuarta, dependiente y demás adjetivos que podríamos seguir
expresando ante el periodismo que campea en nuestras pampas.
Como visualizar este tipo de atentado a la más pura idea de concebir
una profesión libre e independiente? Pues es muy sencillo: basta con
observar el espectro mediático de la gran mayoría de las empresas
de comunicación del Uruguay para sacar en conclusión que, como
dijo Jorge Gestoso, "En el mundo, el periodismo es el cuarto poder y aquí
en Uruguay es un poder de cuarta".
Más allá de algunos casos excepcionales, el periodismo en el Uruguay
ha decidido claudicar ante los poderes de turno y callar. Silenciar hasta la
más absoluta de las verdades, tapar los más escandalosos actos
de corrupción, cubrir con un manto de complicidad uno de los más
aberrantes actos del hombre como es tapar la basura con mentiras canallescas
y acusar a los verdaderos inocentes.
Haciendo un poco de historia, el Uruguay posee una basta tradición en
cuanto al tema de la comunicación, pero por el contrario carece de grandes
espejos o referentes en los cuales quienes somos jóvenes podamos reflejarnos
en el periodismo. Salvo nombres como Quijano, Alfaro, Blixen, quienes buscamos
en el pasado la luz que nos marque un camino en este largo y dificultoso proceso
vocacional, nos encontramos que de pronto la historia se ha quedado a oscuras
en cuanto a los referentes y un gigantesco apagón se ha precipitado en
nuestras esperanzas.
Quienes hoy deseamos profundamente a través de la comunicación,
informar, contar, analizar, profundizar e investigar los hechos de la actualidad
tal y como son, nos vemos en la terrible decisión de o vendernos al mejor
postor mediante acomodos, condicionamientos, amiguismos y futuras promesas a
sabiendas que jamás serán cumplidas o mantenernos firmes en nuestras
convicciones, idealizando nuestras opiniones, radicalizando nuestro punto de
vista en cuanto a nuestra profesión, pero sabiendo que todas estas teorías
nos llevarán al colapso profesional y a la frustración de no poder
ejercer el periodismo en la forma en que lo consideramos:
independiente.
Independiente de condicionamientos, vengan de donde vengan, veraz a la hora
de transmitir una noticia, creíble a la sociedad, confiable en sus argumentos,
responsable pero a la vez firme y seguro en cuanto a dar u omitir una opinión
y tremendamente riguroso a la hora de investigar.
Sabemos que es difícil cumplir con esta misión que dicta la conciencia
de quienes hemos tomado este camino en la vida, que serán muchas las
trabas que encontremos a la hora de poner en práctica estos argumentos
expresados, dejar de lado las coimas, los sobornos, algún que otro sobre
por debajo de la mesa, firmar pactos con el silencio, comentarios mal intencionados,
ponernos de un lado o del otro de la batalla, identificarnos con sectores de
poder o con quienes quieren derrocar ese mismo poder, aprietes, extorsiones
y demás bajezas que por desgracia abundan en el mundo de hoy.
Pero más allá de todas estas miserias que cada vez son más
frecuentes en el medio, preferimos ser utúpicos e inocentes. Preferimos
seguir creyendo que siempre habrá un lugar, pequeño, perdido,
desconocido y tal vez inexistente donde uno pueda satisfacer algo tan poco rentable
como es el momento en el que uno se siente satisfecho por el deber cumplido.
Por no haber callado nada de lo que su mente y su corazón piensan, de
no haberle mentido ni a un millón de espectadores, lectores, escuchas,
etc, ni a un único ser que soñó un día con que alguien
le diga la verdad, lisa y llana, como ante un juramento, esta es la verdad de
la historia.
Si es que la hay.