"Atadura" la ratificacción de méxico a la corte penal internacional
Por Homero Campa / PROCESO
Un sordo debate tiene lugar en el Congreso: Ratificar o no la adhesión
de México a la Corte Penal Internacional. Senadores y diputados no se
ponen de acuerdo, a pesar de que los mexicanos ya son sujetos de eventuales
sanciones en ese tribunal internacional.
México no ha ratificado su adhesión a la Corte Penal Internacional
(CPI) a pesar de que los mexicanos son ya, eventualmente, sujetos de sus sanciones.
"Con o sin la ratificación, usted o yo podemos ser eventualmente
detenidos en París o en cualquier ciudad del mundo y ser juzgados por
los delitos que marca el CPI", comenta el diputado priista José
Elías Romero Apis, presidente de la Comisión de Justicia y Derechos
Humanos de la Cámara de Diputados.
El presidente Vicente Fox ya envió una iniciativa al Senado para modificar
el artículo 21 constitucional y dar pie a la ratificación de la
CPI. Pero los legisladores no se ponen de acuerdo: diferencias políticas
y de "interpretación constitucional", aun entre miembros de
un mismo partido, aplazan la decisión.
En el fondo, los legisladores se encuentran enfrentados por dos interpretaciones:
Los que apoyan el proyecto afirman que es una manera de que México adecue
su legislación a los requerimientos mundiales de protección de
derechos humanos y que pueda participar en la construcción de un sistema
judicial mundial que evite la impunidad por delitos de lesa humanidad. Incluso,
México podría presentar candidatos para ser parte de los 18 jueces
que integran el CPI.
Los que se oponen argumentan que implicaría reformar la Constitución
de tal forma que se desmantelarían los fundamentos del sistema judicial
mexicano, con riesgo de perder soberanía.
"Ratificar el estatuto de la CPI implicaría desmantelar el sistema
jurídico mexicano que ha costado sangre, y eso es muy peligroso",
dice el diputado perredista David Augosto Sotelo, miembro de la Comisión
de Justicia y Derechos Humanos.
Mal inicio
La CPI es un tribunal permanente que puede sancionar a ciudadanos de cualquier
país por "los crímenes más graves de trascendencia
para la comunidad internacional: de guerra, de lesa humanidad, de genocidio
y de agresión".
Parte del principio de que la responsabilidad es individual (es decir, no castiga
a Estados, sino a personas), no reconoce inmunidades o fuero alguno (ello incluye
a reyes y jefes de Estado) y sanciona delitos que, según el derecho internacional,
son imprescriptibles. Las penas son: multas, decomisos, fideicomisos para resarcir
daños, reclusión por 30 años y cadena perpetua.
Teóricamente, la CPI es "supletoria": sólo actúa
cuando se han agotado las instancias nacionales para sancionar a los responsables
de esos delitos o cuando no existe en el país la infraestructura judicial
para llevar a cabo un juicio por dichos delitos.
A diferencia de otras instancias internacionales, la CPI no acepta reservas
para adherirse a ella y su actuación no es retroactiva.
Con la firma de 139 países y la ratificación de 76, la CPI entró
en vigor el 1 de julio. Sin embargo, tuvo un mal inicio: El Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas emitió la resolución 1422 que, en los hechos,
limitó su actuación, pues exime de sanciones, por al menos durante
un año, a soldados que cumplen misiones de mantenimiento de la paz, pero
cuyos países no son parte de la CPI. Dicha resolución fue impulsada
por Estados Unidos, que amenazó con retirar a sus soldados de esas misiones,
particularmente en Bosnia.
El hecho fortaleció en México las posiciones de los legisladores
que se oponen a la ratificación de la CPI.
"Se había dicho que la CPI es autónoma, sin influencia del
Consejo de Seguridad de la ONU. De repente, ese Consejo exime de responsabilidad
a los soldados estadunidenses. Entonces, la CPI ya no es independiente: la controla
el Consejo de Seguridad y a éste las grandes potencias. Por lo visto
no actúa en función de la justicia, sino de intereses políticos.
Se convierte en selectiva. Entonces, ¿por qué vamos a cambiar toda la
estructura jurídica de México para que las potencias nos digan
cuándo hay delito y cuándo no?", argumenta el senador del
PRI Manuel Bartlett, presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales.
"El PRI y una parte del PAN usan pretextos para no ratificar la adhesión
a la CPI. No entienden que sin ella funciona la ley de la selva en el terreno
internacional y de lo que se trata es de establecer reglas para acabar con el
unilateralismo de Estados Unidos. El PRI y parte del PAN le están haciendo
el juego a George Bush", rebate el senador del PRD Raymundo Cárdenas,
miembro de la mesa directiva del Senado.
"A pesar de lo que pasó en el Consejo de Seguridad, la CPI sigue
siendo válida y se irá acreditando sobre los hechos. No es lo
mismo un juez Garzón, que actúa aisladamente desde España,
que un tribunal internacional permanente, con infraestructura y bajo un ordenamiento
legal internacional. En todo caso, lo que habría que revisar no es la
CPI, sino el antidemocrático funcionamiento del Consejo de Seguridad",
comenta el senador del PAN Jorge Zermeño Infante, presidente de la Comisión
de Justicia.
La cuadratura del círculo
El estatuto de Roma —que dio fundamento a la CPI— fue signado por México
en el último tramo del gobierno de Ernesto Zedillo. Luego, el presidente
Vicente Fox envió en diciembre de 2001 una iniciativa al Congreso para
reformar el artículo 21 de la Constitución, en virtud de lo cual
México reconoce la jurisdicción de los tratados internacionales
suscritos y hace obligatorio el cumplimiento de sus resoluciones y sentencias.
La iniciativa señala que "el marco jurídico en materia de
protección de los derechos humanos se encuentra en constante avance y
perfeccionamiento, como resultado del creciente reconocimiento de que este campo
ha dejado de pertenecer de manera exclusiva a la jurisdicción interna
de los Estados". Y recuerda que México ya aceptó la competencia
obligatoria de dos tribunales internacionales: en 1947, de la Corte de Justicia
de la ONU, y en 1998, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
En el Senado la iniciativa fue turnada a comisiones. Un sordo debate interno
la mantiene congelada. Y es que ni siquiera dentro de los propios partidos hay
acuerdo.
Mientras en el PRI senadores como Sadot Sánchez o Manuel Bartlett muestran
sus reservas, otros, como Silvia Hernández o el diputado Romero Apis,
se muestran a favor. En el PAN, el senador Jorge Zermeño afirma que su
partido apoya la iniciativa presidencial, pero "Diego Fernández
de Cevallos, líder de la bancada panista en el Senado, se opone",
afirma el senador Raymundo Cárdenas.
El senador perredista cuenta: "En una reunión de la mesa directiva
se presentó el tema de la ratificación de la CPI. Fernández
de Cevallos dijo que eso era discutible. Argumentó que era difícil
aceptar una jurisdicción internacional sobre la Constitución.
Y pospuso el debate".
En el propio PRD las partes están divididas. Su bancada en el Senado
parece estar a favor, en la Cámara de Diputados algunos están
en contra. "No estoy de acuerdo con la iniciativa... a riesgo de que me
expulsen, primero está mi conciencia", dice el diputado perredista
Sotelo.
"No es que evadamos el compromiso con la justicia y con la protección
de los derechos humanos, pero el estatuto de Roma contiene fuertes contradicciones
con la Constitución. No es el ‘qué’, sino el ‘cómo’ conciliar
un sistema jurídico que brinde mayor protección a la dignidad
de las personas y, al mismo tiempo, preserve la soberanía de la nación",
comenta el diputado priista Romero Apis.
Según el diputado Sotelo, ratificar la adhesión a la CPI implicaría,
al menos, modificar 13 artículos de la Constitución, varios de
los cuales otorgan garantías individuales. También implicaría
reformar los códigos Penal Federal y Federal de Procedimientos Penales,
así como los códigos penales de los estados.
Con la Constitución en la mano, enumera: Habría que reformar los
siguientes artículos constitucionales: el 21, que establece la imposición
de penas como facultad exclusiva de la autoridad mexicana y la persecución
de delitos como propia del Ministerio Público; el artículo 22,
que establece como pena máxima de sanción la prisión por
40 años, para adecuarla a la cadena perpetua estipulada por la CPI; el
artículo 23, que garantiza que ningún juicio tendrá más
de tres instancias, porque con la CPI la Suprema Corte de Justicia deja de ser
la última instancia. En ese mismo sentido hay que modificar el artículo
94, que deposita el Poder Judicial en la Suprema Corte de Justicia, la cual,
en los hechos, dejaría de ser Suprema.
También en el artículo 23, en la parte que establece que nadie
puede ser juzgado dos veces por el mismo delito, pues si la CPI considera que
no se juzgó convenientemente a alguien, quedaría anulada esa disposición;
el artículo 39, y su correlativo 41, que establece que la soberanía
reside en el pueblo ejercida por los poderes de la nación, en este caso
el Poder Judicial; así como la fracción XXI del artículo
73, que faculta al Congreso a legislar sobre delitos e imponer castigos; y la
fracción XXII del mismo artículo, que faculta a conceder amnistía,
la cual puede ser rechazada por la CPI. Igualmente quedarían anulados
los juicios de amparo que establece el artículo 107 y dejarían
de tener razón la garantía de fuero constitucional y el procedimiento
de juicio político... entre otras reformas.
El diputado Sotelo advierte: "Es bueno que se juzgue a los genocidas y
se les castigue por sus crímenes, pero no a costa de desmantelar el sistema
jurídico mexicano. Eso es muy peligroso para la soberanía".
El senador Bartlett secunda: "Ratificar implica hacer una serie de reformas
a principios esenciales del derecho mexicano. Uno de ellos: aceptar que por
arriba de la Suprema Corte de Justicia quedará un tribunal supranacional,
cuya eficacia no ha sido demostrada".
Para el senador Zermeño no es necesario modificar los citados artículos
de la Constitución, basta con adecuar el artículo 21. Explica:
"Existe jurisprudencia en la Corte Suprema de Justicia sobre lo siguiente:
si México acepta un tratado internacional, éste adquiere rango
constitucional. Ello ya está estipulado en el artículo 113 de
la propia Carta Magna".
Sotelo rebate: "Si sólo modificamos el artículo 21 habría
conflicto con otros artículos de la Constitución. Y recuerde que
ningún artículo tiene preeminencia sobre otro".
Justo en estas dos interpretaciones es "donde estamos entrampados",
comenta el senador Zermeño.
—¿Cómo solucionar este entrampe?
El diputado Sotelo se rasca la cabeza. "Jurídicamente tendremos
que hacer el esfuerzo para innovar nuestro derecho sin sacrificar soberanía,
pero tal como están planteadas las cosas, me parece que es como buscarle
la cuadratura al círculo".
Amarrar al tigre
Para el senador perredista Raymundo Cárdenas todos esos argumentos jurídicos
no son más que "excusas ideológicas" para no ratificar
la CPI: "Ya hemos firmado otros tratados internacionales que han contribuido
a hacer más efectivas nuestras leyes y nuestros procedimientos. ¿Cuál
es, entonces, el problema?".
—¿Y el argumento del riesgo de perder soberanía?
—Es otro pretexto. Tenemos que entender que en casos de delitos graves contra
la humanidad un país no puede resolver por sí solo el problema,
requiere de la participación de la comunidad internacional. Entonces
—en un mundo como el actual— hay que cooperar y compartir soberanía,
que no es lo mismo que cederla.
"México puede ejercer mejor su soberanía contribuyendo a
construir las reglas del juego internacional de acuerdo con sus principios e
intereses. Lo otro es encerrarse en un falso nacionalismo sobre un hecho (la
CPI) que ya nos afecta: ya somos eventuales sujetos de sanción y, tarde
o temprano, terminaremos ratificando la adhesión."
Al senador perredista le extraña la posición de legisladores del
PRI. "Se rasgan las vestiduras con su nacionalismo cuando los gobiernos
priistas firmaron cartas de intención con el FMI que sí eran verdaderamente
lesivas para la soberanía. Hay un discurso demagógico que en el
fondo le hace el juego al gobierno de Washington, que no quiere el éxito
de la CPI porque los David del mundo se están organizando para imponerle
reglas a sus excesos".
Y en el PAN —continúa—, "Fernández de Cevallos sigue consecuentando
al PRI para que no se avance en estas reformas y en toda la reforma de Estado.
A los panistas ya les gustó el régimen autoritario".
Y reitera: "No podemos ir en contra de la tendencia mundial. Al final vamos
a terminar ratificando la adhesión a la Corte, pero habremos quedado
fuera del diseño de las reglas para amarrar al tigre (Estados Unidos)
que anda suelto".