El asesinato de Misael, punto de partida de una oleada de muerte y represión contra disidentes
La cadena de homicidios se extendió a Oaxaca, Puebla, Guerrero y otros estados
La fundación de la CNTE marcó el inicio de la represión contra los disidentes
Al menos 152 maestros democráticos fueron asesinados o desaparecidos desde 1979
LUIS HERNANDEZ NAVARRO
La crudeza de las cifras es testimonio de la magnitud del agravio. Al menos 152 maestros democráticos fueron asesinados o desaparecidos desde que en 1979 se fundó la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Además, como parte de la guerra sucia contra los profesores disidentes, sus dirigentes fueron baleados, amenazados de muerte, violados, acusados penalmente y golpeados.
Esta guerra fue orquestada en la dirección nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) por el grupo Vanguardia Revolucionaria y sus sucesores en el organismo gremial. Participaron en ella, por comisión o por omisión, fuerzas del orden, cuerpos de seguridad y diversos gobernadores.
Vanguardia va a la guerra
La CNTE se fundó en diciembre de 1979 para coordinar las grandes movilizaciones magisteriales por democracia sindical, mejores salarios y rezonificación efectuadas en Tabasco, Chiapas, La Laguna y la Montaña de Guerrero. Surgió como una fuerza de trabajadores de la educación nacional, autónoma, independiente del Estado y de cualquier partido político.
Desde su nacimiento se convirtió en un enorme desafío a la burocracia sindical agrupada en Vanguardia Revolucionaria, que desde 1972 tenía el control del SNTE. Sus dirigentes, muchos de ellos de origen caciquil y surgidos de una práctica gremial en la que la existencia de grupos de pistoleros era una constante, respondieron a esta expresión del magisterio con lujo de violencia.
En febrero de 1980, durante la presentación de su informe como secretario general saliente en el 12 congreso nacional realizado en Chetumal, José Luis Andrade Ibarra realizó un ejemplar análisis de la disidencia y de las medidas a tomar para enfrentarla. Según él, los maestros democráticos no eran más que "enanos celosos de la estatura de Jonguitud (...) fracasados que no tuvieron el cariño de los padres y que por eso llegan a traicionar e intrigar (...) seres malformados (...) ciegos de poder (que) continuarán enfrentando emboscadas..." Concluyó declarando la guerra a la coordinadora: "¡duro con ellos! ¡Que no nos detengan las consecuencias!"
El tiempo mostraría que, efectivamente, las consecuencias no los detendrían. El mismo Andrade Ibarra se vería involucrado años después, en su afán por recuperar para su sindicato el control de los maestros que habían roto con Vanguardia mientras él fue secretario general, en la organización de grupos de pistoleros en Chiapas que asesinarían a mansalva al profesor Celso Wenceslao el 2 de abril de 1987. Según testimonio de Rafael Arellanes, recogido por Carlos Monsiváis, Andrade Ibarra habría dicho rabioso: "hay que acabar con ese cabrón".
Aunque la guerra sucia contra los trabajadores de la educación tenía ya años de ejecución, Carlos Jonguitud la refrendó con toda claridad el 3 de octubre de 1982 en la reunión de evaluación vanguardista realizada en el auditorio Quince de Mayo: "Espero -dijo- que se entienda lo que voy a decir, no lo dejo para más tarde porque quizá ya no tengamos la oportunidad para hacerlo. Los congresos regionales están a punto de realizarse y antes quisiera recomendar algunas cosas. No voy a ser explícito en ellas, y quienes se queden con alguna duda, que la consulten directamente a la dirección del sindicato. Siento que alguna vez tendremos que ir a la guerra... y hasta ahí lo dejo. Nos debemos volver más eficientes, no queremos mártires, queremos victoriosos de todas las hazañas en que el magisterio nacional participe."
Un mes después, el 13 de noviembre de 1981, en un mitin efectuado en la explanada de la presidencia municipal de Tlalnepantla, en el estado de México, para frenar la lucha de los maestros mexiquenses, la protegida de El Padrino y figura fuerte de la sección sindical, Elba Esther Gordillo, al igual que Andrade Ibarra, sentenció: "los pararemos cueste lo que cueste, a costa de lo que sea, con toda la fuerza del sindicato."
Esta retórica no era novedosa. Tampoco el uso de la violencia para dirimir cuestiones sindicales. Su empleo era moneda corriente entre los integrantes de Vanguardia Revolucionaria. Había sido la partera de su historia. El 22 de septiembre de 1972, Eloy Benavides y Carlos Jonguitud Barrios, hasta ese entonces miembros destacados de la camarilla en el poder del sindicato magisterial, tomaron violentamente el local sindical y desconocieron a la dirigencia en funciones. Contaban con el apoyo del presidente Luis Echeverría Alvarez, con quien entablaron amistad desde el paso de éste por la Oficialía Mayor de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
La memoria
Oaxaca ocupa el triste primer lugar en la lista nacional de 152 maestros democráticos asesinados y desaparecidos, con 87 muertos. La gravedad del asunto y la terquedad de los profes del estado para no olvidar a sus caídos, arrancó al gobierno del estado el establecimiento de una fiscalía especial para asuntos magisteriales, cuya función sería esclarecer las muertes, las desapariciones y las detenciones políticas de los mentores.
Momento clave de la lucha de la memoria contra el olvido fue el 30 de enero de 1985, cuando en Oaxaca se efectuó un juicio político a Vanguardia Revolucionaria. Los testimonios fueron estremecedores. Las víctimas no sólo fueron maestros, sino comunidades enteras. Entre muchas agresiones sufridas destacó la narrada por Francisco Abardía sobre lo sucedido en Puxmetacán, en la Sierra Mixe: 30 individuos con armas de alto poder, dirigidos por dos líderes de Vanguardia, tomaron el pueblo el 30 de octubre de 1978. Realizaron un tribunal y declararon culpable al pueblo, imponiéndole multas de entre 10 mil y 100 mil pesos a sus habitantes. A quienes no las pagaron se les torturó y golpeó. El saldo final fue de 13 muertos y un millón de pesos robados al pueblo.
El tribunal concluyó: "hemos sido testigos directos o indirectos de las
agresiones de que han sido objeto compañeros de diversas secciones del país. Estas van desde las más simples hasta las más brutales: sanciones administrativas, secuestros prolongados, desapariciones y asesinatos políticos".
La lista de las agresiones que profesores como Ramón Couoh Cutz han elaborado es larga. En Guerrero se han documentado 14 muertes y desapariciones. En La Barca, Jalisco, fueron asesinados cinco maestros; en Sinaloa dos y en Chihuahua uno más. Las fechas de los decesos abarcan un amplio periodo: Manuel López Galeana fue baleado en Nezahualcóyotl en 1982 y Saturnina Martínez fue asesinada en Puebla el 19 de noviembre de 1993.
En Hidalgo la represión contra el movimiento democrático fue especialmente violenta. Allí, los caciques conquistaron la estructura sindical y, sin más, trasladaron su forma de hacer "política" al quehacer gremial.
El 16 de noviembre de 1982 en la Cámara de Diputados, el líder magisterial democrático y legislador de izquierda Iván García Solís hizo un rápido recuento de las agresiones sufridas por los profes en ese estado: en 1980, el líder de la sección 15, Ordaz Labra, y varios integrantes de Vanguardia Revolucionaria, persiguieron a varios maestros en Pachuca y en la carretera para atacarlos. Los automóviles de Heberto Hernández y Rosa María Ríos fueron baleados. En febrero de 1981 se secuestró a varios maestros disidentes; Francisco Austria fue agredido. Continuamente se realizaban disparos contra los domicilios de los mentores democráticos. El del dirigente Roberto Meza fue baleado en 1981. En 1982 se denunciaron ante el Ministerio Público cuatro agresiones con armas de fuego contra el local sindical. En una de ellas se hirió al profesor Carlos Delgado. En septiembre de 1982 cientos de maestros fueron agredidos. Sin el menor empacho, dentro de la Casa de Gobierno un hermano de Ordaz Labra golpeó a un maestro de Tulancingo. El 23 de mayo murió Pedro Palma por disparos recibidos en una emboscada charra a un mitin para celebrar el Día del Maestro.
García Solís alertó contra la "guerra santa" para combatir a "lo que dicen es una disidencia nociva para el sindicato y para el país", convocada en esa misma sesión de la Cámara por el diputado del PRI y dirigente magisterial Alvaro Brito.
Lo sucedido en Hidalgo no fue, empero, una excepción, sino la regla.
Mentes calenturientas
Una y otra vez, los integrantes de la CNTE denunciaron en todos los foros a los que tuvieron acceso la guerra sucia que sufrían. Sin embargo, según Alberto Miranda Castro, secretario general del sindicato entre 1983 y 1985, esas eran "opiniones de mentes calenturientas de la coordinadora". De acuerdo con el desplegado del comité nacional del SNTE publicado el 22 de abril de 1982, todo se debía a que "la plañidera queja sobre supuestas agresiones impulsadas por nuestro sindicato forma parte del arsenal táctico con el que se desenvuelve la discrepancia (...) las injustas imputaciones que a la dirigencia nacional se hacen, no son sino la cortina de humo..."
De acuerdo con Vanguardia Revolucionaria, la coordinadora era una especie de engatusador de mentes que robaba a los maestros su verdadera ideología.
Durante el octavo Consejo Nacional Extraordinario, Olegario Valencia, secretario general de la sección 23 de Puebla, afirmó: "se han preparado cuadros para adueñarse de la voluntad de los compañeros mediante el contagio mental, bajo las cantinelas, marchas y canciones quieren quitarles la ideología de Vanguardia Revolucionaria para después darles consignas que deberán seguir con toda rutina." Un enemigo dotado de tales artes sólo podía combatirse con la represión.
Esa violencia no desapareció con la caída de Jonguitud. El 20 de enero de 1990 en Tepic, Nayarit, Elba Esther Gordillo fue nombrada nuevamente secretaria general del sindicato. Sus servicios de seguridad arremetieron contra los integrantes de la coordinadora. Teodoro Palomino salió volando, a René Bejarano le pegaron por la espalda y a Miguel Bortolini le rompieron la cara. Los golpeadores del sindicato la emprendieron contra todos los delegados democráticos: patadas, empujones y amenazas con armas de fuego. Así se inauguró la nueva era sindical.
El saldo trágico del "¡duro con ellos!, ¡que no nos detengan las consecuencias" de Andrade Ibarra, el llamado de Jonguitud a la guerra, y el "los pararemos cueste lo que cueste, a costa de lo que sea" de Elba Esther Gordillo está hoy a la vista. La guerra sucia contra el magisterio fue uno de los más lamentables periodos de nuestra historia reciente. No puede olvidarse ni ocultarse durante más tiempo.