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Latinoamérica

El espejo chileno

Otto Boye*

La democracia se perdió en Chile en 1973, porque se hizo imposible el diálogo y se acabó hasta el último gramo de confianza que existía entre los actores principales.
Sobre este suelo operaron factores internos y externos pero ninguno habría tenido oportunidad alguna, si los actores principales -y los ciudadanos liderados por ellos- no hubiésemos caído en la espiral descendente generada por esa pérdida de confianza, que nos llevó a negar la legitimidad de nuestros adversarios, a llamarlos enemigos y hasta, en muchos casos, a buscar su exterminio.
Los chilenos pagamos, con 16 años y medio de feroz dictadura, este grueso error histórico, en el que, cual más, cual menos, caímos virtualmente todos.Debo decir, en todo caso, que en un proceso doloroso y complejo, es probable que hayamos aprendido la lección. Hoy no estamos reconciliados del todo, pero tengo la percepción de que vamos en esa dirección ¿Cómo se ha logrado esto que, a ratos, pareció y, todavía a muchos, sigue pareciendo una tarea imposible?
Perder la confianza
Un sector políticamente mayoritario de Chile hizo el esfuerzo de dialogar y apartar la lógica bélica que los había convertido en enemigos. En efecto, los antiguos partidos de la Unidad Popular, que apoyan al presidente Salvador Allende (1970-1973), y la Democracia Cristiana, que había gobernado, antes de él con Eduardo Frei Montalvo (1964-1979), comenzaron a acercarse.
Aquí en Venezuela, en la Colonia Tovar, en 1975, se reunieron algunos dirigentes de los antiguos bandos enemigos. Este fue uno de los hitos más tempranos de un proceso que terminó en una alianza política que lleva gobernando al país por ya más de 12 años.
Antes de llegarse a ese resultado hubo innumerables iniciativas, dentro del propio Chile en plena dictadura, como fuera de él, que prepararon el camino. Lo sustantivo consistió en que los actores reconocieron dialogando su equivocación básica y, a partir de ahí, se construyeron la confianza mutua, cuya esencia se dará siempre en la aceptación plena e incondicional de la legitimidad del otro.
"La democracia vale"
Otro error consistió en minimizar y descalificar el régimen democrático que teníamos tachándolo, según fuera el sector, de falso, débil, burgués y conceptos por el estilo. Sucedida la tragedia, supimos lo que habíamos perdido.
Después del golpe del 11 de septiembre de 1973, las instituciones que nos daban alguna protección, como el Poder Judicial, y otras que organizaban el debate político y lo conducían hacía su transformación en leyes, como el Congreso Nacional, o fueron degradadas y sojuzgadas, o fueron eliminadas.
La democracia imperfecta existente era infinitamente mejor que la más perfecta de las dictaduras. Fue altísimo el precio que tuvimos que pagar para aprender esto. Sólo el notable resultado del plebiscito de 1988, con el categórico triunfo del NO, pudo romper el círculo de hierro que sometía al país.
Y ese resultado fue ya el fruto de la reconstrucción del consenso democrático entre las fuerzas mayoritarias del país, pues habíamos decidido ponerle límites a nuestras diferencias, base sin la cual los conflictos de todo tipo se desbordan y conducen al despeñadero.
La verdad libera
Resulta casi imposible saber en todos sus detalles lo sucedido durante una dictadura, pues el poder omnipotente carece de todo control y consigue borrar muchas huellas.
En Chile se cometieron atrocidades increíbles que después se intentó negar. Dos pasos, entre muchos, contribuyeron a despejar bastante la atmósfera: 1) El llamado Informe Rettig, sobre lo ocurrido en el terreno de los derechos humanos y producido en el seno de una especie de Comisión de la Verdad, que designó el presidente Patricio Aylwin al asumir el cargo en reemplazo de Pinochet.
En su elaboración participaron algunos hombres que habían apoyado a la propia dictadura, hasta el punto de ocupar cargos en ella, y hasta hoy, dicho informe sigue produciendo efectos a través de los varios miles de juicios sobre violaciones de los derechos humanos que conocen nuestros tribunales.
2) El segundo paso fue la Mesa de Diálogo, que sentó, frente a frente y mirándose a los ojos (en un procesó que duró hasta hace poco), a representantes de las víctimas de la dictadura y a personeros de las Fuerzas Armadas y Carabineros, con la finalidad de avanzar en la búsqueda de los llamados detenidos desaparecidos. El ejercicio del diálogo realizado, doloroso y difícil para todas las partes, ha arrojado ya algunos resultados.
Los hechos y las reflexiones presentadas sólo quieren contribuir al esfuerzo que aquí (en Venezuela) se está realizando. América Latina entera camina sobre el filo de la navaja y son muchas las situaciones de peligro que estamos viviendo.
La angustia de la posibilidad de que la historia se repita ha inspirado estas palabras. No olvidemos a Santillana cuando dijo: "Los pueblos no olvidan su historia, son condenados a volver a vivirla". Dicho esto en otros términos; los pueblos que no aprenden de sus errores, vuelven a cometerlos ¡Aprendamos a tiempo!"
*Ex embajador de Chile en Venezuela