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Xenia
Itté, la viuda del fundador del MLN, recuerda el último enfrentamiento
en el que cayó herido
La Armada no mató a Sendic porque no querían otro "Che" en América
Latina
"Hay que matarlo, es Raúl Sendic, hay que matarlo", gritaba una y otra vez el inspector Hugo Campos Hermida aquella madrugada del 1º de setiembre de 1972, mientras el líder tupamaro estaba tirado en la vereda en medio de un impresionante charco de sangre, herido por una bala que le destrozó el maxilar, los dientes y la lengua. "Yo tenía el presentimiento de que esa noche caíamos en manos de las Fuerzas Conjuntas, pero estábamos decididos a resistir y Raúl ya había dicho que no se iba a entregar vivo", recuerda Xenia Itté, que en aquel momento era la compañera del líder guerrillero, y participó en el tiroteo en el que Sendic cayó gravemente herido. A casi treinta años de aquellos hechos, Xenia dijo a LA REPUBLICA que "pudieron haberlo matado, pero un comandante del Fusna me reveló que no querían tener otro Che en América Latina".
ALVARO RODRIGUEZ
Tres décadas después de aquel enfrentamiento, Xenia Itté recordó el tiroteo con los militares, la detención, la cárcel y los viajes al exterior para atender la grave enfermedad que padecía Sendic.
Hoy tiene 60 años y vive en una chacra ubicada cerca de San Jacinto, en la zona rural del departamento de Canelones. Junto con su actual compañero se dedica a la apicultura y tareas de granja. Estuvo siete años detenida en el Fusna (1972 a 1979) y después pasó a la Cárcel de Punta de Rieles.
"Un mal presentimiento"
Había conocido a Sendic en su ciudad natal, Bella Unión, donde era maestra y también administradora y locutora de una radio local. Muchos años después formó pareja con el líder guerrillero.
Así recuerda hoy el operativo llevado a cabo por la Brigada Nº 2 de los Fusileros Navales (Fusna), minutos después de la medianoche del 1º de setiembre de 1972.
"Nosotros estábamos viviendo temporariamente en un local de la calle Sarandí 225 entre Pérez Castellano y Maciel. En realidad vivíamos en Pando, pero con Raúl veníamos esporádicamente a Montevideo y nos quedábamos allí.
Yo ya tenía el presentimiento de que esa noche caíamos. El círculo se venía cerrando y me daba la impresión de que en cualquier momento nos iban a detener. Las Fuerzas Conjuntas habían apresado a muchos compañeros y ya casi no había locales donde refugiarse.
Raúl había planteado una reculada hacia el Interior, hacia el monte, donde él se sentía más seguro. Incluso, lo más probable era que esa fuese la última noche en ese lugar, porque pensábamos irnos hacia el centro y el norte del país".
"Grabado a fuego"
"Habían pasado unos minutos de la medianoche, cuando sentimos que golpeaban la puerta. Adentro estábamos Raúl Sendic, Jorge Ramada y yo. Desde afuera gritaban que eran las Fuerzas Conjuntas. Nosotros teníamos pensado resistir y Raúl ya había dicho que no se iba a entregar vivo.
Si hay algo que me quedó grabado a fuego fue el momento de la detención. Estábamos en total inferioridad numérica y no teníamos visión alguna. El local tenía una persiana metálica, porque antiguamente funcionaba una peluquería, y después venía un corredor largo y angosto. Allí empezó el tiroteo.
Raúl empezó a disparar con una pistola. Los tres estábamos armados. Nos dio la orden de enfrentarlos y de inmediato nosotros también empezamos a disparar. Desde afuera gritaban por un megáfono que nos entregáramos. En determinado momento, se nos terminaron las balas y Raúl nos dio la orden, a Ramada y a mí, de que teníamos que salir.
Se hizo un silencio y por el megáfono insistían en que nos entregáramos. Raúl les dijo que iban a salir dos compañeros y pidió que les respetaran la vida. Ellos pidieron que empezaran a salir y se comprometieron a respetarnos la vida.
En realidad, nosotros no sabíamos quiénes estaban afuera. Si tenemos en cuenta lo que eran las Fuerzas Conjuntas en aquella época y la forma en que sonaban los disparos afuera, nunca hubiéramos imaginado que pudiéramos contar el cuento".
"El túnel del tiempo"
"Raúl le dio la orden a Ramada para que saliera primero. Desde afuera pidieron que lo hiciera con las manos en alto. Ramada salió y Raúl volvió a gritarles que le respetaran la vida. Se hizo un silencio total. Desde adentro no sabíamos qué estaba pasando afuera.
Al rato volvieron a hablar por megáfono, pidiendo que saliera el siguiente. Raúl, gritando, les dijo que era una compañera y volvió a pedir respeto por la vida.
Salí con las manos en alto. Recuerdo que caminar por aquel corredor era como recorrer el túnel del tiempo. Los minutos parecían interminables.
Cuando llegué a la puerta, encandilada por una potente luz, me tomaron del pelo y me dieron varias trompadas. Me gritaban que me pusiera contra la pared y me preguntaban quién era, cuál era mi nombre.
Lo vi a Ramada que estaba más lejos, tirado en el suelo. Y siguió el tiroteo, mientras le pedían al que estaba adentro que se entregara. Creo que ya sabían que se trataba de Raúl Sendic".
"Hay que matarlo"
"El contestó que tenía más balas y que iba a seguir peleando. Después se hizo un silencio y entraron a la casa. Minutos después sacaron a Raúl, arrastrándolo, totalmente ensangrentado. Vi que le salía sangre por la boca.
Lo dejaron un rato tirado en la vereda, junto a la puerta del local. Se oían sirenas. De repente, llegó una persona que dijo que era el inspector Campos Hermida, y gritaba: 'Hay que matarlo, es Raúl Sendic, hay que matarlo'.
Pero alguien de la Marina dijo que el operativo estaba a cargo de ellos, que era su detenido. Después se acercó una ambulancia y se llevaron a Raúl. El hecho de que quedara boca abajo le salvó la vida, de lo contrario se hubiera ahogado con su propia sangre.
El contaba después que lo trataron muy bien. Lo llevaron al Hospital Militar y le hicieron una traqueotomía para que pudiera respirar".
"No queremos otro Che"
"A mí me llevaron al Fusna. Unos días después el comandante de esa repartición, Julio César Martínez, fue a mi celda y me dijo que Sendic estaba fuera de peligro. Yo no le creí y le dije que todos eran unos asesinos, que habían matado a Raúl. El me respondió: 'No lo matamos porque no queremos tener otro Che en América Latina'.
Un mes después lo trajeron a la cárcel del Fusna. Una madrugada de octubre, me sacaron de mi celda, con los ojos vendados como siempre, y me llevaron hasta su celda.
Cuando me quitaron la venda, lo pude ver. Los dos nos sorprendimos. Tenía toda la cabeza vendada y no podía hablar, le habían pegado un tiro que le atravesó la mandíbula y le destrozó el maxilar.
En ese momento le dije que yo había sido una cobarde porque me había entregado, dejándolo solo. El después me escribió una carta donde me decía que mi actitud había sido muy valiente.
En febrero de 1973 lo volvieron a internar en el Hospital Militar, porque tenían que hacerle una nueva operación. Aquella bala actuó como una granada de fragmentación y le voló el maxilar, el labio inferior y parte de la lengua. Raúl nunca pudo volver a hablar bien.
Después que salimos en libertad, la primera operación importante se la realizaron en Cuba, a fines de 1985. Le hicieron una cirugía, porque tenía la lengua pegada a la mejilla. Después tuvo que hacer cantidad de ejercicios para poder recuperar el habla. Mejoró mucho, tuvo cierta recuperación, pero nunca volvió a hablar bien y se cansaba bastante".
El viaje a Francia
"En febrero de 1989 nos fuimos a Francia, pensando que podía tener alguna mejoría. Raúl estaba muy enfermo. La verdad es que recibíamos ofrecimientos desde todas partes del mundo, interesados en brindarle tratamiento médico especializado.
Pero el hermano, Alberto, y la cuñada Anne Marie, quisieron que nos fuéramos a París, buscando mejores posibilidades de atención.
Estuvo internado en distintas clínicas. Lo atendía un médico especializado en el mal de Charcot, que fue lo que lo afectó al final de su vida. Es una enfermedad que ataca las neuronas motrices. El médico decía que era un caso extraño, por la rapidez con que avanzaba la pérdida de motricidad. Todos los días le aparecía algo nuevo, afectando partes fundamentales.
Lo último fue la respiración y la deglución. Antes de fallecer, Raúl prácticamente no podía comer. Para poder respirar le habían colocado un aparato que sustituía el diafragma. Fue una etapa muy dura, prácticamente todos los días le sustituían alguna función colocándole un nuevo aparato. La enfermedad fue provocada no solamente por la herida de bala, sino por todo el sufrimiento que padeció en las cárceles".
Sendic falleció en París el 28 de abril de 1989, a los 64 años de edad. Fue trasladado a Montevideo el 5 de mayo y, al día siguiente, una verdadera multitud acompañó el cortejo fúnebre hasta el Cementerio de La Teja. *