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4 de junio del 2002
La dolarización de El salvador
César Augusto Sención
Presentación El 27 de noviembre del año 2000, la Asamblea Legislativa
de El Salvador aprobó un proyecto de ley de "Integración Monetaria",
el cual había sido sometido a ese Órgano del Estado por la Presidencia
de la República apenas una semana antes de su aprobación.
La ley de Integración Monetaria contenía un conjunto de medidas
para iniciar la dolarización de la economía a partir de enero
del año 2001. De manera que en sólo siete días en El Salvador
se había decidido iniciar un proceso que llevaría a la sustitución
de la moneda nacional (el colón) por el dólar de Estados Unidos.
En este documento se analiza el contexto económico en que se aprobó
la Ley, se describe brevemente el contenido de la misma, se analiza su impacto
al primer año de aplicación y se plantean algunas tendencias de
la economía para el corto y mediano plazo.
Es importante aclarar que todas las estadísticas que aparecen en el texto
provienen de las publicaciones del Banco Central de Reserva, salvo en los casos
en que se indique la fuente.
I. El contexto económico y político Hay tres problemas fundamentales
a los cuales el gobierno intentó darle respuesta con la llamada Integración
Monetaria: la controversia de los empresarios alrededor del régimen cambiario,
la caída de las ventas ocasionada por la sobreproducción de finales
de la década del noventa y el riesgo de un futuro gobierno de izquierda.
1.1 Controversia sobre el régimen cambiario En los ocho años que
transcurrieron entre 1992 y el año 2000, la economía salvadoreña
mantuvo una estabilidad en el tipo de cambio (en 8.76 colones por un dólar)
debido principalmente a la masiva entrada de dólares en concepto de remesas
y préstamos. En 1998 también entraron muchos dólares por
inversión extranjera.
La estabilidad cambiara afectó al sector exportador, pues mientras la
inflación interna le encarecía los costos, los precios de sus
productos en el mercado internacional no se elevaban. La inflación promedio
de los ocho años fue de 7.5%. El resultado de mayores costos e ingresos
más o menos fijos era una pérdida de rentabilidad y competitividad
de las exportaciones, sobre todo de algunos rubros agrícolas.
Los exportadores, agrupados en la Corporación de Exportadores de El Salvador
(COEXPOR) continuamente señalaban que la moneda nacional estaba sobrevalorada
y demandaban un tipo de cambio real (léase devaluación de la moneda),
para que sus productos no perdieran competitividad en el mercado externo. Ese
reclamo era respaldado por instituciones vinculadas a la gran empresa, como
la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y
Social (FUSADES), y por algunas personalidades del mundo empresarial y académico.
Incluso, la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), máximo
gremio de la gran empresa, en una propuesta económica presentada en agosto
del año 2000 planteó la vieja idea de crear un modelo basado en
el desarrollo de las exportaciones, lo que implicaría necesariamente
orientar la política cambiaria en función de la estrategia de
exportación, para lo cual se requería devaluar.
Contrario al anhelo de los exportadores, los sucesivos gobiernos del partido
Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) decidieron mantener estable el tipo
de cambio. A pesar de que en los programas económicos de los presidentes
Alfredo Cristiani (1989-94) y Armando Calderón Sol (1994-99) se hacía
referencia a la necesidad de hacer de las exportaciones el eje del funcionamiento
económico, lo cierto es que su política económica más
bien favoreció a los importadores y banqueros. La baja de los aranceles
(de un techo de 230% a 15%) y la estabilidad cambiaria de 8 años abarataron
las importaciones e hicieron más dependiente la economía de los
insumos y alimentos importados. Entre 1991 y 1999 las importaciones pasaron
de 1,770 millones de dólares a 4,650 millones. Las exportaciones crecieron
en menor proporción y el déficit comercial aumentó de 840
millones de dólares a 1,515 millones en el mismo período. El desequilibrio
comercial se cubría con remesas familiares y préstamos, cuyos
montos eran tan elevados que hasta permitían que la balanza de pagos
tuviera superávit y que aumentaran las reservas monetarias, las cuales
pasaron de 260 millones de dólares en 1990 a casi 2,000 millones en el
año 2000.
La economía salvadoreña de los años noventa no giró
alrededor del sector exportador, sino del comercio importador y del sistema
financiero, que destinó el 40% sus créditos hacia las actividades
comerciales.
La decisión gubernamental de no devaluar tenía que ver con el
interés de mantener una inflación baja y no encarecer la deuda
pública externa en moneda nacional, lo que sería muy negativo
para las finanzas públicas, siempre deficitarias. El servicio (pago)
de la deuda externa representaba el 12% del presupuesto nacional.
En resumen, los gobiernos de ARENA, en vez de estimular las exportaciones, pusieron
énfasis en el control de la inflación, en la estabilidad cambiaria
y en la acumulación de reservas monetarias. En otras palabras, sacrificaron
el modelo en aras de la estabilidad económica. Como las remesas, los
préstamos y la inversión extranjera (en algunos años) generaban
suficientes divisas como para garantizar el financiamiento de las importaciones,
el pago de la deuda externa y el crecimiento de las reservas, al Gobierno no
le preocupó el poco dinamismo de las exportaciones.
El principal instrumento para lograr la estabilidad cambiaria fue la política
monetaria. Cuando había síntomas de que los precios subirían,
el Banco Central de Reserva (BCR) aumentaba el encaje legal, para controlar
el crédito y restringir la demanda. Eso ocurrió en 1993, 1995
y 1996. Lo mismo hacía el BCR cuando el déficit comercial se expandía
mucho y amenazaba con disminuir las reservas monetarias. En este caso el control
del crédito tenía por finalidad moderar el crecimiento de la producción
y, en consecuencia, de las importaciones, la mayoría de las cuales está
vinculada al aparato productivo (materias primas y bienes de capital). Eso ocurrió
en 1998 y 1999.
A la resistencia de los gobiernos a devaluar se le sumó la presión
ejercida por los banqueros para que no fuera a dar ese paso, debido a que ellos
se endeudaron con bancos del exterior, a los que le solicitaron préstamos
al 9% de interés para colocarlos en el país a un interés
de 20%. La devaluación tampoco sería del agrado de los importadores,
quienes tendrían que vender más caros los bienes traídos
del exterior, con el riesgo de vender menos.
Pero los exportadores y FUSADES no dejaban de presionar para que se modificara
el tipo de cambio. Entonces, para no dejar dudas sobre el rechazo del gobierno
a esa demanda, el actual Presidente de la República, Señor Francisco
Flores, dijo el día que tomó posesión (junio de 1999) que
"...debemos plasmar y fijar en el ancla segura de nuestras leyes el marco jurídico
que imposibilite manipulaciones cambiarias a favor de grupos y de intereses
especiales. De esta manera evitaremos que en el futuro se puedan dar devaluaciones
arbitrarias, que serían el más cruel atropello contra el ahorro
y el patrimonio de los salvadoreños". Ahí quedó claro lo
que venía: tipo de cambio fijo o dolarización.
1.2 Caída de las ventas y acumulación de inventarios Después
de crecer a una tasa promedio de 6.5%, entre 1992 y 1995, la economía
salvadoreña perdió dinamismo y sólo creció en un
3% entre 1996 y 1999. El elevado crecimiento de 1992-95 se debió a que,
tras el fin de la guerra y el saneamiento y privatización de la banca
(1991-92), aumentó la inversión privada (15%) y pública
(12%), ésta última estimulada por el Plan de Reconstrucción
ejecutado al finalizar la guerra. También se reactivó el mercado
regional, donde El Salvador coloca el 25% de sus exportaciones.
Para 1992, por primera vez las exportaciones hacia Centroamérica (257
millones de dólares) superaban a las exportaciones tradicionales, compuestas
por café, azúcar, algodón y camarones (217 millones).
El alto crecimiento de la producción y de las importaciones durante los
primeros años de la década del noventa, fue generando una oferta
de bienes superior a la capacidad de demanda. Para la segunda mitad de la década,
cuando las inversiones ya habían madurado, muchas empresas empezaron
a tener problemas de venta, sobre todo en los años 1999 y 2000. En una
economía con un mercado pequeño, con un elevado desempleo y con
una alta concentración del ingreso, el dinamismo de los primeros años
no podía sostenerse.
Los problemas de demanda se agravaron con el paso del huracán Mitch,
en 1998, y con la caída de los precios del café a finales de ese
mismo año. Los daños a las economías centroamericanas (salvo
Costa Rica) afectaron las exportaciones de El Salvador hacia la región,
que se estancaron en 1999.
Adicionalmente, la caída de los precios del café provocó
una disminución de las exportaciones del grano en un 24% en 1999.
Ante esa situación, que era previsible a finales de 1998, el gobierno
controló el crecimiento del PIB, para que las importaciones no se expandieran
y la balanza de pagos no cerrara con un déficit que disminuyera las reservas
monetarias. El mecanismo utilizado para detener el crecimiento del PIB y las
importaciones fue el encaje legal, que pasó de un 20% a un 24%.
En 1999 el crédito al sector comercial disminuyó en un 7%. Y el
destinado al comercio importador cayó en 2.5%. Al cerrar el año
1999, el PIB apenas había crecido en 2.6% (1% menos que en 1998), las
exportaciones de bienes crecieron en 1.6% y las importaciones en 2.5%, tasa
muy inferior al 16.5% logrado en 1997 e incluso al 6.5% de 1998. Al comprimirse
la demanda, la tasa de inflación cerró en –1%. A su vez, la baja
producción provocó una caída del empleo de 15.4% en el
comercio, 13.4% en la industria y 5.2% en el sector de la construcción.
La política económica restrictiva de finales de 1998 y de los
años 1999 y 2000, al contraer la demanda hizo que disminuyeran las ventas
y que se acumularan los inventarios de las empresas. Después de una variación
de existencias negativa en 1997 (-543 millones) los inventarios acumulados se
elevaron a 711 millones de colones en 1998 (6% de la formación bruta
de capital) y volvieron a crecer en 106 millones en 1999.
La crisis de venta se reflejaba en los principales sectores de la economía
(con excepción del agro), pero sobre todo en el sector de la construcción.
En un balance económico de la ANEP, de finales de 1999, la gremial empresarial
hablaba de un "…creciente inventario de viviendas, tanto terminadas como en
proceso de construcción, a niveles pocas veces observados".
Al bajar las ventas, las empresas tuvieron menos utilidades y cayeron en mora
con los bancos. La mora bancaria llegó a un 7.3% en 1999, muy superior
al 3% que establecen los parámetros internacionales. Como resultado,
los bancos empezaron a embargar empresas, lo que obligó al Gobierno a
crear una comisión que tratara el tema del salvataje –préstamos
a largo plazo y bajos intereses a las empresas morosas-, sin que se lograran
resultados importantes.
El sistema financiero se tambaleó un poco, pero dado su carácter
oligopólico (dos bancos, el Agrícola Comercial y el Cuscatlán,
controlan el 50% del patrimonio, los depósitos y los préstamos
y el 70% de todas las utilidades), la crisis de liquidez recayó sobre
los bancos pequeños. Uno de ellos (el Atlacatl) quebró y fue absorbido
por el Banco del Comercio. Otros afrontaron moras hasta del 20% de sus carteras.
Pero la mora de los dos grandes bancos apenas llegaba de 1.86% y 1.96%, respectivamente.
De manera que el problema de liquidez afectó sobre todo a los bancos
medianos y a los del Estado.
En el año 2000 continuaron los embargos, los problemas de liquidez y
las fusiones de bancos pequeños con los grandes (el Banco de Desarrollo
fue absorbido por el Agrícola y Bancasa por el Banco Salvadoreño).
El banco Cuscatlán se colocó en el lugar 24 en América
Latina y el Agrícola Comercial aumentó sus activos al absorber
al Banco de Desarrollo.
Aunque en el año 2000 el encaje legal volvió a ser de 20%, la
demanda de crédito continuó baja, por los problemas de acumulación
de inventarios de las empresas. Además, el aumento del desempleo comprimió
más el mercado interno y agudizó los problemas de venta.
1.2.1 La propuesta de la ANEP Consciente de la problemática descrita,
la ANEP presentó una propuesta para reactivar la economía nacional,
en la que combinaba la vieja idea de desarrollar el sector exportador con la
necesidad de ampliar el mercado local sin alterar la estabilidad macroeconómica.
En su propuesta, la gremial empresarial le pedía al gobierno que aumentara
sus gastos en educación, salud y construcciones (anillo periférico,
caminos rurales, etc.), que creara un fondo para ayudar a los constructores
a hacerle frente a sus deudas con el sistema financiero y que redujera el encaje
legal para dinamizar la demanda interna.
Lo que en definitiva sugería la ANEP era que el Gobierno creara la demanda
que la inversión privada no era capaz de generar, para que los constructores
vendieran sus casas, los industriales despacharan su producción, el comercio
vendiera sus mercancías y los bancos recuperaran sus créditos.
De esa manera se crearían condiciones para que la producción volviera
a crecer a 5%, sin afectar el equilibrio macroeconómico.
La propuesta de la ANEP tenía varios puntos débiles. El más
evidente era que no decía de dónde debía sacar el Gobierno
todos los recursos para financiar semejante inversión. Su planteamiento
se limitaba a sugerir que se usara el dinero de las privatizaciones, que se
arrendaran el Zoológico, la Imprenta Nacional, la Radio Nacional, la
Lotería Nacional, el Aeropuerto, la administración del Puerto
de Acajutla, los turicentros y los sitios arqueológicos. Sólo
para completar la cobertura de educación y salud el gobierno debía
aumentar su presupuesto en un 40%, en un momento en que su déficit alcanza
el 3.5% del PIB.
Para obtener recursos adicionales, el gobierno tendría que aumentar el
Impuesto Sobre el Valor Agregado (IVA), los aranceles o el impuesto sobre la
renta, que representan el 92% de sus ingresos. Y como los aranceles y la renta
no se pueden tocar (porque se afectaría a los empresarios y los esfuerzos
de integración) sólo quedaría aumentar el IVA, lo que provocaría
una espiral inflacionaria que anularía parte de la inversión social,
afectaría la estabilidad de precios y desestabilizaría aún
más las variables monetarias. La propuesta de los empresarios de aumentar
el gasto público no era viable.
Sin embargo, el planteamiento tenía una segunda parte en la que se emplazaba
al gobierno a determinar el régimen cambiario: "dolarización,
flotación, caja de convertibilidad o situación actual". La cúpula
empresarial no se inclinó por un determinado esquema, pero le dio un
ultimátum al gobierno en lo que concierne a la política cambiaria.
Había llegado la hora de ponerle fin al conflicto alrededor del tipo
de cambio.
1.3 Temor a un gobierno de izquierda La dolarización tiene un trasfondo
político no revelado. Consciente del desgaste de partido ARENA y del
avance de la izquierda en las elecciones del año 2000, la derecha tiene
claro que en el país hay posibilidades de que surja un gobierno de izquierda
que ponga en peligro la propiedad privada.
Antes esa eventualidad decidió matar el colón y entregarles los
dólares a los banqueros. Esos dólares, que pertenecían
principalmente al Banco Central y que servían para las transacciones
en el exterior, ahora están en manos privadas y también se utilizan
para comprar y vender en el país. Los negocios por donde circula la mayor
parte del dinero (los bancos) pueden desestabilizar a un gobierno que no sea
de su agrado, mediante la amenaza de sacar dólares del país o
sacándolos sin amenazar. Tal operación no la podían hacer
con colones, pues estos no tienen valor en el extranjero. En el futuro, una
fuga masiva de dólares realizada a través del sistema financiero
dejaría al país sin las monedas necesarias para efectuar las operaciones
comerciales y financieras internas y externas.
Otro aspecto que se debe destacar es que cuando desaparezca el colón
y se privaticen todas las divisas, el gobierno perderá el control de
la política cambiaria y monetaria, claves en el funcionamiento económico.
Con ello se estaría protegiendo a la cúpula empresarial de lo
que podría hacer un probable gobierno de izquierda.
II. Contenido de la Ley de Integración Monetaria El Gobierno no tomó
en cuenta la sugerencia de la ANEP sobre el gasto público, pero si en
lo que concierne al régimen cambiario: decidió dolarizar la economía.
En noviembre del año 2000 el Presidente de la República anunció
ante el país que le presentaría a la Asamblea Legislativa la llamada
"ley de Integración Monetaria", que establece alrededor de 20 disposiciones,
entre las cuales las más importantes son las siguientes:
1. Se fija la tasa de cambio en 8.75 colones por dólar.
2. El dólar se convierte en moneda de curso legal.
3. Los precios de los bienes y servicios se podrán expresar en colones
o en dólares, al nuevo tipo de cambio.
4. Se establece la libertad de contratar en cualquier moneda dura.
5. El BCR, por medio del sistema bancario, convertirá todos los billetes
y monedas en colones a dólares, en el momento en que se lo demanden,
a una tasa de cambio de 8.75 colones por dólar.
6. Las instituciones financieras podrán prestar y recibir depósitos
en dólares.
7. El Ministerio de Hacienda asume las deudas del BCR.
8. Se expresarán en dólares todas las operaciones financieras,
tales como depósitos bancarios, créditos, pensiones y otras realizadas
por medio del sistema financiero, así como los registros contables del
sistema financiero.
9. Los bancos, compañías de seguros y entidades emisoras de títulos
valores, deberán informarle a la Superintendencia del Sistema Financiero,
45 días después de aprobada la ley, los cambios para cumplir con
ella.
10. El BCR no podrá otorgar créditos, avales, fianzas y garantías
a los bancos, intermediarios financieros no bancarios e instituciones oficiales
de crédito. Sí podrá emitir bonos u otros títulos
valores expresados en dólares.
11. La Superintendencia establecerá una reserva de liquidez que los bancos
deberán mantener en forma proporcional a sus depósitos y obligaciones.
Dicha reserva será remunerada y podrá ser retirada por los bancos
haciendo uso de varios tramos, el último de los cuales (50%) deberá
autorizarlo la Superintendencia.
12. El BCR podrá realizar operaciones de reporto con los bancos, con
títulos valores en dólares emitidos por el Gobierno, por el propio
BCR o por el Instituto de Garantía de Depósitos. Lo hará
para prevenir situaciones de iliquidez general del sistema financiero, para
restablecer la liquidez en caso de una crisis causada por una contracción
del mercado o por fuerza mayor.
Aunque la Ley aparenta establecer un bimonetarismo, lo cierto es que su aplicación
conduce a la dolarización de la economía, pues los bancos comerciales
deben enviar sus colones al BCR y éste le debe pasar a cambio el equivalente
en dólares, a una tasa de 8.75 colones por un dólar. Y como el
BCR no podrá emitir colones, al cabo de un tiempo la moneda nacional
desaparecerá. Esa es la esencia de la Ley.
¿Por qué el gobierno se ideó ese proceso para eliminar el colón?
Porque si pretendía hacerlo legalmente debía reformar la Constitución
de la República, donde se establece que el colón es la moneda
nacional. Esa vía era muy engorrosa, dado que en El Salvador las reformas
constitucionales sólo se pueden hacer en dos períodos legislativos
seguidos. Los diputados de una Asamblea aprueban las reformas y los diputados
de la Asamblea siguiente las deben ratificar. Eso significa que había
que esperar hasta las elecciones de marzo de 2003 para ratificar la reforma
constitucional. En otras palabras, había que retrasar en dos años
la medida, sin seguridad de poder imponerla, pues el panorama electoral de ese
año es difícil de prever. Para el gobierno, entonces, era más
práctico hacer el cambio de moneda de manera técnica y no por
la vía constitucional.
Una semana después de sometido el Anteproyecto de Ley a la Asamblea Legislativa,
los diputados del partido ARENA y sus aliados de derecha la aprobaron, prácticamente
sin haberlo analizado.
El gobierno señaló que al eliminarse el riesgo de devaluación,
los bancos prestarían a intereses más bajos y a plazos de pago
más largos. También dijo que los microempresarios endeudados con
los bancos estatales pagarían menos intereses, que los salarios estarían
respaldados por la moneda más sólida del mundo y que las familias,
al trasladar sus deudas en dólares, pagarían menores intereses.
Finalmente, consideró que al haber más ingresos disponibles en
la población, aumentarían la demanda, la inversión, la
producción y el empleo.
Pero el impacto real no será el que auguró el Señor Presidente.
Aunque un año es un tiempo relativamente corto para evaluar resultados,
lo cierto es que el rumbo de la economía no ha sido el contemplado por
el primer mandatario.
III. Fin de una controversia Al fijar el tipo de cambio y luego dolarizar, el
gobierno determinó el régimen cambiario. Terminó la disputa.
Perdieron los exportadores y ganaron los grandes banqueros y los grandes importadores.
Los exportadores quedaron sin posibilidad de defenderse en el mercado internacional,
pues, al no poder contar con estímulos cambiarios, deberán competir
sobre la base de la productividad. Si los vecinos de Centroamérica devalúan,
el país no podrá defender su comercio, porque ya no tendrá
política cambiaria. Y si los precios de algunos productos claves disminuyen
sensiblemente en el mercado internacional, los exportadores tendrán que
cerrar tienda y dedicarse a otra cosa. No en vano el Presidente de COEXPOR,
Mario Molina, dijo lo siguiente: "consideramos que formamos parte de los sectores
perdedores con la aplicación de esta ley".
Es evidente que El Salvador no posee las condiciones de competitividad que le
permitan conquistar mercados externos. Con la dolarización, la idea de
un modelo de desarrollo hacia fuera quedó definitivamente descartada.
Todo parece indicar que el Gobierno pactó las medidas con los grandes
banqueros, que inmediatamente las respaldaron. Mauricio Samayoa, Presidente
de la Asociación de Banqueros Salvadoreños (ABANSA), a los pocos
días de anunciada la medida se dirigió a la prensa para expresar
su "...respaldo a la decisión del Presidente de enviar a la Asamblea
la propuesta de Ley de Integración Económica." A los pocos días
del anuncio de la Ley y sin que todavía ésta fuera aprobada por
la Asamblea Legislativa, los grandes bancos bajaron los intereses. El gobierno
hizo lo mismo con los bancos del Estado y con el Fondo Social de la Vivienda.
El pacto quedó evidenciado: el gobierno dolarizó y eliminó
el riesgo de devaluación y los banqueros (y el propio gobierno) bajaron
los intereses para abaratar el dinero, ampliar la demanda interna y enfrentar
la crisis de venta. Además, la disminución de los intereses en
un contexto de alta mora provocará la ruina de muchos bancos medianos
y la reconcentración del capital financiero.
Los grandes importadores también ganaron con la dolarización,
porque al desaparecer la moneda nacional el dólar no se encarecerá.
Sin embargo, como veremos más adelante, ante una sobreproducción
que obligue a detener las importaciones, sus ganancias se verán amenazadas.
Otro sector que se alegró con la dolarización fue el de los constructores,
quienes creyeron que la baja de los intereses permitiría que las capas
medias compraran sus viviendas.
IV. Un año de dolarización Al entrar en vigencia la medida, en
enero de 2001, se registró un incremento inmediato de los precios, en
medio de un casi generalizado rechazo de la población a realizar transacciones
en dólares, en parte por el temor a recibir billetes falsos, pero sobre
todo porque el proceso de conversión de las monedas resultaba muy engorroso
para una población con bajos niveles educativos.
El año 2001 fue tan malo como el anterior, pues la economía continuó
con la tendencia depresiva iniciada en 1996. Los terremotos de enero y febrero
y la profunda crisis de la economía de Estados Unidos empañaron
el proceso de dolarización, que sólo les generó beneficios
palpables a los grandes banqueros, cuyas utilidades continuaron creciendo. El
mayor banco del sistema, el Agrícola Comercial, tuvo utilidades (libre
de impuestos) de alrededor de 30 millones de dólares. Para la mayoría
de la población, en cambio, las condiciones de vida empeoraron.
4.1 La producción nacional La producción nacional apenas creció
un 2%, tasa similar a la obtenida en el año 2000. El sector industrial
elevó su producción en un 4%, estimulado por los terremotos, que
convirtieron a miles de refugiados, apoyados por la cooperación internacional,
en demandantes de alimentos. Los sectores menos dinámicos fueron el agropecuario
y los servicios.
El sector construcción, que disminuyó su crecimiento en el primer
semestre del año, tuvo una mejoría en el segundo semestre, estimulado
por las inversiones para la reconstrucción. Sin embargo, como sigue habiendo
un inventario de viviendas muy elevado, durante el año no se realizaron
proyectos habitacionales nuevos.
4.2 El sector externo El comercio exterior tuvo un desempeño bastante
negativo, debido a la baja de los precios del café, a los problemas económicos
de Centroamérica y a la crisis de Estados Unidos. Las exportaciones de
café disminuyeron en 183 millones de dólares, las exportaciones
no tradicionales a Centroamérica cayeron en 2% y las exportaciones de
maquila a Estados Unidos bajaron, a tal punto que varias zonas francas cerraron
durante el año y despidieron a miles de trabajadoras. Las exportaciones
totales en el año descendieron en 76 millones de dólares.
Por el lado de las importaciones se registró un ligero crecimiento (1.6%),
sobre todo por los altos precios del petróleo, no por el incremento de
la actividad económica. El déficit comercial fue de 2,162 millones
de dólares, superior en un 7.8% al del año anterior.
Debido a los problemas del sector externo, a mediados de año el gobierno
frenó el ritmo de dolarización, al acordar con los bancos comerciales
que disminuyeran el envío de colones al BCR.
4.3 Las finanzas públicas El déficit fiscal alcanzó el
4% del Producto Interno Bruto (un poco mayor a lo permisible). Durante el año
se recortaron algunos gastos (eliminación de subsidios y despido de empleos
públicos a través de la compactación de algunos ministerios
y del cierre de plazas). Pero por la vía de los ingresos la situación
anduvo mal, pues la pérdida de dinamismo de la economía afectó
los niveles de recaudación fiscal.
A pesar de sus problemas financieros, el gobierno sometió a la Asamblea
Legislativa un presupuesto para el año 2002 mayor en un 12% al del año
anterior. Dicho presupuesto fue aprobado a finales del mes de diciembre con
un déficit de 681 millones de dólares: 211 millones provenientes
de préstamos externos y 470 de la colocación de bonos en el exterior.
Esta decisión del gobierno obedece a su interés de gastar más
el próximo año a fin de estimular un poco la economía y
ayudar a los empresarios a aumentar sus ventas y sus ganancias. También
se debe a la necesidad de generar las divisas que permitan acelerar el proceso
de dolarización.
4.4 La inflación y el empleo La inflación fue de 3%. Aunque no
es elevada, muestra la poca capacidad de compra de la población y la
caída de las ventas, que es una expresión de desequilibrio monetario.
Además, hay que señalar que en el caso de algunos servicios públicos,
como la energía eléctrica, hubo un encarecimiento de las tasas
como resultado de la eliminación de los subsidios. También hay
que decir que los salarios mínimos nominales se mantuvieron iguales y,
por lo tanto, en términos reales disminuyeron.
La tasa de interés bajó durante el año, como resultado
del pacto de dolarización. No obstante, para los miles de productores
agropecuarios y de micro y pequeñas empresarios, el acceso al crédito
siguió siendo una aspiración.
En cuanto al empleo, hay que destacar la pérdida neta de 37,000 puestos
de trabajo en el sector privado y el cierre de 8,804 plazas en el sector público
para el año 2002 (8% del empleo público).
4.5 La banca En el sistema bancario lo más relevante es el aumento de
la concentración del capital. En el primer semestre del año siete
de los catorce bancos registraron utilidades, el 70% de las cuales se concentró
en los dos más grandes. De los siete bancos restantes cinco tuvieron
pérdidas, incluyendo los del Estado (Hipotecario y de Fomento Agropecuario),
y dos no registraron ganancias.
Para el mes de noviembre la concentración de las utilidades se mantenía
igual.
La crisis de la banca mediana es irreversible. Ya se anunció la fusión
del Banco Capital con el Agrícola Comercial (primero del país),
al cual además se le podría unir el Banco Salvadoreño,
tercero en importancia. También se habla de una posible fusión
del Banco Cuscatlán con el Banco del Comercio, o sea, del segundo con
el cuarto. Los bancos del Estado (Hipotecario y de Fomento Agropecuario) arrastran
moras de 20% y 31%, respectivamente. La concentración del capital financiero
continuará en los próximos años.
V. Tendencias de la economía 5.1 En el corto plazo El financiamiento
externo del déficit fiscal permitirá que en el año 2002
aumente la entrada de divisas y se acelere proceso de dolarización. A
su vez, la mayor inversión pública hará que la producción
nacional crezca en un 3%.
La mayor disponibilidad de divisas y la apertura comercial provocarán
un aumento de las importaciones de alimentos y un mayor detrimento de la actividad
agropecuaria. Hay que tomar en cuenta que durante el año 2001 entraron
en vigencia los Tratados de Libre Comercio (TLC) con México y República
Dominicana y se firmó un tratado similar con Chile. Además, se
está gestionando un TLC con Canadá y Estados Unidos. Es decir,
la competencia externa será mayor en los próximos años.
La flexibilización del mercado laboral (eliminación del salario
mínimo, del pago de horas extras y de las restricciones sobre contrataciones
y despidos) deteriorará los salarios. Es posible que haya un poco más
de empleo en algunos sectores de la economía, pero con salarios inferiores
al mínimo actual, que no alcanza a cubrir ni el 25% de la canasta básica.
La deuda externa crecerá debido al déficit fiscal y se convertirá
en un factor de presión sobre las finanzas públicas. Sobre este
aspecto hay que tener presente que el esquema de dolarización exige finanzas
públicas sanas. Si el gobierno mantiene un elevado déficit y lo
financia con préstamos internos, presionaría la tasa de interés
y generaría un exceso de liquidez en la economía. El resultado
sería un incremento de las importaciones y una crisis de divisas que
afectaría todas las transacciones internas: pago de salarios, compra
de bienes y servicios, pago de impuestos, retiro de depósitos, etc.
Para este año no existirá ese problema porque el déficit
fiscal se financiará con recursos externos, pero luego habrá que
equilibrar las finanzas del gobierno.
En el presente año el gobierno tratará de eliminar algunos compromisos
de gastos, lo que implica suprimir los subsidios al agua y la energía
eléctrica y recortar empleos públicos (casi 8,000 plazas fueron
cerradas al inicio de este año), a fin de llegar al 2003 con menos cargas
financieras.
La tasa de inflación será baja este año, pues la demanda
interna no se expandirá mucho, pero podría elevarse en el 2003,
cuando el gobierno inicie la cirugía fiscal pendiente (aumento de la
tasa del IVA y reducción de los gastos corrientes).
La pobreza no disminuirá, porque la lógica de la inversión
y del crecimiento económico es contraria a la ampliación del mercado
nacional a través del aumento de los salarios y del empleo.
5.2 En el mediano plazo En los próximos años podrían aumentar
los problemas económicos y sociales. El sector agropecuario, erosionado
por una fuerte competencia del exterior y carente de apoyo técnico y
financiero de los organismos públicos y de la banca privada, continuará
declinando. Al no haber devaluación, ni mayores aranceles, los productos
agrícolas extranjeros seguirán entrando baratos.
Los bancos que orientan recursos hacia el agro (del Estado) no tienen peso en
el sistema financiero. Las carteras de crédito del Banco de Fomento Agropecuario
y del Banco Hipotecario, sumadas, apenas representan el 5% de los créditos
totales. Y aunque bajen los intereses de la banca privada, el agro no será
sujeto de crédito porque no es rentable.
La crisis de producción agrícola continuará, lo mismo que
la emigración campesina hacia las ciudades. Seguirán proliferando
los negocios informales urbanos y se deteriorará más el medio
ambiente en el área rural y en las ciudades, por las necesidades de sobrevivencia
de los campesinos y por la aglomeración de desempleados en las urbes.
La emigración interna también elevará el nivel de delincuencia.
El gobierno y la gran empresa no podrán enfrentar los problemas sociales
derivados del declive de la economía rural. Ni tienen intereses en reactivar
una agricultura poco rentable ni cuentan con recursos para atender a medio millón
de microempresarios informales.
Las pequeñas empresas tampoco tienen mucho que esperar, pues el 78% del
crédito formal se dirige a la gran empresa. Así seguirá
siendo, por razones de lógica económica (mayor rentabilidad, menor
riesgo y menores trámites administrativos y contables).
Si a lo anterior le sumamos los problemas de venta de las empresas, derivados
de los bajos salarios, del elevado desempleo y de la enorme concentración
del ingreso, se puede dar por descartado que en el mediano plazo la economía
registre tasas de crecimiento similares a las de los primeros años de
la posguerra (6%). Desde el año 1996, la estrechez del mercado interno
le ha impuesto límites a la inversión y al crecimiento de la producción.
El gran comercio, las finanzas y los servicios seguirán siendo los sectores
claves de la economía, cuya base productiva continuará mermándose.
Como el sector exportador no se desarrollará, el equilibrio de la balanza
de pagos dependerá del crecimiento de las remesas, la inversión
extranjera y el endeudamiento externo. Es probable que las remesas sigan creciendo,
pero no la inversión extranjera, que busca seguridad política
y social (que El Salvador no tiene), elevada productividad (que tampoco se tiene)
y seguridad en el sistema financiero (que en el país es oligopólico
y presenta una amenaza de quiebra para los débiles).
En una economía con exportaciones penalizadas y poco competitivas, si
la inversión extranjera no aumenta y si las importaciones se encarecen,
habrá una crisis en la balanza de pagos que provocará más
endeudamiento externo o una caída de la producción (para frenar
las importaciones). En otras palabras, los problemas del sector externo se trasladarían
al interior de la economía, mediante el control del crédito, la
inversión y la producción. El desempleo y la caída del
ingreso serán las expresiones más crudas de la crisis.
Si en medio de una escasez de divisas no se toman medidas para detener las importaciones
o para conseguir préstamos, habrá sobreproducción, caerán
las compras y quebrarán muchas empresas. Como el dólar será
la única moneda en circulación, y como el país sólo
lo genera a través de sus relaciones comerciales y financieras con el
mundo, una escasez de esa divisa provocaría un descenso inmediato de
la demanda interna, sin que el gobierno (carente de moneda propia) pueda hacer
uso de la política monetaria para crear circulante. La posibilidad de
que eso ocurra no es lejana, porque al no haber estímulos a las exportaciones
la economía acentuará su dependencia de divisas provenientes de
remesas e inversión extranjera, que son fuentes no seguras. En el mediano
y largo plazo ese es el riesgo más grave que se corre con la dolarización,
en una economía que no genera suficientes divisas y que tiene una base
productiva y de servicios débil. El gobierno no ignora esa situación,
pero sigue creyendo en la inversión extranjera y en las remesas, que
son los pilares del nuevo esquema cambiario. Además, buscará la
flexibilización laboral como mecanismo de disminución de los salarios
en momentos de crisis para evitar el quiebre de empresas. Pero ahí está
la trampa de la economía, porque la pequeñez del mercado interno
genera cada cierto tiempo una sobreproducción de bienes y servicios que
termina bloqueando las inversiones. Para finalizar es necesario señalar
que un cambio de moneda no implica modificar las causas de las crisis económicas
y de la miseria en que vive la mitad de la población del país.
Mientras se mantengan la concentración del ingreso y la dependencia externa,
la economía continuará con sus ciclos cortos de crecimiento y
estancamiento, sin que la pobreza aminore.