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Latinoamérica

OPINION El presidente y esa costumbre de hablar de más

Si querés llorar llorá

Por Gabriel Monteagudo /Surmedia.com
Pretender que puede existir una conversación particular en medio de un reportaje con periodistas extranjeros y creer que no va a trascender, es tan improbable como hablar de las propiedades del churrasco con Hannibal Lecter y salir ileso. No hay "off the record" en una entrevista con un presidente porque un presidente no puede ser una fuente y si lo hay, es porque el periodista o el entrevistado tienen algo que esconder.
"Pregunte nomás" le dijo Batlle al periodista foráneo mientras le acomodaba el micrófono. Y el periodista preguntó, no sobre la familia del presidente, ni sobre su salud, ni sobre el último gol de Nacional. El periodista le preguntó algo muy concreto sobre el país, ya que la situación actual del sistema financiero en Uruguay se parece muchísimo al blindaje del año pasado que del otro lado del charco terminó con De La Rúa, provocó un desastre económico y el default argentino que todos conocemos.
Y vaya que Batlle habló.
Habló sin que le avisaran que si los argentinos son todos chorros como dijo, a él y a los presidentes anteriores Luis Lacalle y Julio Sanguinetti habría que procesarlos por coautoría de hurto, ya que la mitad del dinero que Uruguay tiene en sus bancos corresponden a depósitos de los "chorros" argentinos, depósitos que fomentan bajo un estricto y perverso secreto bancario.
Confiado en la genuflexión de los periodistas vernáculos que lo rodean, lo adulan y viven del estado que Batlle gobierna; acostumbrado a los periodistas enamorados del poder, a los alcahuetes y correligionarios del partido que en lo ratos libres confunden obsecuencia con periodismo y la canjean por propaganda estatal; acostumbrado a que le pregunten lo que quiere decir, Batlle no solo cometió ayer el peor blooper que en materia de relaciones internacionales registra la historia, sino que mostró cómo se maneja el poder en Uruguay entre quién lo detenta y quién tiene la obligación de exponerlo. Batlle desnudó sin querer el modus operandi de la complicidad que existe en Uruguay entre prensa y gobernantes "yo pienso esto pero poné esto otro".
Si la grabación hubiera ocurrido con un periodista local para un canal de Montevideo, las palabras de Batlle nunca hubieran conocido la luz pública. Seguramente el gerente del canal llamaría al secretario presidencial para avisarle que la cámara quedó prendida y más tarde lo llamaría el gerente de publicidad para pedirle un aviso de algún organismo oficial, que Batlle aprobaría en señal de agradecimiento. Dinero que saldría off course, del bolsillo de los uruguayos.
Pero ocurrió que periodistas internacionales, acostumbrados a buscar la verdadera cara del poder y duchos en el arte de sacar del discurso políticamente correcto a sus entrevistados, lograron que nuestro presidente dijera lo que realmente pensaba sobre el vecino país.
Primero intentó desmentir lo indesmentible y al otro día lloró como un hijo arrepentido pidiendo disculpas al presidente Eduardo Duhalde y al pueblo argentino. Lloró por televisión frente a millones de espectadores generando vergüenza ajena y me pregunté cómo este hombre puede estar gobernando un país, "puede ser un problema de senilidad" aventuró muy seriamente la periodista argentina Magdalena Ruiz Guiñazú, mientras por América 2 el chimentero Jorge Rial abría su programa con un casco de guerra hasta las orejas, se moría de risa y pasaba imágenes con las declaraciones de Batlle, mientras pedía que alguien "le alcance las pastillas al abuelo".
Duhalde se mostró como un señor y perdonó con diplomacia el exabrupto de su vecino, que unas semanas atrás no dudó en romper relaciones diplomáticas con Cuba por mucho menos que lo que él dijo a los argentinos.
Mientras el país se debate en la peor crisis de su historia; mientras rompemos relaciones con países hermanos; mientras aumenta la pobreza y regalamos millones de dólares a los bancos; mientras insultamos a un país vecino en peores condiciones que el nuestro; mientras el gobierno se humilla vergonzantemente frente al poder de Estados Unidos por unas monedas que no van a llegar nunca al pueblo, me preguntaba cuánto tiene que ver el gobierno que votamos con el gobierno que nos merecemos.
Y con el gobierno que habla de más y después llora por televisión.