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Latinoamérica

Marca la guerra a niños de Chiapas

Sobrecogedores testimonios de menores desplazados sobre el asesinato de familiares

VICTOR BALLINAS Y ANGEL BOLAÑOS

Son los niños desplazados en Chiapas, los sobrevivientes de las acciones persecutorias de autoridades y grupos paramilitares y de los conflictos partidistas y religiosos, quienes cuentan en pequeñas historias, acompañadas con dibujos, el verdadero rostro de la violencia que los ha tocado y dejado a muchos de ellos en la orfandad. Ellos, con sus textos y sus imágenes, demandan poner fin a la impunidad y expresan su deseo de vivir con dignidad.
Los relatos de estos niños recogen la memoria de la violencia en Chiapas. Ilustran el terror en el que han vivido y dan cuenta de los asesinatos, robos, desapariciones, expulsiones, saqueos, humillaciones que han sufrido hombres, mujeres, ancianos y niños de sus comunidades.
Son las historias de quienes se han visto obligados a abandonar sus tierras. Los niños que expresan en estos testimonios sus emociones, tristezas, miedos, pero también sus sueños.
Ayer, durante la presentación del Informe especial sobre desplazados de la guerra en Chiapas, caminando hacia el amanecer, del Centro Fray Bartolomé de las Casas, el niño chol Alfonso Quirón señaló: ''Allá en nuestra tierra, de donde nos corrieron, nos dejaron sin nada. Donde estamos hoy no tenemos agua, no hay comida, tenemos frío y nos mojamos. Nos robaron todo. Nada tenemos, pero pido al gobierno que lleve a la justicia a esos paramilitares que nos expulsaron". Y ante el auditorio pidió:''Lleven consigo mi historia. Háganla suya y hablen para que nos hagan justicia..."
Los testimonios, las historias, se van hilvanando, y representan las voces que ponen rostro a la violencia. Esta es la historia de un niño indígena de Marqués de Comillas: "A las seis de la mañana salí de mi casa, acompañado de mi papá y mi tía Gloria para ir a traer maíz a la milpa. Como a las dos de la tarde veníamos ya de regreso hacia mi casa, cuando a la mitad del camino nos dispararon con armas de fuego. Le dispararon primero a mi papá y a mi tía Gloria, por lo que, para salvarnos, salimos corriendo hacia el mismo camino de donde veníamos, pero los matadores le siguieron disparando a mi papá.
"El sólo pudo correr 100 metros aproximadamente y se cayó. Entonces mi tía Gloria y yo corrimos como 50 metros más delante de donde se había quedado mi papá. En ese momento vimos ya de cerca a los tres asesinos encapuchados con sus armas y machetes. Allí miré los ojos de los tres y pude reconocer que eran Nicolás, Manuel y Pedro.
"Al ir corriendo, mi tía Gloria se cayó dos metros adelante del monte y los asesinos aprovecharon para agarrarla a machetazos en su nuca. A mí me empujaron y me caí boca abajo y machetearon también mi nuca, aquí se ven las cicatrices. Entonces me quedé tirado como media hora en ese lugar. Después me levanté poco a poco y como sabía que mi tío, junto con sus hijos, se habían ido a traer maíz a su milpa con sus dos caballos de carga, decidí ir a alcanzarlos.
"Ya no tuve que caminar mucho, porque los encontré en el camino que ya venían de regreso. Me vieron manchado de
sangre y me preguntaron qué me había pasado, les platiqué lo que me había sucedido en el camino con mi papá y mi tía.
"Mi tío me trajo abrazado y seguimos el camino que ya él traía. Llegamos al lugar donde murió mi tía Gloria, dos metros delante de la orilla del camino. Mi tío con sus hijos la vieron, estaba muerta. Más adelante estaba tirado mi papá en medio del camino. Ahí miré, junto con mi tío, que los asesinos le habían cortado la cabeza a mi papá, ya sólo un pedacito de pellejo estaba colgado a su cabeza...
"Llegando a mi casa mi tío le pidió de favor a su cuñado Pedro que me llevara a curar en el hospital de Villahermosa, Tabasco, y que me acompañara. Ahí estuvo ocho días conmigo en el hospital, después que salí llegué a Palenque, donde estuve dos días, y luego llegó otro cuñado de mi tío que se llama Pánfilo, y que tiene un taxi, y dijo que nos fuéramos a la comunidad de Orizaba, y no a la de Río Salinas, puesto que ahí se encontraban ya desplazados mis tíos y mi mamá. Después tomaron el acuerdo de desplazarnos a Chanibal, donde ahora estoy viviendo."
El niño hizo un dibujo en el que muestra la cancha de basquetbol, su casa y ahí dentro a su mamá. A su papá, su tía Gloria y él ?Manuel?. Así como el camino a la milpa y a los asesinos Nicolás, Manuel y Pedro. Su caballo y la iglesia.
En otras historias, los niños y las niñas indígenas dibujan a los grupos paramilitares como los de Paz y Justicia, "quienes dispararon sus armas, quemaron casas, hicieron una emboscada, amarraron a nuestros compañeros y ahí mataron a Nicolás".
Otro testimonio da cuenta de que por ser militantes del PRD "llegaron los paramilitares de Paz y Justicia. Quemaron todo. Corrimos. Ahí siguen los paramilitares desde 1995..."
La mayoría de los textos son breves, con dibujos que reflejan el miedo, el coraje y el grito de justicia de estos niños indígenas desplazados. Son los ojos de los propios desplazados y sus voces de las que da cuenta este informe.
A pesar del dolor, confiaron en el Centro Fray Bartolomé de las Casas y le entregaron sus testimonios, sólo le pidieron: "ahora que ya les contamos nuestro sufrimiento, ustedes sabrán hacer algo más por nosotros y denunciar como derechos humanos".
Las voces de los niños quedan ahí como un clamor de justicia. Su silencio pudo ser roto, y decidieron pintar lo que su voz temía decir. Su miedo afloró, le dieron forma para comunicar su dolor: "Voy a hablar, escuchen hombres y mujeres. Cuando salimos sufrimos. En este camino había mucho lodo y lluvia, trajimos cargando nuestros costales y así llegamos aquí a X'oyep. Sólo eso digo".
Pero lo que sus ojos vieron quedó plasmado: "soldados les apuntan con rifles. Las casas son quemadas, empieza el éxodo. Abandonan todo. Corren para salvarse..."
Guadalupe, una niña de 12 años, narra: "Yo dibujé mi perro porque se lo llevaron los priístas. Las flores, los perros y la escuela se quedaron en Yaxgemel y yo quiero estudiar, pero aquí en X'oyep no hay escuela. Las gallinas se perdieron, se las llevaron los paramilitares priístas. A lo mejor para comerlas. El corazón de los paramilitares no es bueno. Se perdieron nuestra tablita donde torteaba y la jícara donde guardamos nuestra tortilla. Salimos porque tuvimos miedo de sus rifles y porque nos amenazaron de matarnos".
Otra niña indígena relata: "Dibujamos nuestras iglesias, flores, gallinas y patos, todo se ha quedado en nuestros parajes pues los paramilitares nos corrieron porque nuestros padres no cooperaron para la compra de sus balas que tronaban en el aire en la escuela de Yaxgemel. Nosotros estábamos en nuestras casas. Yo me sentía triste cuando tronaban las balas y pensamos que era mejor salir de aquí para que no nos maten. La escuela se quedó en el centro de Yaxgemel".
Son historias de violencia. Son las voces y las miradas de los niños indígenas que muestran así el rostro del miedo, de la guerra, de la violencia, de la injusticia.