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16 de junio del 2002
Carlos Aznarez
Resumen Latinoamericano
Si estuviéramos en Latinoamérica, en alguno de los países del Río de la Plata, diríamos: «Es para Bush, que lo mira por TV». Y seguramente lo habrá estado mirando, indignado, por su cadena preferida, la manipuladora CNN del ricachón Ted Turner. Más de 9 millones de cubanos y cubanas inundaron el miércoles las calles de consignas antiimperialistas. Y nos quedamos cortos, porque como dijo el mismísimo Fidel al día siguiente: «Conste que hicimos un informe restrictivo sobre cuánta gente se movilizó, porque las cifras reales que tenemos superan los 10 millones». Se dice pronto: casi el 94 % de la población dijo «presente» a una convocatoria que su comandante en jefe había lanzado, sólo 36 horas antes, con la idea de convalidar masivamente una importante modificación a la Constitución cubana, donde se ratifica el carácter socialista de la Revolución.
Tan impresionante marcha se hizo para responderle al matón del mundo, George W. Bush, que en un reciente discurso, pronunciado en la cuna de la gusanera en Florida, había exigido «elecciones libres», condenado a Fidel como «dictador egocéntrico» y cargado las tintas sobre la inclusión del pequeño país en la lista de «terroristas más buscados» de su «agenda del mal».
Como todo lo que sucede en Cuba, la respuesta rompió los esquemas imaginables, provocando la sana envidia de todos los pueblos cuyos gobiernos se preocupan en lamer una y otra vez la botas del emperador yanqui. Horas antes de la cita, le llegaron noticias preocupantes a Fidel: los pronósticos anunciaban «bombas de agua» en forma de aguaceros gigantescos en varios puntos del país. Entonces ocurrió lo impensable en cualquier lugar, excepto en Cuba. Fidel en persona, junto a un grupo de colaboradores, estudiaron la forma de que el diluvio no perjudique a los manifestantes. Según coordenadas surgidas en una mesa de operaciones, como si de una maniobra bélica se tratara, se dispuso cambiar los horarios de las marchas que podrían verse afectadas por el agua, además de tomar medidas evacuando a los pobladores de los puntos más álgidos. Con estas previsiones y Bush como enemigo no hacían falta más invitaciones. Cuba entera se hizo multitud. Por si faltaba algo, al día siguiente, un Fidel agradecido y eufórico coronó la respuesta convocando para hoy, menos de 48 horas después de semejante movida, a un referéndum.
Esto ocurre 43 años después de que se iniciara el proceso revolucionario, en un país donde el socialismo es más que posible y, por ende, la salud, la educación y la alimentación de su población son una realidad, a pesar de soportar el asedio criminal, traducido en guerra económica, por parte de sus vecinos del Gobierno de EEUU. Y sucede porque Cuba es mucha Cuba para que le puedan poner precio los «democratosos» (de derecha o izquierda, que también los hay) tan preocupados ellos por el «partido único», el «culto a la personalidad» o el «comportamiento dictatorial» de Castro y sus compañeros.
Que sigan ellos con sus tonterías hipócritas que nosotros, los que amamos y defendemos la dignidad de esta querida isla, seguiremos disfrutando de su existencia luminosa.