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28 de julio del 2002
¿Colombia hacia la dictadura civil?
Alpher Rojas Carvajal
LIBRE MENTE
Cuando Alvaro Uribe Vélez (AUV) tome posesión del cargo,
va a ser presidente de apenas un poco más de la mitad del país.
Para el resto, será de carácter simbólico. Porque el siete
de agosto, la cifra de alcaldes renunciados será mayor a cuatrocientos
y cerca de noventa más estarán despachando por fuera de sus respectivas
jurisdicciones, presionados por el plan de rediseño geopolítico
que ha emprendido la insurgencia. De otro lado, el temprano malestar generado
por el desconocimiento de otros sectores partidistas y, especialmente, de las
fuerzas regionales distintas a las de su provincia paisa (Antioquia)
en el gabinete de ministros, así como las rudas increpaciones e imprecaciones
contra los otros poderes públicos por su ministro del Interior y de la
Justicia, comprometen buena parte de su "capital político".
No es poco si se tiene en cuenta que ya, desde la perspectiva del análisis
electoral, es un gobierno que sólo cuenta con el apoyo de una minoría
cercana al diez por ciento del potencial de sufragantes, pues sumados los guarismos
obtenidos por sus adversarios, más la "expresión" de quienes estando
habilitados no quisieron ejercer su voto por candidato alguno, éstos
alcanzan un porcentaje superior al ochenta y cinco por ciento. Lo cual evidentemente
constituye una mayoría de incontrastables proporciones que no va a estar
en los escenarios de apoyo al nuevo "mandatario", y que, todo lo contrario,
podría estar fraguando un gran frente de oposición civil desde
las barriadas y las calles de la patria (como la multitudinaria marcha de mujeres
del 25 de julio que colmó la plaza de Bolivar de Bogotá con sus
consignas de ni un hijo ni un peso para la guerra).
En estas condiciones AUV buscará afirmarse sólo en los sectores
proclives a la salida autoritaria, pues ya numerosos militantes de "Primero
Colombia" empiezan a manifestar su contrariedad frente a las determinaciones
adoptadas y a expresar su abierto desacuerdo con los resultados de sus giras
internacionales de las cuales ha regresado con las alforjas llenas de promesas
armamentistas para profundizar el conflicto interno, pero sin respuesta alguna
para la dramática situación social de las mayorías colombianas.
Ese descontento tiene que ver también con la forma como AUV ha circunscrito
la corrupción a los llamados auxilios parlamentarios y al clientelismo
político, mientras en la práctica elogia el conflicto de intereses
del próximo ministro de Hacienda que viene de ser funcionario del FMI,
al tiempo que hace un silencio cómplice con la venalidad del "hiperministro"
Londoño Hoyos, en relación con su multimillonario affaire
en Invercolsa. "Uno vive mejor sin ética", parece ser su consigna.
AUV que sin duda es un hombre avezado, tiene que haber advertido la situación
de precaria gobernabilidad conque llega al poder, en el que sólo estará
rodeado y, seguramente, apoyado por los militares -y los paras-, como también
por su íntimo círculo de latifundistas, los monopolios de los
medios de comunicación y el poder de las corporaciones transnacionales
en las que fundamentará sus planes de expansión del mercado. Muchos
podrán decir que es suficiente para "gobernar". Sin embargo, en sana
hermenéutica democrática no podría llamarse gobierno civil
a las determinaciones unilaterales emanadas del concierto excluyente de los
grupos de presión. De allí que la nueva época que se abrirá
para los colombianos a partir del siete de agosto, estará más
fundamentada en el ejercicio arbitrario de la fuerza que en el desarrollo de
una cultura política democrática.
El estado de sitio que el superministro Londoño Hoyos anhela exhumar,
constituye la puesta en escena de un modelo de linaje neofascista ajustado en
sus variables económicas a la concepción neoclásica, que
no ahorrará esfuerzo alguno en su propósito de mantener la vigencia
de una dictadura civil para buscar el aplastamiento de la critica y la criminalización
de la protesta social, mientras que en una inversión al absurdo de la
realidad nacional, los actores antidemocráticos serán exaltados
por su contribución a exterminar a los "enemigos de la paz". Es decir,
la reedición de las épocas del estatuto de seguridad de Turbay
o, peor, las del tristemente célebre Laureano Gómez. O, como bien
sostienen los más benévolos analistas, una especie de regeneración
nuñista posmoderna.
alpher_r@hotmail.com