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BACARDÍ: LA GUERRA OCULTA
Desde los primeros pasos dados por la Fundación Nacional Cubano Americana, varios accionistas de la multinacional Bacardí ingresaron a su directiva. Dentro de la Fundación siempre han sido un gran poder a la sombra. Ninguna otra formación empresarial o familiar ha hecho presencia permanente con tantos miembros en esa especie de «santuario» de la extrema derecha contrarrevolucionaria.
Hernando Calvo Ospina
CAPÍTULO VII
LA FUNDACIÓN Y LOS ACCIONISTAS
Cómplices en el pecado Como sus intereses políticos coincidían con los objetivos que la administración Reagan tenía para la Fundación, a los pocos meses más de cien empresarios cubanos, residentes en Estados Unidos, formaban parte de su directiva. Cada uno dispuesto a aportar cuotas de entre cinco mil y cincuenta mil dólares anuales. Muchos de ellos vinculados de una u otra forma con los servicios de espionaje estadounidense, principalmente la CIA.
De otra parte, la influencia que podía tener ese grupo sobre la comunidad en la Florida; la posibilidad de movilizar recursos económicos, tan decisivos en la política electoral estadounidense; y por sus relaciones con el mundo empresarial y político, dentro y fuera de Estados Unidos, lo hicieron imprescindible a la causa.
Directivos de Bacardí refuerzan la Fundación
Desde los primeros pasos dados por la Fundación Nacional Cubano Americana, varios accionistas de la multinacional Bacardí ingresaron a su directiva. Dentro de la Fundación siempre han sido un gran poder a la sombra. Ninguna otra formación empresarial o familiar ha hecho presencia permanente con tantos miembros en esa especie de «santuario» de la extrema derecha contrarrevolucionaria.
Esos accionistas, y por su intermedio la Bacardí, han sido de los más importantes responsables y cómplices de las actividades legales, clandestinas y de otro tipo, adelantadas desde 1981 por la Fundación. Han sido parte del cuerpo directivo que toma decisiones, aprueba planes y los implementa, sirviendo a los intereses estadounidenses, primordialmente en la guerra contra Cuba.
Sin descontar a aquellos numerosos miembros del clan que pertenecen a la Fundación en calidad de «Asociados». Estos, aunque no pueden ser elegidos como directores, sí tienen todos los demás derechos, deberes y privilegios, incluido su participación en la Junta General. Cada año deben aportar un mínimo de dos mil dólares.
Entre los miembros del clan Bacardí que han formado parte de la Junta Directiva de la Fundación Nacional Cubano Americana se distinguen: José Pepín Bosch, Clara María del Valle, Lourdes Abascal Quirch, José Bacardí, y Manuel Jorge Cutillas.
Pepín Bosch, quien había dejado su cargo en la compañía Bacardí en 1976, pero sin dejar de ser de los más importantes e influyentes accionistas, compartió silla en el Consejo Consultivo (Advisory Council), hasta su muerte en 1994, con personajes como el senador Richard Stone, Jeane Kirkpatrick, William C. Doherty, y Peter Grace. Los dos últimos, directivos del Instituto Americano para el Desarrollo de los Sindicatos Libres (AIFLD, siglas en inglés), organización regional de la AFL–CIO. Tanto las organizaciones sindicales como esas personas, han sido denunciadas por sus estrechos vínculos con la CIA.
Cutillas, Abascal Quirch y José Bacardí, por su parte, han sido fideicomisarios (Board of Trustees) junto a una gran gama de cubanoamericanos, incluido, coincidencia del destino, el ex dirigente de la Representación Cubana en el Exilio y ex miembro de los servicios de inteligencia estadounidenses, Ernesto Freire.
Clara María del Valle, nieta de una Bacardí, se involucraría desde mediados de los ochenta a las actividades de la Fundación. Y con poder en la toma de decisiones a partir de 1989, cuando ingresa a la Junta de Directores (Board of Directors), hasta llegar en 1999 a vicedirectora ejecutiva.
También existen importantes miembros del clan que han mantenido relaciones, colaboración y/o aportes financieros, aunque sin pertenecer al ejecutivo de la Fundación, de los cuales se pueden citar los altos directivos de la empresa Juan Prado, Juan Grau, Rodolfo Ruiz, Eduardo Sardiña, Edwin Nielsen Schueg, entre otros.
El papel de la intelectualidad conservadora
También los intelectuales y diplomáticos merecían especial atención en la Fundación Nacional Cubano Americana. Aunque muy pocos se integraron al cuerpo directivo, muchos formaron parte del equipo asesor. Los preferidos: aquellos que en su mayoría tenían relaciones con la Heritage Foundation, Freedom House, o procedían de la Universidad Católica de Georgetown.
Junto a Frank Calzón se distinguieron José Sorzano, Ernesto Betancourt y Luis Aguilar León, editorialista del periódico El Nuevo Herald, y persona comprometida con los intereses políticos de la empresa Bacardí. Ellos, y su círculo, compartieron tesis, actividades y complicidades con intelectuales de otras nacionalidades. Entre los primeros estuvieron Fernando Arrabal, Carlos y Jorge Semprún, Philippe Sollers, Hugh Thomas, Mari Paz Martínez Nieto, Mario Vargas Llosa, Bernard–Henri Lévy y Jean–François Revel, esté último considerado al servicio de la CIA.
En el caso de Francia, el primer encuentro se realizó en 1979, teniendo a Revel, Lévy, Arrabal y Sollers, como sus principales protagonistas. En octubre de 1991, bajo la coordinación de Eduardo Manet y Carlos Alberto Montaner, se organizó otra similar en la Asamblea Nacional de Francia, coincidiendo con la inauguración del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. El punto central de este encuentro, era exigirle a los gobiernos galo y español el reconocimiento de las principales organizaciones del exilio como interlocutoras válidas. La presidencia del evento estuvo a cargo de Vargas Llosa, quien ya apoyaba el bloqueo a Cuba; siendo «organizado por la revista francesa La Règle du jeu del filósofo antimarxista Bernard–Henry Lévy».
Para abril de 1992, en momentos que se hablaba de la inminente desaparición del sistema cubano, se efectuó otro encuentro en Paris. Nuevamente Montaner y Manet coordinaron, mientras Revel y Lévy daban todo su apoyo. Sin descontar la animación del cineasta Néstor Almendros, quien pocos años antes había estrenado su documental «Nadie escuchaba», subvencionado por la FNCA. A ella asistieron dirigentes de la Fundación, más otros representantes de organizaciones extremistas de Miami como Hubert Matos y Ricardo Bofill. Las discusiones se llevaron en el «Centro de Altos Estudios sobre Africa y Asia Moderna, que incluye al Grupo Caribe [...] que pertenece a la oficina de la Primer Ministro Edith Cresson».
Infiltración académica
Al concordar ideológicamente, la Fundación, el Centro Internacional de Estudios Estratégicos de la Universidad de Georgetown (CSIS siglas en inglés), la Heritage Foundation, Freedom House y la Universidad de Miami, principalmente, estrecharían lazos. Además, la Fundación entregaría al CSIS y a la Universidad de Miami, importantes aportes económicos, que se traducirían en algo más que simples relaciones académicas.
A fines de la década de los ochenta, la Fundación Nacional Cubano Americana creó el Fondo de Estudios Cubanos (ECAS, siglas en inglés). Sus metas básicas eran el producir documentos de análisis políticos, y lograr actividades con centros de estudios y universidades sobre Cuba. Por ejemplo, cuando se avizoraba el derrumbe del llamado bloque socialista europeo, el Fondo de Estudios Cubanos organizó junto a la Universidad de Miami encuentros para debatir las relaciones entre Cuba y esos países. Fueron invitados políticos, diplomáticos e intelectuales de la URSS, Polonia y Hungría, principalmente.
Como era de suponer, las principales figuras en la dirección del ECAS provenían de instituciones conservadoras anteriormente citadas: Jean–François Revel, Jeane Kirkpatrick, Hugh Thomas, Luis Aguilar León, incluido Mario Vargas Llosa, etcétera.
El centro de acción del ECAS fue el Centro de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami, existiendo una poderosa razón para ello. En los primeros meses del año noventa, la Fundación propuso a la Universidad Internacional de Miami (FIU, siglas en inglés) crear el Fondo de Estudios Cubanos, paralelo a la Facultad de Estudios Cubanos, porque, supuestamente, esta se encontraba en manos de la izquierda. Este Fondo, donde la Fundación aportaría un dólar por cada dólar estatal, permitiría otorgar becas, financiar seminarios, investigaciones y publicaciones. Pero la propuesta fue rechazada por un importante sector de alumnos y docentes, que vieron en peligro la independencia académica.
La confrontación tomó dimensión nacional. Hasta que en 1991 el Congreso estatal de la Florida decidió que el Fondo podría ser pero en la Universidad de Miami, establecimiento para entonces casi dominado por el sector reaccionario del exilio. El Congreso también se comprometía a aportar un millón de dólares, por lo tanto la Fundación debería aportar igual cantidad: «La Fundación levantó el millón de dólares en lo que canta un gallo –la Bacardí hizo una contribución sustancial– y nació así el Fondo de Estudios Cubanos [...]»
La cátedra Bacardí
Ya existía un antecedente, bien particular, del Centro de Estudios Cubanos.
Fue en la Universidad de Miami que se inauguró, en 1986, la cátedra Emilio Bacardí Moreau, más conocida como la cátedra Bacardí (The Bacardi Chair). Personajes ligados a la Fundación y la Bacardí, como Luis Aguilar León, Irving L. Horowitz y Jaime Suchlicki, fueron invitados a dictar cursos sobre «la historia de Cuba y la comprensión de la cultura cubana», temas centrales de la cátedra.
Precisamente, Manuel J. Cutillas, capitoste de Bacardí, ha sido el presidente del Consejo Internacional Consultivo (International Advisory Board) de la Universidad de Miami. Llama la atención que el Consejo Consultivo de un centro académico superior, esté conformado por 34 ejecutivos en representación de la banca, el comercio, la industria y los medios de comunicación. Según el informativo de la Universidad, el grupo colabora con el rector «en el desarrollo de programas de estudios internacionales, reclutamiento de estudiantes, así como al progreso del Centro para Estudiantes Cubanos».
Radio Martí
El grupo de intelectuales y políticos, próximos o militantes de la Fundación Nacional Cubano Americana, pudo poner al aire sus tesis y anhelos en Radio Martí. Aunque aprobada en 1983 por el presidente Reagan, a la par que el Proyecto Democracia, tan solo en mayo de 1985 comenzaron sus transmisiones hacia Cuba, al haber encontrado fuerte oposición de un importante sector del Congreso estadounidense, que la veía poco efectiva en la estrategia desestabilizadora al gobierno cubano.
Según los principales interesados, la emisora significaba «el primer acto importante de la Fundación, en sociedad con el gobierno norteamericano». Richard Allen sería, en el Consejo Nacional de Seguridad, quien impulsaría la creación de la radio que, irónicamente, llevaba el nombre del cubano que luchara contra el colonialismo español, y previera las ansias de Estados Unidos por anexar su patria. Allen contaría de nuevo con el apoyo de aquellos que habían favorecido el nacimiento de la Fundación Nacional Cubano Americana: Jesse Helms, Richard Stone, Dante Fascell, Robert McFarlane, Jeane Kirkpatrick, entre otros. Además, Allen y la extrema derecha del exilio tenían un hombre clave a su favor: Charles Wick, jefe del principal aparato de propaganda estadounidense: la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA, por las siglas en inglés).
Hilda Inclán, de la dirección de noticias, se fue de Radio Martí «acusando a los directores de violaciones de Leyes federales y periodismo irresponsable». Igualmente, «se quejó que el Departamento de investigaciones de la empresa radial era un aparato de inteligencia [...] Precisamente, el Departamento de investigaciones de Radio Martí se había convertido en la espina dorsal de la radioemisora». Rolando Bonachea, director de la emisora, expresó durante una disertación en el Instituto de Estudios Cubanos (ECAS), de la Universidad de Miami: «Hoy por hoy Radio Martí y TV– Martí son los centros más grandes de investigación e información sobre Cuba. Mientras la CIA cuenta con sólo 3 analistas de origen cubano dedicados a ese tipo de investigación, y el Departamento de Defensa tiene 2, RM y TVM tienen 220 empleados totalmente dedicados al estudio de la realidad cubana y las actividades del gobierno, dentro y fuera de Cuba».
Radio Martí comenzó con un presupuesto anual de catorce millones de dólares, el cual fue aumentado gradualmente. A pesar de ello, el objetivo fundamental de incidir en el pueblo cubano para que se subleve contra su gobierno, no se ha logrado. Preocupados por esa situación, varios e importantes directores y accionistas de la compañía Bacardí se unieron a «Ciudadanos por una Cuba Libre», colectivo de personajes conservadores de la política estadounidense y cubanoamericanos, que en una carta abierta al presidente Clinton le pedían, entre otras cosas: «Intensificar las transmisiones a Cuba de Radio y Televisión Martí, y de otros canales de comunicación, a fin de informar y motivar al pueblo».
Tomado del libro Bacardí: la guerra oculta publicado por la Editora Abril