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Con motivo de su natalicio: 19 de junio de 1764
Don José Artigas,
primer jefe de los orientales todos
Carlos Revello
En estos tiempos de crisis, los pueblos se vuelven institivamente hacia su pasado. En Venezuela es Bolívar. Sacude a venezolanos, colombianos, ecuatorianos, se extiende al Perú, reverbera en Bolivia. El Imperio lo sabe y se azora. Se inquietan también sus laderos.
Saben bien porqué.
En el Sur, es Artigas.
Ideario y acción.
Lo ha aceptado hasta el conurbano de Buenos Aires, donde en su tiempo tuvo sus aliados también. En el resto de la República Argentina no es necesario. Artigas estuvo siempre allí. No es ajeno a cordobeses, entrerrianos, santafecinos y principalmente los misioneros.
Artigas es la Patria Grande, no es hombre de patrioterismos regionales, ni
de orgullos nacionales. Ni siquiera es emblema para uniformados. Estos serán
dignos de portar sus emblemas el día que dejen de transportar granitos
al Paraguay o repetir cabalgatas de chasques que en primer lugar eran civiles
en armas y abracen su ideario y accion militar total: contra el imperio y los
platudos. Al lado del pueblo humilde y trabajador. Sin privilegios por la espada
que les da el pueblo.
De Artigas lo más reciente que ha descubierto la historiografía
es el enigma de su predilección por los indios. Ahora se sabe que cuando
a los catorce años se fue "de las casas" y lo vuelve
a ver su contemporáneo Cavia, en el Batoví, ya adulto, entre indios
y peones mestizos, "mozos que lo escuchan alucinados", había
vivido en las tolderias con los charrúas. De su convivencia hay un hijo.
Lo hizo público Maggi recientemente. Pero se sabía en círculos
de historiadores.
Hacían manifestación en Buenos Aires recientemente, ciertos petimetres
atolondrados porque el Sr. General San Martin, era mestizo indio y aparte, fíjese
Ud!!! hijo ilegal del gobernador criollo del Yapeyú. Faltaba más!!!
¿Dónde han leído su historia, los hijos reaccionarios de las clases
medias del esquema? Sangre india sí, y a mucha honra!!! Y si nos les
gusta, agarren sus crucifijos y sus melenas doradas y váyanse a nacionalizarse
gringos!!! En América es el mestizaje: indios, blancos y negros y el
producto de sus amores. Que ninguno fue engendrado en una perezosa tarde "de
siesta" sino en noches de regocijo y amor!!!
El problema, para los antiguos patriotas del nacionalismo inducido por mandato
ideológico eurocentrista, es que la Patria Vieja les queda grande y los
transciende. Ahora son "globalizantes" y obligados a internacionalizarse
al gusto y paladar de los que tienen el sartén por el mango y fíjense
Uds. tiran sus viejos colgajos patrióticos de antaño sin ningún
rubor!!!
¿Qué era en el Plata la Patria Vieja? ¿Qué era, en el norte, la Patria grande para Bolívar?
-Era el reconocimiento de que las antiguas circunscripciones del Virreynato eran racionalizaciones administrativas con basamento geográfico. La fragmentaron en nacionalismo los mismos poderes que pretendían explotarnos mas y mejor. Los jefes de las masas concientes estaban perfectamente advertidos del problema. Por eso Artigas, será el primero de los orientales todos, pero nunca jamás el heroe nacional uruguayo!!!
El problema para los fabricantes de hornatos y nichos, de santones patrióticos
y anodinos de la espada, está en que el Prócer, les es esquivo
y avieso. Lo entierran, lo mausolean, lo santifican y... se les escapa. La gran
siete... con Don Pepe!!! Y no saben Uds. "no es fácil sorprenderlo
con grandes razonamientos, pues reduce la dificultad a pocas palabras y lleno
de mucha experiencia tiene una previsión y un tino extraordinario. Conoce
mucho el corazón humano, principalmente el de nuestros paisanos,
y así no hay quien le gane en el arte de manejarlos. Todos lo rodean
y todos los siguen con amor, no obstante viven desnudos y llenos de miseria
a su lado, no por falta de recursos sino por no oprimir a los pueblos con
contribuciones..." (Larrañaga, adversario y en negociaciones encontradas).
Este es el hombre que la historiografía ha debido rescatar de los libelos
y de la leyenda negra del centralismo porteño. Lo primero que hacían
los unitarios era quemar los libros, los registros, confiscar las cartas, saquear
los archivos y sin embargo la escasa documentación que ha sobrevivido
es voluminosísima y constantemente le hace justicia. Está hasta
el día de hoy desperdigada en los archivos uruguayos y argentinos y una
gran parte en los archivos provinciales. Ante la evidencia se han posternado
sus más tenaces enemigos: Mitre, Sarmiento, Alvear, el mismo Cavia, el
autor -por encargo- del libelo de la leyenda negra.
Es General, no por escuela de oficiales, es general porque los paisanos metidos a liberación saben que ése es el título que le corresponde al que dirige ejércitos.
Es actor político primerísimo en el Plata: marca que la
meta primera es la independencia, cuando Belgrano, Rivadavia, San Martín
y otros juguetean con la idea monárquica.
Es un tema que se le ha silenciado permanentemente a los escolares, liceales
y bachilleres de la República Argentina por generaciones.
Es legislador social que reinvindica que la soberanía de los pueblos es el basamento de la idea republicana y que al mismo tiempo la verdadera justicia es que los humildes sean los "más favorecidos".
Es el defensor de los indios, que trae los abipones casi exterminados en Santa Fe a la provincia oriental y le pide al Cabildo de Montevio aperos de labranza para que sobrevivan.
Tan grande era su figura ante las masas que tuvieron que coaligarse los ingleses de Inga-la-perra, el Brasil monárquico, los unitarios de Buenos Aires y todos ellos financiar a fuerzas de patacones la traición de los Pancho Ramírez, de los López, de los Genaro Puerigorría, sus caudillos.
E invadido por los portugueses y los brasileros, traicionado por los caudillos, deja más de mitad de la población oriental en los campos de batalla y sigue levantando –lo consignan sus enemigos- ejércitos indios de la noche a la mañana, en las provincias argentinas, que le brindan cobertura y le salían a los caminos "con sus familias y sus ovejas, a pedirle la bendición". Está el testimonio del indicieto "mimoso" apadrinado por oficial brasileño e interrogado por plenipotenciario francés que le pregunta al muchacho: "¿Qué prefirirías para ser verdaderamente feliz?" Y la respuesta llega, tajante: "Estar con Artigas!!!".
Sus últimos soldados son negros e indios. ¿No había blancos? –Por supuesto que los había, Anacleto Medina es posiblemente uno de ellos y además el único que quizá nos da una clave de sus planes, cuando habla de que "Artigas quedó "cortado" en designios que nadie se atrevió después interrogar y sobre los que continúan las especulaciones. Y Anacleto era de los "bravos" paisanos que salvó a la Delfina (la mujer de Ramírez) en un periplo que es legendario y morirá después muy ancianito y lanceado, enojado e indignado con el ayudante que le espoleaba el caballo, porque "Yo, no disparo nunca ante el enemigo". Si así era Anacleto en la vejez, imagínense Uds. lo que debía haber sido este verdadero Rambo sin celuloide, en los tiempos mozos. Y estos "tigres" eran la compañía cotidiana de Don José. Entornemos por un momento los ojos para pasarle revista a algunos. Blas Basualdo y sus legendarios "coloraos" por el que Don José decretó honra fúnebre especial, Lavalleja, corto de estatura y cuello de toro, rabioso en las cargas a sable, el gaucho irlandés Campbell -con su sombrero estropeado de paja, único remedio para el sol inclemente que los despellejaba. Dirigía flotillas federales y se largaba al abordaje con tropas abigarradas y multicolores. Hoy sabemos que no desapareció, lo siguió al Paraguay. El negro Ansina que compartió con él años y hasta cadenas -con que los aherrojaron cuando el temible Gaspar de Francia murió- y que lo sobrevivió. Fue el más locuaz "vinieron los orientales, de Montevideo y se lo llevaron a Artigas..." El "tape" misionero Andresito para el cual no basta el presidio común después de vencido y, por su rebeldía desaparece en las mazmorras más temibles de la Isla de las Cobras. Finalmente el más enigmático de todos: Monterroso, su pariente. Culto, reservado -su prosa era terrible- al cual Ramírez obligó a decir misa desde una cofa del campamento y que volvió después, siendo un hombre maldito y silencioso en la capital Montevideo, que nunca le perdonó su fidelidad a Artigas. Y tantos, tantos más. Paisanos que se iban del combate, abriendo trocha entre el enemigo y "andá que te cure Hortensia". Porque al hombre hay que verlo, en el contexto de su tiempo, donde hasta las mujeres eran "tauras" y cargaban lanza o carabina, curaban, confortaban, amaban y parian en los fogones, sin mengua de nada. Es el mismo que durmiendo en el "bendito" el puma viene, le lleva un perro, pero, ante el "hombre", se dispara. Es el mismo que cuando se ponía la "boina blanca" en Purificación ni los íntimos se le arrimaban "porque el General, anda "alunado".
Después vienen los 30 años de vida en el Paraguay. Jamás un reproche, una memoria justificativa. Ni siquiera una confidencia que después el visitante pudiera violentar. No se fue a Europa, se quedó en América. en el corazón de América. Doblando el torso sobre la tierra en su chacra, criando sus ganados. Lo que le sobraba lo repartía a los vecinos pobres. Lo fueron a visitar pintores, generales (Paz es uno de ellos), le llegaron hasta envíos presidenciales de Rivera para que volviera. Le devolvió los honores sin abrir. Rivera "tenía la culpa" y no sólo por rendirse. La tenía además porque acicateaba a Ramírez para que lo asesinara y Don José tenía memoria larga. Lo vigilaban constantemente, hasta el embajador brasileño y el adecán militar. Lo quisieron poner "de general" en la coalición contra Rosas. Descartó el dudoso mérito. Supo de la vuelta de Obligado, cuando las flotas francesas e inglesas y los mercantes forzaron el Paraná (su hijo lo visitó aprovechando uno de esos transportes). Fue bien lúcido y conciente de la ambición de los demás sobre nuestros pueblos de América. Dirá, reconfortado y cuando un visitante se lo mencione "¿Y,... todavía, resuena mi nombre?"
El último descubrimiento de la historiografía con respecto al personaje, es la denominación guaraní que queda de él. Era el "Overaba Carai", el Señor Resplandeciente. Lo sabían bien muchos, pero lo ocultaron sistematicamente hasta que al final la verdad se abrió camino.
Artigas es la Patria Vieja, a la que volveremos los orientales y los argentinos
cuando la crisis actual nos lleve- necesariamente- a la huella que no debíamos
haber abandonado. Y sin pensarlo entonces, quizás, también, el
mejor epitafio se escribirá sobre su tumba. El que hizo un bardo nuestro
allá en Punta Carretas y que hoy ningún cantor ha entonado más:
"De pata al suelo, tamango de goma, chancleta barbuda y hasta el buen
tacón/ a todos le cabe, corto, corto o largo/ porque este es buen criollo
y no hace distinción". El bardo cayó en Pando, era un
moderno tupamaro que quiso como tantos otros, ser fiel y lo fue, al ideario
de José Gervasio Artigas, "general de hombres libres".
Carlos Revello
carlos.revello@chello.se