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Latinoamérica

PRIMERO DE MAYO

Hipocresía y mentira, instrumentos del sistema político y económico en AL, sostiene
Al hacer público el diálogo con Fox, fui leal a la verdad y a los pueblos: Castro
Ante cientos de miles de cubanos rechazó que en la isla se violen los derechos humanos
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 1º de mayo. Arropado con el apoyo activo de cientos de miles de personas, el presidente Fidel Castro criticó a los gobiernos latinoamericanos que respaldaron la resolución de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de la Organización de Naciones Unidas (ONU) contra La Habana, y advirtió que Cuba "no inclinará sus banderas ante la superpotencia hegemónica que hoy dicta órdenes a sus lacayos y lamebotas en este infortunado hemisferio".
Evocó el aislamiento de que fue objeto Cuba en los años 60, con excepción de un país "donde décadas atrás" hubo una revolución social que trajo justicia y notables avances para el pueblo, pero esta vez, dijo, "tristemente la excepción se convirtió en regla".
Castro, quien dijo que esta era la mayor concentración popular en Cuba desde el triunfo de la revolución de 1959, leyó durante unos 40 minutos un discurso por el Día Internacional de los Trabajadores. La tradición de realizar un desfile fue abandonada para remplazarla por un mitin, que la multitud aguantó a pie firme y a pleno sol durante dos horas.
El discurso del mandatario parece esbozar las expectativas de La Habana sobre el futuro inmediato con el gobierno mexicano: un congelamiento del diálogo político sin ruptura de relaciones diplomáticas, pero con un latente y rasposo diferendo, que puede subir o bajar de nivel según la coyuntura. En cualquier caso, está claro que se rompió la alianza de décadas y México es ahora un vecino distante. Castro fue violento con la mayoría de los países latinoamericanos, con un tono que también refleja distanciamiento.
Desde su aparición en la televisión el martes de la semana pasada, Castro y los funcionarios cubanos de primera línea habían guardado silencio sobre la crisis con el gobierno mexicano.
Sin mencionar el nombre de México ni el del presidente Vicente Fox, el mandatario mostró su profunda irritación por el conflicto surgido en la cumbre de Monterrey de marzo pasado y el voto de ese país sobre Cuba en la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Polemizó ampliamente sobre ambos temas, pero no dio indicios de querer escalar el enfrentamiento.
Por el contrario, se sintió obligado a explicar: "Lamento mucho la necesidad de incluir este punto en mi discurso, pero era un deber. Todavía altos funcionarios de aquel país nos atacan diariamente. Es un tema que está demasiado fresco para lanzarlo al cesto del olvido."
La concentración, que los medios informativos locales ubicaron en más de un millón de personas, ocupaba por completo la Plaza de la Revolución y a partir de ahí se abría en columnas compactas por varias calles y avenidas. Como siempre en estas celebraciones, una multitud animosa viajó en caravanas de vehículos desde todos los rincones de la capital y de la vecina Provincia de La Habana y se concentró desde la madrugada en torno a la explanada.
Pero sólo a última hora se supo que no habría marcha. En cambio, con una fila de oradores, canción política, poesía coral y cuadros de danza moderna, la celebración adoptó el formato de Tribuna Abierta de la Revolución, los mítines de apoyo al gobierno que desde hace unos tres años se realizan todos los fines de semana.
La excepción se hizo regla
Castro evocó el aislamiento regional de Cuba en los años 60, para indicar que la historia se repite, esta vez sin la excepción mexicana: "Ningún libro de Marx y Lenin

podría ilustrar tanto sobre el carácter antinacional, entreguista y traidor de las oligarquías latinoamericanas, y lo que significaba el papel del imperialismo en el destino de nuestros pueblos, como los 43 años de la experiencia vivida por nuestra revolución. Todos los gobiernos oligárquicos y burgueses se unieron al aislamiento y el bloqueo, a la agresión imperialista contra Cuba, con excepción de un país donde décadas atrás tuvo lugar una gran revolución social, que trajo justicia y notables avances para el pueblo de una nación mutilada por el insaciable expansionismo de su vecino del norte, y más de una vez mártir de la intervención y conquista extranjera a lo largo de su azarosa y sufrida historia. Esta vez, tristemente, la excepción se convirtió en regla".
El líder cubano hiló fino para precisar que, al final de cuentas, en la región todavía puede tener interlocutores: recordó que Brasil, Ecuador, República Dominicana, Haití, y los países anglófonos del Caribe "no se sumaron al júbilo golpista" durante el efímero derrocamiento del presidente venezolano Hugo Chávez y que esos países, junto con Bolivia y Colombia, tampoco apoyaron la moción sobre Cuba en la CDH.
De cualquier forma, subrayó que ningún mandatario del hemisferio condenó el golpe en Venezuela, con excepción del argentino Eduardo Duhalde, "tal vez temeroso, dada su crítica situación política, de que un sargento de la policía lo derroque".
También hizo un balance de las reacciones latinoamericanas al conflicto de Monterrey: "algunos guardaron decoroso silencio", pero el secretario general de la "desprestigiada y repugnante" Organización de Estados Americanos, el colombiano César Gaviria, "lanzó dardos venenosos apoyando el despojo sufrido por Cuba, cual si esa organización realmente existiera. ¡Qué clase de basura son muchos de los que aparentan ser gobernantes soberanos!"
Castro polemizó así con los gobiernos latinoamericanos que respaldaron la resolución de la CDH sobre la isla: "Cuba, después de soportar las más inconcebibles dificultades y amenazas, ataques terroristas y riesgos de todo tipo, no inclinó ni inclinará sus banderas ante la superpotencia hegemónica que hoy dicta órdenes a sus lacayos y lamebotas en este infortunado hemisferio, a través de un terrorista convertido en secretario asistente de Estado para América Latina (Otto Reich, recién nombrado en el cargo)".
Enfiló luego contra el gobierno de Fox: "Cuando el honor, la moral y la credibilidad de Cuba fueron puestos en entredicho por el diferendo ocurrido con el gobierno del país anfitrión (en Monterrey), se hizo evidente que la hipocresía y la mentira son instrumentos inseparables, casi únicos, del sistema político y económico prevaleciente en América Latina."
Explicó su decisión de hacer público el diálogo con el presidente mexicano: "Se quiso cuestionar mi decencia y mi ética cuando, puesto en la disyuntiva de ser leal a la mentira o leal a la verdad, leal al engaño y la manipulación calumniosa de los hechos o leal a nuestro pueblo y a todos los pueblos del mundo, fui leal a la verdad y a los pueblos".
Respondió a las críticas por la difusión de la cinta grabada con esa conversación: "Las vírgenes vestales del templo de la hipocresía se rasgaron las vestiduras en nombre de la privacidad. Incluso hombres honestos que en el pasado fueron testigos indignados de episodios electorales y trampas desleales con adversarios políticos, eran inducidos a pensar que mi conducta era incorrecta. Yo no inventé nada, ni llamé a nadie, ni tendí trampa alguna contra alguien. Advertí cuantas veces pude a los que durante más de un mes me desafiaron constantemente y exigieron pruebas y más pruebas. Aunque en nada me sentía atado con lo que después, por la evolución de los acontecimientos, resultó ser engañoso ardid para obligarme al silencio y la confidencialidad en asunto de tanta trascendencia, con toda claridad demandé el cese de las ofensas; al continuar las mentiras, las calumnias y la exigencia de pruebas durante varias semanas, cumplí la advertencia que había hecho".
Rechazó que hubiese incurrido en una falta de ética: "Se me acusó también de ser vengativo por la promesa incumplida con relación a Ginebra. Toda mi vida he sido caballeroso con mis adversarios, aun en la guerra, donde los hombres mueren. Jamás humillé, ni ofendí, ni tomé venganza contra un prisionero, aun cuando, como ocurrió en Girón, alrededor agonizaban compañeros mortalmente heridos o habían muerto. Pero sé distinguir muy bien lo que es o no es ético. Me tardé en presentar las pruebas exigidas motivado sólo por el deseo de no hacer daño a un país hermano que admiro y respeto. Representantes de algunos gobiernos amigos en el mundo que participaron en la cumbre me reprochan no haber hecho la denuncia en la propia conferencia".
Acusó al católico Fox de faltar a los mandamientos: "La mentira es y será injustificable desde el punto de vista político, ético y religioso; viola, por lo que recuerdo de las clases de catecismo que recibí en una escuela católica desde que estaba en primer grado, el octavo mandamiento de la ley de Dios".
Culpó a Fox de haber sido el primero en violar la privacidad: "Hay que ser honrado. No busqué pretextos. No vacilé en expresar la necesidad y el deber de dejar constancia histórica de aquella conversación que ya iniciada me pidieron que fuese privada. También lo era mi carta personal al Presidente, publicada 48 horas después sin consultármelo, el mismo día que salí de Monterrey".
En América Latina, los más ricos y los más pobres
Castro utilizó más de la mitad de su discurso en rebatir la acusación de que en Cuba se violan los derechos humanos, contrastando, con profusión de estadísticas, los indicadores de educación y salud de su país con los de América Latina; denunciando la represión policial, la desigualdad social y las turbulencias económicas en la región, y defendiendo el sistema socialista de partido único y monopolio estatal de los medios informativos en la isla. "No es casual el hecho de que América Latina sea la región del mundo donde existe la mayor diferencia entre los más ricos y los más pobres. ¿Cuál democracia y cuáles derechos humanos pueden existir en esas condiciones? Sería como cultivar flores en pleno desierto del Sahara", señaló.
"A los que tontamente hablan y repiten las consignas imperialistas de que no existe democracia ni respeto a los derechos humanos en Cuba, les respondo: nadie puede cuestionar que, a pesar de ser muy pequeño, nuestro país es hoy el más independiente del planeta, el más justo y solidario. Es también por largo trecho el más democrático (...) Sus programas y logros culturales y sociales marchan a ritmos nunca antes alcanzados. Nuestros sueños se hacen realidades. Una sociedad más humana es posible. No importan mentiras y calumnias. La historia lo reconocerá".
Por la tribuna pasaron también sindicalistas latinoamericanos, en apoyo al gobierno cubano y en repudio a las políticas que se aplican en sus países: Pablo Michel, secretario general de la Central de Trabajadores de Buenos Aires; Ramón Pacheco, del Sindicato Mexicano de Electricistas, y Jorge Castro, de la Central Nacional de Trabajadores de Uruguay.
Además del debate con América Latina sobre los derechos humanos, durante la celebración se recordó a los cinco cubanos, declarados Héroes de la República, que purgan sentencias por espionaje en Estados Unidos. La estadunidense Gloria La Riva habló en nombre de un comité formado en ese país para pugnar por la liberación de los presos. En las columnas más cercanas a la tribuna estaban jóvenes latinoamericanos que estudian en Cuba, con banderas de sus países y algunos letreros como: "Batlle: Estamos con Fidel. Viva Cuba libre y socialista. Estudiantes de Uruguay en Cuba".