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Latinoamérica

30 de mayo de 2002

Carta abierta al destacado escritor Carlos Fuentes

César Augusto Sención
Economista dominicano

Distinguido señor Fuentes.
En un artículo publicado en el periódico salvadoreño La Prensa Gráfica, el 25 de mayo pasado, Usted hace algunas afirmaciones que, dado su prestigio de reconocido escritor, merecen ser comentadas.
Al referirse a la política de los gobiernos de Estados Unidos hacia Cuba Usted considera que la misma ha fracasado porque sólo ha servido para darle a Fidel Castro los "?pretextos para invocar, en nombre de la defensa contra Washington, medidas autoritarias?" Según su parecer, si la actitud de los Estados Unidos fuera otra, Castro se quedaría sin togas y "?el proceso de renovación democrática se iniciaría en Cuba". Más adelante Usted señala que la evolución hacia la democracia en Cuba consistiría en la diversificación económica, empresas medianas emprendedoras, correlación normal entre el campo y las ciudades, circulación de ideas, cultura crítica, un periodismo que informe, liberación de opositores y respecto al plebiscito.
Si esa es la democracia y si Cuba carece de ella, entonces no sería lógico esperar que el Gobierno de Estados Unidos trabaje a favor de la democracia en Cuba. Porque ¿qué interés podría tener Estados Unidos en el desarrollo económico y social de esa isla? Y si tales atributos Usted los prevé para una Cuba que restablezca el capitalismo dependiente latinoamericano, entonces me parece que se equivoca en su predicción. Porque lo que Usted anhela para Cuba no lo tiene ningún país del de América Latina.
Si observamos la realidad de nuestro Continente, en ningún país encontraremos economía diversificada, correlación entre campo y ciudad (el campo se está muriendo), cultura crítica (salvo la de algunos intelectuales con acceso a medios) y plebiscitos (con la excepción de Venezuela). En nuestro Continente las ideas que circulan son mayoritariamente de los sectores dominantes, ideas que abundan tanto como el hambre y el analfabetismo de las mayorías. Sobre el "periodismo que informe" prefiero ni opinar. Sería mejor preguntarle a la derechista prensa venezolana qué piensa de su afirmación. Y sobre los opositores libres, no sería inteligente creer que la ausencia de presos políticos es un asunto superado en Latinoamérica. Las libertades formales podrían cesar si continúa avanzando la lucha social. Además, no olvide que nuestras cárceles están repletas de delincuentes que son producto y víctima del propio sistema.
Pero más allá del tema cubano, lo que más asombra de su artículo es su crítica a la política dual de Estados Unidos, de condena al totalitario régimen cubano y de "?espléndidas relaciones con el régimen supertotalitario chino". Después de esa afirmación Usted lamenta que Bush no comprenda la necesidad de otra política hacia Cuba y nos revela su deseo de América Latina mantenga ("más le vale", dice Usted) buenas relaciones con el imperio. De tales aseveraciones se deduce que el Señor Bush encarna la democracia y los mandatarios de Cuba y China son totalitarios.
Es una pena que un escritor de su talento oculte la naturaleza represiva del poder de Estados Unidos ¿Quién derrocó a Arbenz, a Bosch, a Allende y a otros presidentes elegidos por los pueblos? ¿Quién invadió a México, Nicaragua, Honduras, República Dominicana y otros países del Continente? ¿Quién apoyó a Somoza y agredió a la revolución sandinista? ¿Quién invadió a Vietnam y lanzó bombas atómicas en Japón?
Se necesitaría escribir más de un libro para registrar los hechos de violencia y de negación a la democracia perpetrados por los gobiernos de Estados Unidos. Y no me refiero solamente a hechos pasados. En Afganistán, mientras el grupo de Bin Laden (hechura gringa) "presuntamente" destruyó las torres gemelas, el ejército de Estados Unidos asesina a miles de civiles. ¿Y qué podemos decir de la ayuda gringa a Israel?.
Para muchos escritores occidentales es fascinante hablar de la crueldad de Saddan Husein y del peligroso fundamentalismo árabe, omitiendo al mismo tiempo que Bush y Powell son instrumentos de un complejo militar que destruye a Afganistán y amenaza a otros pueblos. Los defensores de la cultura occidental pregonan que los árabes son despiadados y de costumbres extrañas y suelen considerar a los chinos tan raros como sus propios inventos. Parecen olvidar que la inquisición fue obra de los curas occidentales, que Nerón y Mussolini fueron italianos, que Hitler fue alemán, que el golpista Franco fue español y que Pinochet, además de chileno es una criatura del poder norteamericano, como también lo fueron los militares que masacraron a los pueblos de América Latina con el apoyo del Pentágono. La civilización occidental, que también engendró al duo Bush y que mató a su propio Dios (Jesucristo), es la más carnicera del globo, es la responsable de las guerras mundiales y de la destrucción del planeta.
Señor Fuentes, un intelectual de su estatura debería informarle al mundo que no hay mayores bárbaros que los gobernantes norteamericanos y que lo que más debería avergonzar a un ser humano no es tener relaciones diplomáticas con China, sino saludar al Presidente Bush, quien diariamente, armado de saco y corbata, asesina ciudadanos afganos y seca sus manos en la hoguera del dolor humano. Usted conoce esa verdad.
Los 300 millones de pobres de América Latina (30 millones de ellos mejicanos) no son víctimas de la revolución cubana ni del gobierno de China, sino de la concentración de la riqueza en sus propios países y del saqueo de Estados Unidos y de algunas naciones europeas. Si esa es la verdad ¿por qué Usted le critica al Presidente Bush que no contribuya a imponer en Cuba la democracia al estilo americano, la democracia de la pobreza y del despojo? ¿Qué democracia puede promover un gobierno genocida?.
Tal vez la respuesta a esas preguntas la encontremos en las palabras de Ignacio Ramonet, Director de Le Monde Diplomatique, quien en una conferencia impartida en La Habana, en febrero pasado, afirmó que "al apoyarse en el poder de la información y de las tecnologías, los Estados Unidos establecen?lo que podría llamarse opresión afable o un delicioso despotismo, sobre todo cuando ese poder va acompañado del control de las industrias culturales y de la dominación de nuestro imaginario".
Sería una desgracia que un escritor tan notable como Usted permitiera la dominación de su imaginario. Sin embargo, no hay de qué extrañarse. Después de todo, se trata de un problema de visión política. Y, parafraseando a Trotsky, "nunca se ha dicho que un buen escritor deba ser un buen político".