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Latinoamérica

4 de mayo del 2002

De la "teoría de los dos demonios" a los múltiples fundamentalismos

Juan Carlos Volnovich
Revista Locas - Madres de Plaza de Mayo

Digámoslo de entrada y en clave marxista: hay un plus de energía innovadora generada por las propias contradicciones del sistema capitalista, que la represión no logra clausurar. Esa fuerza instituyente resiste indoblegable la intención de captura y tiene un efecto de apertura: al tiempo que desafía nuestra posición de intelectuales, habilita nuestra producción. Así un fantasma recorre el universo de los intelectuales y nos interpela: los piqueteros. Los piqueteros me invitan a volver a transitar por el puente que nos une, sujetos del discurso, con nuestro objeto: la subjetividad en los movimientos sociales. He aquí la oportunidad para inaugurar una nueva manera de concebir la interacción entre intelectuales y movimientos sociales.
Si negar nuestra identidad de sujetos colonizados sería nada más ni nada menos que negar nuestra propia historia, el reconocimiento de nuestra propia colonización mental, los límites internos impuestos a la comprensión y a la acción ante las injusticias que conforman nuestro paisaje habitual no tiene por qué impedirnos aceptar las aperturas que nuestras experiencias señalan y las modificaciones en el orden de lo instituido, donde fracasa tanto el exceso de represión social como la propia represión individual.
Porque el caso es que la neutralidad de los psicoanalistas frente a "lo social" se constituyó en principio fundamental (aun a costa de renegar del Freud del Malestar en la Cultura) hasta bien pasados los 50. Fue recién en la década del 60 cuando hizo su entrada el psicoanalista comprometido can la realidad que pretendíamos comprender y transformar. El triunfo de la Revolución cubana no fue ajeno al inicio de un recorrido que, junto a artistas y científicos creíamos, desembocaba inexorablemente en el socialismo. Los años de la dictadura militar, la desaparición del campo socialista, desalojaron (sería mejor decir: "desaparecieron") al psicoanalista comprometido y le dieron lugar al psicoanalista desencantado. Pero el desencanto en modo alguno alude a una suerte de desinterés, de fría relación con la realidad, al estilo de la neutralidad de décadas atrás. Por el contrario, el psicoanalista desencantado sostuvo una apasionada integración con las instituciones asistenciales del Estado al tiempo que se incorporó al sistema agrupándose en innumerables asociaciones que le fueron funcionales.
Si bien el psicoanálisis se ha impuesto como la teoría más consistente y rigurosa acerca de la constitución del sujeto, nunca como en la actualidad hemos sido más ignorantes del modo en que las estructuras del poder nos atraviesan y nos determinan. Jamás nuestra implicación y nuestra sobreimplicación (aun aquella caracterizada por la apatía y la desesperanza) con las prácticas sociales y políticas llegó a estos extremos y jamás ha sido más reprimido y suprimido el análisis de dicha implicación. Análisis de nuestras evitaciones y adhesiones a las teorías y a la política. Análisis de nuestra "neutralidad" y de nuestro "compromiso". De nuestra participación y de nuestras indiferencias. De nuestras investiduras y de nuestras desafectaciones. Tal vez por eso nunca como ahora los piquetes -contexto que nos incluye y texto que, al atravesarnos, nos constituye- están inventando esta nueva manera de ser o estar posicionados como Intelectuales de, en los movimientos sociales.
La "teoría de los dos demonios" intentó reinstalar la ilusión de una neutralidad desencantada como lugar posible para los psicoanalistas. "Neutralidad" desde que abría espacio a la ilusión de no pertenecer a ninguno de ellos. "Desencantada" porque ocultaba el apasionado apego a la axiología de la "década perdida". Pero la crítica superadora de la teoría de los dos demonios no tiene por qué obligamos a aceptar su reemplazo por la teoría "de los múltiples fundamentalismos" como única salida. Fundamentalismos de derecha claramente evidenciados por la dictadura de los mercados o la opresión de los dioses pero también, fundamentalismos de izquierda que en nombre del compromiso con las causas justas, nos acerca el peligro siempre presente de recaer en misiones evangelizadoras y proyectos de redención universal que refuerzan, al estilo de la experiencia polpothista o de Sendero Luminoso, los mismos sistemas de opresión que intentan suprimir. Tal parecería ser que, para evitar caer en estos excesos que convalidan certezas absolutas y verdades reveladas, la práctica política que se elude. Dicho sea de paso, entre nosotros todavía está pendiente una reflexión seria acerca de las FARC de Colombia y ese residuo no elaborado que ha dejado la lucha armada de Montoneros asociado a Firmenich, tan distinto a la figura de Raúl Sendic y Tupamaros que transita el imaginario social del Uruguay, y a la más reciente aparición de los "Sin tierra" en el Brasil, de tan bien ganado prestigio entre los intelectuales de izquierda.
Si la Revolución cubana marcó un antes y un después en la historia de la América que Martí llamó "nuestra", las Madres de Plaza de Mayo contribuyeron a enriquecer el espectro de respuestas posibles a los regímenes totalitarios, y la emergencia del zapatismo en 1994 nos hizo saber de un movimiento de masas que convoca a la resistencia global, armada y sin cuartel (en el sentido más literal y metafórico de "sin cuartel") contra el neoliberalismo; movimiento destinado a aprovechar las experiencias revolucionarias previas y decidido a evitar cometer los mismos errores transitados a lo largo de la historia de las luchas sociales y del socialismo en la región. La omisión del papel preponderante de la subjetividad no es ni el menor ni el más intrascendente de esos errores.
El grito chiapaneco dio inicio a nuevas formas de resistencia y estimuló las luchas preexistentes: de Seattle a Génova pasando por Praga y Gotemburgo. Hace muy poco, continuando una original experiencia latinoamericana, en Porto Alegre, los psicoanalistas agitados por la experiencia de los Estados Generales del Psicoanálisis nos incorporamos a las ciencias sociales para reflexionar sobre el sujeto neoliberal. Ahora, los piqueteros aportan sus cortes para alentar nuestra esperanza, para dar testimonio de las infinitas e ingeniosas maneras de resistir la exclusión, y para poner en juego nuestra propia implicación.